Calesita

domingo, 29 de abril de 2018

Manual para un santón


Para el dialéctico Bergoglio, la dinámica se enfrenta en todo momento con la estática. Esta concepción aparece nítida en su manual para llegar a ser un gran santón. Lo que se mueve es santo, lo que no se mueve es pelagiano o gnóstico.
Toda dádiva preciosa y todo don perfecto de arriba viene, como que desciende del Padre de las luces, en quien no cabe mudanza, ni sombra de variación. (Santiago 1,17)
CUANDO DIOS ES ESTÁTICO. – Dios no es dinámico, pues solo los seres finitos necesitan moverse, y se mueven para cubrir las necesidades que les produce su finitud.
El ser finito es un esclavo del movimiento y todo movimiento es señal de finitud, imperfección, necesidad.
El ser humano regenerado por la Gracia comienza a liberarse de la esclavitud del movimiento, por consiguiente, se metamorfosea del movimiento hacia la quietud divina.
Los santos son aquellos que notamos con menor cantidad de movimiento pues han alcanzado cierto grado de perfección, y dicha perfección detiene en parte el movimiento.
Procede un camino al inversa el santón que propone mayor movimiento para alcanzar dicha perfección.
ACCIÓN Y MOVIMIENTO. – Dentro del orden natural se puede distinguir la acción del movimiento. La acción se ejecuta por una voluntad determinada hacia un mismo fin, mientras que el movimiento adolece de voluntad y se ejecuta mecánicamente.
Cuando leemos en el Apocalipsis: Yo soy el alfa (α) y la omega (ω), el principio y el fin. (Ap. 21,6), notamos que señala el rumbo tanto de la acción como del movimiento. Movimiento que transita los seis días de la creación para llegar al sábado de la quietud divina.
Esta expresión la hallamos tres veces. La primera al inicio del libro: Yo soy el alfa (α) y la omega (ω), – dice el Señor Dios; – el que es, el que era, el que viene, el todopoderoso. (1,8) Aquí indica el movimiento de la economía divina, donde se manifiesta con la zarza ardiente: es, era, o el verbo ser hebreo manifestado en el impronunciable tetragramma YHWH.
La última la hallamos al final del escrito, la cual resume todo el movimiento de la Iglesia hacia el sábado de la quietud y gloria:
Yo soy el alfa (α) y la omega (ω), el primero y el último, el principio y el fin. (22,13)
EL CAMINO. – Existen dos movimientos en el católico, uno hacia adentro, es el movimiento espiritual y otro hacia afuera hacia el prójimo. Ambos movimientos son un mismo movimiento: Desde el alfa y hacia la ω.
En las Sagradas Escrituras se identifican con el Camino, yo soy el Camino, la verdad y la vida. (Juan 14,6)
Pero no existe un único camino, sino varios, de acuerdo a la misión de cada uno:
Justos y verdaderos tus caminos, Rey de las naciones. (15,3)
MOVIMIENTO ÚNICO. – A pesar de que distinguimos intelectualmente dos movimientos, uno hacia Dios y otro hacia el prójimo, ambos forman un mismo Camino real.
El movimiento hacia Dios es el mismo movimiento que se produce hacia el prójimo.
Dividir los dos movimientos, en dos caminos distintos, significa caer en dos tentaciones del demonio que busca cambiar este movimiento. Estas son:
1. La Fe sin las obras.
Separar la Fe del prójimo, es lo que hallamos en el juicio final del evangelio de Mateo, a quien Bergoglio llama protocolo. Es la Fe de los iconoclastas protestantes que desencajan la Fe de las obras. Pecca fortiter sed crede fortius, decía Lutero, como si la Fe que no es otra cosa que un vestido, lograra tapar el pecado. De aquí que los iconoclastas protestantes se mueven con un palabrerío hueco, criticado ya en los inicios de la Iglesia por Santiago, quien escribía:
Muéstrame tu fe sin obras, que yo te mostraré mi fe por las obras. (2,18)
2. Las obras sin la Fe.
Separar el prójimo de la Fe. Es el caritativismo o misericordismo. Es el protocolo bergogliano, impulsado en “Gaudete et exsultate”.
En este contexto el dogma es una rigidez y para beneficiar al prójimo en una determinada situación compleja, se modifica el dogma.
Es la pastoralista praxis argentina, la cual cree que la doctrina no tiene peso alguno en las acciones de caridad.
En síntesis, son las obras sin la Fe. De acuerdo al protocolo bergogliano. Según esta concepción, todo el que practica las obras materiales de misericordia está incluido en el poliedro salvífico, el cual es un cambio de paradigma, que incluye doctrinas de todo tipo, hasta las que se sienten enemigas, pues la “unidad es superior al conflicto”.
LAS OBRAS DE MISERICORDIA. – Este misericordismo, para aplicarse debe destruir las obras espirituales de misericordia, pues se enfrentan en su praxis.
Para quienes nunca se les enseñó esto, las obras de misericordia son catorce. Siete corporales y siete espirituales. Así lo explica del catecismo de San Pío X:
Las principales obras de misericordia corporales son:
1.ª Visitar y cuidar a los enfermos.
2.ª Dar de comer al hambriento.
3.ª Dar de beber al sediento.
4.ª Dar posada al peregrino..
5.ª Vestir al desnudo.
6.ª Redimir al cautivo; y
7.ª Enterrar a los muertos.
Las principales obras de misericordia espirituales son:
1.ª Enseñar al qué no sabe.
2.ª Dar buen consejo al que lo necesita.
3.ª Corregir al que yerra.
4.ª Perdonar las injurias.
5.ª Consolar al triste.
6.ª Sufrir con paciencia los defectos del prójimo; y
7.ª Rogar a Dios por los vivos y difuntos.
PROTOCOLO BERGOGLIANO. – Cuando vemos que no se responde a las dudas de los altos prelados, cuando vemos que se impone un feroz régimen de control apto para reprimir toda iniciativa no aceptada, cuando se vigila las acciones del prójimo y se lo considera un enemigo potencial, cuando acontece esto vemos que no se siguen las obras espirituales de misericordia.
No se puede besar los pies de un musulmán sin corregir al que yerra, peor aún, de este modo se lo confirma en el error.
El accionismo caritativo, basado exclusivamente en las obras corporales de misericordia y que calla o desprecia las obras espirituales de misericordia nunca fue señal de santidad, ni de santificación, sino de alta hipocresía. De allí que Bergoglio haya escrito un hermoso manual para el santón.
Es una actitud de neto corte protestante cuando vemos un caritativismo corporal que no comulga con un carácter bien estructurado, el cual da señales externas de un rencor despiadado. De este modo el misericordismo corporal solo es una capa que cubre la miseria interior.
APELACIÓN FINAL. – Cardenales, ya que nos trajeron este “papa”, ¿qué esperan para deponer este santón?



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