Calesita

lunes, 3 de noviembre de 2025

El Despertar de fuego y sulfuro

 

El tema de las obras en la fe, ¿acaso era relevante para la Reforma? ¿Cómo la reforma no se detenía en desarrollar o subsanar la contradicción de la sola fides? Siendo Lutero un iluminado, pensaron que no se podía equivocar. De hecho lo trataron como un papa inerrante. Es entonces cuando se levantó el pietismo en la Deutschland para curar esta gruesa falla, caso contrario, la reforma se diluía en una fe vacua, pues la fe sin obras está muerta (Cfr. Sant. 2,14).

Mientras el pietismo trataba de solucionar este vacío reformista dentro de la “súper religión”, el metodismo lo hacía en la Albión. ¿Pero qué sucedía en las colonias de habla inglesa? El problema era siempre el mismo, se debía excitar a los fieles y el método empleado en el norte de América, inicialmente fue otro, distinto al pietismo y al metodismo. Se lo llamó la oratoria de "fire and brimstone", la oratoria de fuego y sulfuro.

Jonathan Edwards (1703-1758), fue quien desarrolló este estilo de Awakening oratorio. Era un pastor congregacional, asociado con su defensa a la teología calvinista y al patrimonio puritano, contra todo lo que podría tener olor a catolicismo. Este predicador, nacido en Colonia de Connecticut ingresó en la Universidad de Yale y estudió teología, en New Haven.

Un hermoso ejemplo de su oratoria la hallamos en su más famoso sermón, que nos llegó por escrito. Se trata de Sinners in the Hands of an Angry God (Pecadores en las manos de un Dios airado). El historiador literario J. A. Leo Lemay lo tildó como...

"...el sermón imprecatorio más eficaz de la literatura estadounidense".

Algunos opinan que es el sermón más famoso de dicha nación. Edwards lo hizo en su congregación de Northampton en junio de 1741. En esos años, los líderes metodistas predicaban por la Albión al aire libre. El único contacto con el metodismo, Edwards lo tendrá con George Whitefield. Entre calvinistas, todo era más sencillo.

Pensaba Edwards que se debía predicar el terror cuando era necesario. Es lo que hace en dicha pieza oratoria, que analizaremos someramente.

El exordio lo hace con una frase del Deuteronomio (32,35):

Su pie resbalará a su debido tiempo.

Del mismo saca sus conclusiones sobre el pueblo hebreo:

1. Que siempre estuvieron expuestos a la destrucción...

2. Implica que siempre estuvieron expuestos a una destrucción repentina e inesperada...

3. Otra cosa implícita es que son propensos a caer por sí mismos , sin ser derribados por la mano de otro. Así como quien se para o camina sobre terreno resbaladizo, solo necesita su propio peso para derribarse...

4. Que la razón por la que no han caído ya, ni caen ahora, es simplemente que el tiempo señalado por Dios aún no ha llegado...

Este pasaje dedicado a los hebreos, lo aplica a sus oyentes, exaltando los terrores infernales con más de veinte metáforas.

Afirma que...

...No hay nada que mantenga a los hombres malvados, en un momento dado, fuera del infierno, sino el mero placer de Dios.

¿A qué se refiere con este “placer divino”, de un Dios que puede interpretarse por sádico. Lo dice él mismo:

Por "el mero placer de Dios" me refiero a su placer soberano, su voluntad arbitraria, no restringida por ninguna obligación, no obstaculizada por ninguna clase de dificultad, como tampoco si nada más que la mera voluntad de Dios tuviera en el más mínimo grado, o en cualquier aspecto, alguna participación en la preservación de los hombres malvados en un momento.

El efecto de este tipo de oratoria, lo hallamos escrito en un diario de Stephen Williams, de la cercana Longmeadow, quien registró en su diario que, ...

...ese día fuimos a “Enf d” , donde nos encontramos con el querido Sr. E- de “NH”, quien predicó un sermón muy alentador con esas palabras Deut. (32.35) y antes de que el sermón terminara, hubo un gran gemido y clamor por toda la mansión: ―¿qué debo hacer para ser salvo?

oh, me voy al infierno ― oh, ¿qué debo hacer por Cristo, etc. ― así que el ministro se vio obligado a desistir; los gritos y llantos eran desgarradores y asombrosos.

En esto consistía el Great Awakening (el Gran Despertar) Se debía aterrorizar para buscar la conversión de los presentes. Algo propio de un buen calvinista.

Sin embargo, cuando pasa a describir la ira divina, llega hasta contradecirse con su exordio. Si allí hablaba que se caía por su propio peso, entonces no es el Dios airado que lo arroja a los suplicios eternos, sino el camino que él mismo se gestó.

En su epílogo dice:

Ahora, sin duda, como en los días de Juan el Bautista, el hacha está puesta de manera extraordinaria a la raíz de los árboles, para que todo árbol que no dé buen fruto sea cortado y arrojado al fuego. Por tanto, que todos los que están fuera de Cristo despierten y huyan de la ira venidera. La ira del Dios Todopoderoso se cierne sin duda sobre gran parte de esta congregación: ¡Huyan todos de Sodoma! ¡Apresúrense y escapen por sus vidas! No miren atrás; huyan a la montaña, no sea que sean consumidos (Génesis 19:17).

¿Es esto catolicismo?

Casi cien años antes, en Francia una humilde monja recibió las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesucristo, quien le dijo:

He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y en cambio, de la mayor parte de los hombres, no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este Sacramento de Amor”.

En toda la pieza de Edwards, el amor divino, que es su misma vida, no tiene fundamento en su desarrollo. ¡Qué lejos estaban los calvinistas de la doctrina católica! Todo se muestra como una Reforma basada en el terror, no en el amor.

La teología expuesta por Edwards es endeble. Para la concepción realmente cristiana, Dios crea al género humano con una finalidad, donarse a sí mismo. Dios es Luz infinita y como Luz, puede ser fuego si el espíritu del hombre no se ha moldeado con las obras. Por lo tanto, cuando Dios se done en la eternidad, algunos recibirán gloria y otros fuego. Recibirán lo que se moldearon y ganaron. Como lo expone el exordio.

Esta verborragia de fuego y azufre fue útil por un tiempo para el Awakening, pero cuando el terror pasó, todo volvió a la normalidad. Edwards fue un fracaso. Su predicación perdió popularidad. Su Awakening no contó con la aprobación de los líderes ortodoxos de dicha iglesia. Finalmente, en una reunión en la ciudad, se decidió que Edwards no debería ser admitido para ocupar una plaza en el púlpito de Northampton. Acto seguido se dedicó a defender los derechos de los nativos, atacando a los blancos que los usaban para sus intereses.

Aparecen las obras

En su famoso Awakening, la prueba de la conversión efectuada se daba por una modificación en las obras que indican una buena conducta. Sus seguidores pasaron a ser conocidos como los pastores calvinistas de la Nueva Luz.

Y para un buen detalle final, su nombre figura en el Calendario de Santos Luteranos.


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