Calesita

martes, 30 de mayo de 2023

Ni Maquiavelo lo haría mejor


Una jugada maestra

por Tony Velázquez Ruiz

Paco I, siempre sueña con su Flores amada, la cual pertenece a un barrio porteño, y por casualidad está ubicado en la Argentina.

Años de trabajo le dio hilvanar su poder en todo el territorio. No voy a historiar todas sus decisiones, pues Paco en la América Latina pisa fuerte, no así en la de habla inglesa, idioma que no conoce ni piensa estudiar, no porque no le falten cualidades, sino porque le es una pérdida de tiempo. Para lo único que le sirvió el inglés, es para enviarle una carta a Macri. Todo una befa.

El cardenal Poli, (“Mongo Aurelio” para los íntimos), disciplinado pero sumiso hasta el colmo, presentó su renuncia para jubilarse con la paga mínima de cardenal. Muchos se relamían luego de años de agacharse y chupar medias, esperando el purpurado argentino, pero la decisión cayó en lo insólito, García Cuerva.

El el famoso blog, donde te esperan con la botella abierta, no paran de proferir insultos contra Paco I. ¡Paren la mano muchachos! Miren bien las cosas. El nombramiento fue una jugada maestra, ni a Maquiavelo se le ocurriría algo mejor. Analicemos fríamente el caso.

El sargento García es un buen maricón, motivo por el cual, exultará de alegría el gigantesco 0,20 % de toda la población argentina y  llevará adelante el sínodo a pedir de boca, detalles que los muchachos de la botella parecen no dar mucha importancia.

El sargento García mantendrá la prensa conservadora a distancia, pues nadie quiere ser homófobo, los periodistas tampoco, pues están inmersos en el  último hito de la avanzada civilización: la inclusión.

El sargento García, según dicen "los de la botella", “es del palo” de Massa, algo que tal vez no sea tan así, aunque todos sabemos de qué palo se trata.

El sargento García enfrentará al próximo gobierno, el cual tendrá muchos colores, excepto el del “palo peronista”, con lo cual, Paco I, se garantiza una resistencia activa, sin prensa opositora, donde pueden regresar los nostálgicos de los fierros, que siempre sueñan con lo años setenta, que tan malos recuerdos le traen al Curro. De este modo, por un lado socava la base del futuro gobierno conservador, poniéndose al frente de las reivindicaciones de "los más pobres"; y por otro lado, impondrá la revolucionaria agenda LGBT en la vetusta iglesia argentina. Como decía un risueño corto televisivo argentino:

Semilla de maldad.

Ya la prensa elogia a García (el cuervo): 

—“¡Es un cura villero!,” gritan entusiasmados. A la prensa le cae bien, (es inclusivo). No es rígido, no es conservador, no es un “neocón” cualquiera, todo lo opuesto, es revolucionario. Por el contrario otros dirían con sus malas lenguas: 

¡Bah! Otro revolucionario de cartón. Además, ¿cuántos revolucionarios gays conocemos?

Dice Paco I que el año próximo visitará la Argentina. ¡Mentira! No viene de visita, viene a celebrar su triunfo. Así ingresará en Flores, que por casualidad queda en la Argentina, ceñida su frente de laureles, cual otro Pompeyo triunfador, en silla de ruedas sobre el carro de la victoria, tirado por augustos corceles, para refregárselo en la cara, a todos los prelados que se le opusieron.

Por supuesto, siempre están los detestables imprevistos. Que se venga a pique el avión mientras cruza el Atlántico. Que un “copito” le gatillee en la cara. Que un nazi detestable le ponga una bomba en la silla de ruedas. Son cosas que no pueden preverse, tan solo la Pachamama lo sabe.

De todos modos, las Potestades Infernales, brindan por su decisión, desde los agujeros negros del Kosmos, con ambrosía negra en copas de plástico descartable y reciclable, mientras los que ansiaban el cargo del jubilado Poli, recogen sus lágrimas en un odre.

 

sábado, 27 de mayo de 2023

El Antiprofetismo


Es el profeta un enviado divino que busca dividir las aguas en dos. Como la figura de Moisés, es quien debe cruzar un mar para llegar a un desierto estéril y odiado. Tras sus espaldas estarán siempre las tropas del faraón, del statu quo que trata de alcanzarlo para que no avance.

La Escritura establece este impedimento, como uno de los fines específicos de la profecía:

«Y El me dijo: Ve y di a ese pueblo: Oíd, y no entendáis;" ved, y no conozcáis. Endurece el corazón de ese pueblo, tapa sus oídos, cierra sus ojos. Que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni entienda su corazón, y no sea curado de nuevo.» (Isaías 6,9-10)

Quien se opone a la profecía, es siempre la autoridad, pues entiende que distorsiona el orden existente. El statu quo depende siempre de su autoridad, la cual siempre exige obediencia plena para mantener el supuesto orden al cual piensa haber llegado. La autoridad es racional, jamás mística, por cuyo motivo comienza por ridiculizar la profecía. Luego pasa a razonarla para ver su inconsistencia y por último la vitupera, pues se le abre un frente de oposición, al que analiza como un suceso irracional.

Mística y razón, no siempre van unidas, muchas veces se enfrentan hasta llegar a la sangre. El profeta siempre paga con su vida la profecía que se le mandó decir.

Quienes le dan muerte, son los mismos que se lamentan por la muerte de los profetas que los han precedido:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos a los justos, y decís:

Si hubiéramos vivido nosotros en tiempos de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas.» (Mat, 29-30)

Dicen no ser cómplices de la muerte de los anteriores profetas, pero son cómplices del maltrato de los profetas presentes, por eso sigue el Evangelio:

«Ya con esto os dais por hijos de los que dieron muerte a los profetas.» (Mat, 29,31)

Aquí la afirmación “ser hijo” no implica ser hijo de la sangre, sino de la misma actitud de sus antepasados. Por tal motivo se siguen enviado profetas y esta es su finalidad:

«Por esto os envío yo profetas, sabios y escribas, y a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar.» (Mat, 34-35)

El profeta plantea una distinción tajante que se hace entre el statu quo y el “resto” que acepta la profecía. El mismo planteo lo hallamos en la predicación de Jesucristo. La base de la misma es la Parábola del Sembrador (Mat. 13), donde se coloca un velo a los misterios para que estos no sean vituperados por el statu quo. Una actitud contraria al presente, donde por un falso pastoralismo, se muestra todo hasta el burdo manoseo.

Este velo de las parábolas, es el mismo que separaba el Sancta Sanctorum del resto del templo. Y así se lo expone a los discípulos Jesucristo:

«A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ésos no. (11)»

De este modo, la profecía oculta, divide, da y quita, enriquece y empobrece:

«Porque al que tiene, se le dará más y abundará, y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado. (12)»

Tal como se planteaba en el Antiguo Testamento:

«Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.» (13)

El antiprofetismo

El artificioso relato del Profeta Jonás, se presenta en las Sagradas Escrituras dentro del género literario del midrash. Un hermoso relato que trae una serie de enseñanzas sobre las profecías. Entre otras cosas, la narración se constituye en lo que una profecía no es, ni puede ser. No es que sea Jonás un falso profeta, sino un profeta que actúa en sentido opuesto al “resto”.

Desde su llamada a la vocación de profeta, Jonás no obedece. Actúa de acuerdo al statu quo. Isaías pide ser enviado:

«Y oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré y quién irá de nuestra parte? Y yo le dije: Heme aquí, envíame a mí. »(Isaías 6,8-10)

En cambio, Jonás, un antiprofeta del statu quo, hace todo lo opuesto de Isaías, huye:

«Levantóse Jonas para huir lejos del Señor a Tarsis, bajó a Jope y halló un barco que estaba para ir a Tarsis. Pagó el pasaje y entró en él para irse con ellos a Tarsis, lejos de Señor.» (3)

A falta de un aumentativo, tres veces se repite la meta de Jonás: “a Tarsis,... a Tarsis,... a Tarsis”. En otros términos, a lo más recóndito de la geografía. El “lejos del Señor”, abre y cierra la perícopa.

Jonás no espera la purificación de todo profeta, la cual actúa como forma de bautismo:

«Uno de los serafines voló hacia mí, teniendo en sus manos un carbón encendido, que con las tenazas tomó del altar, y, tocando con él mi boca, dijo: “Mira, esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada, y borrado tu pecado.”» (Is, 6, 6-7)

«Me llegó la palabra del Señor, que decía: Antes que te formara en el vientre te conocí, antes de que tú salieses del seno materno te consagré y te designé para profeta de pueblos.» (Jer, 1,5)

Desobedecer la llamada, es huir. La huida de Jonás es por mar, el agua que cubre los abismos del infierno, creyéndose a salvo sobre una barca. A Jonás lo poco que se le dio le fue quitado, pues viendo no veía, oyendo no oía, hasta el punto de quedar dormido en medio de la borrasca. La muerte es la única oportunidad que le queda para la huida, y así sucede. La consecuencia es inevitable y el Monstruo que lo devora es el habitante del abismo de las aguas. Su oración en las entrañas del monstruo, es el reconocimiento de una sombra en el Hades:

«He clamado desde el seno del sepulcro, y tú, ¡oh Señor!, has atendido mi voz.»(Jon, 2,2b)

«He descendido hasta las raíces de los montes; los cerrojos o barreras de la tierra me encerraron allí dentro para siempre, mas tú, ¡oh Señor, Dios mío!, sacarás mi vida, o alma, del lugar de la corrupción.»(Jon,2,6)

Solo luego de una oración de arrepentimiento saliendo de su statu quo, es vomitado sobre la playa.

Sin embargo su antiprofetismo avanza. Nínive era la ciudad más odiada en oriente, no tanto para los judíos, pues podía competir en odio con Moab. Su predicación sigue la línea de los otros profetas, la destrucción total del enemigo, con un agravante, Jonás le pone fecha, cosa que un auténtico profeta no haría jamás:

«De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.»(Jon,3,4)

Muy distinta fue la primera orden del Señor:

«Levántate y ve a Nínive, la ciudad la grande, y predica en ella que ha ascendido el clamor de su maldad a mí». (Jon. 1,2)

En ningún momento se habla de la destrucción de Nínive. Jonás no predica lo que Dios le manda, predica lo que él interpreta que se le mandó. No lleva en sus labios lo que se afirma en Jeremías:

«He aquí que pongo en tu boca mis palabras.» (1,9)

Contrariamente a lo que sucedía en Judea, el statu quo de los ninivitas, cree en la profecía y ayunan para evitar la destrucción. La penitencia abarca una totalidad insólita dentro de la sociedad, pues va desde el rey hasta los animales. Después de todo, un mes pasa pronto:

«En seguida se publicó en Nínive una orden del rey y de sus principales magnates que decía: Ni hombres ni bestias nada coman; no salgan a pacer ni a beber los bueyes y ganados; hombres y bestias cúbranse con sacos y arreos de luto, y clamen aquellos con todo ahínco al Señor, convirtiéndose cada uno de su mala vida e inicuo proceder.» (Jon,3,7-8)

La destrucción no se produce. Estamos ante una profecía con fecha, la cual como era de esperar, no se cumplió. Jonás, profeta del statu quo hebreo, se siente como lo que es, un antiprofeta. Nadie lo persigue, nadie lo mata, nadie lo vitupera, por el contrario, le creen, algo insólito. Entonces pide a Dios que le quite la vida, pues ahora se siente un falso profeta:

«Señor, te ruego que me quites la vida, porque para mí es ya mejor morir que vivir.» (Jon, 4,3)

Desde el inicio del relato, Dios y Jonás están enfrentados en todo. En su vocación, en su mensaje, en su resultado, en lo que cada uno espera de una ciudad odiada. Jonás expone su mezquindad, Dios su magnanimidad.

El aparicionismo

El statu quo de una iglesia ya al borde del cisma, inventó el término de “aparicionismo” para vituperar, denostar y desechar las manifestaciones marianas. Las videntes, como todo profeta del Antiguo Testamento, fueron perseguidas, humilladas y hasta recibieron la muerte. El mejor ejemplo es la hermana Lucía de Fátima, muerta y reemplazada por una impostora.

El statu quo eclesial, no conoce límites cuando se siente amenazado. Con su raciocinio enfrenta sin tapujos toda manifestación mística e intenta borrarla por completo, pues esta, ya no es su aliada, sino su enemiga acérrima. La mezquindad de Jonás, es el mejor espejo de estos personajes.

Ellos obligan a la vidente para que huya a Tarsis si es llamada; si no lo hace la tiran por la borda de la barca de la iglesia, si continúa, que se la trague el monstruo de la muerte; si profetiza, que ponga día y hora; si expone, que no revele; si habla, que no publique; si publica, que sea lo más privado posible. El statu quo eclesial, nunca tiene la iniciativa y por ende juega al contragolpe. De este modo se sientan, a esperar su fracaso bajo la sombra de la hiedra de Jonás, muy enojados, pues Dios no los ha elegido a ellos. Ni prelados ni fieles ayunan; no por supuestas advertencias, sino por método de cuerpo, es decir, por su statu quo decadente.

Para ellos es un placer amordazar el Espíritu. Solo por ellos debe hablar Dios. No admiten terceros. Ellos son los dueños de la Iglesia. De este modo, viendo no ven, oyendo no oyen, hasta el punto de quedar dormidos en medio de esta espantosa crisis, que como la tormenta de Jonás, amenaza engullir la barca. Como Jonás, no solo duermen (εκαθευδεν), sino que roncan (ερρεγχεν). (Cfr. Jon, 1,5)

Siempre buscan la actitud empobrecida de los misterios que están velados a sus ojos, de allí su afán de dividir. ¿Y cuál es resultado final de esta actitud?

En los momentos actuales, la división entre “resto” y statu quo, implica un cisma. 

domingo, 14 de mayo de 2023

Las Rogativas



Del Evangelio del Quinto Domingo de Pascua, el cual habla de la oración impetratoria, cobran sentido los tres días anteriores a la ascensión de Jesucristo, como las tres Ferias de la Rogativas.
Escribe Righetti en su Historia de la Liturgia:
La alegría de la Quincuagésima pascual está interrumpida por las solemnes procesiones de penitencia (rogativas), prescritas oficialmente por la Iglesia durante este tiempo; es decir, la litania maior, que tiene lugar el 25 de abril, fiesta de San Marcos, y las litaniæ minores, que se celebran en los tres días precedentes a la Ascensión. 1
Las letanías menores o rogativas nacieron, por el contrario, en Francia, por obra de San Mamerto de Viena, en el 470, y en poco más de un siglo estaban ya difundidas en muchas diócesis de la alta Italia. En las ciudades se hacían desde la catedral; en las campiñas, desde las iglesias urbanas, a las cuales, por tanto, debían acudir el clero y el pueblo de las iglesias inferiores, lo cual hacía muy numerosas e imponentes aquellas procesiones.
El recorrido generalmente era muy largo, pero fraccionado con paradas, durante las cuales el pueblo podía descansar. Para que todos tuviesen modo de participar, el triduo de las rogativas era considerado, al menos en la primera mitad del día, como festivo. Como la letanía mayor, así también las menores tuvieron por fin el impetrar la bendición celestial sobre los frutos del campo, pero con un carácter penitencial más acentuado, que en parte se mantuvo no obstante su inserción en el gozoso tiempo de Pascua. 2
Con la llegada de la reforma litúrgica llevada a cabo sin escrúpulos por el masón Annibale Bugnini, hoy en boga y en plena decadencia, estos días de Rogativas, fueron exterminados. 
¿Por qué no se hacen? 
Parece ser que ya no existen terremotos, ni maremotos; no se ven erupciones volcánicas que cubren de cenizas el suelo; no existe el hambre ni la peste; no se suelen dar inundaciones ni sequías; no existen muertes violentas en las calles ni hay ya latrocinios; no mueren los cristianos a manos de los infieles como en otros tiempos. No existe el genocidio o la masacre del aborto. Los estados no ordenan matar niños no suministrando la medicación. ¡Esto ya no existe! Estamos en el mundo de jauja, por el cual, según la interpretación de Bugnini, ya no son necesarias las rogativas. Esta es la razón para no pedir la intercesión de los santos.
A este mundo de jauja, le llegó la epidemia que produjo la desolación en los lugares sagrados.
A esta Argentina de jauja, le llegó la sequía con las consecuencias que padecemos.
El mundo solo se salvará por la oración. No se salvará por el utópico poliedro de Bergoglio. 
En este catolicismo moderno y protestantizado, del cual Bergoglio es su exponente máximo, es la Iglesia triunfante un gran estorbo para erigirse en sumo sacerdote de las religiones mundiales, razón por la cual, es mejor no pedir la intercesión de los santos, tal como hizo en ese patético jueves 14 de mayo, rezando a un dios extraño.
Dejo en primer lugar el texto latino de las rogativas, extraído del Liber Usualis, 1962


A continuación, una traducción del texto:


Texto y canto de las letanías de los santos:

1 Mario Righetti. Historia de la Liturgia. Tomo I.
2 Ibídem.

viernes, 12 de mayo de 2023

Gilson habla de Teilhard de Chardin

El Padre Castellani llamaba a Teilhard de Chardin, el telar Chardón, jesuita con el que durante dos años tenía en Francia su cuarto pegado al suyo, pero que jamás lo saludó.

Teilhard de Chardin es comparable a una mancha de aceite usado que se saca del automóvil. Todo sacerdote, todo seminarista y hasta obispos de las décadas del sesenta y setenta, llevan en sus conceptos, una gota de este aceite, sin contar con las mentes que corrompió. Bergoglio es uno de ellos.

La autoridad mejor preparada para juzgar este jesuita, no es sino su compatriota, Etienne Gilson, a quien pocos pueden objetar, como historiador de la filosofía cristiana. Reproduzco un texto aparecido en la revista Jauja Nº 9, sobre un comentario de este historiador. El subrayado es mío.

***

Etienne Gilson es, como saben muy bien los entendidos, uno de los filósofos más serios y eruditos que hablan y escriben entre nosotros. Se expresa en alemán, en inglés o en italiano con claridad, y su francés original —nació en París en 1884— resulta a veces difícil de traducir por lo expresivo y limpio de su estilo y por la técnica cuidada de los vocablos en que vierte sus pensamientos. Añado para resumir que es considerado como la autoridad máxima en filosofía medieval y que sus estudios sobre filosofía y cristianismo alcanzan un nivel de rigor, pulcritud y sabiduría difícilmente superables.

Esteban Gilson ha escrito sobre Teilhard de Chardin un estudio revelador. Lo ha escrito con claridad y caridad, con sencillez y profundidad, con rigor y sosiego. Han pasado por mis manos y ocupado muchas de mis vigilias las obras de Teilhard de Chardin y los estudios o improvisaciones de quienes han dedicado al jesuita francés páginas glorificantes o reproches condenatorios. Yo mismo he escrito centenares de páginas sobre el tema en España y fuera de España. Pues bien, pocos estudios se han apoderado en mi ánimo y me han impresionado con tanta fuerza y eficacia intelectual como el ofrecido por Gilson. No entra en mi propósito reelaborar el artículo de Gilson en un esfuerzo de síntesis, sino apuntar algunos sugerimientos al hilo de la relectura.

Gilson distingue entre la doctrina de Teilhard y el caso Teilhard, subrayando los dos vocablos, el de doctrina y el de caso. Gilson estima que el pensamiento de Teilhard no alcanza jamás el grado de consistencia mínimo que autorice a hablar de él como de una doctrina. Descarrían por tanto quienes se empeñan en censurar una doctrina que no existe.

Gilson exige una técnica elemental —por lo menos la elemental— para cada ciencia, y concretamente para la filosófica y la teológica. En Teilhard no la encuentra, o por lo menos Gilson no la descubre. Los neologismos en que sobreabunda la expresión teilhardiana no están exigidos por la necesidad ni por el sentido. Gilson se pregunta inquieto, ¿quién es este sabio que no habla el lenguaje de la ciencia? ¿Qué cosa es este teólogo que no habla el lenguaje de la teología? Gilson entra en sospechas de que la caducidad de la tradición en Teilhard tiene como explicación el desconocimiento. La confusión de los tres órdenes de conocimiento —el científico, el teológico y el filosófico— nos lleva a un género de conocimiento no conocido. La tesis de que "el hombre es clave del universo", y la explicación de este aforismo teilhardiano, no aparece probada con rigor justificativo en Teilhard. sino sencillamente enunciada. Pero esta enunciación pertenece al patrimonio de la fe, de la filosofía y de la teología. Teilhard es, para Gilson, un contemplativo.

En definitiva, los escritos de Teilhard manifiestan una constante ambigüedad. Sus escritos, perfila Gilson, no necesariamente su pensamiento. La considerable carga teológica y escriturística —concretamente paulina— que viste los escritos teilhardianos, representa una experiencia personal del autor, pero no una sabiduría científica, filosófica o teológica. San Pablo se teilhardiza, y el corazón de Teilhard, sencillo, humilde, piadoso, abriga entre sus pliegues y latidos la fe de su infancia, preservándola de la propia erosión de sus afirmaciones. El peligro se cierne al dar por válida la transmisibilidad de esa experiencia. El léxico teilhardiano, expresión de su experiencia íntima, queda depauperado en sus imitadores. Lo que en él pudo ser vida y testimonio, en sus repetidores resulta, espúreo. Su experiencia personal —insiste Gilson— es esencial al sentido de su obra. De su doctrina no puede decirse que sea falsa o verdadera, sino personalmente sincera, y por supuesto intransmisible.

Gilson se queja de que un intento de reformar la teología, desplazando la tradición en aras de una sabiduría cristiana renovada, estuviera avalado por una pésima información de lo que se pretende transformar. Par a salir al paso de una fácil objeción, Gilson recuerda una frase de Emilio Faguet. que suena como nacida con referencia a Teilhard: "el éxito no prueba nada, ni siquiera en contra". Aunque Gilson discurre con apacible sosiego, hay un momento en que su perplejidad le lleva a comparar la actitud de Teilhard con la de esos exploradores que conocen todos los países menos el suyo. Lo más lamentable comienza cuando nos percatamos de que en ninguna página de Teilhard se someten a examen crítico serio las doctrinas teológicas o filosóficas tradicionales, cuyo exilio es decretado sin recurso y sin pruebas objetivas.

Si a estas consideraciones se añade el respeto, la veneración más bien, que Gilson siente y proclama por el Padre Teilhard, al que conoció, nos pondremos de acuerdo en que la fascinación no es sinónimo de verdad, y que la seducción que ejerce un pensamiento no depone necesariamente en favor de su certidumbre. A veces —y esto es ya sugerimiento nuestro— la universalización de una experiencia, vivida mística o piadosamente por un hombre, engendra en otros superficialidades insoportables para la ciencia filosófica y teológica.

Adolfo MUÑOZ-ALONSO 

 

viernes, 5 de mayo de 2023

Breve comentario y crítica sobre Vaticangate de Vicens Lozano


«El complot ultra contra el papa Francisco y la manipulación del próximo cónclave», reza el subtítulo.

Antes de leer el libro, nos preguntamos si para este rumor, se necesita escribir nada menos que 423 páginas agobiantes. Es indudable que el autor desea dar forma de libro a las innumerables entrevistas que ha hecho.

Estamos ante un periodista, que por lo que escribe, es hombre de mundo. El mundo ama lo suyo (Juan 15,19) y Lozano ama Bergoglio.  Es un periodista  de estos que salen bien formados en el esquema mental de la socialdemocracia. Por tanto no debe extrañar que vea la realidad teniendo como pirata, tapado su ojo derecho. Así a lo largo de las páginas, no solo no logra disimular su ideología, a pesar de su esfuerzo en poner en boca de sus entrevistados sus propias opiniones, sino que sus tesis son reiterativas hasta el cansancio. Este ingenuo cree firmemente que la ideología socialdemócrata es el sentido común de esta desastrosa civilización occidental. Busca una infinidad de temas, pero difícilmente analice a fondo, uno en concreto. Superficial como todo periodista de masas.

Por tanto no se extrañe el lector de la calificación desacreditadora de sus adjetivos. Si el nominalismo marcó la decadencia de la escolástica, el calificativismo marca la decadencia de esta sociedad atrapada en un cuello de botella, al que llaman cultura. Por lo tanto hallaremos el mote “ultra” unas 168 veces, ya sea desde el título como ante los calificativos que le acompañan. Le sigue en saga el término "conservador", empleado 167 veces. Ya los próximos bajan de categoría. El apelativo “extrema derecha”, se emplea 33 veces y el "fascista", tan solo 23 veces. El término de "neocón" va al descenso con un empleo de solo 6 veces. No seguiré con mi ranking para no aburrir al lector con estadísticas de este tipo. En este tema recurro a su entrevista, con el Cardenal Müller, a quien le pregunta:

¿Son exponentes, Juan Pablo II y Benedicto XVI, de una doctrina tradicional que quiere ahora destruir el papa Francisco?

Responde Müller astutamente luego de una pausa:

Este vocabulario de tradicional y no tradicional no lo entiendo.

En el desarrollo de su obra, el autor se toma todo su tiempo, incluso para mandar saludos a un espía amigo.

De las actuales “izquierdas” posee una pésima visión , pues dice:

«...en Europa donde la izquierda se ha convertido en minoritaria, y donde la socialdemocracia agoniza en un mar de confusión, divisiones internas y desprestigio. Una izquierda incapaz de ofrecer alternativas a la crisis, que contemporiza con el avance del fascismo.»

Entonces, ¿cómo puede ser que una “izquierda” tan inútil halla entronizado al dios “Progreso” dentro de la civilización actual? ¿Quién es el responsable de ello? No busque una respuesta en el libro, pues la misma no existe.

De todo su complot contra un antipapa no conocemos en concreto quién lo hace. Tan solo se limita a una capa de sospechas tan amplia, que tal como se afirma, tal puede ser negada. Este tema dentro de su planteo está unido sin distinción alguna sobre la manipulación del próximo cónclave. Aquí el autor se soslaya sobre una serie de organizaciones y personajes, algunos de ellos en el mejor anonimato, sobre lo cual, el lector debe poner la fe en juego para pensar que no miente.

Unas hermosas páginas posee cuando habla del espionaje ya sea intramuros o extramuros, hasta encontrar un micrófono oculto en el Grand Hotel Plaza, en la Via del Corso. El mismo estaba bajo el mantel de la mesa donde hacía el reportaje, y fue descubierto por casualidad por el entrevistado.

Conocemos su what periodístico, pero al fin del libro seguimos ignorando el who, when y where. Sólo responde al why y ya sabemos que sabor tiene.

No todo es negativo. Comparto su visión acerca de la psicología del pedófilo, la cual indica la perversión de su personalidad. No comparto que esta perversión sea la cultura tradicional en la Iglesia. En mi vida me topé con un centenar de sacerdotes, pero solo dos encontré con esta lacra, sin contar sacerdotes acusados injustamente. Que la moral en los clérigos haya caído, es indudable, y todo gracias al Vaticano II, al que el autor alaba como un hito del Progreso.

Un silencio sepulcral se nota sobre la Argentina. El homosexual Zanchetta, condenado en Salta, no figura en su libro. La razón es obvia, aquí no se encuentran excusas para defender a Bergoglio. Nada de Grassi, nada de nada. Ni siquiera ha leído a Horacio Verbitsky, otro izquierdista como él, pero situado en la vereda de enfrente, para quien Bergoglio es un sucio represor. 

Se esmera para exaltar al Cardenal peruano Castillo, el cual es su candidato a Papa, hundiendo en el abismo a su oponente Cipriani.

En fin, todo una prédica para sus compinches. No logra convencer a sus oponentes, pues carece de una formación acorde para los temas que emprende. Por momentos llega a la difamación. El Cardenal Burke es presentado como el enemigo número 1 del antipapa, quien lo deja con el micrófono en la mano. Así lo leemos:

«Yo “solo” le había preguntado qué le parecía que todos los medios del mundo le tildasen de “enemigo número 1 del papa en la Santa Sede”. ». Quizá no fui lo bastante hábil. Con una mirada y una sonrisa burlona me dejó con la palabra en la boca.»

Poco hábil”, llama a un certero ataque frontal de entrada en un diálogo periodístico, y acto seguido lanza sus dardos contra él induciendo al lector, que Burke es homosexual.

Siguiendo su mismo método, yo puedo tildar de homosexual a Bergoglio, ya que posee un “secretario” gay como “Juanca” y en ocasiones llevó de la "manito" a otros homosexuales. Si bajo la rigidez se oculta la mundanidad, ¿qué podredumbre no se oculta bajo la laxitud?

Para aquel que busque lugares en Roma que sean de buen comer con exquisitos vinos acorde, el lector no quedará frustrado.

Para finalizar, hago mías las palabras de ese supuesto general que entrevista, con nombre falso:

«Veo que usted conoce algunos movimientos que estamos haciendo para devolver a la Iglesia adonde tiene que estar, pero en realidad no sabe casi nada.»