Es el romanticismo, el movimiento más subjetivo que realista. Mejor dicho, es el feroz realismo del Yo, quien es causa, fin y objeto de cuanto lo rodea. Desde la fórmula cartesiana de “pienso luego existo”, se inicia la era de la subjetividad.
Estamos en una época donde lentamente se va perdiendo la poca fe que queda. El pietismo es un ejemplo de ello. Con el opacamiento de la fe, se pierde la esperanza y se vive en un profundo malestar. Mientras la sociedad se muestra concentrada en un egoísmo extremo y frívolo.
El músico de origen calvinista Jean J. Rousseau (1712-1778) se percató que el Yo, no es solo razón, sino sentimiento, y por supuesto el sentimiento vende más que la razón, sea quien sea quien escribe.
¿Se conocía a Rousseau cuando en 1761 publicó Julia o la Nueva Eloísa? Lo que importaba era el desarrollo literario sentimental, que fue devorado en masa.
Nos encontramos en la era del iluminismo y el pleno dominio de la Enciclopedia francesa de Diderot, que fue publicada en 1751. Con Julia o la Nueva Eloísa, Rousseau se paró en la vereda de enfrente. Ya la Enciclopedia había sido sentenciada por Voltaire cuando afirmó que “nunca veinte volúmenes en papel harán una revolución”.
Rousseau, el ginebrino
El aumento de los espíritus, como personificación abstracta de costumbres concretas, el ideal libertario y la crítica al iluminismo, no producen una alegría social, sino todo lo contrario.
El hombre se siente aislado, solo. Es el fruto de la crítica que lleva a la libertad. Esta libertad lleva a la soledad. La soledad lleva a la melancolía y la melancolía a la depresión y la depresión al suicidio. Esta patología que se puede dar en una persona, se da en esta época dentro de la sociedad en mayor o en menor escala. El hombre se percibe como individuo no ya como persona, es el Yo. Sus sentimientos no siempre son correspondidos. Entonces el Yo, o la conciencia, pasan a la esfera central de las consideraciones.
Este escritor brindará a esta soledad, una visión de las capas sentimentales con introspección y autoanálisis. Imitando a San Agustín, publica en 1782 sus Confesiones. San Agustín lo escribe como la mirada de arrepentimiento de un pasado que dejó tras de sí al conocer la verdad. Rousseau lo escribe mostrando la miseria de un Yo herido y enfermo, sin cura posible. Es la lógica calvinista. 1 Sin embargo, bien alejado de su fe, verá la degeneración calvinista en la sociedad, la cual corrompe al hombre, quien nace al estilo pelagiano, totalmente bondadoso.
La condesa Pardo Bazán, analiza femeninamente su figura en dicha época. 2 Siglo frívolo donde el ginebrino le dio alimento en sus propios moldes, llenos de sentimentalismo barato. Dada la corrupción del siglo, Rousseau no hace sino justificar como hijo de calvinista, los bajos instintos humanos, hasta el punto de divinizarlos. 3
Ella afirma que los escritos que sobrevivieron, lo hicieron por curiosidad morbosa, tomando su vida como un espectáculo interior. 4
¿Quiénes fueron los mayores lectores de Rousseau? Las mujeres. Así dejó una escuela para las escritoras que vendrán detrás de él. 5
Históricamente, se lo considera al ginebrino, como uno de los instigadores de la próxima revolución francesa, porque dentro de un agitador sentimental, se da un agitador social. 6 Más aún, para la Bazán, el ginebrino rayaba en la locura, 7 pues ciertas expresiones pecaban de desequilibrio personal.
Goethe tras las huellas de Rousseau
Por supuesto para los alemanes que idealizaban a los franceses, todo era muy distinto. Tan solo se puede encontrar algo próximo a la verdad, en el realismo hispano.
Rousseau fue admirado por el pietista Kant. El inventor de la Kritik poseía en su casa un retrato del ginebrino. Era el icono, que dicho iconoclasta admiraba.
El reinado del individuo, es la manifestación del Yo, pero de un Yo desencantado. Así de los amores de Julia en 1761, pasamos en 1774, a los amores de Werther o a Las penas del joven Werther. Penas sufridas por el mismo autor. El resultado fue una literatura para explotar los sentimientos, con un final trágico que llevó a una ola de suicidios. ¿Acaso fue un mérito del romántico Goethe, este luterano que en 1780 ingresará en la logia Amalia? El mal de época, estaba en marcha, pero sobretodo, esta novela planteará el drama romántico en el tiempo. El yo es subjetivo y sentimental, es quien se enfrenta con una realidad que desea dominar, pues en cierto modo la genera con su pensamiento. Acontece que dicha realidad le es esquiva, y no logra manipularla con su juicio, y por lo tanto prefiere huir de ella con la muerte, pues el Yo generó una realidad que no coincide con los sentimientos.
El drama romántico, no deja de ser un duelo a muerte, entre el ich, el Yo y la realidad circundante. Las categorías mentales son del Yo y la realidad debe someterse a ellas. ¿Pero qué sucede si dicha realidad es adversa al ich y no se le somete? ¿Qué sucede en caso de conflicto entre ella y el Yo? Aquí arranca el duelo. En 1774 es Werther el que sucumbe bajo un disparo, dentro de 170 años, será toda la nación alemana que será abatida en este duelo idealista y romántico.
_______________________________________
1 «Hago lo que no hizo nadie: mi ejemplo es único; muestro patente mi interior, tal cual lo has visto tú, ¡oh, Ser Supremo!»
2 «El siglo era, quien lo duda, corrompido y frívolo, pero en medio de tales tendencias, brotaba ya por todas partes la sensibilidad.»
3 «Esta ha sido referida mil veces, y juzgada con severidad, sin más disculpa que el desequilibrio y hasta la vesania, pues aun cuando no recuerdo si Lombroso le incluye entre los matoides, hay que reconocer que, cuando menos, Rousseau, es un candidato a la locura. Han existido pocos escritores tan estrechamente dependientes de las circunstancias. Sus miserias físicas y morales formaron parte de su retórica, como en Villon el cinismo formaba parte de la poesía, pero la retórica de Rousseau fué más peligrosa que el cinismo de Villon, porque, en los tiempos que advienen con Juan Jacobo, va difundiéndose la tendencia de justificar y hasta divinizar los instintos humanos, por el mero hecho de que existen. No cabe duda que Rousseau es un hombre envilecido, y se saben rasgos de su biografía bien repugnantes, entre otras cosas, porque tuvo el desenfado de referirlos él mismo; pero todo esto, que es verdad, no quita para que también sea innegable la importancia capitalísima de su figura. La nueva Heloisa y Las Confesiones funden el lirismo moderno y el subjetivismo romántico.» E. PARDO BAZÁN. El lirismo de la poesía francesa. Págs. 116-117.
4...los escritos de Rousseau están más condicionados por los impulsos de la voluntad (en cuanto sentimiento individual) que por la razón (pese a las apariencias) no parecerá extraño que los libros suyos que más sobreviven sean la novela de amor; La nueva Heloisa, y la autobiografía, Las Confesiones. El segundo, sobre todo, aun puede interesar hoy a los que no lo lean literariamente sino por curiosidad del alma. Ibídem. 118.
5 Fueron sobre todo las mujeres las que se uncieron al carro de Rousseau. Sus doctrinas, las encontraremos en la Staél, en la Roland, en Jorge Sand, y, tardíamente, se reflejan en no pocas doctrinas de doña Concepción Arenal.Ibídem. 120.
6 En todo utopista hay un agitador larvado, y en Rousseau sabemos hasta qué punto lo fue. Pero el agitador sentimental, al través del tiempo, se sobrepone al agitador social; o por mejor decir, a la distancia en que hoy le vemos, el agitador social y el sentimental se confunden.Ibídem. 122.
7...cuanto más me paro a considerar la figura y la personalidad de Juan Jacobo, la encuentro menos grata, más contaminada de afectación, manía, locura, sentimientos turbios y cenagosos, y mal trabadas concepciones mentales.Ibídem. 123.
No hay comentarios:
Publicar un comentario