Calesita

lunes, 15 de febrero de 2021

E la barca va...

El 11 de febrero del fatídico 2013, Benedicto XVI anunció ante sus cardenales, que dimitiría al cumplirse el día 28. Mucho se ha hablado sobre esta renuncia, hoy luego de ocho largos años, comprendemos mejor lo sucedido, cosa que algunos no desean repasar en modo alguno, y prefieren tener una venda ante los ojos.

La renuncia de Benedicto XVI no debe analizarse aislada de otros hechos, sino puesta en todo contexto, tanto dentro de las presiones de la Mafia de San Galo, como de la increíble ocurrencia por parte papal, para evadir este frente de tormenta, que los mafiosos le impusieron, llegando incluso a la amenaza de muerte.

Luego de este tiempo transcurrido, podemos decir que la renuncia fue una innovadora reforma al papado, nunca antes vista, que el genio de Ratzinger dedujo manteniendo en parte las ideas de sus primeros años, cuando militaba en la modernidad conciliar.

Ratzinger, reformó el papado y su doctrina, y en esta reforma papal, debe leerse su renuncia, la cual no se encuadra en el Código de Derecho Canónico. No estamos hablando de una reforma encuadrada en la ley eclesial, pues la misma nunca se legisló. No estamos hablando de una reforma proyectada y explayada al resto de los cardenales y obispos, puesto que la mayoría de estos ni se percató de la misma. Estamos hablando de una reforma realizada e impuesta de facto, tal como se impuso el hecho de comulgar con las manos.

En todo esto el Vaticano II tiene en parte su responsabilidad, o tal vez, inclinaron la balanza las tristes costumbres que se desarrollaron a partir de este Concilio, lo que en la jerga modernista, se tildó del Espíritu del Concilio.

Ratzinger apeló al Espiritu del Concilio, del cual siempre fue un admirador, por no decir uno de sus tantos artífices. Si un obispo renuncia y aceptada su renuncia queda como emérito; del mismo modo, el Papa, que en la jerga eclesial es el obispo de Roma, puede renunciar y quedar emérito. Una costumbre novedosa, lleva a un hecho inédito.

La novedad del obispo emérito, que renuncia a los 75 años, como algo impuesto de antemano, se aplica a Benedicto XVI.

¿Cómo se puede hacer esto apelando a la teología? Es lo que Benedicto XVI hizo a la vista de todos.

El punto crucial de esta reforma está en comprender que una cosa es el oficio papal o el munus como se dice en latín, y otra cosa es el ejercicio de dicho oficio, dicho en latín, el ministerium. Todos aquellos que dicen que munus y ministerium son sinónimos, demuestran una ignorancia supina al no distinguir el oficio del ejercicio de dicho oficio. Para dar un ejemplo, un Papa posee el oficio (munus), pero puede estar impedido por alguna razón de ejercer el ministerium, tal vez por enfermedad. El munus debe distinguirse del ministerium. Es una distinción filosófica, pero claro, ¿acaso les podemos pedir a estos cardenales que sepan hacer distinciones sutiles de ideas? Imposible, como todos pueden observar.

¿En qué se basa la reforma al papado? Fundamentalmente en que es posible renunciar al ministerium y seguir ejerciendo el munus, lo cual generaría el “papa emérito”, o el Obispo de Roma emérito.

Esta reforma fue explayada, a su modo, por Georg Gänswein, el secretario privado de Benedicto XVI, del cual ya nos hemos ocupado en otra página.

La causa de esta reforma, es el hecho que indudablemente, Benedicto XVI no sabía como salir del atolladero en el cual se encontraba. Entonces apeló a la teología teutona, inmersa en el idealismo, donde el sujeto es superior y moldea la realidad. Así se hizo efectiva la división entre munus y ministerium papal en dos personas distintas. Benedicto renuncia al ministerium y retiene el munus, del cual como él mismo afirma, “no es posible salir”. Este es el motivo por el cual los voluntariosos que confunden ambos términos navegan en el limbo.

La reforma no es banal, pues ha cambiado el panorama de la Iglesia, y si no se dan cuenta de esto, es porque no solo navegan en el limbo, sino que están como los nautas de la Nave de los Locos que diseñó El Bosco.

Una de las consecuencias de la reforma, es que Benedicto al renunciar al ministerium, sigue siendo el Papa efectivo, pues no renunció al oficio, tan solo se niega ejercerlo.

Esto debieron distinguirlo los responsables que llamaron al Cónclave de 2013, cosa que no hicieron, ni objetaron el mamarracho de una declaración de renuncia escrita en latín y plagada de 48 errores, ni le preguntaron si renunciaba al munus. Nada. Una iglesia como La Barca de los Locos. 

E la barca va.... llamemos al cónclave.

La segunda consecuencia de esta reforma, es que el jesuita peronista Bergoglio, no es el Papa, pues su oficio lo está ocupando otra persona, tan solo usa el ministerium del papado, sin ser papa en realidad. ¿Antipapa? Más aún, hereje.

¿No sé si se dieron cuenta que aquí sobra un papa? O Benedicto renuncia efectivamente al munus y se viste de cardenal, o Bergoglio se saca la sotana blanca y se disfraza con los atuendos de la Pachamama. No existe otra opción, no pueden convivir dos papas en un mismo recinto.

La tercera consecuencia de esta reforma, es que fue hecha tan solapadamente, que los cardenales, en su mayoría dormidos, como siempre, no se percataron de nada, y recibieron todo, como cuando el Tíber se llena de agua por las lluvias invernales.

La cuarta consecuencia, es que al renunciar Ratzinger al ministerium, deja la Iglesia en indefección y al borde del cisma, pues todos los cardenales nombrados por el jesuita peronista Bergoglio, no son con-validados por el Papa efectivo, a no ser que exista testimonio válido de su persona a los mismos, pues el hecho de ir con Bergoglio a visitarlo en su nombramiento, no alcanza para su convalidación. Esto indica que si se realiza un Cónclave sin la presencia de los cardenales no elegidos por el jesuita peronista Bergoglio, el elegido será Papa.

Los cardenales como el avestruz, pusieron su cabeza bajo tierra, si esto no es motivo suficiente para que la saquen, la cosa se complica sobremanera. Más aún si leemos la reforma que Juan Pablo II realizó para la elección del papado, donde los cardenales eligen papa, pero no pueden validarlo; y tal como se desprende de la interpretación del Código de Derecho Canónico, el Cónclave, no es el único medio para elegir un Papa.

¿Qué otra cosa necesitamos para formalizar el cisma? Todos los ingredientes están servidos sobre una bandeja. 

Mientras tanto, la Barca va...

 

martes, 9 de febrero de 2021

La Última Soledad de la Persona

 

En el mundo latino, Ricardo de San Víctor (1110-1173), intentó avanzar sobre la noción de existencia. No estamos hablando de un existencialismo medieval, pues como dicen algunos:

Se ha abusado tanto del vocablo 'existencialismo' que, como han indicado varios autores allegados a esta tendencia, ya no significa apenas nada. 1

Para Ricardo la palabra existencia sufrirá una división en sí misma, para recibir conceptos ontológicos. Entonces dio la terminología filosófica de ex – sistencia, donde sistencia es su naturaleza y el ex es el origen de la persona; como dice Zubiri:

Ricardo de San Victor introdujo una terminología que no hizo fortuna, pero que es maravillosa. Llamó a la naturaleza sistencia; y la persona es el modo de tener naturaleza; su origen, el “ex“. Y creó entonces la palabra existencia como designación unitaria del ser personal. Aquí existencia no significa el hecho vulgar de estar existiendo, sino que es una característica del modo de existir: el ser personal. La persona es alguien que es algo por ella tenido para ser: sistit pero ex. Este “ex” expresa el grado supremo de unidad del ser, la unidad consigo mismo en intimidad personal. 2

Explayando a Zubiri

El primer dato que aporta es la sistencia como naturaleza, por cuyo motivo la persona no es la naturaleza, si bien la posee.

En segundo lugar, la existencia no es el producto de mi idea o la idea de otros, como afirma la actual civilización occidental. Como tampoco es el fenómeno de ocupar un lugar en el cosmos. La persona es, el modo como se tiene dicha naturaleza. Se puede ser hombre o mujer, anciano o niño, blanco o negro. Son todas modalidades de tener la misma naturaleza.

En tercer lugar, el “ex” indica a su vez tres cosas:

1. Por un lado, indica el origen de poseer una naturaleza. Seguido del ejemplo de Ricardo de San Víctor, Andrade sigue con el juego de la división de las palabras. Desde esta óptica, verá a Dios como una “in-sistencia”, porque es el único ser subsistente de por sí, mientras que todos los otros seres personales son “ex-sistentes”, porque reciben la sistencia de Dios. 3

2. Destaca expresamente la unidad interna entre la persona creada, el “ex” y la naturaleza dada, la sistencia; pues esto es en definitiva la persona, una unidad, ya sea con sus partes naturales, ya sea como una unidad hacia los otros seres ex-sistentes.

3. En tercer lugar, llegamos a la última intimidad de la persona. Última, pues nada hay más allá, o usando el vocablo griego, llegamos a la hypóstasis, que indica precisamente esto, lo último sobre lo cual se establece todo lo que viene.

La última soledad

Hasta aquí, ya llegamos a saber lo que es último, la hypóstasis; y al mismo tiempo llegamos a saber que la persona posee una única intimidad, es decir, una última soledad.

Ya el mismo término de la ex-sistencia del ser humano, plantea por un lado su total independencia, esto hace posible la libertad del hombre. Esta libertad, es la consecuencia natural de la última soledad.

De ningún modo debe confundirse esto con el individualismo del siglo romántico donde la soledad del individuo guerreaba impotente contra todas sus circunstancias adversas, hecho que en las mejores obras románticas, finalizaba con la muerte o el suicidio del protagonista. No se trata de esta soledad, donde se acentúa un individuo sentimental y aislado, el cual se enfrenta contra todo su mundo. Esto es otra cosa.

Así la persona humana tiene la naturaleza en una intimidad consigo mismo. Este término de “ultima solitudo”, será dado por el beato franciscano Duns Escoto (1266-1308), quien coincidirá con la tradición de Juan Damasceno donde la persona jamás es un algo, sino un alguien. 4

¿Cómo explaya esta soledad Duns Escoto?

La intimidad personal genera la personalidad y la “personalidad exige la 'ultima solitudo', estar libre de cualquier dependencia real o derivada del ser con respecto a otra persona.5

La ultima solitudo escotista es una estructura óntica y configuradora de la persona, que no tiene nada que ver con la soledad-abandono que acecha constantemente a toda persona, y que significa pobreza de personalidad, soledad insoportable. 6

La persona es un modo de existir, y de esta modalidad nace la relación de dar. Por esto dice la Escritura:

No esté tu mano extendida para recibir, y encogida para dar. (Ecles. 4,36)

De la modalidad nace el encuentro de las personas y del encuentro una relación externa de unidad.

Hasta el pagano Aristóteles se percató de esto. No en vano define al hombre como un animal que vive en sociedad.

Como vemos, no se habla de un vacío existencial, sino de una plenitud.

¿Cómo se llega a la plenitud total?

El vacío existencial existe, es fruto del pecado de origen, y solo se puede llenar con el ágape (αγαπη), es decir, ese amor especial con el cual Dios ama y nos ama.. De este modo el vacío solitario se hace plenitud.

La comunicación de la persona, no nace de su vacío, sino de su plenitud alcanzada, caso contrario no sería ágape, sino necesidad. Sería extender la mano para recibir y no para dar. Lo que se tiene, se da, y no para recibir lo que no se tiene. Se da sin exigencia de recibir.

Los monstruosos errores de la actualidad

Esta teoría está en las antípodas del gran Paco Bergoglio. El ágape no surge del diálogo como enseña él y sus secuaces herejes. El diálogo indica carencia y esto es todo lo opuesto, esto es logos no diálogo, esto es plenitud.

Existen varios modos de unidad, aquí nos ocupamos de la procesión de ágape, que produce vínculos (συνδεσμος) de unidad. Los tratados, los acuerdos y las leyes humanas, de nada sirven si no se atan al ágape. Sin ágape solo estamos en el Fratelli tutti de Bergoglio. Por este tutti frutti, los hombres cumplen lo pactado hoy, para romperlo mañana.

El heresiarca Bergoglio, desde su inicio negó la ultima solitudo afirmando que era un cerrarse en sí mismo y tildando esta actitud de mundana, como si sus actos no lo fuesen. Su pensamiento de jesuita involucionado, consiste en una apertura hacia las variables mundanas, pues así se llega más rápido “a la periferia”, así se llega a la pachamama, así se llega al tutti frutti. A esto la llamó “la iglesia en salida”; sí, una salida hacia la herejía. Aquí la concepción masónica de una fraternidad universal, no se toma de la raíz misma de la persona, sino de un idealismo trasnochado en los sueños utópicos de las logias.

La enseñanza de los apóstoles

Muy distinta es la unidad por el ágape, San Pablo expone en su carta a los Efesios (4,3) que existen lazos o vínculos (συνδεσμος) en la persona, dado que ella es principio de unidad, ya sea consigo misma, ya sea con el resto de las personas. Es lo que aquí llamamos, la ultima solitudo.

Esta unidad, forma un ser colectivo:

...siendo un Cuerpo y un Espíritu, como también una sola esperanza, la de vuestra vocación. (Ef. 4,4)

Mientras el Cuerpo es lo que se ve, el Espíritu oculta el vínculo de la unidad que es un lazo de paz, pues vive en el ágape divino. (Cfr. 4,3).

Todo esto es posible por la fe:

Un Señor, una fe, un bautismo; un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. (Ef. 4,5-6)

Como surge de la enseñanza apostólica, no existe ningún lugar para el tutti frutti.

De este modo, la persona creada por Dios, conlleva el vínculo o lazo de unidad. Una unidad consigo mismo para dar unidad a las partes que componen dicha persona, y una unidad de Espíritu hacia afuera por medio del ágape divino.

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1 José Ferrater Mora. Diccionario de Filosofía.

2 El ser sobrenatural 421-422.

3 Revista de Filosofía 141. Universidad Iberoamericana. Julio – Diciembre 2016.

4 Report. Par. 1, d.25, q. 1, n.5; ed. Vives XXII, 285.

5 Ox. III, d.1, q.1, n.17 ed. Vives XIV, 45.

6 Juan Antonio Merino, Juan Duns Scoto. Pág, 83.

lunes, 1 de febrero de 2021

La Prudente Desobediencia

Monseñor Carlo Maria Viganò, quien en alguna ocasión sacó de sus casillas al bergogliano Mons. Ojea, ha contestado la carta que un sacerdote le dirigió, incluyendo varios temas y procurando dar respuesta a todas las cartas que le remiten para consulta.

De su estilo rápido y casi coloquial, destaco a continuación algunos párrafos y dejo este link para aquellos que deseen leer la respuesta completa.

Es interesante como resume la situación actual de esta iglesia con la siguiente afirmación:

... los fieles pueden resistir el ejercicio ilegítimo de una autoridad legítima, el ejercicio de una autoridad ilegítima o el ejercicio ilegítimo de una autoridad ilegítima.

Al analizar el problema de la autoridad tanto civil como religiosa, avanza aún más en su razonamiento:

Santo Tomás considera moralmente lícita la resistencia al tirano y al regicidio, en algunos casos; así como es lícita la desobediencia a la autoridad de los prelados que abusan de su poder contra el fin intrínseco del poder mismo.

Dejando siempre en pie el principio de la autoridad afirma:

...la autoridad terrenal, ya sea temporal o espiritual, siempre está sujeta a la autoridad de Dios.

De su análisis, como cabe esperar, sale muy mal parado el Papa Benedicto XVI:

Me atrevería a decir, para completar, que incluso la renuncia arbitraria al ejercicio de la autoridad sagrada por parte del Romano Pontífice representa un “vulnus” muy grave al Papado, y por ello debemos responsabilizar a Benedicto XVI más que a Bergoglio.

Y lo que sigue, no tiene desperdicio:

Los horrores cometidos por Bergoglio en los últimos años no solo representan un abuso indecoroso de la autoridad pontificia, sino que tienen como consecuencia inmediata el escándalo de los buenos frente a su figura, porque hace que hasta el papado en sí mismo sea despreciado y odioso, en la parodia del papado; comprometiendo irreparablemente la imagen y el prestigio de que hasta ahora gozaba la Iglesia, aunque ya afligida por décadas de ideología modernista...

Viéndolo bien, precisamente para defender la comunión jerárquica con el Romano Pontífice es necesario desobedecerle, denunciar sus errores y pedirle que dimita. Y rezarle a Dios que lo llame a Sí lo antes posible, si de esto puede derivarse un bien para la Iglesia.

El engaño, el engaño colosal sobre el que he escrito en varias ocasiones, consiste en obligar a los buenos - llamémoslos así por brevedad - a permanecer presos en las reglas y leyes que los malos usan “in fraudem legis”.

Es como si estos entendieran nuestra debilidad: es decir, que nosotros, a pesar de todos nuestros defectos, estamos orientados religiosa y socialmente al respeto de la ley, a la obediencia a la autoridad, al honor de nuestra palabra dada, a actuar con honor y lealtad.

Con esta virtuosa “debilidad” nuestra, se garantizan de nosotros la obediencia, la sumisión, a la más respetuosa resistencia y la prudente desobediencia.

Saben que nosotros, – piensan, pobres estúpidos, – vemos la autoridad de Cristo en ellos y tratamos de obedecerla, aunque sabemos que esa acción, aunque sea moralmente irrelevante, va en una dirección bien específica …

Así nos impusieron la Misa Reformada; así nos han acostumbrado a oír cantar las suras del Corán desde el ambón de nuestras catedrales, y verlas transformadas en restaurantes o dormitorios; por eso quieren presentar la admisión de mujeres al servicio del altar como algo normal …

Cada paso que dio la Autoridad, desde el Concilio en adelante, fue posible precisamente porque obedecimos a los Sagrados Pastores, y aunque nos parecía que sus decisiones se desviaban, no podíamos creer que nos estaban engañando; y tal vez ellos mismos, a su vez, no se dieron cuenta de que las órdenes dadas tenían un propósito inicuo.

Hoy, siguiendo el hilo conductor que une la abolición de las Órdenes Menores con la invención de acólitas y diaconisas, entendemos que quienes reformaron la Semana Santa bajo Pío XII ya tenían ante los ojos el Novus Ordo y sus atroces degradaciones actuales.

El abrazo de Pablo VI con el patriarca Atenágoras despertó en nosotros esperanzas de una verdadera “ecumène”, porque no entendíamos – como por el contrario, algunos habían denunciado – que este gesto era preparar el panteón de Asís, el ídolo obsceno de la pachamama y, en breve, el “sabba de Astana”.

Ninguno de nosotros quiere entender que este impasse se rompe simplemente al no seguirlo: debemos negarnos a enfrentar un duelo con un oponente que dicta las reglas a las que solo nosotros debemos cumplir, estando libres para romperlas. Ignorarlo. Nuestra obediencia no tiene nada que ver ni con el servilismo ni con la insubordinación; al contrario, nos permite suspender cualquier juicio sobre quién es o no Papa, continuando comportándonos como buenos católicos “aunque el Papa” se ría de nosotros, nos desprecie o nos excomulgue.

Porque la paradoja no radica en la desobediencia del bien a la autoridad del Papa, sino en el absurdo de tener que desobedecer a una persona que es a la vez Papa y heresiarca, Atanasio y Arrio, luz “de jure” y oscuridad “de facto”.

La paradoja es que para permanecer en comunión con la Sede Apostólica debemos separarnos de quien debe representarla y vernos excomulgados burocráticamente por quienes se encuentran en un estado objetivo de cisma consigo mismos.

El precepto evangélico de "No juzgar" no debe entenderse en el sentido de abstenerse de formular un juicio moral, sino de condenar a la persona, de lo contrario no podríamos realizar actos morales.

Por supuesto, no depende del individuo separar el trigo de la cizaña, pero nadie debe llamar la cizaña trigo, ni trigo la cizaña.

Y a quien se le conceda la Santa Orden, tanto más si en la plenitud del sacerdocio, no sólo tiene el derecho, sino el deber de señalar a los sembradores de cizaña como lobos rapaces y falsos profetas.

Porque incluso en ese caso, junto con la participación en el sacerdocio de Cristo, también está la participación a su Autoridad real.