Toda
historia llevada al cine, deja de ser historia, para transformarse en
lo que es, un relato cinematográfico. Este relato, protagonizado por
Jennifer Jones y dirigido por Henry King, sigue la novela de Franz
Werfel.
Franz
Werfel era un judío del
imperio austro-húngaro. Obligado a huir, pasó a Francia y luego
emigra hacia los Estados Unidos.
Estando
en Francia, visitó el santuario de Lourdes. Allí
fue muy bien recibido por las hermanas que atendían dicho lugar,
motivo por el cual, prometió escribir esta novela; hecho este, que
puede dejar muchas enseñanzas a los locos antisemitas, pues más se
gana con la caridad que con el odio.
Con un
novelista de oficio, como Franz Werfel, la película posee una
excelente base para el libreto, lo cual es fundamental para todo
relato de este género.
Henry
King, pertenece a la generación dorada de los directores de
cine, junto con Frank Capra, King Vidor, Michel Curtiz y John Ford...
Por este trabajo obtuvo el premio que no le dieron en su país: El
Globo de Oro.
¿Cómo
un relato de neto corte católico, puede ser tan premiado, más allá
de los aciertos artísticos del film? Esta es la pregunta que
muchos se harán. Y la respuesta la hallamos al inicio de la
narración, donde se presentan dos opciones escritas sobre una tabla
que nos recuerda las tabla de la Ley de Moisés, la cual está sobre
un altar y con dos candeleros encendidos. En una dice: "Para
aquellos que creen en Dios, ninguna explicación es necesaria."
Y en la segunda se lee: "Para aquellos que no creen en Dios,
ninguna explicación les bastará."
A
partir de estas escenas, el autor ha fijado la tesis del relato. Todo
el desarrollo será una dialéctica entre las dos opciones.
Bernadette encarnará la primera, y a lo largo del film, a todos los
que siguen la segunda opción, los irá poniendo de rodillas,
comenzando con su familia, las autoridades locales, y el cura del
Lourdes. El obispo elevará el combate
haciendo que se enfrenten La Virgen con el emperador francés
Napoleón III. Luego proseguirá la hermana Marie Thérèse
que la acosó por envidia
durante toda su vida. El último en caer de rodillas, es el genio de
esta concepción positivista y atea, encarnada por el fiscal imperial
de Lourdes, Vital Dutour, quien será representado nada menos que por
Vincent Price. No es menos genial, la escena que lo muestra sentado
en lo alto de una escala de madera leyendo un libro en una biblioteca
y legislando desde la cima.
Con
esta tesis el relato adquiere dos cosas:
1.
Logra darle unidad a una serie de acciones narradas por la
historia de Bernadette.
2.
Enfrenta la Fe, con el positivismo científico del Siglo XIX. Con
este planteo, el caso Bernadette pasa a ser una anécdota más. Este
enfrentamiento es crucial para el protestantismo, sobretodo en
aquellas sectas que nos hablan de la inerrancia de la Biblia. Es
decir, la Biblia no tiene errores ni de historia, ni de goegrafía,
ni de otra ciencia. Esta afirmación hace que los protestantes deban
salir al cruce de todas las objeciones que con justa razón se les
hacen. Por ello, el caso Bernadette, pasa a ser en un país de
mayoría protestante y donde no existen guerras de religiones, un
relato propio por el tema que trata.
El
autor defiende la tesis del relato, colocándose de parte de la Fe en
un tono que va más allá del tema católico, y tiene el camino
abierto, tanto para el judío como para el protestante. Aquí está
el secreto de su éxito.
El
deán de Lourdes, cerrando la película, volverá a refrendar la
tesis del inicio, afirmando, que esta dialéctica es permanente.
El
clímax del relato llega en la concepción del místico. El deán
defiende a Bernadette hasta el hecho figurado de poner el pecho a las
balas; es decir, defiende la mística. Por su parte, la medicina y el
ateísmo ven la mística como una locura, de allí que Bernadette,
tildada de demente, se libra providencialmente por el deán, de ser
encerrada en un manicomio.
El
problema teológico lo representa el deán. Su racionalismo
tomista le impide entender la declaración de la Virgen: Yo soy la
Inmaculada Concepción. El deán distingue entre persona y
suceso, por lo tanto, según su raciocinio, la persona de la Virgen,
no puede ser el suceso de la Inmaculada Concepción, no percatándose
que el Mensaje Mariano, o el correo del que nos ridiculiza
Bergoglio, afirma indirectamente que es un caso único, de allí su
personalización.
No
queda la Iglesia muy bien parada en el relato.
Si bien defiende los hechos místicos pasados, no se inmiscuye en los
presentes. El obispo actúa no solo de juez, sino de sutil
especulador y como verdugo de guantes blancos. De este modo
psíquicamente se tortura a Bernadette para que se desdiga de sus
afirmaciones, debiendo acudir ya postrada en su última enfermedad,
ante las inhumanas requisitorias de la autoridad eclesial. Es
interesante constatar, que en otras versiones de este relato, se
presenta la requisitoria del obispo, en un clima de cordial amistad.
Presentada
así esta historia, entendemos que la haya escsrito un judío y se lo
agradecemos, como entendemos a todos los protestantes que
pusieron manos a la obra, y también se lo agradecemos. Un católico,
nunca haría un relato tan descarnado.
Por
mi parte, rescato el tema, aquel que impulsa al místico, al profeta,
a remar siempre contra la corriente, sobretodo en estos tiempos,
donde nuestras altas autoridades, parecen haber pactado con el mundo
circundante.
Este
relato fílmico de 1943, tiene varios aciertos artísticos:
1.
La protagonista Jennifer Jones logra encarnar muy bien a Bernadette
Soubirous, quien fue premiada con el Oscar a la mejor actriz.
2.
La fotografía en blanco y negro lograda por Arthur Miller, logró
otro premio ese año.
3.
También fue premiada la decoración.
4.
Por su parte, compitió en otras ocho nominaciones para lograr el
premio:
a.
Mejor película
b.
Mejor director: Henry King
c.
Mejor actor de reparto: Charles Bickford, en el papel del deán.
d.
Mejor actriz de reparto: Anne Revere, como la madre de Bernadette:
Louis Soubirous.
e.
Mejor actriz de reparto: Gladys Cooper, en el papel de Soeur Marie
Thérèse Vauzous.
f.
Mejor guion adaptado: George Seaton
g.
Mejor sonido: E. H. Hansen
h
Mejor montaje: Barbara McLean
Significa
todo esto, que estamos ante una joya del cine, muy distinta a los
bodrios, que hoy nos proponen.
Por
último, esta película es un excelente espejo. Pero un espejo
peculiar, pues se pueden espejar en una cara los racionalistas
modernistas, seguidores del Novus Ordo, donde toda mal llamada
aparición es una mundanidad, como lo predicó Bergoglio desde Santa
Marta, sin vergüenza de ningún tipo. En la cara posterior, también
funciona el espejo, y allí se pueden espejar todos los racionalistas
seguidores del Rito Tridentino, que hablan de aparicionismo,
como de un fenómeno vulgar y de bajo fondo. Es curioso, como estas
dos posiciones en el catolicismo actual coinciden, a pesar de sus
muchas diferencias y siempre se los ve apoyándose mutuamente,
siempre y cuando vayan contra toda nueva mística mariana.
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