El criticismo, es la filosofía de Kant, que se podría tomar como la filosofía del pietismo. Esta fue su invención filosófica. Si los filósofos cristianos buscaban investigar el ser, Kant por el contrario investigará el conocimiento del ser. De este modo llegamos al idealismo. Una cosa es pensar el ser, otra muy distinta pensar sobre la idea. Esto se hace más grave, cuando el ser queda reducido al conocer. Esta es en síntesis, la revolución kantiana.
En 1781, aparece “Crítica de la Razón Pura”, así la llamó el pietista Kant. En su Crítica, no se puede superar la experiencia, de allí la imposibilidad de una metafísica. Por tanto su teoría del conocimiento lleva no solo a la negación de la metafísica, sino a sobrevalorar las ciencias. Algo lógico, estamos en una época donde las ideas nacen de la praxis. Este será uno de los principios fundamentales del romanticismo. Si la praxis genera el pensamiento, la metafísica carece de sentido, pues no engendra nada, al contrario, es hija de la acción.
De este modo hace su aparición el criticismo. Todo consiste en sentar en el banquillo de los acusados al conocimiento. Así Ferrater Mora cierra la exposición del criticismo en su diccionario:
...la indiferencia, la duda y, por último, una severa crítica son más bien muestras de un pensamiento profundo. Y nuestra época es la propia de la crítica, a la cual todo ha de someterse. En vano pretenden escapar de ella la religión por su santidad y la legislación por su majestad, que excitarán entonces motivadas sospechas y no podrán exigir el sincero respeto que sólo concede la razón a lo que puede afrontar su público y libre examen.
¿Qué acaba de hacer Kant?
Simplemente, aplica a Lutero, ya no en la “Biblia” protestante, sino extendiendo su hermenéutica en todo el pensamiento y en la forma como se obtiene la idea. De este modo, el individuo (inspirado por el Espíritu), somete a juicio todo lo que lo rodea y el ser pasa a ser un esclavo de esta investigación. Esto motiva un juicio hermenéutico, a todo lo que se conoce de la vida. Acaba de nacer la Kritik.
Esta Kritik demuele el pensamiento filosófico y justifica la Enciclopedia. Así se da una relativa transición del iluminismo al romanticismo. Por consiguiente se publican de Kant las distintas críticas:
Crítica de la Razón Pura. Kritik der reinen Vernunft en 1781. Crítica de la Razón Práctica. Kritik der praktischen Vernunft en 1788. Crítica del Juicio. Kritik der Urteilskraft en 1790, y la publicación de una autoría de Fichte: Ensayo de una crítica de toda revelación en 1792.
Un juicio a la razón
En 1808 sale la primera parte del Fausto de Goethe. Allí Mefistófeles se enfrenta a Dios, como el Satán de Job y lanza su queja sobre la razón humana otorgada al hombre:
Un poco mejor viviera si no le hubieses dado esa vislumbre de la luz celeste, a la que da el nombre de Razón y que no utiliza sino para ser más bestial que toda bestia.
El drama de la razón, es la primera queja que Fausto se hace a sí mismo:
Con ardiente afán ¡ay! estudié a fondo la filosofía, juris- prudencia, medicina y también, por mi mal, la teología; y héme aquí ahora, pobre loco, tan sabio como antes. Me titulan maestro, me titulan hasta doctor y cerca de diez años ha llevo de los cabezones a mis discípulos, de acá para allá, a diestro y siniestro.... y veo que nada podemos saber.
Grande debe haber sido el desencanto de un siglo que se tildó como “siglo de las luces”. La tragedia consiste en saber dónde está dicha luz, que el hombre demuestra con los hechos históricos que no la tiene.
La sátira de Heine sobre Kant
Que Alemania entraba en una revolución, muy bien se percató de ello el judío alemán Heinrich Heine (1797-1856), quien en 1822 admirará el judaísmo jasídico pero confesará en sus cartas:
Yo tampoco tengo fuerza para llevar barba, para que me llamen judío y para ayunar.
Motivo por el cual en 1825 se pasará al protestantismo, antes de recibir su Doctorado en Leyes en Göttingen. Fue un entusiasta seguidor del socialismo utópico, motivo por el cual se exilió en Francia. Allí sin pelos en la lengua, escribió sus ensayos. En 1834 escribirá en Para la historia de la religión y la filosofía en Alemania:
Kant ha tomado el cielo por asalto, ajusticiando a toda la guarnición. Ahora yacen sin vida los guardias de corps ontológicos, cosmológicos y psicoteológicos; la misma divinidad, privada de toda demostración, ha sucumbido; ya no hay misericordia divina, ni bondad paternal, ni recompensa futura para las privaciones actuales; el alma ve cómo su inmortalidad entra en agonía. No se oyen sino estertores y gemidos. Y el viejo Lampe 1, afligido espectador de semejante catástrofe, deja caer su paraguas; le corren por el rostro gruesas lágrimas y sudor de angustia. Esto logra enternecer a Kant y demuestra que no solamente es un gran filósofo, sino también un hombre bueno; reflexiona y dice con aire entre bonachón y malicioso: “Es preciso que Lampe tenga un Dios, sin lo cual no puede ser feliz el pobre hombre. Así pues, quiero muy de veras que nuestra razón práctica garantice la existencia de Dios”. Como consecuencia de tal razonamiento, Kant distinguirá entre razón teórica y razón práctica, para utilizar ésta como una varita mágica y resucitar al Dios que había matado la primera. Es muy posible que Kant emprendiera esa resurrección no sólo por amistad con Lampe, sino por temor a la policía. 2
La sátira de Heine no deja de ser real y patética. A esto llegó no Kant, sino el luteranismo devenido en pietismo, donde lo que importaba era la piedad y la moral. Esta es la paradoja del luteranismo, que en definitiva es la paradoja kantiana. Para Lutero, las acciones no salvaban la degeneración humana, sino la sola fe.
Para obtener una idea de sobre como se concebía en el protestantismo la degeneración humana, se puede leer un fragmento satírico de la escritora Luise Gottsched quien satiriza en La pietista en falda de ballena (Die Pietisterey im Fischbein-Rocke)
Sr. Scheinfromm.― Porque toda la naturaleza está corrupta en su fuente, en su esencia y en su constitución interna. Un incrédulo que hace innumerables favores a su padre no debe pensar que está haciendo algo bueno: está cometiendo un pecado. Una madre que ama a sus hijos; una mujer que es fiel a su marido, a menos que lo haga únicamente por el poder de una gracia sobrenatural, peca.
Catalina.― Esto es triste. Así que tendremos que casarnos como monos y monas, a quienes sólo podremos amar con ayuda sobrenatural. La verdad es que no sé si esta creencia hace feliz a la gente...(2,II)
Al abocarse a la piedad y la moral se dejaba de lado la razón y se acentuaba el actuar. Toda una actitud bien romántica, que levanta el principio donde primero va la acción y a ella le sigue el pensamiento. Si lo que se debe salvar es la moral, Kant actuó en consecuencia. La moral está primero, Dios viene después. Kant en este caso, fue el Lutero leído a la inversa. Por esto, nadie puede extrañarse que Nietzsche, haya afirmado que “Dios ha muerto”. Este hijo de pastor calvinista, no hace sino continuar con la lógica kantiana. Kant, el revolucionario, es lo que Heine pone en evidencia al escribirle a los franceses:
Dicho con franqueza, vosotros, franceses, sois mansos y moderados en comparación con nosotros, los alemanes. Lo máximo que pudisteis hacer fue matar a un rey, cuya cabeza ya estaba perdida antes de que lo descabezarais. […] A decir verdad, se dispensa demasiado honor a Robespierre comparándolo con Immanuel Kant. Maximilian Robespierre, el más grande pequeño-burgués de la rue Saint-Honoré, tenía sin duda sus ataques de cólera destructiva cuando se trataba de la monarquía y se agitaba con harta violencia en su epilepsia regicida, pero, en cuanto se hablaba del Ser Supremo, se limpiaba la blanca espuma de la boca, se lavaba la sangre de las manos, vestía su gabán azul de los domingos, con los botones pulidos, y, para colmo, se ponía un ramillete de flores en la ancha pechera. 3
Para Heine, Kant, mucho antes que Nietzsche fue quien puso a Dios en la guillotina:
Dicen que los fantasmas nocturnos se sobresaltan al ver la espada de un verdugo. ¡Cuál no sería su susto si se les presentara la Crítica de la razón pura de Kant! Ese libro fue la espada con la que se ejecutó al deísmo en Alemania. 4
Toda revolución tiene sus revolucionarios y su teoría revolucionaria. Heine exageradamente compara Kant con Robespierre:
Por de pronto hallamos en ambos la misma probidad implacable, tajante, sobria y falta de poesía. Luego comparten el mismo talento para la desconfianza, sólo que uno de ellos recela del pensamiento y a eso lo llama crítica, mientras que el otro recela de los hombres y a eso lo llama virtud republicana. Por lo demás, los dos representan en grado superlativo al tipo del pequeño-burgués ... La naturaleza les había predestinado para pesar café y azúcar, mas el destino quiso que determinaran el peso de otras cosas y puso un rey en la balanza de uno y un Dios en la de otro. ¡Y dieron el peso justo! 5
Mas bien, Kant podría ser comparado con los antecedentes revolucionarios franceses, como J. J. Rousseau, no tanto con Robespierre. Y continúa Heine:
¿U obró así por convicción? ¿Acaso Kant, al destruir todas las pruebas de la existencia de Dios, no se propuso sino demostrarnos cuán penoso nos resulta no saber nada de la existencia? En ese caso, actuó tan sabiamente como mi amigo de Westfalia, quien, tras haber roto todos los faroles de la calle Grohner en Gotinga, nos pronunció en la oscuridad un largo discurso sobre la necesidad práctica de los faroles, que había roto teóricamente sólo para demostrarnos que sin ellos no podíamos ver nada. 6
Esta es la época donde el cristianismo alemán había perdido su brújula, desequilibrándose a sí mismo, dentro de una era de profundas contradicciones. Los dogmas traen la guerra, pero la razón es una diosa donde en Notre Dame se le rinde culto. ¿Pero acaso no son los dogmas fruto de una razón iluminada por la fe? Las acciones del hombre no pueden salvarlo según la raíz luterana, pero se acentúan las acciones por medio del pietismo. La metafísica deja de darle una base a la moral, la cual se rebaja a un “imperativo categórico”, fruto del simple deber; pero al mismo tiempo, un Espíritu exalta y dirige las acciones.
Esta concepción, donde el Espíritu determina la naturaleza, será la semilla del idealismo alemán, y el hombre lúcido en concebirla como un nuevo evangelio, será Goethe.
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1Criado de Kant.
2Cfr. Enrique Heine, Alemania (edición de Max Aub), UNAM, México, 1972, pp. 82-83
3Heine, HDA, 8/1, p. 81; Ensayos, p. 88
4Heine, HDA, 8/1, pp. 80-81; Ensayos, p. 88.
5Heine, HDA, 8/1, p. 82; Ensayos, p. 89.
6Heine, HDA, 8/1, pp. 89-90; Ensayos, p. 97.
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