En
esta Revolución Vaticana, como en toda otra revolución, existen dos
verdades: la Verdad que es el Padre eterno y la verdad gestada por
los revolucionarios eclesiales. Como los hebreos en el desierto, una
es la revelación dada por Dios a Moisés en el Sinaí, y otra la
febril construcción del becerro por las manos de Aarón, donde
Bergoglio es quien mejor lo representa.
Por
su parte mirando los hechos, siempre existe una doble verdad: La
verdad oficial, que es la que transmiten los revolucionarios y la
verdad real que simplemente es. La verdad de los medios profesionales y la verdad que surge por la web.
Dentro
de las estructuras humanas, la verdad oficial, es obra de los
hombres; en cambio dentro de la Iglesia, la verdad real es Jesucristo
mismo, enviado por el Padre para dar su Palabra de vida eterna a los
hombres.
En
esta crisis de la Iglesia, la verdad oficial, es la que
transmiten Bergoglio y sus operadores revolucionarios. Hoy los que se
despertaron constatan la contradicción entre Moisés y Aarón, entre
la verdad oficial de la Revolución Vaticana y la doctrina de
Jesucristo. Es la misma contradicción que existe entre Viganò y el
mutismo oficial de Bergoglio. Es la misma contradicción existente en
el caso del pederasta Zanchetta, entre lo que dice el Vaticano y lo
que se vio en la realidad.
La
verdad oficial es circunstancial y se ajusta a los intereses humanos;
la verdad real es la doctrina de Jesucristo que se ha transmitido por
tradición.
La
doctrina del relativismo es la que mejor se ajusta a la verdad
oficial, mientras que la doctrina de Jesucristo se ajusta a la
verdad de los apóstoles.
Si la
Iglesia contó siempre con una realidad objetiva enseñada por Tradición, ¿cómo se llega a la verdad revolucionaria? ¿Cómo se
llega a fabricar el becerro de oro?
Nada
nuevo en este desierto
Hemos
visto en las entradas anteriores, que los románticos hicieron del
hecho revolucionario, un fenómeno religioso, el cual llegó hasta lo
místico. Bergoglio y los pocos miembros ancianos que restan de la
generación perdida del 60 en Argentina, y sobretodo del 70, son
revolucionarios y en el caso específico de Bergoglio, además de
revolucionario se debe agregar que es peronista.
A este
respecto afirma Antoine de Meaux:
Hace
más de medio siglo, Tocqueville creía ya que la Revolución
presentaba un carácter religioso por los procedimientos que ella ha
empleado. Pero se detenía a medio camino y, siguiendo las ideas
entonces en vigor, la consideraba como puramente política en su
objeto y en sus resultados.
Se
podría muy bien presentar esta opinión al revés y sostener, por
tanto, que se trata de una Revolución de orden religioso que se
cumple y continúa cumpliéndose por procedimientos políticos. Pero
todavía es más exacto unir los dos puntos de vista: Revolución
política y Revolución religiosa, unidas la una a la otra, mezcladas
y formando un todo en el que los elementos no podían ser dispares.
En
la década del 60 se fue formando al calor del Vaticano II un
espíritu nuevo, se lo llamó el Espíritu del Concilio, fue el
espíritu hebreo que olvidaron a Moisés y pedían un becerro. Es el mismo espíritu al que invoca Bergoglio, al firmar un acuerdo con el Islam en el desierto de Arabia.
Primero
fue un espíritu de crítica donde la verdad se vació de contenido:
...ya
que no sabemos que ha sido de ese Moisés... (Ex. 32,1)
Luego
se pasó a la ironía y al escepticismo:
...ese
Moisés, ese hombre que nos ha sacado de la tierra de Egipto...(Ex.
32,1)
Todo
terminó en lo que muchos denunciaron, un espíritu de demolición. y
siempre se demuele para construir algo nuevo:
Haznos
un dios que vaya delante de nosotros. (Ex.
32,1)
Bergoglio
absorbió este espíritu, el cual lo hizo una personalidad, tal
cual la vemos hoy en sus enseñanzas. Sus críticas al católico
tradicional son el fruto acabado de los demoledores años del 70 de
esa inútil generación perdida.
Todo
esto trajo como consecuencia una nueva manera de razonar y otra
forma de concebir los problemas, y una nueva manera de hacer teología
y como consecuencia, una nueva forma de hacer la exégesis. Es el
becerro de oro que fue plasmando su forma.
De
este espíritu nace una pastoral y de esta pastoral la Teología de
la Liberación, hoy enseñada en ciertos seminarios de Argentina,
donde no sería extraño hallarnos con la adoración del becerro.
La
generación perdida de Argentina, era revolucionaria y siguiendo
una de las tesis revolucionarias de Agustín Cochin, el método
siempre precede a la doctrina, y luego pasa a engendrarla. Es la
tesis de Goethe, en el principio fue la acción.
Todo
nace de...
...la
experiencia informante y realizadora, la cual es la verdad que
se hace; en lugar de la que realmente es; el impulso creador
es lo que ha de hacerse sustituyendo a lo real...; la idea misma de
la verdad se desvanece...
La
Iglesia como voluntad general del episcopado
El
sistema actual aplicado en la Iglesia podría definirse como una
aristocracia episcopal de neto corte absolutista. Nada valen razones
de presbíteros o laicos, lo que el cuerpo aristocrático define en
sus conferencias, es palabra de Dios, y no admite obispos
discrepantes; o como lo dice Bergoglio, sus decisiones son la
sorpresa del Espíritu Santo. El episcopado es absoluto en sus
decisiones y no admite réplicas ni críticas y muchísimo menos
revelaciones personales que lo limiten.
En
este clericalismo, del cual Bergoglio es su más fiel Aarón, se
aplican en teoría las ideas de los pensadores del siglo de las
luces, quienes todavía añoran las cebollas de Egipto.
Francamente,
las cebollas revolucionarias ya nos hartaron.
Por
ello esta iglesia está embebida del espíritu del mundo, del cual es
su amigo, por lo cual podemos afirmar:
La
teoría de M. Durkheim está basada enteramente sobre una idea a
priori, resumida de esta forma por Cochin: el hecho primitivo es la
sociedad y no el individuo. La sociedad, primero; la doctrina, la
convicción, la moral, después.
Es
decir, primero está la Conferencia episcopal, a la que está sujeto
la doctrina y por último la moral le sirve de esclava. Es lo que
comprobamos luego de seis años de Revolución Vaticana. Es la
síntesis del nuevo becerro-paradigma.
El
novedoso becerro
Una
vez tomado el poder por la logia o el club secreto de San Galo,
comenzó a entrar en juego un nuevo concepto de verdad: El nuevo
becerro-paradigma.
Por
este becerro, la inmoralidad que surge de los prelados, no es un
problema de por sí individual, sino un error que nace en la
estructura de la iglesia mal ensamblada, que siempre es lo primero.
Por tal motivo, la pedofilia o todo abuso sexual con los
subordinados, es producto del clericalismo, el cual es un
error en la concepción de la estructura eclesial, tal como se cansa
de afirmar Bergoglio.
Este
fenómeno, explica que los revolucionarios no hagan nada para detener
este vicio detestable. Una inmoralidad no solo para los cristianos,
sino para el resto de los hombres. Si todo depende de la estructura,
¿qué se puede hacer con los depravados? Por tal motivo, Bergoglio
los trasplanta de una a otra estructura. Tal es el caso Zanchetta.
¿Depravado en Orán? Excomulgarlo sería una falta de misericordia,
hay que incluirlo de alguna manera. Entonces insertémoslo en el
Vaticano con un alto cargo, para que sienta la presión de la
estructura y deje de pecar. Esta lógica es lo que los críticos
sonámbulos, todavía no ven. El origen de esta concepción tiene que
buscarse en la presión de la eclesial voluntad general
como lo establece Rousseau.
Verdad
objetiva y verdad revolucionaria
Esta
es su diferencia:
Todas
las doctrinas realistas consideran la verdad como objetiva, como
relacionándola con un objeto exterior y que existe antes de la
especulación, que lo enseña. La Verdad así concebida es, como las
leyes de las que viene, inmutable: no podría variársela, estando
fijada por su existencia misma.
No
hay Verdad que haya pasado por un espíritu sin guardar su marca: la
persona ser real, domina la idea y queda dueña para no someterse en
último extremo más que al ser divino.»
Por lo
tanto...
...cuando
se trata de la Verdad religiosa, reclama de sus adeptos que les
entreguen su fe;
Los
discípulos de una misma religión son unidos entre sí por una
creencia común adoptada previa y personalmente por cada uno de
ellos, y esta creencia es la que sirve de base a su unión.
En
cambio la verdad revolucionaria es la que emana del método,
luego de pasar por el espíritu de crítica y luego de pasar por la
trituradora de la demolición.
La
iglesia orfebre
Estando
desprovista la Verdad de toda objetividad, se debe buscar el
taller para elaborarla. Traigan todo el oro posible, para fabricar
al nuevo dios. Estando el oro en el banco de trabajo, todo es
cuestión de darle forma. El trabajo del taller no es obtener
un objeto, sino una idea vacía de todo contenido real. Es el
nuevo becerro-paradigma.
Como
dice Antoine de Meaux:
Nos
encontramos ante el dominio de la «idea-palabra», idea vacía de
todo contenido real. Las verdades de que se trata se apoderan del
espíritu y métodos de exposición de las ciencias más claras para
llevarlas a conceptos donde las ciencias no tienen nada que hacer: a
la moral y a las actividades humanas.
Los
talleres
Son
las Conferencias Episcopales y sobretodo los sínodos de esta
Revolución Vaticana los talleres apropiados para elaborar el
trabajo. Algunos utópicos pedían el Vaticano III, Bergoglio
es más realista y no pierde ocasión para implantar esta nueva
verdad. Es la verdad de la Luna roja de sangre. Esta verdad no nace
de las Sagradas Escrituras, sino de la ciencia o mejor dicho, de las
hipótesis de la ciencia, como la encíclica Laudato sì. Como
podemos comprobar, no se origina en las Escrituras, por lo tanto no
hallamos teología.
Bergoglio
arremetió primero con las encíclicas, donde hallamos ciencia y
escasa teología. Su mérito como buen heresiarca, es llevar a la
estructura eclesial a leer ciencia y que esta saboree las cebollas de
Egipto como producto de su fe.
Luego
agregó los sínodos, que no son otra cosa que talleres
de elaboración, y donde a esta colección pseudocientífica
deben agregarse "Los amores de Leticia".
Con el
sínodo de la juventud, instituyó la sinodalidad, como taller
confirmado para elaborar este nuevo becerro-paradigma, que
obliga a la estructura eclesial para actuar en un mismo sentido.
Ahora
en febrero nos enfrentaremos a otro taller, compuesto por los
talleres de todo el mundo, las Conferencias Episcopales, donde
la moral estará sujeta a la estructura, no puede caber otro
resultado.
Ahora
bien,...
...las
doctrinas elaboradas de esa suerte no son objeto de convicción
personal, no exigen la fe, sino simplemente la adhesión de hecho, a
cuya adhesión los adeptos son llevados por presión recíproca en
virtud del lazo que los une (esto es la estructura eclesial). Su
ligazón a la verdad no es ni personal ni libre, es social y forzosa:
la unión entre adeptos (católicos) no resulta de una
convergencia hacia una misma idea, resulta de un “contrato”, que
obliga solidariamente.
Es
entonces donde vemos realizarse en qué consiste salir a misionar, no
es el concepto de los primeros años del cristianismo, donde se
llevaba la Palabra hasta los extremos del Orbe, ahora es otra cosa, y
vemos explicitado lo que se entiende por no hacer proselitismo:
El
pensamiento se ha socializado, y la difusión de este pensamiento no
tiene por fin llevar a la verdad un mayor número de almas, sino de
recoger para el movimiento social (llamado iglesia) un mayor
número de reclutas. Se trata de reclutar, no de convencer: de hacer
una propaganda, no de hacer un apostolado.
Ergo,
como lo enseña Bergoglio, en las misiones, se trata de efectuar un
servicio, no de hacer proselitismo.
La
base y el fundamento teórico de esta verdad como ya dijimos, es el
relativismo, puesto que la verdad dejó de ser real y objetiva, para
transformarse en irreal y subjetiva, no al individuo, el cual nada
importa, sino a la estructura eclesial, la cual dejó de ser una
custodia de la Fe y administradora de la Gracia para pasar a
convertirse en un nuevo pueblo que rinde culto a la obra de sus
manos, el nuevo becerro-paradigma de oro. Pero...
...la
verdad creada de esa suerte varía de una manera continua y no se
fija nunca.
Y como
se describe, esta verdad revolucionaria del Vaticano, es es una
verdad social, no ya la verdad de Jesucristo, y su fin es la nada:
Esta
verdad no estable, que se crea, ... progresa o desaparece...
Mientras
la Palabra del Padre creó el mundo de la nada, los
revolucionarios vaticanos proceden a la inversa: llevan lo
constituido por la Palabra generando el paradigma que conduce
a la nada.
Muy
poco trabajo costará destruir este nuevo becerro-paradigma,
pues si no progresa se destruye solo; peor aún, cuando se formula,
ya es viejo.