Calesita

jueves, 23 de septiembre de 2021

El katejón del antipapa Francisco

 

Si “detrás de toda rigidez hay algo malo”, detrás de toda flexibilidad con toda seguridad anida la herejía.

¿Qué es lo malo de la rigidez? Nuestro antipapa no lo explica, y no lo explica pues precisamente lo ignora. Tan solo se anima a dar una indicación, tan general, que cae en el ridículo. Según su gran “discernimiento” ataca “la paciencia de Dios”. ¿Qué hay entonces de nuestra paciencia en escucharlo? Nada en absoluto.

Como se puede apreciar, lo malo es solamente de índole moral; pero la moralidad se basa en la dogmática. El antipapa no puede explayarse en el dogma, pues sería refutado y tildado de hereje, cosa muy cierta en su persona, por lo tanto, lo deja a descubrir por quienes saben leer entre líneas.

Como el dogma le es adverso, se refugia en la dialéctica. Si existe algo que impide el orden dialéctico, es precisamente la rigidez, de allí que cuanto más flexibilidad existe, mucha más posibilidad se tiene de evolucionar.

Esta es la causa por la cual el 18 de septiembre de 2021, se lo vio desesperado golpeando varias veces la mesa, ante representantes de la diócesis romana:

...“puede ser necesario salir, cambiar de dirección, superar creencias que nos frenan y nos impiden movernos y caminar juntos”...

¿Qué es lo que frena al antipapa? ¿Cuál es su katejón? El dogma. Se debe salir del mismo, caso contrario no existe dialéctica. Es la fe que como base racional del dogma, lo enloquece, pues el contenido de la Fe es rígido y no flexible.

El problema del antipapa es pretender compaginar la fe con la dialéctica de la mutabilidad. Este “Custodes” de la Anti-tradición rompe definitivamente con San Agustín, pues en la concepción de este santo doctor...

...«lo que cambia no existe verdaderamente, puesto que cambiar es dejar de ser lo que se era para llegar a ser otra cosa que, a su vez, se dejará de ser. Todo cambio implica, pues, una mezcla de ser y de no-ser. Eliminar el no-ser es eliminar el principio mismo de su mutabilidad y no conservar, con la sola inmutabilidad, más que el ser. En consecuencia, decir que Dios es la essentia por excelencia, o que es supremamente ser, o que es la inmutabilidad, es decir lo mismo. Ser verdaderamente es ser siempre de la misma manera: vere esse est enim semper eodem modo esse; ahora bien Dios es el único que siempre es el mismo: es pues, el Ser, porque es la inmutabilidad.» 1

Por esto exclama:

«¡Oh Dios siempre el mismo!, conózcame a mí, conozca a ti.» 2

Quien imprime movimiento en la Iglesia, es el Espíritu Santo, pero acontece, que este “Espíritu” bergogliano es un fantoche inútil, porque solo sirve para dar sorpresas, y dichas sorpresas son cambios en la fe. Nuevamente el demonio se disfraza de Espíritu de luz. Y esta es una hermosa enseñanza para los que teorizan sobre el aparicionismo: No es necesario esperar una aparición de un espíritu demoníaco, como invariablemente predica esta corriente, pues este demonio ya lo tenemos sentado en la silla de Pedro, al que muchos de ellos llaman “Santo Padre”.

La moral se fundamenta en el dogma inmutable, si el dogma pierde su rigidez y se flexibiliza, tendremos la putrefacción existente en esta iglesia, en especial entre lo jesuitas, que han llegado a ser una letrina de inmoralidad. Y para ser gráficos, quien desee asquearse un poco, puede leer el reportaje a un ex-jesuita uruguayo en este sitio -->, nada más inmoral y explícito en en estas declaraciones, confesiones que jamás defraudan.

Existen ingenuos que predican, que su “santo padre” solo sabe el catecismo de su infancia. ¡Pobres ilusos! El susodicho “santo padre dialéctico” no puede decir su catecismo, tan solo se le observa en dos actitudes discontinuas por su rotura con la tradicional enseñanza católica.

La primera es afirmar con hechos y con palabras, que nadie se arrodilla ante un pedazo de pan, y la segunda es afirmar que la Bienaventurada Virgen María no nació santa, sino que se hizo santa. Dos afirmaciones, que desnudan al solapado hereje, que sigue siendo llamado por lo tontos, el “Santo Padre”. La primera afirmación condena la transubstanciación y la segunda niega la Inmaculada Concepción. A todo hereje se lo descubre por estos dos resultados, son la dos columnas soñadas por San Juan Bosco, para salvar la Barca de la Iglesia.

Por último, Bergoglio en su último viaje, cometió la temeridad de reírse de sus conspiradores. Con esta decadencia y alta corrupción clerical, su risa se puede transformar en algo muy serio sobre su persona.

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1 E. Gilson. La filosofía en la Edad Media. Pág, 122

2 Soliloquiorum, L. 2, col. 1, n. 1, PL 32, 885.