Traditionis
Custodes, es sin lugar a dudas, el mayor monumento de la sofística
de esta iglesia, enquistada en los poderes de este mundo. Se la llama
jocosamente, Terroris Custodes.
Afirmaba
Platón que el sofista era como un tejedor de ideas. Así como las
arañas tejen sus trampas, así los sofistas tejen sus pensamientos.
Peter
Kwasniewski publicó en OnePeterFive: Las 33 falsedades vaticanas del
Responsa sobre la misa antigua. Él las llama falsedades, en
realidad son sofismas, que tan solo pueden convencer a la
neomodernidad recalcitrante, como asimismo, a los obsecuentes de
siempre. Esto es simple de entender, se cree en lo que se quiere
creer, y cuando se quiere creer en lo importante que son 50 años de
vuelta, entonces se cree en sofismas firmados siempre por algún
prelado, de esos que nunca faltan.
Como
de costumbre, ante un episodio, cada uno explaya lo que es en
realidad.
El
obispo Schneider pide al “Papa Francisco" que rescinda la
Traditionis Custodes.
Realmente
patética la ingenuidad de este prelado. Buena persona, pero otorga
una respuesta realmente insuficiente. La ingenuidad comienza
afirmando que Bergoglio es Papa, algo que al pobre hombre, nunca le
entró en las cienes este furioso antipapado diabólico.
En
segundo lugar “le pide que rescinda” el Terroris Custodes.
Francamente una actitud que rosa lo gracioso y tan graciosa es, que
desde aquí me parecen oír las carcajadas de Bergoglio al enterarse
del pedido.
El
síntoma de decadencia de esta iglesia atrapada por la mafias, es
creerse que cuanto más poder se tiene, más razón se esgrime; sin
percatarse que una cosa es la razón y otra muy distinta el poder.
Esta
no es la conducción de un papado, sino la toma del poder de una
revolución.
La
misma presenta ya en forma definitiva sus dos caras bien marcadas.
La
primera es la toma del poder en la ciudadela vaticana, rodeada de
los muros leoninos, esos muros que tanto detesta Bergoglio con su
lengua, pero que a la hora de las realidades, tanto ama con su
corazón. Este poder fue tomado lentamente por un asalto pseudo
legal, por la Mafia de San Galo. Hoy nadie puede discutir que el
mismo se ejerce sin miramientos.
La
segunda cara, es lo que lleva implícito cada
revolución, o sea el terror. No es casualidad, que
se hable hoy del Terroris Custodes, mas bien, es una consecuencia de
la revolución planteada.
La
política revolucionaria del antipapa Bergoglio, es clarísima. Están
sus amigos y sus enemigos.
Cuando
hablo de sus amigos, no me refiero al teatral obispo Ojea, quien
se lamenta de las críticas que le dirigen a su amiguito Bergoglio.
Lógicamente Ojea responde a un blog muy leído, donde te esperan con
una botella en la mesa. Todo un simbolismo de lo mareados que están.
Luego de unas copas, tanto lector como escritor, insisten en dar el
título de “papa” al porteño jesuita. Sin embargo, desde aquí
no se eleva una crítica, sino una acusación. Lo que el teatral Ojea
debe hacer, es convencernos que su amiguito Bergoglio no es hereje, y
sobre todo, convencernos que es Papa. Dos cosas casi imposibles para
su menguado y corto ingenio. Y nos debe convencer, no con una teatralidad ridícula, sino con ideas contundentes.
Cuando
hablo de amigos para esta revolución, no hablo del insulso
episcopado argentino, sino de las mafias eclesiales. Concretamente,
hablo del entramado homosexual que compone parte de la jerarquía
eclesiástica, cuyo alcance solo ellos conocen. La “carne
homosexual” es el vínculo, férreo y diabólico, por el cual se
mueve esta encumbrada jerarquía de hipócritas. Estos son los
grandes amigos de Bergoglio; los otros, son el lumpen revolucionario,
esos que no sirven para nada.
También
están los enemigos de esta revolución, ya definidos por el líder
revolucionario de este jesuita porteño; ellos son los rígidos.
Si hay algo que pone palos en la rueda revolucionaria, es la rigidez
católica, por cuyo motivo, sobre ellos debe caer todo el peso del
terror.
Con
los rígidos, no hay revolución posible, y esto exaspera los ánimos
sodomíticos.
En
estos tiempos, no existe término medio. Los que dicen navegar en la
oscuridad, después de nueve años revolucionarios, es porque nos
muestran o cortedad de miras o indolencia.
Transitamos
20 siglos de ida, mientras los revolucionarios imponen con el terror,
50 años de vuelta.
Tony
Velázquez Ruiz