Calesita

miércoles, 6 de febrero de 2019

Revolución y Evangelio (IV)


En esta Revolución Vaticana, como en toda otra revolución, existen dos verdades: la Verdad que es el Padre eterno y la verdad gestada por los revolucionarios eclesiales. Como los hebreos en el desierto, una es la revelación dada por Dios a Moisés en el Sinaí, y otra la febril construcción del becerro por las manos de Aarón, donde Bergoglio es quien mejor lo representa.
Por su parte mirando los hechos, siempre existe una doble verdad: La verdad oficial, que es la que transmiten los revolucionarios y la verdad real que simplemente es. La verdad de los medios profesionales y la verdad que surge por la web.
Dentro de las estructuras humanas, la verdad oficial, es obra de los hombres; en cambio dentro de la Iglesia, la verdad real es Jesucristo mismo, enviado por el Padre para dar su Palabra de vida eterna a los hombres.
En esta crisis de la Iglesia, la verdad oficial, es la que transmiten Bergoglio y sus operadores revolucionarios. Hoy los que se despertaron constatan la contradicción entre Moisés y Aarón, entre la verdad oficial de la Revolución Vaticana y la doctrina de Jesucristo. Es la misma contradicción que existe entre Viganò y el mutismo oficial de Bergoglio. Es la misma contradicción existente en el caso del pederasta Zanchetta, entre lo que dice el Vaticano y lo que se vio en la realidad.
La verdad oficial es circunstancial y se ajusta a los intereses humanos; la verdad real es la doctrina de Jesucristo que se ha transmitido por tradición.
La doctrina del relativismo es la que mejor se ajusta a la verdad oficial, mientras que la doctrina de Jesucristo se ajusta a la verdad de los apóstoles.
Si la Iglesia contó siempre con una realidad objetiva enseñada por Tradición, ¿cómo se llega a la verdad revolucionaria? ¿Cómo se llega a fabricar el becerro de oro?
Nada nuevo en este desierto
Hemos visto en las entradas anteriores, que los románticos hicieron del hecho revolucionario, un fenómeno religioso, el cual llegó hasta lo místico. Bergoglio y los pocos miembros ancianos que restan de la generación perdida del 60 en Argentina, y sobretodo del 70, son revolucionarios y en el caso específico de Bergoglio, además de revolucionario se debe agregar que es peronista.
A este respecto afirma Antoine de Meaux:
Hace más de medio siglo, Tocqueville creía ya que la Revolución presentaba un carácter religioso por los procedimientos que ella ha empleado. Pero se detenía a medio camino y, siguiendo las ideas entonces en vigor, la consideraba como puramente política en su objeto y en sus resultados.
Se podría muy bien presentar esta opinión al revés y sostener, por tanto, que se trata de una Revolución de orden religioso que se cumple y continúa cumpliéndose por procedimientos políticos. Pero todavía es más exacto unir los dos puntos de vista: Revolución política y Revolución religiosa, unidas la una a la otra, mezcladas y formando un todo en el que los elementos no podían ser dispares. 1
En la década del 60 se fue formando al calor del Vaticano II un espíritu nuevo, se lo llamó el Espíritu del Concilio, fue el espíritu hebreo que olvidaron a Moisés y pedían un becerro. Es el mismo espíritu al que invoca Bergoglio, al firmar un acuerdo con el Islam en el desierto de Arabia.
Primero fue un espíritu de crítica donde la verdad se vació de contenido:
...ya que no sabemos que ha sido de ese Moisés... (Ex. 32,1)
Luego se pasó a la ironía y al escepticismo:
         ...ese Moisés, ese hombre que nos ha sacado de la tierra de Egipto...(Ex. 32,1)
Todo terminó en lo que muchos denunciaron, un espíritu de demolición. y siempre se demuele para construir algo nuevo:
Haznos un dios que vaya delante de nosotros. (Ex. 32,1)
Bergoglio absorbió este espíritu, el cual lo hizo una personalidad, tal cual la vemos hoy en sus enseñanzas. Sus críticas al católico tradicional son el fruto acabado de los demoledores años del 70 de esa inútil generación perdida.
Todo esto trajo como consecuencia una nueva manera de razonar y otra forma de concebir los problemas, y una nueva manera de hacer teología y como consecuencia, una nueva forma de hacer la exégesis. Es el becerro de oro que fue plasmando su forma.
De este espíritu nace una pastoral y de esta pastoral la Teología de la Liberación, hoy enseñada en ciertos seminarios de Argentina, donde no sería extraño hallarnos con la adoración del becerro.
La generación perdida de Argentina, era revolucionaria y siguiendo una de las tesis revolucionarias de Agustín Cochin, el método siempre precede a la doctrina, y luego pasa a engendrarla. Es la tesis de Goethe, en el principio fue la acción.
Todo nace de...
...la experiencia informante y realizadora, la cual es la verdad que se hace; en lugar de la que realmente es; el impulso creador es lo que ha de hacerse sustituyendo a lo real...; la idea misma de la verdad se desvanece...2
La Iglesia como voluntad general del episcopado
El sistema actual aplicado en la Iglesia podría definirse como una aristocracia episcopal de neto corte absolutista. Nada valen razones de presbíteros o laicos, lo que el cuerpo aristocrático define en sus conferencias, es palabra de Dios, y no admite obispos discrepantes; o como lo dice Bergoglio, sus decisiones son la sorpresa del Espíritu Santo. El episcopado es absoluto en sus decisiones y no admite réplicas ni críticas y muchísimo menos revelaciones personales que lo limiten.
En este clericalismo, del cual Bergoglio es su más fiel Aarón, se aplican en teoría las ideas de los pensadores del siglo de las luces, quienes todavía añoran las cebollas de Egipto.
Francamente, las cebollas revolucionarias ya nos hartaron.
Por ello esta iglesia está embebida del espíritu del mundo, del cual es su amigo, por lo cual podemos afirmar:
La teoría de M. Durkheim está basada enteramente sobre una idea a priori, resumida de esta forma por Cochin: el hecho primitivo es la sociedad y no el individuo. La sociedad, primero; la doctrina, la convicción, la moral, después. 3
Es decir, primero está la Conferencia episcopal, a la que está sujeto la doctrina y por último la moral le sirve de esclava. Es lo que comprobamos luego de seis años de Revolución Vaticana. Es la síntesis del nuevo becerro-paradigma.
El novedoso becerro
Una vez tomado el poder por la logia o el club secreto de San Galo, comenzó a entrar en juego un nuevo concepto de verdad: El nuevo becerro-paradigma.
Por este becerro, la inmoralidad que surge de los prelados, no es un problema de por sí individual, sino un error que nace en la estructura de la iglesia mal ensamblada, que siempre es lo primero. Por tal motivo, la pedofilia o todo abuso sexual con los subordinados, es producto del clericalismo, el cual es un error en la concepción de la estructura eclesial, tal como se cansa de afirmar Bergoglio.
Este fenómeno, explica que los revolucionarios no hagan nada para detener este vicio detestable. Una inmoralidad no solo para los cristianos, sino para el resto de los hombres. Si todo depende de la estructura, ¿qué se puede hacer con los depravados? Por tal motivo, Bergoglio los trasplanta de una a otra estructura. Tal es el caso Zanchetta. ¿Depravado en Orán? Excomulgarlo sería una falta de misericordia, hay que incluirlo de alguna manera. Entonces insertémoslo en el Vaticano con un alto cargo, para que sienta la presión de la estructura y deje de pecar. Esta lógica es lo que los críticos sonámbulos, todavía no ven. El origen de esta concepción tiene que buscarse en la presión de la eclesial voluntad general como lo establece Rousseau.
Verdad objetiva y verdad revolucionaria
Esta es su diferencia:
Todas las doctrinas realistas consideran la verdad como objetiva, como relacionándola con un objeto exterior y que existe antes de la especulación, que lo enseña. La Verdad así concebida es, como las leyes de las que viene, inmutable: no podría variársela, estando fijada por su existencia misma. 4
No hay Verdad que haya pasado por un espíritu sin guardar su marca: la persona ser real, domina la idea y queda dueña para no someterse en último extremo más que al ser divino.» 5
Por lo tanto...
...cuando se trata de la Verdad religiosa, reclama de sus adeptos que les entreguen su fe; 6
Los discípulos de una misma religión son unidos entre sí por una creencia común adoptada previa y personalmente por cada uno de ellos, y esta creencia es la que sirve de base a su unión.7
En cambio la verdad revolucionaria es la que emana del método, luego de pasar por el espíritu de crítica y luego de pasar por la trituradora de la demolición.
La iglesia orfebre
Estando desprovista la Verdad de toda objetividad, se debe buscar el taller para elaborarla. Traigan todo el oro posible, para fabricar al nuevo dios. Estando el oro en el banco de trabajo, todo es cuestión de darle forma. El trabajo del taller no es obtener un objeto, sino una idea vacía de todo contenido real. Es el nuevo becerro-paradigma.
Como dice Antoine de Meaux:
Nos encontramos ante el dominio de la «idea-palabra», idea vacía de todo contenido real. Las verdades de que se trata se apoderan del espíritu y métodos de exposición de las ciencias más claras para llevarlas a conceptos donde las ciencias no tienen nada que hacer: a la moral y a las actividades humanas. 8
Los talleres
Son las Conferencias Episcopales y sobretodo los sínodos de esta Revolución Vaticana los talleres apropiados para elaborar el trabajo. Algunos utópicos pedían el Vaticano III, Bergoglio es más realista y no pierde ocasión para implantar esta nueva verdad. Es la verdad de la Luna roja de sangre. Esta verdad no nace de las Sagradas Escrituras, sino de la ciencia o mejor dicho, de las hipótesis de la ciencia, como la encíclica Laudato sì. Como podemos comprobar, no se origina en las Escrituras, por lo tanto no hallamos teología.
Bergoglio arremetió primero con las encíclicas, donde hallamos ciencia y escasa teología. Su mérito como buen heresiarca, es llevar a la estructura eclesial a leer ciencia y que esta saboree las cebollas de Egipto como producto de su fe.
Luego agregó los sínodos, que no son otra cosa que talleres de elaboración, y donde a esta colección pseudocientífica deben agregarse "Los amores de Leticia".
Con el sínodo de la juventud, instituyó la sinodalidad, como taller confirmado para elaborar este nuevo becerro-paradigma, que obliga a la estructura eclesial para actuar en un mismo sentido.
Ahora en febrero nos enfrentaremos a otro taller, compuesto por los talleres de todo el mundo, las Conferencias Episcopales, donde la moral estará sujeta a la estructura, no puede caber otro resultado.
Ahora bien,...
...las doctrinas elaboradas de esa suerte no son objeto de convicción personal, no exigen la fe, sino simplemente la adhesión de hecho, a cuya adhesión los adeptos son llevados por presión recíproca en virtud del lazo que los une (esto es la estructura eclesial). Su ligazón a la verdad no es ni personal ni libre, es social y forzosa: la unión entre adeptos (católicos) no resulta de una convergencia hacia una misma idea, resulta de un “contrato”, que obliga solidariamente. 9
Es entonces donde vemos realizarse en qué consiste salir a misionar, no es el concepto de los primeros años del cristianismo, donde se llevaba la Palabra hasta los extremos del Orbe, ahora es otra cosa, y vemos explicitado lo que se entiende por no hacer proselitismo:
El pensamiento se ha socializado, y la difusión de este pensamiento no tiene por fin llevar a la verdad un mayor número de almas, sino de recoger para el movimiento social (llamado iglesia) un mayor número de reclutas. Se trata de reclutar, no de convencer: de hacer una propaganda, no de hacer un apostolado. 10
Ergo, como lo enseña Bergoglio, en las misiones, se trata de efectuar un servicio, no de hacer proselitismo.
La base y el fundamento teórico de esta verdad como ya dijimos, es el relativismo, puesto que la verdad dejó de ser real y objetiva, para transformarse en irreal y subjetiva, no al individuo, el cual nada importa, sino a la estructura eclesial, la cual dejó de ser una custodia de la Fe y administradora de la Gracia para pasar a convertirse en un nuevo pueblo que rinde culto a la obra de sus manos, el nuevo becerro-paradigma de oro. Pero...
...la verdad creada de esa suerte varía de una manera continua y no se fija nunca. 11
Y como se describe, esta verdad revolucionaria del Vaticano, es es una verdad social, no ya la verdad de Jesucristo, y su fin es la nada:
Esta verdad no estable, que se crea, ... progresa o desaparece...12
Mientras la Palabra del Padre creó el mundo de la nada, los revolucionarios vaticanos proceden a la inversa: llevan lo constituido por la Palabra generando el paradigma que conduce a la nada.
Muy poco trabajo costará destruir este nuevo becerro-paradigma, pues si no progresa se destruye solo; peor aún, cuando se formula, ya es viejo.


1 Antoine de Meaux. Génesis de las Revoluciones. Cap.V. Pág, 92.
2 Ibídem. Cap.V. Pág, 88.
3 Ibídem. Cap.V. Pág, 100.
4 Ibídem. Pág. 107.
5 Ibídem. Pág. 107.
6 Ibídem. Pág. 108.
7 Ibídem. Pág. 108.
8 Ibídem. Pág. 110 y 111.
9 Ibídem. Pág. 111 y 112.
10 Ibídem. Pág. 112.
11 Ibídem. Pág. 112.
12 Ibídem. Pág. 114.

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