Calesita

viernes, 6 de abril de 2018

Apolillado romanticismo eclesiástico



El bergoglianismo como herejía nace del sepulto romanticismo de Martini, quien vivía doscientos años atrasado. Deben ser el influjo de las ojivas góticas de la catedral de Milán que retrasaron a este ilustre jesuita de vanguardia.
Que el romanticismo ha muerto hacia fines del siglo XIX, es lo que se enseña en la crítica literaria moderna; pero otra cosa es el romanticismo religioso de los neomodernos, pues para ellos no se ha desintegrado, sino que como Martini y Bergoglio sigue vivo, es decir, estos románticos viven atrasados unos doscientos años.
Es el romanticismo una reacción contra el iluminismo francés, nace en Alemania y es originalmente de cuño protestante, por ello es un movimiento altamente subjetivo, y como reacción a la diosa Razón, altamente sentimental.
El romántico no se ata a nada, es aventurero e indisciplinado y por ende elabora sus propias leyes. Su sentimiento es su fuente divina, más allá de toda lógica. Lo hallamos tanto en la literatura como en la vida política. Mejor aún, son poetas o sentimentales políticos, Göethe, Schiller, Lord Byron y hasta el mismo Garibaldi.
Para demostrar esta afirmación de la existencia póstuma del herético romanticismo católico, basta con leer algunos pensamientos de ciertos jerarcas eclesiásticos. El título de algunos de los libros del Cardenal Martini nos parecen transportar a la vieja era romántica: Hablad con el corazón, El sol interior, Las alas de la libertad, El jardín interior...; pero veamos que escribió en su libro-testamento este postromántico, cardenal de Milán:
Tengo la esperanza de que, tarde o temprano, todos sean redimidos. Soy un gran optimista ... Mi esperanza que Dios nos reúna a todos y que sea misericordioso, llegó a ser siempre más fuerte ... Por otro lado, es natural, no me puedo imaginar cómo Hitler o un asesino que ha abusado de niños pueden estar cerca de Dios. Es más fácil para mí pensar que personas de esta índole sean simplemente aniquiladas.
1. Mostremos las frases de neto corte romántico y subjetivo:
a. Tengo la esperanza...
b. Soy un gran optimista …
c. Mi esperanza..., llegó a ser siempre más fuerte ...
d. ...no me puedo imaginar cómo...
e. Es más fácil para mí pensar...
Tengo..., soy..., mi esperanza..., no me puedo imaginar..., es... para mí pensar...
2. Todo gira sobre su mundo subjetivo, no existe objetividad de ninguna índole: Yo..., yo... y siempre su yo, el cual dicta las normas de la escatología contra toda objetividad posible.
3. Observemos sus términos que nos llevan al sentimiento: Esperanza, optimismo, imaginación, facilidad. Nada es lógico. Nada es pensamiento.
4. Su pensamiento no nace de la lógica de la inteligencia, sino de la lógica de la facilidad de la imaginación.
5. Si su pensamiento no nace de la lógica, tampoco nace de lo objetivo, por eso no hallamos Fe, sino creencias personales y heréticas.
Afirmaba Jesucristo que su doctrina no era de él, sino del Padre que lo envió (Cfr. Juan 7,16). Jesucristo no era un romántico, ni un subjetivo, ni un sentimental, ni un imaginativo como Martini.
Este fallecido jesuita de vanguardia y gran adversario de Juan Pablo II, no recita credo de ninguna especie, sino que su yo íntimo moldea un evangelio romántico con mucho olor a naftalina.
Estos que siempre fueron adversarios a todos los fenómenos místicos, como de costumbre terminan siempre generando nuevos evangelios. Esta es la razón última de su furiosa anti-mística, la cual les impide inventar a imagen y semejanza de su sentimiento o de su imaginación. Esto es así, pues la mística auténtica, nace de lo objetivo, no de lo subjetivo.
El romanticismo nace del germano Sturm und Drang, siempre de cuño protestante, y puede leerse como ímpetu tormentoso y pasión. Esta tormenta pasional fue llevada a la política, de allí un siglo XIX lleno de revoluciones y movimientos independentistas de toda clase. Allí nace el oficio de revolucionario. Es el siglo donde se propone tomar el estado “por asalto”.
Cuando Bergoglio se confiesa con Scalfari y le afirma ser un revolucionario, estamos ante el revolucionario del viejo romanticismo, el hombre que como oficio es revolucionario. Bergoglio, el revolucionario, es al que llaman “Santo Padre” o “Vicario de Cristo” como si la revolución correspondiera a Jesucristo.
Cuando oímos a los integrantes de la Mafia de San Galo, relatar la forma como se hicieron del papado, nos damos cuenta que se tomó el Vaticano “por asalto”. En la sabiduría china se afirma: Si robas gallinas eres un ladrón, pero si robas un reinado serás un rey. Ergo, si robas el Vaticano serás papa.
¿Pero hacia dónde lleva a Martini este romanticismo, no solo tardío, sino muerto hace dos siglos?
1. Hacia la apocatástasis (αποκαθιστώ). Escribe el cardenal romántico:
...todos sean redimidos... Mi esperanza que Dios nos reúna a todos y que sea misericordioso, ...
Orígenes (185 – 253?), fue un ilustre exegeta y pensador alejandrino, en su pensamiento recoge ciertas teorías a modo de hipótesis, que sus sucesores llevarán a la certeza y por ende a la herejía. Una de ellas es la apocatástasis, herejía muy en boga en el clero neomoderno, el cual piensa como lo manifiesta Martini, que al final de los tiempos, Dios reunirá a todos uniendo justos y pecadores. La razón sentimental para sustentar este absurdo, es la misericordia. Piénsese en la misericordia de Bergoglio, poniéndose de rodillas ante pastores pentecostales, abrazando judíos, musulmanes o feroces abortistas, y así tendrán una imagen viva de lo que es esta torpe misericordia que desemboca en la apocatástasis.
2. Hacia la negación del Artículo 12 del Símbolo de la Fe de los apóstoles, el cual dice:
Creo en la vida eterna.
Y el catecismo de San Pío X lo explica de este modo:
El último artículo del Credo nos enseña que, después de la vida presente, hay otra, o eternamente bienaventurada para los escogido en el cielo o eternamente infeliz para los condenados al infierno. (Art.247)
Pero una cosa es el Credo y otra muy distinta el romanticismo de Martini, quien escribe:
Es más fácil para mí pensar que personas de esta índole sean simplemente aniquiladas.
A todo esto, Martini escribe un libro cuyo título dice: Creo en la vida eterna. ¿Vida eterna para los que no se aniquilan o para todos?
3. Todo esto lleva al tercer error: El infierno no tiene razón de ser, pues o se reúnen las personas con Dios o se aniquilan.
4. Esto acarrea otra nefasta consecuencia y es la paz entre San Miguel y Lucifer. Así llegamos a la era de la neutralidad moderna. Ya la vida católica no es un combate contra los espíritus del mal (Cfr. Efesios 6,12), sino que todo es un “gaudium” o una “lætitia” a lo Bergoglio.
Como se comprueba el bergoglianismo como herejía nace del sepulto romanticismo de Martini, quien vivía doscientos años atrasado.



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