Para entender el inicio del romanticismo, se hace necesario primero entender el pietismo luterano. Este movimiento empezó en Leipzig, su fundador fue Philipp Jakob Spener sobre los años 1680.
Fue un movimiento adaptado a la mentalidad femenina del momento. Poca razón, mucha piedad y sobretodo actitud moral. Por alguna razón, el pietista Kant era confidente de varias damas. El monacato fue abolido por todo el protestantismo en masa. Su instrumento fueron los príncipes que se apoderaron de sus posesiones. Una vez más, la codicia superaba la fe. Sin embargo, el pietismo con su búsqueda de lo frugal, parecía añorarlo.
Este movimiento, muy extendido en Alemania influyó sobre ciertos filósofos, y fue quien abonó el suelo para el romanticismo alemán.
El pietismo acentuaba la experiencia religiosa personal de Cristo más que el mismo culto, lo cual es una consecuencia lógica del vaciamiento litúrgico efectuado por el mismo Lutero. Por supuesto se enfatizaba la lectura de la “Biblia” protestante y se pensaba en un sacerdocio universal del creyente, con lo cual los “pastores” perdían interés ante sus fieles. La piedad daba gran importancia al sentimiento y sensibilidad, apta para la receptividad femenina, donde la oración personal con vivencia interior era más importante que la misma liturgia, la cual estaba devaluada y corría hacia una evolución laicista.
El pintor noruego Adolph Tidemand (1814-1876) nos brinda la escena que vemos en la portada. La obra se titula “La devoción de los Haugians”, y muestra un momento devocional de este resurgimiento del pietismo ubicado en este caso dentro de un ahumadero noruego. La luz, como iluminación del espíritu, queda retratada por el humo, en una campana que desciende del cielo hacia el predicador que hace una pausa. Los sectores en sombras, marcan incredulidad o negligencia, como el niño dormido a la derecha. Frugalidad, intimismo, laicismo y religión libresca. Todas cualidades del pietismo.
Quien nos dará una imagen, tal vez exagerada del pietismo, es la escritora Luise Gottsched (1713-1762). Transcribo la primera escena de su obra La pietista en falda de ballena, para que se pueda formar la opinión de cómo caía este movimiento, en ciertos círculos alemanes.
Srta. Luisa.― ¡Catalina!Catalina.― ¡Señorita Luisa!Srta. Luisa.― ¿Qué es ese paquete de libros que estás escondiendo ahí?Catalina.― ¡Oh! simplemente no pregunte; lo descubrirá pronto.Srta. Luisa.― ¿Cómo? ¿Será otro de esos libruchos desesperados que mi mamá siempre me da para leer?Catalina.― ¡Sí, sí! ¡Eso sería un verdadero susto para mí! ¡No, mi querida señorita Luisa! Es una hermosa y gran obra en octavas, si queréis saberlo: y agradeced al autor que, al parecer, se haya cansado de mentir; de lo contrario habría sido un folio verdaderamente bueno. Sólo lea el título: Huellas de las maravillas de Dios en Hällischen Wäysen-Haus. ¿No es eso gracioso?Srta. Luisa.― ¡Oh Catalina! Estoy casi enojada hasta la muerte.Catalina.― ¡Sí, sí! Creo que preferiría leer una novela o una comedia; pero su mamá entiende la cosa mejor: bonitos catecismos de Hertzen; Un santo o un animal; El Cristo desconocido de Hoburg; Fundación de Freylingshausen; ¡Eso es parte de la crianza de una niña que va a hacer fortuna en el mundo!Srta. Luisa.― ¡Simplemente manténgase en silencio!Catalina.― Sé que está comprometida con el señor Liebmann desde hace dos años; y que la consumación del matrimonio depende únicamente de la madre: ¿Pero piensa ella que la mujer entregará su fe a un hombre antes de estar debidamente doctorada y firmemente establecida en la doctrina del verdadero cristianismo interior del corazón? ¡Así no, así no! ¿Apuesto a que ella ni siquiera sabe qué es Cristo en nosotros, y qué son la unción y la superación?Srta. Luisa.― ¡Al diablo con eso! ¿Por qué debería saberlo?Catalina.― ¿Cómo? ¿Y quieres casarte? ¡Vamos, señorita Luisa!Srta. Luisa.― ¡Oh! Te lo ruego, por favor no te pongas del lado de mi madre. ¿Hay en el mundo una muchacha más infeliz y tontamente educada que yo? Mi madre, que ya no sabe qué figura debe presentar en el mundo, ha adoptado los locos caprichos del pietismo. ¡Qué carácter tiene! ¡Qué testaruda y obstinada es, a pesar de toda su aparente dulzura!Catalina.― ¿Dulzura? ¡Sí! ¡Simplemente confía en ello!Srta. Luisa.― Estoy comprometida con el señor Liebmann desde hace dos años; Sin embargo, apenas tengo permiso para hablar con él. No veo a nadie más que todo tipo de hipócritas, candidatos, maestros y ridículas hermanas Beth. En casa se habla de ortodoxos y herejes; Si salgo, tengo que volver a escuchar este tipo de cosas. Ya sabes que para complacer a mamá, me aprendí de memoria los sermones de Spener sobre el renacimiento y muchas otras cosas. Hasta ahora he actuado como si estuviera de acuerdo con ella; pues sólo quería complacerla: pero ahora también estoy cansada de eso. ¡No lo soporto más! Y si mi padre no regresa pronto después de su larga ausencia y pone fin a toda esta confusión; como esto...Catalina.― ¡Oh sí! Usted es ciertamente una de las personas que hace las cosas bien. Usted no tiene corazón para decirle una palabra a su madre.Srta. Luisa.― ¡Es cierto! Pero ahora lo he decidido: ¡no voy a fingir más! Quiero decirle mi opinión y no pasará de hoy.Catalina.― Debo confesar que tu padre está actuando de manera muy injusta al dejarnos en manos de la voluntad de sus tontas esposas durante tanto tiempo. Él la ha comprometido: ella debe consumar la boda, mientras él viaja a Inglaterra por negocios. ¡Dios esté con él! Pero creo que se asustará mucho cuando regrese y la encuentre todavía soltera y su casa en tan lindo estado. Su bodega se utiliza para imprenta; sus pisos se han convertido en librerías pietistas; y sus habitaciones se convirtieron en iglesias de Winckel. ¡Qué asombro quedará cuando encuentre una multitud de bohemios y charlatanes entusiastas y vea a su esposa sentada entre ellos como una papisa! Los mismos lacayos ya se pelean por los oscuros pasajes de la escritura; y hace poco oí que el cochero insultó a sus caballos delante de gente ortodoxa; porque no conocía una palabra peor.Srta. Luisa.― Pero eres tú mismo quien más adula a mi madre con esta tontería.
En la Escena II, la madre de Luisa, la Señora Glaubeleichtin dice de su maestro pietista:
¡El hombre, el señor Scheinfromm, es sin duda un auténtico modelo a seguir para los primeros creyentes! Primero me enseñó las doctrinas de la naturaleza y de la gracia, y del ser interior del yo. Él me enseñó a hablar siempre con gentileza y mansedumbre, a amar la paz y a gustar la unción del Espíritu que se encuentra en los escritos de nuestros hombres de Dios. ¡Ciertamente! ¡El hombre posee el espíritu de la iglesia primitiva en un alto grado! Pero todos lo conocéis...
A su vez el personaje de Luisa dice en la Escena III:
¿Qué debo leer? Veo que todas las escrituras dicen siempre lo mismo. Un terrible lamento por los ortodoxos; varios dichos del Evangelio. La Escritura, o del Doctor Lutero, aplicada a voluntad; muchos gritos sobre la chispa interior oculta, y todo tipo de parloteo que no entiendo; Eso es todo lo que encuentro allí.
Este era el retrato del pietismo en esta sátira. Por cierto que la obra nunca se actuó y el libro salió de forma anónima obstaculizándose su venta. Y pensar que allí no existía inquisición.
Luise Gottsched estudió varias lenguas, entre ellas el francés, no sería extraño se inspirara en el Tartufo de Moliere. Algo adaptado a la Alemania de su tiempo, pero el Tartufo se representó y La pietista con falda de ballena nunca se pudo hacer.
Como se puede apreciar, ya tenemos varias características románticas dentro del pietismo, es lo que esta página de la Gottsched nos muestra. Intimismo, subjetivismo. Solo falta el genio que enlace pietismo, ilustración y la intimidad de Rousseau. Y este Genie apareció, metódico, apocado pero influyente. Es Manuel o Immanuel, (pues él mismo se cambió el nombre), Kant.
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