Calesita

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Opinión de un canonista. Bergoglio antipapa

El vídeo que está a continuación, es prácticamente una clase del canonista Francesco Patruno, acerca de los temas de la “renuncia” de Benedicto XVI.

Comienza por explicar qué es Código de Derecho Canónico. Lo diferencia del código humano o civil y explica sus motivos, los cuales se basan en la teología como en la historia.

Luego se pasa a detallar los errores de Andrea Cionci.

A partir del minuto 58 expone el concepto papal que tenía Ratzinger, quien se basaba en Karl Ranner. Ambos habían compartido en el pasado actividades comunes, tal como vemos en la fotografía que viene a continuación.

De su concepto del papado emana la famosa “renuncia” donde Benedicto XVI erróneamente renuncia a su sede papal, pero retiene el primado de Pedro. El segundo error consiste en dividir el papado en activo y pasivo. Algo que encontrarán en las primeras entradas de este blog. De estos dos errores básicos, según Patruno se deriva una renuncia inválida, por donde se desprende que Bergoglio es antipapa sin el carisma papal.

Muy crítico es el canónico con la renuncia de 2013. Esto contrasta con nuestro famoso “blog de la botella”, donde abierta u ocultamente, se niega el carisma o don papal.

Sobre el final, explaya los temas del “Una cum...” llevando mucha claridad al respecto. 

Otro tema muy clarificador, es sobre los cardenales nombrados por el antipapa, detallando cual fue la historia de la Iglesia en estos casos.

Todo se encuentra en italiano, pero poniendo el traductor, puede el observador ayudarse en su comprensión, si bien la forma tan veloz de hablar, hacen al mismo caer en errores.

Quien lo pueda seguir hasta el final, notará clarificaciones y conceptos nuevos. 


domingo, 24 de diciembre de 2023

Vaticano delenda est

 

Catón el Viejo, finalizaba todos sus discursos en el senado, con su famosa frase: Carthago delenda est. Cartago debe ser destruida.

Desde los inicios de nuestro blog en 2015, hemos alertado que lo que ocurrió en el Vaticano en 2013, fue un golpe clerical “a la Argentina”. Del golpe inicial, comenzamos a explayar que lo que se daba, era una simple y llana revolución “a la francesa”. Por supuesto, la simulación del masón Bergoglio, daba la sensación que todo seguía en forma normal, cuando de normal, se veía poco.

Las herejías de los primeros siglos de la Iglesia se daban por problemas de definiciones dogmáticas, las cuales afectaban a la vida cristiana. Hoy estamos en un proceso inverso, las herejías se dan en la vida y afectan las definiciones dogmáticas.

La herejía luterana, no se centró tanto en las definiciones, sino que atacó su fuente misma, eliminando la Tradición. Con esta innovación, se pasó a reformar toda la estructura del cristianismo.

La herejía bergogliana posee raíces que pocos ven. Una de ellas, se da en el pastoralismo eclesial. En los seminarios se hacía hincapié en la pastoral, no tanto en la teología. Y si se opaca la teología, se vacía de contenido la estructura eclesial y en base al subjetivismo u oportunismo pastoral, se pueden afirmar las aberraciones más disparatadas. El eje de la decadencia eclesial, no es el Vaticano II, sino el pastoralismo que reina desde el siglo XX.

Los herejes no cuestionaban la moral y mucho menos la ley natural de las cosas, si bien se daban excesos, al concebir una filosofía de vida, donde la materia era mala, como fue el caso de los gnósticos.

Hoy la base de la Revolución Vaticana la encontramos en las costumbres depravadas que niegan no tanto el orden moral, sino la misma ley natural. Cierta parte del clero actua secretamente contra la ley natural. Esta decadencia moral, lleva a las expresiones pastoralistas, donde no existe ni filosofía ni teología, sino un simple oportunismo razonado con risueños sofismas, para dar rienda suelta a la concupiscencia.

El cisma que en estos años vinimos alertando en este blog, ya es hoy una realidad bien visible. La iglesia está partida. Los sensatos de un lado, los aberrantes del otro. No existe término medio.

Por este motivo, más allá de las caricaturas de los protagonistas de este momento, Vaticano delenda est.


viernes, 15 de diciembre de 2023

Las antífonas "O"

La octava preparatoria para Navidad, se inicia con el día 17 de diciembre, y la Tradición elaboró durante este tiempo siete antífonas preparatorias, que reciben el nombre de Mayores o Antífonas “O”.
Con la reforma destructiva de Bugnini, estas Antífonas “O” comenzaron a ser olvidadas; dado que se eliminó el latín y de hecho se despreció el canto gregoriano, luego que este masón procediera al desguace de todo el Oficio Divino.
Dice Mario Righetti en su Historia de la Liturgia:
La antífona fue creada teniendo en cuenta una doble función musical y litúrgica. Musical, porque designa y prepara el tono en el cual deberá ser cantado el salmo, susceptible, como es fácil de comprender, de varias melodías. Pero mientras en un principio el salmo cantado debía ser lo principal, y la antífona lo simplemente accesorio, más tarde esta última se extendió y se enriqueció, atrayendo sobre sí todo el interés musical, y la cantilena salmódica se redujo a una serie de fórmulas estereotipadas. Litúrgica, porque la antífona sugiere el pensamiento dominante a través del cual la Iglesia invita a interpretar el salmo. ... La antífona fue por esto justamente llamada la “clave del salmo.”
Las antífonas de la "O" son siete, y la Iglesia las entona con el Cántico del Magnificat durante el Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad de esta llegada del Salvador, como preparación a su Última Venida.
Reciben este nombre porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh».
Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del Antiguo Testamento como de la Iglesia del Nuevo Testamento, la cual es el Nuevo Israel.
Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia ante la kénosis o el abajamiento en el misterio de un Dios hecho hombre, mueve a la exclamación: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente nos llevan al «ven».
El «Oh» de cada antífona es seguido de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento, pero entendido con la plenitud del Nuevo Testamento. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con la súplica del «ven». 
El día 17 de diciembre se canta la Antífona “O Sapientia”.
Sapientia, es la Sabiduría del Padre, quien oculto en las tinieblas divinas, la engendra en su Hijo, y por una orden suya, se vuelve a engendrar en el seno purísimo de la Virgen María, Madre de la Sabiduría. De este modo, Jesucristo será el icono de la Sabiduría del Padre. Dice la antífona:
O Sapientia, * quae ex ore Altissimi prodisti, attingens a fine usque ad finem, fortiter suaviter disponensque omnia: veni ad docendum nos viam prudentiæ.
¿Por qué debe venir hacia nosotros la Sabiduría? La misma se hace necesaria, pues el ser humano la ha perdido con su pecado original. Como su sabiduría está obnubilada, necesita imbuirse por Gracia, de la Sabiduría del Padre.
Esta Sabiduría que se genera de la boca (ex ore) del Padre, es la que al salir de la tiniebla divina posee estos atributos: tanto la gran profundidad como la gran altura; ambos atributos los da el Altissimi, y esta Sabiduría oculta, tanto por su profundidad como por su altura inaccesible, al fin se deja ver (prodisti) en Jesucristo, el icono del Padre.
Santa Catalina de Siena la compara esta profundidad con el mar, en su Oración a la Trinidad:
Tú, Trinidad eterna eres un mar profundo, que cuanto más me adentro más encuentro, y cuando más encuentro más busco de ti. Tú eres insaciable, pues saciándose el alma en tu abismo no se sacia, porque siempre permanece con el hambre de ti, tiene sed de ti Trinidad eterna, deseando verte con la Luz en tu Luz.
Esta Sabiduría todo lo abarca, tocando (attingens) de un fin hasta el otro fin, de un límite al otro límite, desde una consumación hasta la consumación final (a fine usque ad finem).
Esta Sabiduría, absolutamente todo (omnia) lo ordena (disponens) con dos características esenciales: usando la fuerza (fortiter) y por contrapartida, usando la suavidad (suaviter). No existe revolución en la Sabiduría divina hecho icono en Jesucristo; no existe evolución en la Sabiduría, solo existe un orden fuerte y suave. Es el orden restablecido de la Nueva Creación.
Este orden fuerte y suave es lo que queremos, por eso se grita que venga (veni).
¿Qué produce en esta venida? Esta Sabiduría es docente, y viene a enseñar (ad docendum).
¿Pero qué enseña? El Camino de la prudencia (viam prudentiæ). Es nuestra prudencia el auriga que posee en su mano las riendas de los caballos de nuestra naturaleza y es la que dosifica esta fuerza junto a la suavidad. La prudencia nace de ese conocimiento de la Sabiduría y domina las pasiones como el auriga lleva su látigo contra los caballos que se desbocan contra la naturaleza misma, y por este conocimiento dirige sus riendas.
No es una antífona esotérica o masónica, donde el hombre camina hacia la sabiduría, tratando de gestarla; sino por el contrario, es la Sabiduría que viene al encuentro del género humano, solo es necesario recibirla y para recibirla es necesario vaciarse de todo lo que la obstaculiza, es decir, producir la kénosis del alma humana.
La sabiduría no es una ciencia, por el contrario nos aleja del obscurantismo científico que forman las tinieblas espesas de nuestra modernidad. 




viernes, 1 de diciembre de 2023

Un Himno de Adviento

Bartolomé E. Murillo (1617-1682)
La Encarnación
Adviento es una cuaresma, que requiere sus días de ayuno, no solo para alejarse de una iglesia protestantizada y judaizada, la cual, como en una Hanukkah judía, enciende velas. También es necesario alejarse de un mundo antropológico, y despojarse de lo humano, pues este despojo nos hace acceder al proceso de divinización.
Verbum supernum prodiens, es uno de los Himnos de la Iglesia primitiva. No se lo debe confundir con el himno redactado por Santo Tomás. quien toma los primeros versos de los himnos antiguos, para encabezar los suyos propios.
Su autoría se "otorga" a San Ambrosio (337-397), obispo de Milán, pero es más propio darlo por anónimo. Su redacción aparece en los siglos VI y VII y se lo encuentra en los himnos monásticos.
Este es el texto del himno reformado por el Papa Urbano VIII en 1632, dejo entre corchetes las variantes que se refieren al texto original, cantado por los monjes. Se canta en Maitines, y su primera estrofa dice:
VERBUM supernum prodiens
E Patris aeterni sinu {a Patre lumen exiens,}
Qui natus orbi subvenis
Labente cursu temporis: {cursu declivi temporis:}

¿Qué es Navidad? Lo que afirma la 1ra. estrofa del himno, el Verbo o el Logos celestial (supernum) que se engendró (prodiens) en el seno (sinu) de Dios Padre eterno, nació (natu) para venir en auxilio (subvenis) del mundo (orbi), al consumirse (labente) el curso del tiempo.
De esta generación eterna, sobreviene en el tiempo la segunda generación del Logos del Padre eterno, en el seno de la Virgen María; a quien se canta en el Himno de Maitines en su festividad:
A quien el mar los astros y la tierra
reverencian, adoran y engrandecen,
y a su gobierno y orden obedecen,
el sagrado claustro de María encierra.
Este es el misterio contemplado, y al ser meditado produce en nosotros la segunda estrofa:
Illumina nunc pectora,
Tuoque amore concrema,
Ut cor caduca deserens {audita per praeconia}
Cæli voluptas impleat. {sint pulsa tandem lubrica.}
Este es el misterio que ahora (nunc) da Luz (illumnina) al corazón (pectora), pues sin esa Luz no se puede caminar por este mundo que hoy, más que nunca, yace en tinieblas. La Luz no solo afecta el conocimiento, sino que quema por completo (concrema) mediante el amor, para realizar dos operaciones: vaciar (deserens) el corazón de las cosas vanas (caduca), y se vacía porque luego se debe llenar (impleat) con el gozo (voluptas) celestial (cæli).
Escribía Santa Catalina de Siena en su Oración a la Trinidad:
¡Oh Trinidad eterna, fuego y abismo de caridad, disuelve de una vez la nube de mi cuerpo!
Esto es lo que se debe hacer en Navidad, despojarse de lo profano, vacuo y caduco, pues esta kénosis, esta ascesis no es dolorosa, sino placentera, pues se reviste del placer celestial que inunda el corazón. Es el fuego del amor, que procede de la kénosis, del incendio de todo lo vano, porque como decía Santa Catalina:
Tú eres fuego que siempre arde y no consume.
Hoy la Navidad, se hizo profana, es decir, se ha profanado el misterio de Navidad, y en esta fiesta antropológica, el corazón de los hombres no se vacía, no existe kénosis; sino que por el contrario, se llena de lo vacuo, caduco y vanidoso: regalos, borracheras, comilonas en una escenografía donde un viejo, con los atuendos de una popular bebida cola, ha reemplazado el misterio que debía ser contemplado. 
Si el Verbo del Padre, se despoja de su divinidad para hacerse hombre; el católico se despoja de su humanidad para hacerse Dios. Es aquí donde las comilonas y borracheras dejan de tener sentido en Navidad. Nuestra kénosis, nuestra ascesis, nada tiene que ver, con las endiabladas ideas bergoglianas, para quien esto puede tomarse como un cerrarse en sí mismo, con su deducción lógica que esta kénosis, es una mundanidad. Nada más pueril y torpe, pues cuando no se puede remontar vuelo en la contemplación, llegamos a lo chabacano, a lo antropológico, al Hanukkah y al torpe viejo tonto, con sus extravagantes atuendos de rojo.
Hasta aquí esta contemplación del misterio adolece de algo, que es lo que presentará en la tercera estrofa:
Ut, cum tribunal Judicis {Iudexque cum post aderis}
Damnabit igni noxios, {rimari facta pectoris,}
Et vox amica debitum {reddens vicem pro abditis}
Vocabit ad caelum pios. {iustisque regnum pro bonis,}
Navidad, no puede dejar de contemplar la prolepsis de la Segunda Venida de Jesucristo. Sin esta contemplación futura, no existe Navidad. El autor toma un motivo de esta Segunda Venida: el Juicio Divino.
El resultado de este juicio, es singular, pues el fuego (igni) dañará a los culpables (noxios), aquellos que no realizaron su kénosis, aquellos que no pidieron perdón, que en definitiva son los únicos juzgados. Aquí están las dos facetas del fuego divino: fuego de amor que incinera lo caduco y fuego justiciero que alcanza a los que no encendieron el fuego del amor divino. Si no se quiere ver dañado por el fuego del juicio, es menester encender el fuego del amor.
Cuando se procede al perdón, el juicio ya no tiene sentido.
Mientras esto ocurre una voz amiga llamará (vocabit) a los píos, a los ascetas que buscaron la divinización, los llamará hacia los cielos, pues se hicieron acreedores a él (debitum) mediante este fuego sacro.
Como dice San Pablo:
Así se verá el día en que, según mi evangelio, juzgará Dios por Jesucristo las acciones secretas de los hombres. (Rom.2,16)
Por ello advierte la cuarta estrofa:
Non esca flammarum nigros {Non demum artemur malis]
Volvamur inter turbines, {pro qualitate criminis,}
Vultu Dei sed compotes {sed cum beatis compotes}
Cæli fruamur gaudiis. {simus perennes caelites.}
No dejemos que en ese momento, nos envuelva (volvamur) el negro torbellino (turbines) de las llamas (flammarum), sino que por la participación (compotes) del Rostro de Dios, gocemos (fruamur) los gozos del cielo.
En esto consiste la bienaventuranza, en la visión beatífica de Dios, lo cual inunda a la persona de eterno gozo, pues por la participación en el fuego sacro, alcanzó su divinización, es decir, el hombre alcanzó el fin por el cual fue creado.
La última estrofa, es la doxología con la cual terminan todos los Himnos:
Patri simulque Filio,
Tibique Sancte Spiritus,
Sicut fuit, sit jugiter
Sæclum per omne gloria.
Amen.
Lo que sigue es una versificación, de esta traducción:
Oh Verbo soberano que brotaste
Del seno de tu Padre sempiterno,
Y que naciste para bien del mundo
Al declinar el curso de los tiempos:

Alumbra nuestros pechos con tu brillo,
y con las llamas de tu amor incéndialos
Para vaciarlos de lo transitorio,
Para llenarlos del afán del cielo;

Para que cuando el Juez que ha de juzgarnos
Condene al fuego eterno a los perversos
Y llame al cielo, con su voz amiga,
A los que buenos y piadosos fueron,

No nos perdamos en el torbellino
Devorador del infernal incendio,
Sino que viendo a Cristo cara a cara,
Compartamos su gozo duradero.

Gloria sin fin al Padre soberano,
Y al Hijo que ha nacido de su seno,
Y al Espíritu Santo que los une
Y que es el verdadero Dios con ellos.
   Amén
Aquí dejo una partitura del himno, el texto es monástico y la melodía no difiere de los otros himnos monásticos de adviento: