Estos
amigos se reúnen en el bar de una esquina de Buenos Aires, para
filosofar, pues “todo hombre es filósofo”. Mientras toman un
café, se inicia esta conversación.
Lucio.—
Ayer me entretuve viendo una película sobre una máquina que viajaba
por el tiempo.
Alberto.—
Supongo que es la que copiaron de la novela de Herbert Wells, una
máquina que atravesaba el tiempo.
Lucio.—
Sí, así era.
Enrique.—
“The time machine”.
Roberto.—
¿Leíste el libro Alberto?
Alberto.—
Sí y también Enrique lo leyó.
Roberto.—
¿Qué opinión sacaste del libro?
Alberto.—
Wells fue un sostenedor de la lucha de clases, y se vale del recurso
de la machine, para trasladar su lucha al año 802.701, donde
los Morlocks, que viven en las tinieblas se comen a los Eloi. ¿Qué
opinas Enrique?
Enrique.—
Es una obra de 1895. En su época causó sensación, hoy nos podemos
reír de esto.
Lucio.—
Yo pienso que en algún momento, el hombre puede hacer realidad el
viaje en el tiempo.
Alberto.—
Eso es una quimera.
Roberto.—
¿Acaso alguien vio al tiempo caminando por la calle Florida?
Alberto.—
Tomemos como ejemplo el lenguaje.
Roberto.—
¿Qué nos puede demostrar el lenguaje?
Alberto.—
El lenguaje es la traducción casi perfecta del pensamiento. Si
miramos la gramática, encontramos nombres y verbos.
Enrique.—
O sea nombres y acciones, tal como divide las palabras, la gramática
árabe.
Alberto.—
Bien, ¿qué viene a ser el tiempo al hablar?, ¿cómo lo señalamos?
¿Qué usamos, nombres o verbos para indicar el presente, pasado o
futuro?
Lucio.—
Usamos el verbo.
Alberto.—
Los verbos son acciones, son la dinámica de lo que hablamos y
pensamos.
Enrique.—
Por lo tanto el tiempo no se señala con un sustantivo, sino con un
verbo. De allí que no se lo puede sustantivar.
Lucio.—
¿Y el espacio?
Roberto.—
¿Alguien vio al espacio caminar por la calle Corrientes?
Alberto.—
Entre mi taza de café y el cenicero, ¿qué vemos?
Lucio.—
Una distancia.
Alberto.—
O sea un espacio. Si el mozo se lleva la taza y el cenicero, ¿tendré
ese espacio?
Lucio.—
La verdad que no.
Alberto.—
O sea, el espacio era respectivo de la posición local de la taza con
el cenicero. La respectividad del espacio se basa en el “lugar”.
Lucio.—
¿Y el tiempo?
Alberto.—
Hace un rato la taza de café estaba en la estantería, ahora está
sobre la mesa con el café. En unas horas estará en el lavadero.
Enrique.—
O sea que es respectivo dentro de un proceso.
Alberto.—
Por lo tanto...
Enrique.—
No se puede sustantivar tanto el tiempo como el espacio.
Roberto.—
No es así. Tanto el tiempo como el espacio son sustantivos.
Alberto.—
¿Son sustantivos concretos o abstractos?
Roberto.—
Abstractos.
Alberto.—
Por lo tanto son ideas, no cosas reales.
Lucio.—
En la película, el protagonista permanece siempre en el mismo
espacio.
Alberto.—
Significa que entre ellos no ve el autor una relación directa. Como
vemos aún no había llegado Einstein.
Enrique.—
Pero sí habla de la evolución de la especie humana.
Roberto.—
Algo típico de un marxista, que incluye a Darwin.
Alberto.—
Con todo, la evolución de los Morlocks fue una degradación.
Enrique.—
Significa que no siempre la evolución viaja hacia lo mejor, sino
también hacia lo peor, lo cual es un avance en Wollf.
Roberto.— ¿Entonces,
por qué dicen ellos que se evoluciona?
Alberto.— Concretamente
en este caso, todo parece indicar que la Necesidad es la fuerza de la
evolución.
Lucio.—
La película termina que el protagonista se llevó tres libros de la
biblioteca hacia el futuro. Me quedé pensando en los libros que pudo
llevarse.
Enrique.—
Este es un recurso de final abierto en la narración, para que el espectador participe
de la trama presentada.
Roberto.—
Pero esto es ciencia-ficción.
Alberto.—
De ciencia no tiene nada.
Roberto.—
¿Por qué motivo?
Alberto.—
A partir del siglo XVIII, a todo se lo llama ciencia. Hasta la
astrología es una ciencia.
Lucio.—
¿Qué sería entonces?
Alberto.—
Esto no sale del mito.
Enrique.—
Sí..., un mito moderno.
Roberto.—
¿En qué te basas para esta afirmación?
Alberto.—
En las ridiculeces que escribe en la introducción del libro, para
darle un disfraz de ciencia. Por un lado confunde espacio y tiempo,
pues dice que el tiempo es una forma de espacio, con lo cual, todo
sería espacio.
Enrique.—
Sí, tal como lo afirma, el Tiempo es tan solo una
especie de Espacio.
Alberto.—
Error garrafal, pues las especies se dan en los
sustantivos concretos, y el tiempo como el espacio no lo son. Con lo
cual, toma tiempo y espacio como cosas concretas.
Roberto.—
Continuando lo que dije en un comienzo, el espacio y el
tiempo no caminan abrazados por la calle Florida.
Alberto.—
Para él no existe ninguna diferencia objetiva sobre las cuatro
dimensiones, alto, largo, ancho, y duración. Sin embargo plantea que
solamente la conciencia los distingue, pues nuestra conciencia
discurre con el tiempo.
Enrique.—
Subjetivo como todo modernista. Un hijo de Descartes, o de Hegel tal
vez.
Lucio.—
Y ¿ qué me dices del viajero del tiempo?
Alberto.—
Es un semidiós mitológico. Manipula el tiempo como se le antoja.
Este film se lo llamó también “Con el tiempo en sus manos”.
Lucio.—
Pero el protagonista se olvida del pasado y mira solo hacia el
futuro.
Roberto.—
¿Acaso puede cambiar el pasado? O como dicen ellos, ¿puede hacer
otra historia de la historia hecha?
Alberto.—
Todo parece indicar que busca en el futuro una sociedad constituida
sobre una base estrictamente comunista. Cuando llega a ese eón
futuro, cree estar en la sociedad perfecta, sin clases, sin trabajo,
sin ancianos, sin enfermos.
Roberto.—
Para eso no tenía que irse al año 800.000. con viajar
medio siglo lo hubiera visto.
Enrique.—
Y medio siglo más para ver como se desplomaba esa
utopía.
Lucio.—
Y si tanto el espacio como el tiempo no son cosas, ¿qué
son entonces?
Alberto.—
Son propiedades de los seres. Ayer Lucio tuviste
suerte.
Lucio.—
Así es, acerté el número en la quiniela.
Alberto.— La suerte no existe, existe el hombre que tuvo suerte, como Lucio. Así es el tiempo.
Roberto.—
¿Acaso ganó después de invitar a la suerte a tomar
unas copas en el boliche?
Lucio.—
¿En qué se basa para decir que son propiedades?
Alberto.—
Los seres son finitos, no infinitos. Por lo tanto entre
unos y otros existe un espacio que los separa.
Roberto.—
¿Y el tiempo?
Alberto.—
Por ser los seres incompletos de perfecciones, cada uno
corre a su fin para hallarla.
Enrique.—
Como en una carrera...
Alberto.—
Es el dinamismo propio de cada ser. Va cambiando de
forma a medida que desarrolla esta dinámica. El “es, fue, será”,
pueden ser tres momentos extrínsecos a la cosa real. Esta taza de
café “es”, “fue” taza y “será” taza, hasta que alguien
la rompa. El tiempo no es algo en que se está, pues entonces sería
espacio; sino el modo como se está. Es el carácter modal del
tiempo.
Enrique.—
O sea que si el tiempo es un modo de la acción, sería
un modo de la realidad.
Alberto.—
Como vemos son dos propiedades distintas. Una es la
distancia y otra la dinámica. Sin la taza de café, no existe ni la
una ni la otra.
Lucio.—
Escuché decir que el tiempo es relativo.
Roberto.—
Apruebo esta idea.
Alberto.—
¿En qué se basa?
Roberto.—
Si observas un gorrión, notarás la velocidad con la
que mueve su cabeza.
Lucio.—
¿Y eso qué tiene que ver?
Roberto.—
Digamos que su vida puede concluir en un año, y
algunos insectos viven un solo día. ¿Alguno se anima a cazar un ave
aproximándose hacia ella?
Lucio.—
Imposible, sale volando.
Roberto.—
¿O cazar una mosca con lentitud?
Lucio.—
Es el mismo problema.
Roberto.—
Pues bien, el tiempo para ellos corre de un modo, y
para nosotros de otro. Para nosotros, tanto el ave como el insecto
son rápidos, para ellos nosotros somos muy lentos. Es decir, para
cazar un ave se requiere una velocidad de tiempo, como la de ella. El
tiempo es relativo a cada ser vivo. Si un hombre requiere cuarenta
años para cerrar su ciclo vital, un insecto lo hace todo en un día.
Lucio.—
Dicen los científicos que viajando a la velocidad de
luz, el tiempo cambia y se hace más lento.
Alberto.—
Yo creo que son pamplinas.
Roberto.—
¿Quién viajó a esa velocidad?
Lucio.—
Hasta ahora nadie.
Roberto.—
Entonces nadie sabe si eso puede darse.
Enrique.—
En la mitología, el dios Cronos, que era el nombre del
tiempo, se comía sus hijos.
Alberto.—
¿Qué simbolizaba eso?
Enrique.—
Que el tiempo devora todas las cosas.
Alberto.—
Esto me recuerda ese famoso soneto de Góngora, acerca
del “carpe diem”. Donde describe la destrucción del cuerpo
femenino.
Enrique.—
¡Ah, sí! Decía:
«...goza
cuello, cabello, labio y frente,
antes
que lo que fue en tu edad dorada
oro,
lilio, clavel, cristal luciente,
no
sólo en plata o en viola troncada
se vuelva, mas tú y ello
juntamente,
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.»
Roberto.—
¿Dónde están aquí los distintos modos del ser?
Enrique.—
La “plata” es la vejez, la “viola troncada” es la muerte, la
“tierra” es el sepulcro, el “humo” es la descomposición del
ser, el “polvo” la destrucción total, la “sombra” el
recuerdo, en fin, la “nada”.
Alberto.—
Otro acierto del mismo soneto lo tenemos en el inicio de cada
cuarteto.
Roberto.—
¿Qué dice?
Enrique.—
Cada cuarteto comienza con el adverbio «mientras».
Roberto.—
¿Qué explicación tiene?
Alberto.—
El “mientras” muestra la unidad de los distintos momentos
anteriores al desenlace final; o sea un modo de ser en el dinamismo
temporal. Más concretamente, este soneto es una versión tomada de
Garcilaso de la Vega, quien inicia sus cuartetos con esta otra
expresión adverbial: “en tanto que”, sinónimo de “mientras”,
para concluir en el desenlace con el imperativo del carpe diem:
“goza”.
Enrique.—
Por lo tanto, el tiempo se relaciona con la existencia, pues al
concluirse este, para Góngora solo queda la “nada” existencial
en este mundo.
Alberto.—
Así es, son distintas modalidades de la existencia.
Lucio.—
¿Y el espacio?
Alberto.—
Distintas distancias entre los seres en un momento de su
existencia.
Enrique.—
Lo fundamental aquí es la relación que tienen los seres.
Alberto.—
Esto nos lleva, a que dentro del ser humano, de su generación y
de sus procesiones, tanto el espacio y el tiempo son propiedades de sus
procesiones.
Lucio.—
Y el tiempo con el espacio.
Alberto.—
Son las dos coordenadas para encontrar el ser.
Roberto.—
Estamos hablando de relaciones. ¿Cuáles son las relaciones del
espacio con el ser?
Alberto.—
Eso sería entre dos seres para cordinar el espacio entre uno y
otro.
Roberto.—
¿Y las relaciones dentro del tiempo?
Alberto.—
Primero tenemos el movimiento.
Enrique.—
Tal como lo decía Aristóteles, que por momentos no distinguía
entre tiempo y movimiento.
Alberto.—
Segundo tenemos la acción del ser, que se relaciona con el
movimiento.
Enrique.—
Es la dinámica del ser, su puesta en acto.
Alberto.—
Tercero tenemos una relación de existencia.
Lucio.—
¿Y qué hace el tiempo en todo esto?
Alberto.—
Muestra el Orden de los distintos modos de acción, movimiento y
existencia.
Lucio.—
Personalmente,
me agradó la idea del viaje en el tiempo.
Alberto.—
Como
vemos, estos mitos ultramodernos, nada tienen que ver con el pasado.
Enrique.—
Ahora los dioses, son divinos por sus maquinarias. Sin “machine”,
no hay divinidad. Son la ambrosía que tomaban los dioses del Olimpo.
Alberto.—
Lo cual arraiga la idea, que el hombre ultramoderno es un
semidiós por medio de la máquina.
Roberto.—
¿En qué se diferencia entonces esta civilización de la
antigua?
Alberto.—
En nada. Un poco más de lo mismo, pero con máquinas en la mano.
Enrique.—
La única diferencia la encontramos en San Agustín. Para él no
existía ni el pasado, porque pasó, ni el futuro porque aún no
había llegado. Digamos que todo lo veía como un presente, por
supuesto un presente cargado de memoria y de expectación futura.
Alberto.—
Esta visión subjetiva del tiempo, la hallamos en las distintas
lenguas.
Roberto.—
¿Por ejemplo?
Alberto.—
Para el hebreo antiguo, el tiempo estaba sujeto a la acción. Por
consiguiente solo existían acciones que se estaban cumpliendo y
acciones que ya se habían terminado.
Roberto.—
¿Y para los griegos?
Alberto.—
Para los griegos la acción estaba mas bien relacionada con el
movimiento. Por lo tanto existía un tiempo infinito, porque no se
sabía cuando había comenzado y cuando terminaría dicho movimiento.
Era el “cronos ápeiros” i.
Es decir, un tiempo indefinido. Por otro lado, estaba el tiempo
acotado a cada ser, y era el eón ii.
Por otra parte, no puede faltar, la concepción del tiempo oportuno,
el cairós iii.
Roberto.—
¿Y en nuestro idioma?
Alberto.—
Supongo que para nosotros, el tiempo se relaciona con la
existencia. Hablamos de esta taza de café. Ella “es” taza, “fue”
taza y “será” taza, hasta que alguien la rompa. Lo más
relevante es analizar el “es” como una actualidad pasajera, un
“fue” como un modo de ser que ha quedado atrás, donde el ser
todavía permanece, y un “será”, donde el ser deviene hacia un
determinado fin.
Lucio.—
Me dijeron que también, sobre esta película de 1960, se hizo
una “remake” en 2002, ¿alguien la vio?
Enrique.—
Sí, la vi. Y es un verdadero bodrio. Aquí el libreto ahonda dos
temas. Primero se plantea si puede cambiar el pasado, por eso viaja
al futuro, para encontrar la respuesta. Segundo muestra la decadencia
humana, llevada a cabo por la evolución, urgida por la Necesidad. Se
la llama “el resultado inevitable del pasado”, tan solo se puede
aceptar el propio “destino”. La respuesta la obtiene de un
auténtico demonio de las profundidades de la tierra, que forma una
casta de seres, los cuales con su mente controlan todo.
Lucio.—
¿Y qué le dijo este personaje?
Enrique.—
Lo mismo que decía San Agustín, palabra más, palabra menos. El
pasado es un recuerdo y el futuro es un sueño.
Roberto.—
¿Y viajó 800.000 años para escuchar de un ser de las
profundidades, algo que ya se sabía en el siglo IV?
Enrique.—
Ya sabemos como son los ultramodernos, se creen los seres
superiores y no se pueden rebajar a leer los clásicos.
Lucio.—
¡Pero qué ignorantes!
Enrique.—
Como vemos, ni Hollywood, ni Wells,
ni nadie puede fabricar una máquina del tiempo.
Roberto.—
Pero
sí pueden fabricar mitos sobre los viajes en el tiempo.
Lucio.—
Un
viaje, por lo que me dicen, que solo está en sus cabezas.
Enrique.—
Se hace tarde, tal vez mañana podamos seguir con
este tema.
Alberto.—
Tal vez.
Llegó el mozo y esta vez
Roberto pagó el café para todos, pues ya se hacía tarde,
retirándose cada uno para su domicilio.
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i Χρονος
απειρος.