El
bergoglianismo como herejía nace del sepulto romanticismo de
Martini, quien vivía doscientos
años atrasado. Deben
ser el influjo de las ojivas góticas de la catedral de Milán que
retrasaron a este ilustre jesuita de vanguardia.
Que
el romanticismo ha muerto hacia fines del siglo XIX, es lo que se
enseña en la crítica literaria moderna; pero otra cosa es el
romanticismo religioso de los neomodernos, pues para ellos no se ha
desintegrado, sino que como Martini y Bergoglio sigue vivo, es decir,
estos románticos viven atrasados unos doscientos años.
Es
el romanticismo una reacción contra el iluminismo francés, nace
en Alemania y es originalmente de cuño protestante, por ello es un
movimiento altamente subjetivo, y como reacción a la diosa Razón,
altamente sentimental.
El
romántico no se ata a nada, es aventurero e indisciplinado y por
ende elabora sus propias leyes. Su sentimiento es su fuente divina,
más allá de toda lógica. Lo hallamos tanto en la literatura como
en la vida política. Mejor aún, son poetas o sentimentales
políticos, Göethe, Schiller, Lord Byron y hasta el mismo Garibaldi.
Para
demostrar esta afirmación de la existencia póstuma del herético
romanticismo católico, basta con leer algunos pensamientos de
ciertos jerarcas eclesiásticos. El título de algunos de los libros del Cardenal Martini nos parecen transportar a la vieja era romántica: Hablad con el
corazón, El sol interior, Las alas de la libertad, El jardín
interior...; pero veamos que escribió en su libro-testamento este
postromántico, cardenal de Milán:
Tengo
la esperanza de que, tarde o temprano, todos sean redimidos. Soy un
gran optimista ... Mi esperanza que Dios nos reúna a todos y que sea
misericordioso, llegó a ser siempre más fuerte ... Por otro lado,
es natural, no me puedo imaginar cómo Hitler o un asesino que ha
abusado de niños pueden estar cerca de Dios. Es más fácil para mí
pensar que personas de esta índole sean simplemente aniquiladas.
1.
Mostremos las frases de neto corte romántico y subjetivo:
a.
Tengo la esperanza...
b. Soy
un gran optimista …
c. Mi
esperanza..., llegó a ser siempre más fuerte ...
d.
...no me puedo imaginar cómo...
e. Es
más fácil para mí pensar...
Tengo...,
soy..., mi esperanza..., no me puedo imaginar..., es... para mí
pensar...
2.
Todo gira sobre su mundo subjetivo, no existe objetividad de
ninguna índole: Yo..., yo... y siempre su yo, el cual dicta las
normas de la escatología contra toda objetividad posible.
3.
Observemos sus términos que nos llevan al sentimiento:
Esperanza, optimismo, imaginación, facilidad. Nada es lógico.
Nada es pensamiento.
4.
Su pensamiento no nace de la lógica de la inteligencia, sino de
la lógica de la facilidad de la imaginación.
5.
Si su pensamiento no nace de la lógica, tampoco nace de lo objetivo,
por eso no hallamos Fe, sino creencias personales y heréticas.
Afirmaba
Jesucristo que su doctrina no era de él, sino del Padre que lo
envió (Cfr. Juan 7,16). Jesucristo no era un romántico, ni un
subjetivo, ni un sentimental, ni un imaginativo como Martini.
Este
fallecido jesuita de vanguardia y gran adversario de Juan Pablo II,
no recita credo de ninguna especie, sino que su yo íntimo moldea
un evangelio romántico con mucho olor a naftalina.
Estos
que siempre fueron adversarios a todos los fenómenos místicos, como
de costumbre terminan siempre generando nuevos evangelios. Esta es la
razón última de su furiosa anti-mística, la cual les impide
inventar a imagen y semejanza de su sentimiento o de su imaginación.
Esto es así, pues la mística auténtica, nace de lo objetivo, no de
lo subjetivo.
El
romanticismo nace del germano Sturm und Drang, siempre de cuño
protestante, y puede leerse como ímpetu tormentoso y pasión.
Esta tormenta pasional fue llevada a la política, de allí un siglo
XIX lleno de revoluciones y movimientos independentistas de toda
clase. Allí nace el oficio de revolucionario. Es el siglo donde se
propone tomar el estado “por asalto”.
Cuando
Bergoglio se confiesa con Scalfari y le afirma ser un revolucionario,
estamos ante el revolucionario del viejo romanticismo, el hombre que
como oficio es revolucionario. Bergoglio, el revolucionario, es al
que llaman “Santo Padre” o “Vicario de Cristo” como si la
revolución correspondiera a Jesucristo.
Cuando
oímos a los integrantes de la Mafia de San Galo, relatar la forma
como se hicieron del papado, nos damos cuenta que se tomó el
Vaticano “por asalto”. En la sabiduría china se afirma:
Si robas gallinas eres un ladrón, pero si robas un reinado serás un
rey. Ergo, si robas el Vaticano serás papa.
¿Pero
hacia dónde lleva a Martini este romanticismo, no solo tardío, sino
muerto hace dos siglos?
1.
Hacia la apocatástasis
(αποκαθιστώ).
Escribe el cardenal romántico:
...todos
sean redimidos... Mi esperanza que Dios nos reúna a todos y que sea
misericordioso, ...
Orígenes
(185 – 253?), fue un ilustre exegeta y pensador alejandrino, en su
pensamiento recoge ciertas teorías a modo de hipótesis, que sus
sucesores llevarán a la certeza y por ende a la herejía. Una de
ellas es la apocatástasis,
herejía muy en boga en el clero neomoderno, el cual piensa como lo
manifiesta Martini, que al final de los tiempos, Dios reunirá a
todos uniendo justos y pecadores. La razón sentimental para
sustentar este absurdo, es la misericordia. Piénsese en la
misericordia de Bergoglio, poniéndose de rodillas ante pastores
pentecostales, abrazando judíos, musulmanes o feroces abortistas, y así tendrán una imagen viva de lo que es esta torpe misericordia que desemboca en la apocatástasis.
2.
Hacia la negación del Artículo 12 del Símbolo de la Fe de los
apóstoles, el
cual dice:
Creo
en la vida eterna.
Y
el catecismo de San Pío X lo explica de este modo:
El
último artículo del Credo nos enseña que, después de la vida
presente, hay otra, o eternamente bienaventurada para los escogido en
el cielo o eternamente infeliz para los condenados al infierno.
(Art.247)
Pero
una cosa es el Credo y otra muy distinta el romanticismo de Martini,
quien escribe:
Es
más fácil para mí pensar que personas de esta índole sean
simplemente aniquiladas.
A
todo esto, Martini escribe un libro cuyo título dice: Creo
en la vida eterna.
¿Vida eterna para los que no se aniquilan o para todos?
3.
Todo esto lleva al tercer error: El infierno no tiene razón de ser,
pues o se reúnen las personas con Dios o se aniquilan.
4.
Esto acarrea otra nefasta consecuencia y es la paz entre San Miguel y
Lucifer. Así llegamos a la era
de la neutralidad moderna. Ya la vida católica no es un combate
contra los espíritus del mal (Cfr. Efesios 6,12), sino que todo es
un “gaudium”
o una “lætitia”
a lo Bergoglio.
Como
se comprueba el bergoglianismo como herejía nace del sepulto
romanticismo de Martini, quien vivía doscientos
años atrasado.
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