Karl Marx (1818-1883), nace en un estado prusiano.
Estudió en la universidad de Bonn. Dentro de sus andanzas juveniles, fue condenado por embriaguez y alboroto. Tenía alma de poeta, por ello se unió a un círculo de vates. En Berlín estudia derecho. Allí se adhiere a la izquierda hegeliana. En Jena, recibe el doctorado de filosofía. Su tesis fue sobre la Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro. Regresando a Bonn, nuestro vate, publicó dos poemas.
Se inicia en Colonia con el periodismo, pero al sufrir la censura, se muda a París en 1843.
En 1845 escribió con Engels La Sagrada Familia. Es una referencia sarcástica a los hermanos Bauer (Bruno y Edgar) y sus partidarios, entre los hegelianos que habían intentado una renovación “crítica” del cristianismo.
Si repasamos nuestra historia vemos que Kant nos trajo el invento de la Kritic.
Herder nos proporcionó la Metacrítica de la Crítica o Metakritik zur Kritik .
Gracias a Marx y Engels tenemos ahora la Crítica de la crítica Crítica. Kritik der kritischen Kritik. A los teutones les falta la imaginación de los franceses. Cuando el editor de este libro los apuró para imaginar otro título, la llamaron La Sagrada Familia.
Como nosotros tampoco tenemos mucha imaginación (menos aún que los teutones), haremos ahora la Metarítica de la crítica-crítica, Crítica. Y como me apuran para que imagine algo, la llamaré La Secta rabínica de Epicuro.
El Mesías prometido, ya había venido a este mundo, se llamó Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Ahora, después de ayunar en las tabernas, era cuestión de ir al pueblo esclavizado en el país del nuevo Egipto, el cual trabaja los ladrillos de la nueva Kultur, bajo la tutela de los capataces capitalistas, comandado por el faraón absolutista de turno. Este nuevo pueblo elegido, se llama proletariado. Ahora se requiere otro Moisés y Aarón, para sacarlo de la esclavitud y llevarlo por el desierto, a una nueva tierra prometida. A saber, la sociedad sin clases ni capitalistas, ni faraones.
Con esta concepción Marx, se sintió un nuevo Moisés. Las vueltas de la vida hace que se encuentre con el “Aarón”, Friedrich Engels. Así nuestro nuevo “Moisés”, luego de un riguroso ayuno de “cuarenta días” en las tabernas, entregó a Engels las nuevas tablas de la ley: El Manifiesto del Partido Comunista.
El largo camino por el desierto, será duro, cruzarán la Historia con hambre y sed, hasta vislumbrar la revolución detrás del nuevo Río Jordán. Después de un mítico “cuarenta años” de luchas de clases, entrarán por fin en la nueva Tierra Prometida, para arrasar de cuajo a los idólatras cananeos capitalistas.
Como hacemos Metacrítica de la crítica-crítica, Crítica, no podemos dejar de constatar, que las categorías kantianas están presentes en el subconsciente de Marx, (y ahora apelamos al análisis “subliminal" del "rabino” Freud).
Pero no solo las categorías kantianas están presentes, sino también la genealogía, tan cara para un pueblo elegido que se precia de raza profética.
Los abuelos del “Moisés” Marx, tanto paternos como maternos, eran rabinos. Su padre, un marrano luterano. Nada más puro para su raza de tez cobriza, al que apodaron “El Moro”.
No solo se debe ser rabino, sino también parecerlo. Por consiguiente “El Moro” se dejó crecer barba y cabello, sin pasar por el peluquero.
En una fotografía de 1875 lo vemos con la típica pose de masón. A nuestro Moisés, no le falta sino escribir la Torá. Obra que se impuso a sí mismo y dio como resultado el famoso mamotreto del Capital, al que ni Fidel Castro pudo concluir de leer.
Mientras tanto ¿qué hacía el “Aarón” Engels?
Su familia se trasladó a Manchester donde puso una hilatura de algodón con socios holandeses. Luego de una serie de escaramuzas revolucionarias, por este feroz desierto de Francia, Suiza y Alemania, Engels se estableció como industrial de Manchester, participando de las cacerías de los capataces capitalistas y solventando la miseria de Marx. Son, lo que los comunistas llaman: “Las contradicciones del sistema.” Tesis para ocultar las propias incoherencias. En suma, el “Aarón” Engels terminó abrazado a su “becerro de oro”, no sin antes publicar todos los escritos del “Moisés” Marx.
Si para los románticos vivíamos en la era de un nuevo Anfang, para el “Moisés” Marx no hacíamos sino cruzar el desierto, y desde la cima del monte Nebo, él había visto ya la Tierra Prometida. Por lo tanto, desde las “sinagogas” del Partido Comunista, se proclamaba un Ende der Geschichte o un final para la Historia.
Esta es una Historia determinada por las clases sociales, pero el proletariado, solo puede triunfar cuando llegue a este final de la Historia, no antes. Es lo que razona Serguei Kovaliov, al hablar de la derrota de Espartaco en Roma:
Marx. ha dicho de él: "Espartaco figura aquí (en Apiano) como el tipo más extraordinario que nos muestre toda la historia antigua. Gran general (no un Garibaldi), carácter noble, verdadero representante del antiguo proletariado" La tragedia de Espartaco, como sucede con otros muchos personajes históricos, es haber precedido los tiempos en algunos siglos.
En otras palabras, Espartaco haga lo que haga, estaba determinado de antemano por la Historia a fracasar en su rebelión. ¿Cómo podía triunfar, si aún no había llegado la era del capitalismo? Es el Ende der Geschichte contrapuesto al Anfang.
Si para los románticos se le daba vigencia al espíritu, sea de la clase que sea, para “La Sinagoga de Epicuro”, todo era materia. Estamos dentro del idealismo absoluto, por lo tanto entre materia e idea, o entre materia y espíritu, no se puede dar ninguna diferencia substancial.
Acontece que nuestro “Moisés”, también fue profeta. Su profecía más rutilante fue proclamar el triunfo comunista en Alemania. En fin, se equivocó por 360 km. No fue gran cosa.
La sinagoga de Epicuro, solo podía tener un final histórico, la implosión evolutiva de finales del siglo XX. Es que toda evolución, ya sea de la materia como la del espíritu germánico termina implosionando.
***
La tentación de entrar en la Sinagoga de Epicuro, fue muy grande dentro de los jerarcas eclesiales. De ella nos habla la Teología de la Liberación. Por ello no nos puede extrañar que tanto Bergoglio como sus actuales seguidores pertenezcan a esta secta romántica. Como hemos visto, tiene un substrato religioso, pero es una secta fundamentalmente idealista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario