Calesita

El Ultramodernismo en el Agujero Negro

El origen del cosmos preocupó a todos los pensadores, tal como preocupa a la que se titula “ciencia moderna”. En esto no existen límites de tiempo ni de época, así como no existe evolución alguna en su substancia cognoscitiva. Si hoy salen a decir que todo se origina del big bang, en el Siglo VI a C encontraron otros argumentos, y por supuesto, ni la generación del Siglo VII y VI a C, ni la generación ultramoderna, está toda de acuerdo con estas pasajeras ideas.

Durante el siglo VII a C se origina en Grecia una poderosa corriente espiritualista, la cual continúa en el siglo siguiente. En el orden religioso aparece el Orfismo y surgen los grandes poetas, comenzando con Hesíodo. Como afirma Guillermo Fraile:

«Las religiones de los misterios estaban sumamente difundidas por todo el mundo griego y oriental. » i

Las cosmogonías con sus mitos, dieron una razón para explicar el origen del cosmos. Según Aristóteles eran una forma primitiva de filosofía ii. De este modo, Chronos (χρονος) engendraba el Caos (χαος). Chronos no era otra cosa que una personificación del fluir de las cosas, o sea, el paso del tiempo. De este modo era el tiempo quien daba el primer espacio caótico. Según el poeta Hesíodo (entre siglos VIII y VII a C) del Caos nace el Erebo, las tinieblas infernales y su hermana, la Noche. El Caos pasa a ser el origen primario de todas las cosas.

El camino presentado por los poetas griegos, existe en los ultramodernos, con la diferencia que no van del Caos a las cosas, sino de las cosas al Caos. Del Caos, los ultramodernos no pueden dudar, lo ven por los medios técnicos como ciertas realidades se destruyen y como otras se construyen.

El comienzo o ἀρχῇ, fue el primer problema de la generación pensante, que dejaba de lado los mitos y buscaba una razón lógica. Es la opinión más coherente que señala una interdependencia entre los primeros filósofos y las religiones de misterios popularizadas en el Siglo VII a C. Algo que no sucede en los ultramodernos, quienes toman conceptos del cristianismo para luego deleitarse en tirarlos a la basura, y de este modo reemplazarlos por sus descabelladas opiniones.

Tanto los antiguos como los ultramodernos que están equipados con altos elementos técnicos, se preguntan: ¿Cuándo y de qué manera tuvo principio el cosmos? Es la misma pregunta que se hicieron las cosmogonías antiguas y los primeros filósofos. Como vemos, “nada nuevo bajo el sol”.

Se trata de buscar la causa eficiente que explique lo que rodea al hombre. De este modo unos como otros buscan desesperadamente aquello que existía antes que todo y que lo constituye todo.

De este planteo, dejando de lado las cosmogonías, se dieron las distintas respuestas. Comencemos con los antiguos.

Para los primeros filósofos, la realidad era...

«...el primer principio y la razón última de la existencia de los seres. Todos salían de ella y todos retornaban a ella. No podía ser percibida por los sentidos, sino solamente por la inteligencia. Era una realidad eterna, necesaria, inmutable y divina, que permanecía a través de todos los cambios. O sea, que, en último término, esa realidad venía a equivaler a Dios, expresado bajo distintos nombres. Con lo cual, a pesar de las apariencias, la Filosofía seguía siendo, a su manera, una cosmogonía y una teología.»iii

Por su parte para los ultramodernos...

«...la ciencia derriba un antiguo Cosmos y una antigua Realidad, sin haberlos sustituido todavía por un nuevo Cosmos y una nueva Realidad,...»iv

El ultramodernismo caído en el caos del mundo primordial, se percata que no han llegado ni siquiera a formular una Realidad, pues la misma fue destruida y no encuentran otra para sustituirla.

Los antiguos abandonaron la mitología para sustituirla por una razón, el “logos” (λογος). Los ultramodernos abandonan lo religioso para sustituirlo por la nada:

«Este (el hombre), … lleva en sí una insondable Tragedia, como el universo, y está, como el universo, rodeado de noche y penetrado por la nada.» v

Tales de Mileto (624-546 AC) fue el creador de una escuela en dicha ciudad.

«La gran aventura de Tales y de los primeros filósofos griegos consistió en sustituir esas divinidades por elementos naturales y fuerzas cósmicas: agua, aire, fuego, frío y calor, condensación y dilatación, etc. Es decir, que al buscar el primer principio, el arché de las cosas, buscaban una realidad ontológica, pero no fuera del Universo, sino dentro de él; no encima, sino debajo de los fenómenos y de los seres particulares. »vi

Hoy, la misión imposible de los ultramodernos, ya no la gran aventura, consiste en sustituir un orden divino, por fuerzas cósmicas desconocidas, y al buscar el primer principio, el arché de las cosas, no buscan una realidad ontológica, sino una realidad surgida del absurdo:

«...este Universo permanece absurdo, puesto que está, para esa misma racionalidad, privado de causa, de sentido y de finalidad.»vii

«El tránsito a la ciencia se realiza en Grecia, pero tampoco de una manera rápida y total. En su primer período, la Filosofía conserva todavía en gran parte la forma mitológica y antropológica.»viii

Hoy los ultramodernos buscan sustituir la ciencia, por una metaciencia que vaya más allá de toda realidad conocida.

Se considera que Tales fue educado en Egipto, lo cual es llamativo, ya que la concepción de los levitas hebreos que redactaron el inicio el Génesis, encontramos como en un substrato las teorías que poblaban el Nilo.

Para él, el principio fundamental del cosmos es el “arché (ἀρχῇ), que sería la substancia última, la cual consistiría en el agua.

«Es un concepto corriente en las cosmogonías orientales, las cuales ponían como origen de todo un caos acuoso primordial. Así lo vemos en Homero, Hesíodo (χαος) y Ferécides de Siro, contemporáneo o poco posterior a Tales, que pone el principio de las cosas en el Ωγενος (Océano).»ix

Tal como figura en el segundo versículo del Génesis:

«el Espíritu de Dios flotaba sobre la faz de las aguas.»

Tales Se abocó sobre el estudio de la ψυχη, es decir el “alma”, la cual era un movimiento, y como el agua se movía sola, poseía alma. Notemos que las aguas iniciales del Génesis tienen un espíritu que flota sobre ellas. De este modo, el movimiento de las aguas es recibido por el Espíritu Divino.

Así lo describía Aristóteles:

«Algunos afirman que el alma se halla entreverada en el todo. Posiblemente por este motivo es por el que Tales pensó que todo estaba lleno de dioses.» x

Si para Tales este ἀρχῇ era el agua, para su discípulo Anaxímenes (c. 590 a. C. – entre 528 y 525 a. C.) era el aire. Esto puede observarse en el Génesis, donde se habla del viento (וְר֣וּחַ ) divino flotando sobre las aguas (Gén. 1,2).

Anaximandro (c. 610 a. C.-c. 546 a. C.).

«No se pregunta qué son las cosas, sino de dónde proceden, de qué están hechas y cómo se hacen. Como primer principio (ἀρχῇ), señala el απειρον (lo ilimitado, lo indefinido, lo indeterminado) No se trata de la infinitud en abstracto, sino de una materia primordial, ilimitada, homogénea. indeterminada, incualificada, eterna, imperecedera, (αθανατον), inmutable, incorruptible (ανωλεθρον), inagotablemente fecunda, generadora de todos los seres y a la cual todos retornan.»xi

Εl ápeiron, απειρον, como lo dice el término, “α” implica privación y “πειρον” es el límite. Por lo tanto el origen no posee límites, de allí sus cualidades: eterno, indefinido, inextricable.

«El movimiento eterno prosigue agitando en forma de remolinos los cosmos disgregados de la masa común del απειρον, y en su interior se continúa el proceso de separación, distinguiéndose los elementos, los cuales se van colocando por orden de gravedad.»xii

Esto nos recuerda uno de los principios de los ultramodernos:

«...el principio del «bucle» autoproductor (en que todo momento del proceso es a la vez producto y productor, efecto y causa), y mantienen su integridad y su constancia según el principio del bucle autorregulador. »xiii

«Al principio la Tierra—elemento frío—estaba completamente mezclada con el agua. Pero fue secándose bajo la acción del calor hasta que se formaron cuatro círculos: el Fuego (caliente), el Aire (frío), el Agua (húmeda) y la Tierra (seca).» xiv

El Génesis posee un relato similar acerca de la tierra y el agua:

«Y dijo Dios: “Congréguense las aguas las por debajo del cielo en una congregación, y aparezca la seca (η ξηρα)”.»

Este sería el esquema de la concepción del cosmos en el mundo antiguo:


El cosmos de la tiniebla ultramoderna

Hoy los eruditos científicos hablan de un Nuevo Cosmos, a no confundirse, el cosmos es tan viejo como los antiguos griegos, pero resulta que es Nuevo, porque ellos lo ven distinto al cristianismo. Con esto llevan a los hombres a cometer dos errores: pensar que es nuevo cuando en realidad es viejo y confundir sus ideas con la realidad que los sobrepasa. Si los antiguos cometían errores al considerar el arché (αρχη), estos no lo hacen mejor que en tiempos de Anaxágoras.

Por lo tanto, la única razón que lo constituye en nuevo, es que dentro del cosmos, Dios no tiene cabida:

«Privado de un Dios genésico, este nuevo Cosmos, una vez surgido ex vacuo, deviene autocreador y autoproductor, creando y produciendo profusamente núcleos, átomos, astros, galaxias. xv»

Si para Tales el cosmos no era mitológico, para los ultramodernos no es teológico, ni revelado:

«El nuevo Cosmos no sólo retira a Dios su gobierno y al hombre su elección, sino que aporta, ante todo, una incertidumbre fundamental sobre el mundo y sobre el hombre. »

Esta exclusión divina no implica un antropocentrismo, todo lo contrario, en el centro no hay nada, es lo “vacuo”, como dice el texto señalado, peor aún, ya no existe un centro:

«Privado de Centro, es a la vez policéntrico, acéntrico, dispersivo. »

Ya no estamos en la Edad Media donde el cosmos era teocéntrico, ya no estamos en el Renacimiento donde el cosmos era antropocéntrico, ahora estamos cayendo en el “Agujero Negro” de la ultramodernidad, donde el cosmos es “acéntrico”. Todos aquellos que se rompieron la cabeza pensando como hilvanar una teología antropocéntrica, ahora, si quieren estúpidamente “inculturar”, deberán hilvanar una teología “acéntrica”:

«El hombre ha desarrollado su técnica y ha establecido su Ley sobre el planeta Tierra. Pero en el momento en que accede al poder prometeico descubre que al mismo tiempo está destronado, descentrado, periferizado en el Universo. Ya no es el Elegido de los Dioses, la Imagen de Dios, el Rey del Universo; a lo sumo es el Gengis Jan de la periferia solar. »

Para resumir tamaña oscuridad, daremos algunas propiedades de este Nuevo Cosmos, de acuerdo a la corta mente humana de quienes la formulan:

1. Está basado sobre el absurdo y la paradoja:

«Este nuevo Cosmos funda, pues, su racionalidad sobre un absurdo.»

Si no tiene causa no tiene fin y si no tiene ninguno de los dos, no tiene logos o razón de ser. Es algo, pero sin ningún sentido:

«...este Universo permanece absurdo, puesto que está, para esa misma racionalidad, privado de causa, de sentido y de finalidad.»

Si el absurdo era su base, la paradoja no lo abandona:

«Aquí, todo gira en torno a una inaudita paradoja: nada hay fuera del tiempo, pero el tiempo no es todo. »

2. No posee “economía”.

Estamos ante un cosmos que se hace al azar. No existe una ruta para su camino. Aquí podrían darse dos posiciones, no ver el camino o negar dicho camino. De las dos, los ultramodernos eligen dudando la segunda:

«El nuevo Cosmos no parece obedecer a un plan o programa de desarrollo. »

3. Es evolutivo.

No sigue un plan determinado, pero evoluciona. No sabemos hacia donde va, pero se mueve. “Eppur si muove”. Algo realmente contradictorio, pues si evoluciona, es porque algún plan sigue. Si nacía del absurdo y la paradoja, no se puede extrañar la ausencia de una causa final.

«En cualquier caso, el nuevo Cosmos es evolutivo. La Historia, que al principio sólo era algo propio de las sociedades humanas, ha llegado a ser, en el siglo XIX, algo propio de la vida, y después, en el siglo XX, se ha extendido a la totalidad de nuestro Universo físico. »

4. No es eterno.

En realidad no se entiende el término eternidad. Lógicamente si existe tiempo, es decir un devenir, no existe algo actual que es la eternidad. ¿Pero entonces, el devenir es perpetuo o momentáneo? Otro de los tantos absurdos o problemas sin resolver.

«Privado de Eternidad, este Cosmos evoluciona en el tiempo...»

5. Es una realidad de lo irreal.

Ahora pasamos a lo contradictorio. Lo irreal se hace realidad y toda realidad contiene lo irreal. Digamos que propiamente, ésta es una realidad fantasmagórica. Si los idealistas decían que con su mente creaban u ordenaban el mundo exterior, ahora no existe mente, pues solamente ven fantasmas. Estamos ante los desarrolladores de la cuadratura del círculo, donde 2 por 2 da 5.

«...lo que nos parece irreal constituye un ingrediente indispensable de nuestra realidad. »

6. Solo existe lo que cae bajo los sentidos.

Eliminada la razón y el logos, solo quedan los sentidos y sus fantasmas:

«Ciertamente tenemos un nuevo Cosmos plenamente físico, plenamente real y que comporta necesariamente Orden. »

7. Cosmos de un Orden que no es orden.

La mayúscula del término Orden, no es mía, la pusieron ellos, significa que es un principio. Es un “Orden” sin fundamento y si no tiene fundamento, no posee una realidad. La substancia pasa a ser lo irreal, lo fantasmagórico.

«Pero este Cosmos ha perdido sus antiguos fundamentos: tras haber perdido a Dios, ha perdido el Orden perfecto (sinónimo o seudónimo laico de Dios), ha perdido incluso, en sus infraestructuras físicas, la sustancialidad de lo real. »

8. Es el viejo cosmos de Anaxágoras.

Seguimos con los absurdos. El Nuevo Cosmos es igual al Viejo Cosmos, tal como lo expusimos en el ápeiron de Anaxágoras, tal como ellos lo deducen:

«Este Cosmos nace de lo inconcebible, está fundado sobre lo insondable. Es Uno y ha estallado. Se destruye construyéndose, se construye destruyéndose. Lleva aporéticamente en sí los términos antagonistas de determinación e indeterminación, distinción e indistinción, realidad e irrealidad. Es cada vez mejor elucidado y explicado en sus texturas y procesos, pero todas estas explicaciones conducen a las puertas de lo inexplicable. Por lo tanto, las nociones de insondable, inconcebible, inexplicable nos plantean el problema crítico de las posibilidades y los límites de nuestro entendimiento. »

9. Es un Cosmos incierto.

Hablando en otros términos, nada es seguro en este Cosmos, es decir, no existe certeza y si no existe certeza no existe una verdad y si no existe verdad, estamos ante la mentira. El cosmos nos miente:

«La incertidumbre que nos llega del Cosmos es sin duda doble. Por una parte, existe una incertidumbre que depende de la transición actual, en la que la ciencia derriba un antiguo Cosmos y una antigua Realidad, sin haberlos sustituido todavía por un nuevo Cosmos y una nueva Realidad,…»

10. Es cíclico

«La idea del retorno cíclico, mediante la repetición de los sucesos y de las cosas particulares, en que se pasa alternativamente de la unidad a la pluralidad y de la pluralidad a la unidad. Esta repetición cíclica es concebida por Anaximandro como pena y expiación de un pecado de injusticia.» xvi

«La primera hipótesis nos dirige ineluctablemente hacia la nada, la segunda hacia una especie de eterno recomienzo.» xvii

¿Es esto una filosofía? 

Ante esta concepción del mundo ultramoderno, tal como afirman ellos, no existe un razonamiento lógico, por lo tanto no existe un logos, no existe una filosofía propiamente dicha, peor aún, los filósofos son unos delirantes:

«La nueva conciencia de lo real nos muestra los límites del entendimiento humano que choca con aporías infranqueables si quiere comprender en profundidad el origen, el fin, la textura de nuestro universo. Estos límites son los de la razón, que no podrá agotar el mundo en sus teorías. Por una parte, nuestra misma conciencia racional nos muestra que su peor enemigo no es lo irracional, sino el delirio lógico abstracto, nacido de su misma fuente, y que es la racionalización.»

¿Es esto una ciencia? 

Muerta la filosofía en el agnosticismo, quedaría la ciencia que genera el logos del positivismo, pero también este se cae al agujero negro, pues hasta la ciencia se destruye:

«...hace su aparición un nuevo Cosmos y una nueva Realidad, no será ya nunca un cosmos laplaciano, una máquina determinista perfecta, un movimiento perpetuo, un concepto simple. »

Se llenan la boca hablando de evolución, pero también se destruye, tanto el tiempo como el espacio. El primer paso es relativizarlo:

«...el espacio y el tiempo se relativizan. »

¿Pero hasta donde llega esta relatividad? De acuerdo con esta concepción, ella se diluye en el ápeiron:

«...hay, no solamente en el origen de nuestro universo, sino también en su transfondo o en su seno, un tipo de realidad profunda donde el Espacio y el Tiempo pierden su poder de separación y de distinción. »

¿Entonces, ante qué nos encontramos? Podemos decir, que estamos ante una mística. La mística del agujero negro y de sus demonios:

«De ahí que se llegue a la idea aparentemente mística, de hecho misteriosa, de que nuestro universo de distinciones y separaciones, de cosas y objetos, de tiempo y espacio, supone otro tipo de realidad necesaria a su realidad, y que no conoce ni separación, ni distinción, ni determinación.»

El origen del cosmos ultramoderno es una estrella de seis puntas, un triángulo para la luz y un triángulo para el demonio:



El elogio de la locura

¿Es usted loco o sabio? No se sabe. Adiós a la psiquiatría. En el agujero negro lo uno y lo otro se mezclan, se intercambian puesto que es el a-peirón, el sin límites de Anaxágoras dentro de la mente humana:

«Homo sapiens es también Homo demens; hay en él polos extremos, de locura y de sabiduría, pero no hay frontera entre el uno y el otro.»

Se aparece la Pachamama

Ya no se aparece la Virgen María, estos son los tiempos donde quien se aparece es la Pachamama, la cual no fue producto del homo demens de Bergoglio, que vio su aparición en los jardines del Vaticano:

«En primer lugar, hemos aprendido que el hombre es íntegramente hijo del Cosmos; ...»

El nuevo cosmos es en realidad el viejo cosmos de los antiguos griegos, ergo la Pachamama es la Madre Naturaleza del nuevo cosmos:

«Esta Naturaleza, que nos resulta cada vez más querida, no es más que un pequeño islote entre el fuego termonuclear de los astros y la gélida noche cósmica, pero este pequeño islote sigue siendo, a la escala del individuo y a la de la humanidad entera, una amplísima y envolvente placenta; sus virtudes matriciales y nutricias nos las revela la ciencia ecológica, así como las contaminaciones y destrucciones industriales. Por eso, en este Cosmos misterioso, maravilloso y terrible, reencontramos una Patria, el planeta Tierra, hábitat de nuestra errancia; reencontramos una Matria, la Biosfera, a la que estamos vinculados por una simbiosis orgánica de la que tomamos cada vez más conciencia. »

En el Cántico a las Criaturas de San Francisco de Asís, el cosmos es tratado como un hermano, jamás como una madre, y mucho menos como una Pachamama o diosa Gaia.

Los medios técnicos que llevaron a los ultramodernos hacia el agujero negro, se sienten como Noé salidos del Arca luego del diluvio de lo religioso. De esta suerte establecen una Alianza, no con Dios, sino con la Pachamama. Algo curioso, porque la Gaia no produjo la lluvia, sino que la padeció:

«He aquí, pues, la «nueva Alianza» que se dibuja ante nuestros ojos; es la nueva Alianza entre el hombre y esta Naturaleza. »

Sin embargo, ¿qué tiene que hacer el hombre con la Pachamama, si como ser se le escapa de las manos hacia otra dimensión:

«El hombre es a la vez plenamente físico y metafísico, plenamente natural y metanatural. »

Del logos al diálogo.

Ya no existe logos, sino que lo único que existe es el diálogo, Podría tratarse de un diálogo de sordos, sin embargo estamos en un diálogo de locos. Como dicen ellos, el homo sapiens es el que funda el cosmos en Dios, el homo demens es el que lo funda en el absurdo.

«...es el diálogo entre lo lógico y lo empírico, diálogo que conlleva en su seno el diálogo entre lo racional y lo irracionalizable.»

Tanto el cosmos, como el hombre, no son mas que muñecos con la figura de Esfinge:

«El Universo Esfinge surge de la ciencia del siglo XX. El Universo Esfinge y el hombre Esfinge deben interrogarse entre sí.»

Con todo, algo queda a salvo, si es que alguien puede entenderlo. Así hace su aparición esta nueva mística, cuyo método, si es que éste todavía existe, se define como el conocimiento del conocimiento que es iluminado por el tercer conocimiento, el de la naturaleza y viceversa:

«Así, el conocimiento del conocimiento debe ser iluminado por el conocimiento de la naturaleza, como el conocimiento de la naturaleza debe ser iluminado por el conocimiento del conocimiento. »

La visión del hombre caído

Arriba se habló del hombre como metafísico. No se debe asumir aquí el término en sentido filosófico, sino más bien como que se está más allá de la física. Sucede que no pueden admitir el alma del ser humano, no pueden admitir que es un ser compuesto de cuerpo y alma o cambiando el término, que es materia y espíritu. De allí lo “metanatural”:

«...nos hace falta concebir la «unidualidad» compleja de nuestro ser natural-cultural, de nuestro cerebro-espíritu, nuestra realidad a la vez natural y metanatural,...»

Este es el sofisma para negar el compuesto humano, por consiguiente hablan de una mezcla entre el cerebro con el espíritu, y de este modo obtienen la mezcla de lo natural con lo cultural. Estos dos elementos no forman una unidad, sino una “unidualidad”. Esta es otra de las tantas contradicciones, una dualidad que no se sabe lo que es. Dicho a la inversa, un número dos que en la realidad fantasmagórica es un número uno.

La palabra persona no existe en todo el texto, y es evidente porque no se tiene concepto de persona, de esa persona que es única e irrepetible, la cual une materia y forma, lo natural con lo sobrenatural, la vida con el espíritu. Ahora este hombre que perdió su condición de persona es una cosa llamada, a saber:

«...cosmo-físico-bio-ántropo-sociológica.»

Esta nueva cosa es un individuo liso y llano:

«...este pequeño islote (la Tierra) sigue siendo, a la escala del individuo y a la de la humanidad entera,...»

Este individuo no es centro, sino un ser marginal:

«La vida nació marginalmente en el mundo físico, y su desarrollo la ha marginalizado más; el hombre se marginalizó en el mundo biológico y su desarrollo lo ha marginalizado más. »

Cuanto más piensa, más se margina:

«Su pensamiento, su conciencia, que le permiten conocer el mundo, lo alejan otro tanto de él. El hecho mismo de que pueda considerar racional y científicamente el Universo lo separa de él. »

Si el revolucionario marxista veía al supuesto fascista como un “enano”, el ultramoderno caído en el agujero negro, lo ve como un monstruo, pues no es un ser normal:

«...para poder conocer el Universo, hace falta ser un monstruo cerebral y mental, como es el hombre. »

Este monstruo, cuyo modelo es el mismísimo demonio, adolece de fin, de esperanza, de sentido:

«Éste (el hombre), como el universo, está privado de centro, de fundamentos, de absoluto, está condenado a vagar, como el universo, entre lo real y lo irreal, lleva en sí una insondable Tragedia, como el universo, y está, como el universo, rodeado de noche y penetrado por la nada.»

Por último, este monstruo ya caído en el agujero negro, se siente condenado hasta llegar a la nada de la cual salió como un individuo sin ningún sentido, se basa en una fraternidad diabólica:

«Nuestra fraternidad debe ser, no la de los salvados, sino la de los condenados.»

***

Este concepto de los ultramodernos, nos pone en la disyuntiva total: o aceptamos las tinieblas de esta época o volvemos a la Luz divina. El mérito de este demonio de la ultramodernidad, consiste en que ha quitado todas las opciones intermedias que engañaban al hombre. Quitó todas las inculturaciones de los jesuitas, borró el engreimiento de los científicos, aniquiló la ciencia, tomó por delirantes a los filósofos, destruyó la persona, elogió la locura y se basó en el absurdo.

Ahora están tal cual salieron del vientre de su madre, la Pachamama, solos, inseguros, ignorantes, y totalmente desnudos, en camino hacia la Nada:

«...el horizonte de la aventura humana, lejano o próximo según se entienda a escala del tiempo individual o a la del tiempo cósmico, es la Nada. »

Este es el hinc et nunc de la Tiniebla Ultramoderna. Nada más oscuro que la misma Nada, donde todo lo nuevo es más viejo que Anaxágoras.

Nada debe extrañar de esta concepción, pues como ya lo dijo el texto, podemos deducir que la primera ausencia de límites se encuentra entra la cordura y la locura, entre el Orden y el Caos, entre la realidad y la nueva realidad. He aquí el ápeiron de la ciencia ultramoderna.

Aquí se determina entre otras cosas, el funeral del materialismo dialéctico:

«Pero con frecuencia el defecto de su voluntad de comprender está en querer explicarlo todo mediante la Fórmula única, y en ocasiones a la antigua unificación materialista/determinista en quiebra le sucede una neounificación espiritualista y librearbitrista a la vez inversa, contraria e idéntica. »

El ápeiron del Antiguo Testamento

El Autor del Génesis, de acuerdo a la Crítica Textual, la cual no es un dogma, sino una técnica, y como tal puede errar o acertar, es la escuela de Moisés, es decir, los levitas. No estamos ante Moisés en persona, sino ante los continuadores de su pensamiento, de allí que toman el mundo de su tiempo, y corrigen o añaden lo que los ultramodernos descartaron porque no era fiable, y de este modo Dios hizo su aparición en el cosmos.

Todo parece indicar, que los levitas conocían la teoría del ápeiron sobre el origen del mundo, y las plasmaron en el inicio del Génesis, como el caos inicial de las viejas cosmogonías:

«La tierra era invisible (ἀόρατος) e informe (ἀκατασκεύαστος), y las tinieblas (σκότος) cubrían la superficie (ἐπάνω) del abismo (τῆς ἀβύσσου), pero el aliento de Dios (πνεῦμα θεοῦ) se cernía (ἐπεφέρετο) sobre la superficie (ἐπάνω) de las aguas (τοῦ ὕδατος).» (Gén, 1,2)

Para el copto el invisible, es tenebroso (ⲁⲧⲛⲁⲩ), tal como se da en las distintas traducciones y usa el adjetivo ⲁⲧⲥⲟⲃϯ para indicar que no posee forma alguna. Todo tiene su lógica, si no posee forma definida, es invisible puesto que es tenebroso. Aquí no se hace más que representar el agujero negro de la antigüedad.

Estos levitas reflejan el mundo circundante, pero agregan la causa eficiente, Elohim, la divinidad, esa que no existían en los griegos, dotados de una visión politeísta.

Por todo esto, cuando algún jesuita, de esos que coleccionan títulos académicos bajo el brazo, se presenten para hablar sobre la inculturación del mundo ultramoderno, respóndale simplemente:

Vaya a contárselo a Moisés.



NOTAS

___________

i GUILLERMO FRAILE, O. P. Historia de la Filosofía I. Pág. 121.

ii Met. I 2,982b.

iii GUILLERMO FRAILE, O. P. Historia de la Filosofía I. Pág. 141.

iv Gazeta de Antropología, 1995, 11, artículo 01. http://hdl.handle.net/10481/13606. La relación ántropo-bio-cósmica, Edgar Morin Director Honorario de Investigaciones del CNRS, París, Francia.

v Ibídem

vi GUILLERMO FRAILE, O. P. Historia de la Filosofía I. Pág. 141.

vii Gazeta de Antropología, 1995, 11, artículo 01.

viii GUILLERMO FRAILE, O. P. Historia de la Filosofía I. Pág. 142.

ix GUILLERMO FRAILE, O. P. Historia de la Filosofía I. Pág. 144.

x Acerca del alma. 411 a 17.

xi GUILLERMO FRAILE, O. P. Historia de la Filosofía I. Pág. 145.

xii Ibídem.

xiii Gazeta de Antropología, 1995, 11, artículo 01.

xiv GUILLERMO FRAILE, O. P. Historia de la Filosofía I. Pág. 146.

xv Gazeta de Antropología, 1995, 11, artículo 01.

xvi GUILLERMO FRAILE, O. P. Historia de la Filosofía I. Pág. 125.

xvii Todos los textos citados a continuación pertenecen a esta fuente: Gazeta de Antropología, 1995, 11, artículo 01.

 

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