Para
el dialéctico Bergoglio, la dinámica se enfrenta en todo momento
con la estática. Esta concepción aparece nítida en su manual para
llegar a ser un gran santón. Lo que se mueve es santo, lo que
no se mueve es pelagiano o gnóstico.
Toda
dádiva preciosa y todo don perfecto de arriba viene, como que
desciende del Padre de las luces, en quien no cabe mudanza, ni
sombra de variación. (Santiago 1,17)
CUANDO
DIOS ES ESTÁTICO. – Dios no es dinámico, pues solo los seres
finitos necesitan moverse, y se mueven para cubrir las necesidades
que les produce su finitud.
El
ser finito es un esclavo del movimiento y todo movimiento es
señal de finitud, imperfección, necesidad.
El
ser humano regenerado por la Gracia comienza a liberarse de la
esclavitud del movimiento, por consiguiente, se metamorfosea del
movimiento hacia la quietud divina.
Los
santos son aquellos que notamos con menor cantidad de movimiento
pues han alcanzado cierto grado de perfección, y dicha perfección
detiene en parte el movimiento.
Procede
un camino al inversa el santón que propone mayor movimiento para
alcanzar dicha perfección.
ACCIÓN
Y MOVIMIENTO. – Dentro del
orden natural se puede distinguir la acción del movimiento. La
acción se ejecuta por una voluntad determinada hacia un mismo fin,
mientras que el movimiento adolece de voluntad y se ejecuta
mecánicamente.
Cuando
leemos en el Apocalipsis: Yo
soy el alfa (α) y la omega (ω), el principio y
el fin. (Ap. 21,6), notamos que señala el rumbo tanto de la
acción como del movimiento. Movimiento que transita los seis días
de la creación para llegar al sábado de la quietud divina.
Esta
expresión la hallamos tres veces. La primera al inicio del
libro: Yo soy el alfa (α) y la
omega (ω), – dice el Señor Dios; – el que es, el
que era, el que viene, el todopoderoso. (1,8) Aquí indica el
movimiento de la economía divina, donde se manifiesta con la zarza
ardiente: es, era, o el verbo ser hebreo manifestado en el
impronunciable tetragramma YHWH.
La
última la hallamos al final del escrito, la cual resume todo el
movimiento de la Iglesia hacia el sábado de la quietud y gloria:
Yo
soy el alfa (α) y la omega (ω), el primero y el
último, el principio y el fin. (22,13)
EL
CAMINO. – Existen dos movimientos en el católico, uno hacia
adentro, es el movimiento espiritual y otro hacia afuera hacia el
prójimo. Ambos movimientos son un mismo movimiento: Desde el alfa y
hacia la ω.
En
las Sagradas Escrituras se identifican con el Camino, yo soy el
Camino, la verdad y la vida. (Juan 14,6)
Pero
no existe un único camino, sino varios, de acuerdo a la misión
de cada uno:
Justos
y verdaderos tus caminos, Rey de las naciones. (15,3)
MOVIMIENTO
ÚNICO. – A pesar de que
distinguimos intelectualmente dos movimientos, uno hacia Dios y otro
hacia el prójimo, ambos forman un mismo Camino real.
El
movimiento hacia Dios es el mismo movimiento que se produce hacia el
prójimo.
Dividir
los dos movimientos, en dos caminos distintos, significa caer en dos
tentaciones del demonio que busca cambiar este movimiento. Estas
son:
1.
La Fe sin las obras.
Separar
la Fe del prójimo, es lo que hallamos en el juicio final del
evangelio de Mateo, a quien Bergoglio llama protocolo. Es la
Fe de los iconoclastas protestantes que desencajan la Fe de las
obras. Pecca fortiter sed crede fortius, decía Lutero, como
si la Fe que no es otra cosa que un vestido, lograra tapar el pecado.
De aquí que los iconoclastas protestantes se mueven con un
palabrerío hueco, criticado ya en los inicios de la Iglesia por
Santiago, quien escribía:
Muéstrame
tu fe sin obras, que yo te mostraré mi fe por las obras. (2,18)
2.
Las obras sin la Fe.
Separar
el prójimo de la Fe. Es el caritativismo o misericordismo.
Es el protocolo bergogliano, impulsado en “Gaudete et
exsultate”.
En
este contexto el dogma es una rigidez y para beneficiar al
prójimo en una determinada situación compleja, se modifica el
dogma.
Es
la pastoralista praxis argentina, la cual cree que la doctrina no
tiene peso alguno en las acciones de caridad.
En
síntesis, son las obras sin la Fe. De acuerdo al protocolo
bergogliano. Según esta concepción, todo el que practica las
obras materiales de misericordia está incluido en el poliedro
salvífico, el cual es un cambio de paradigma, que incluye
doctrinas de todo tipo, hasta las que se sienten enemigas, pues la
“unidad es superior al conflicto”.
LAS
OBRAS DE MISERICORDIA. – Este
misericordismo,
para aplicarse debe destruir las obras espirituales de misericordia,
pues se enfrentan en su praxis.
Para
quienes nunca se les enseñó esto, las obras de misericordia son
catorce. Siete corporales y siete espirituales. Así lo explica del
catecismo de San Pío X:
Las
principales obras de misericordia corporales son:
1.ª
Visitar y cuidar a los enfermos.
2.ª
Dar de comer al hambriento.
3.ª
Dar de beber al sediento.
4.ª
Dar posada al peregrino..
5.ª
Vestir al desnudo.
6.ª
Redimir al cautivo; y
7.ª
Enterrar a los muertos.
Las
principales obras de misericordia espirituales son:
1.ª
Enseñar al qué no sabe.
2.ª
Dar buen consejo al que lo necesita.
3.ª
Corregir al que yerra.
4.ª
Perdonar las injurias.
5.ª
Consolar al triste.
6.ª
Sufrir con paciencia los defectos del prójimo; y
7.ª
Rogar a Dios por los vivos y difuntos.
PROTOCOLO
BERGOGLIANO. – Cuando vemos
que no se responde a las dudas de los altos prelados, cuando vemos
que se impone un feroz régimen de control apto para reprimir toda
iniciativa no aceptada, cuando se vigila las acciones del prójimo y
se lo considera un enemigo potencial, cuando acontece esto vemos que no
se siguen las obras espirituales de misericordia.
No
se puede besar los pies de un musulmán sin corregir al que
yerra, peor aún, de este modo se lo confirma en el error.
El
accionismo caritativo, basado exclusivamente en las obras
corporales de misericordia y que calla o desprecia las obras
espirituales de misericordia nunca fue señal de santidad, ni de
santificación, sino de alta hipocresía. De allí que Bergoglio haya
escrito un hermoso manual para el santón.
Es
una actitud de neto corte protestante cuando vemos un
caritativismo corporal que no comulga con un carácter bien
estructurado, el cual da señales externas de un rencor despiadado.
De este modo el misericordismo corporal solo es una capa que
cubre la miseria interior.
APELACIÓN
FINAL. – Cardenales, ya que
nos trajeron este “papa”, ¿qué esperan para deponer
este santón?