Calesita

jueves, 21 de febrero de 2019

Siguen los sofismas

No es fácil ser sofista, para esto se requiere práctica y tiempo, y Bergoglio la tiene. Como ya dijimos el sofisma se parece a la verdad, pero es mentira. El sofisma de la serpiente engañó a la Mujer, que comió en el Edén del fruto de la muerte. Los sofismas de Bergoglio engañan a los durmientes de este edén y comen de esta vieja serpiente.
¿Cuál es el nuevo sofisma? Lo relata la oficina de prensa en las palabras que Bergoglio dio a los participantes en la peregrinación de la arquidiócesis de Benevento, con motivo del centenario de la aparición de los estigmas permanentes de San Pío, y del cincuenta aniversario de su muerte. Dice Bergoglio a los peregrinos:
...Padre Pío. Se distinguió por la firme fe en Dios, la firme esperanza en las realidades celestiales, la generosa dedicación a la gente, la fidelidad a la Iglesia, que siempre amó con todos sus problemas y sus adversidades. Me detengo un poco en esto.
Amó a la Iglesia, con tantos problemas que tiene la Iglesia, con tantas adversidades, con tantos pecadores. Porque la Iglesia es santa, es esposa de Cristo, pero nosotros, los hijos de la Iglesia, somos todos pecadores, ¡y algunos grandes! – pero él amaba a la Iglesia tal y como era, no la destruyó con la lengua, como está de moda hacerlo ahora. ¡No! El ama. El que ama a la Iglesia sabe perdonar, porque sabe que él mismo es un pecador y necesita el perdón de Dios.
Y yo también "me detengo un poco en esto". Afirma la dialéctica de Bergoglio en su tercer principio, que la realidad es superior a la idea.
Por lo tanto, la realidad de la Iglesia del Santo Padre Pío, era muy distinta a la crisis de la Iglesia presente, en la cual nos metió este inútil jesuita, siempre incapaz para resolver los problemas que se le plantean.
Tanto aquella, como esta son dos realidades distintas, por lo tanto el juez Bergoglio, no puede juzgar a los críticos de hoy que le señalan sus garrafales errores, amparándose en la Iglesia de hace más de medio siglo.
Los papas de la iglesia del Padre Pío no dividían, no insultaban los católicos, no aportaban confusión entre los creyentes, no mentían, no ocultaban hechos, no decían una cosa para hacer lo opuesto, no ensalzaban los corruptos en altos cargos...
¿Y quién le dijo a este jesuita ignorante que el Padre Pío no criticaba por amor, la Iglesia de su tiempo? Sus ironías al Vaticano II, su voluntad de no doblegarse a los cambios litúrgicos de su tiempo dicen todo lo contrario.
Ignorancia y realidad, dos componentes que Bergoglio pasa por alto, pues para él, somos los tontos de esta iglesia.
Sigue el maestro sofista:
..., porque el Señor quiere arreglar bien las cosas pero siempre con el perdón: no podemos vivir una vida entera acusando, acusando, acusando a la Iglesia.
Nuevamente... "me detengo un poco en esto".
Bergoglio se pone en el único intérprete de Jesucristo. No existen otros intérpretes. El absolutismo de Bergoglio dicta que él es la Iglesia; el resto no somos Iglesia, vaya a uno a saber lo que somos.
Que el perdón es necesario, nadie lo discute. Pero para que haya perdón debe existir arrepentimiento, confesar el pecado y hacer penitencia. Si este pecado es público, se debe pedir perdón en público y hacer penitencia pública. Si el pecador no se arrepiente debe ser anatema.
Los anatemas de Bergoglio solo existen con aquellos que celebran la Misa en latín.
Hoy la realidad de esta revolución vaticana afirma con claridad que quien quiere ocupar altos cargos, debe ser homosexual o no atacar esta red de pederastas. Lo dicen sus asensos a los altos cargos de la Iglesia, como Cupich, Farrell, Coccopalmerio, Parolin, Paglia, Forte, etc., etc.
Sigue nuestro ilustre sofista:
¿El oficio de acusador de quién es? ¿Quién es el que la Biblia llama el gran acusador? ¡El diablo! Y aquellos que se pasan la vida acusando, acusando, acusando, son: no diré hijos, porque el diablo no tiene ninguno, sino amigos, primos y familiares del diablo. Y no, esto no va, debemos señalar los defectos que corregir, pero en el momento en que se señalan los defectos, se denuncian los defectos, se ama a la Iglesia.
Otra vez... "me detengo un poco en esto".
Lógicamente, existe el gran acusador, Mons. Viganò, que es lo que al pobre jesuita le revuelve las tripas, debiendo hacer silencio porque no tiene una realidad para responder, por tal motivo lo llama demonio, pues es su odio contenido desde el fondo de su estómago, que no puede vomitar libremente. Da pena ver sangrar al jesuita por esta herida.
Por otro lado, una cosa es acusar, otra cosa pedir. Yo no acuso, pido. ¿Y qué pido? Que toda la red de corruptos homosexuales sea anatema y no que ascienda a los altos cargos. Como dice san Pablo, entregar todos estos cuerpos putrefactos al demonio, para que puedan salvar el alma.
Y sumamos otro sofisma:
Sin amor, eso es del diablo.
Y... "me detengo un poco en esto".
El amor no es caricia, y muchas veces debe ser corrección, advertencia y en casos de impenitencia manifiesta, anatema. El anatema, es amor.
El diablo no corrige, no advierte, no practica el anatema, como hace Bergoglio, su hijo.
Y vayamos al último sofisma:
Ambas cosas tenía San Padre Pío, amaba a la Iglesia con todos sus problemas y sus adversidades, con los pecados de sus hijos.
Y por último... "me detengo un poco en esto".
El Santo Padre Pío no amaba los pecados de sus hijos, sofisma puro “a lo Bergoglio”.
Ahora pregúntense por qué Bergoglio vacía las plazas y las iglesias, a tal punto que al ver estos concurrentes exclama sorprendido:
¡Buenos días! ¡Sois tantos los que habéis venido, parece una canonización!
¡Pobre jesuita! Ya no ve las multitudes de sus inicios. ¿Por qué será? ¿Esto también es del demonio?
Yo le propongo una solución a este peronista. Haga como su amigo Fidel Castro, obligue a los fieles a concurrir, y así podrá llenar a plaza y la basílica para decir:
¡Buenos días!



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