Calesita

jueves, 2 de agosto de 2018

El icono del nuevo paradigma


El 5 de mayo de 2015 iniciábamos nuestro blog analizando la pintura que está de fondo a la idólatra jerarquía de la iglesia chilena, capitaneada por Bergoglio, el gran líder de la ambigüedad. Ya expliqué los motivos en otros artículos para que el calificativo de idólatra, sea el que corresponde a gran parte de la jerarquía de la iglesia chilena.
Esta fotografía nos muestra un teatro con diversos actores, donde el que está de blanco no sabe qué papel representa, – sin lugar a dudas no es el de Jesucristo; – y muchos de los que están de negro juegan a las escondidas; para este escenario lleno de actores no puede ser mejor su telón de fondo con obispos que practican ritos incaicos llevando báculo y mitra; al mismo tiempo esconden bajo la alfombra una banda de pervertidos sexuales.

Han pasado tres años del análisis de esta pintura, y notábamos que se aproximaba un nuevo anuncio, algo que refleja la pintura en todas sus dimensiones. Y entonces decíamos sobre esta pintura a la que nadie presta la menor atención:
Una imagen vale más que mil palabras, ... No estamos hablando de un fresco de Miguel Ángel, ni de Rafael, ni mucho menos de Botticelli; estamos hablando de una obra de arte, digna de un neocatólico, de esos que no sabemos lo que buscan.
Hoy ya sabemos lo que buscan, en tres años nos lo han anunciado hasta el cansancio. Es el nuevo paradigma.
Y al analizar sus partes decíamos:
En la pintura nos hallamos ante dos ángeles, el del este y el del oeste.
En el este se observa la luz del día casi llegando al borde inferior del cuadro, su ángel es luminoso.
En el oeste, se perciben las tinieblas de la noche, y cambia en púrpura o violeta el vestido del ángel. No podemos tomar el ángel del oeste como un ángel de las tinieblas, pues su aureola nos indica que vive en la luz. La luna sobre su cabeza, en fase menguante, con la luz dividida en dos, señala la noche; en el hemisferio opuesto en diagonal, nuevamente la luna en fase creciente, también con dos pinceladas fuertes de luz, todo parece indicar el hemisferio del día.
Los ángeles poseen una manivela cada uno, pues hacen rotar el universo, movimiento indicado por cuatro rayos lumínicos encorvados, que señalan una rotación de acuerdo con el movimiento de las agujas del reloj. La manivela posee un enganche en las esferas celestes, que indican el día en el este y la noche en el oeste. Ambos ángeles están dentro de un primer círculo luminoso, que representa los seres espirituales.
Estos ángeles hacen rotar las esferas celestes. Dichas esferas imaginarias, fueron ideadas por Eudoxo de Knidos (390 AC – ca. 337 AC), en ellas están incrustados los astros cuyo movimiento se da, según esta teoría, por dichas esferas celestiales.
Todos los filósofos se basaron en esta teoría de las esferas celestes, de allí que Aristóteles, Ptolomeo y Averroes hablaron de ella. Copérnico modificó el esquema al poner en el centro de las esferas al sol en vez de la tierra, cosa que vemos reflejado en la pintura, siendo su centro luminoso.
El artista se hace eco del sistema planetario moderno, donde incluye dentro de las esferas celestes, 13 globos, suponemos que aquí hallamos los planetas, junto a los planetas enanos recientemente descubiertos y donde también incluye a Ceres.
Al borde de las esferas celestes donde los colores se hacen cada vez más fríos, aparecen cuatro signos del zodíaco, indicando el movimiento de las estrellas: Estos signos son: Al Norte, Capricornio; al sur se encuentra Cáncer; al este, Libra y al oeste, Aries .
Empédocles (493-433 A.C.) afirma que la Naturaleza está toda formada por cuatro elementos que constituyen la base material y eterna del mundo: tierra, fuego, aire y agua. Es lo que vemos en la pintura, Capricornio es la tierra, Cáncer es el agua, Libra es el aire y Aries el fuego. Estos elementos se mueven por dos fuerzas primitivas, de aquí los dos ángeles. Para Eudoxo de Knidos estas fuerzas eran el amor y el odio.
El hombre se halla en el centro del universo, cubriendo el sol, de allí el antropocentrismo de la pintura; pero dicho hombre se halla en posición de amar. Tanto el hombre como la mujer están de espaldas a nosotros, pues cada uno de nosotros se refleja en ellos que ven el universo.
CLASES DE AMOR
En griego se distinguen cuatro clases en la acción del amor:
El amor matrimonial (εράω), del que proviene el Eros o el mitológico dios del amor.
El amor entre padres e hijos (στέργω).
El amor entre los conciudadanos y amigos (φιλέω), que indica el amor de amistad.
Por último está el verbo menos usado (αγαπάω). El cristianismo usará este verbo para indicar el amor que Dios nos tiene, por cuyo motivo dirá San Juan Dios es agápe, (αγάπη), o Dios es amor. 1
EL AMOR DIVINO. – El amor divino no es el amor de eros o erótico, sino amor de ágape, es un amor preexistente al hombre mismo, es un amor divino que como Luz se irradia al hombre, esta es la Vida del hombre. Es el amor de creación que da origen a los seres como fruto de la bondad de Dios. Esta vida divina, este amor de ágape que se hace efectivo en la cena sin día ni noche, es la sangre que se devuelve gota a gota por toda la eternidad, es el amor con el cual se ama a Dios, es la gloria que se le tributa eternamente, pues no fue en vano.
EL AMOR EN LA PINTURA
¿Pero qué amor refleja la pintura? De todos estos posibles amores, solo contemplamos el amor erótico, el amor de Eros.
¿MUNDOS PARALELOS?
Todo el conjunto que hemos analizado forma el universo, pero el artista desliza otra atrevida teoría, donde este no es el único de los universos, sino que existen otros paralelos a este; esto lo percibimos por las tres esferas luminosas en su centro, sobre noreste de la pintura; otra sobre el noroeste, una entre el ángel de la noche y el universo, otra cerca del ángel en el sudoeste y entre las plantas de adorno de nuestra derecha se percibe otra.
EL CRIPTOGRAMA DE LOS NÚMEROS
Todo el conjunto, trabaja con el número 2 de base: Dos ángeles, día y noche, sol y luna, dos fuerzas que mueven el universo, dos sexos en el eros.
Al 2 se le suma otro 2, y así tenemos los cuatro elementos y los puntos cardinales. Al cuatro se le suman otro 2 y así obtenemos las 6 esferas celestes rotando. ¡Genial! Obsérvese: 2 + 2 + 2, la tríada hasta llegar a 6. El número 2, es un número demoníaco, pues no es la unidad, el 1; ni la trinidad, el 3. Y si para estos números faltaba algo, es el 13 de los astros incrustados.
...
Hoy podemos agregar, que el artista es masón. Todas estas son cifras usadas por la masonería, la cual trabaja no con el 7 y 12 que son cifras evangélicas; sino con el 6 y el 13, tal como los masones lo plasmaron al fundar la Ciudad de la Plata, capital de la Provincia de Bs. As., donde las calles centrales son 44 y 13.
Así los idólatras chilenos no cuestionan lo que retrataron a sus espaldas; su preocupación, como bien sabemos, es otra. Tampoco los sesudos se cuestionan la evidencia del icono, el cual señala sin ambages y a cara descubierta, el triunfo rampante de la masonería dentro de la Iglesia, proponiendo un nuevo paradigma.
Luego de este anuncio de 2015, llegará la ecología. Es la tierra que según Bergoglio se recalienta, porque se parece a su pava para el mate, donde el agua silba y nadie apaga el fuego, por lo tanto dejemos de hacer proselitismo y apaguemos el fuego. El primer dato evidente del nuevo paradigma.
Luego de este anuncio llegará lo que vemos en este icono masónico: la ausencia de los abismos infernales; tal como lo hizo Scalfari, su predicador oculto y gran ateo del diario La Repubblica. Otro hermoso dato del novedoso paradigma.
Luego de este anuncio llegará el amor enfermizo hacia las invasiones musulmanas que ingresan para cambiar Europa; vendrá el amor erótico de Los Amores de Leticia, basado en los apuntes del T(r)ucho, cuya obra inmortal, hoy agotada, trata sobre el arte de besar. Es el nuevo paradigma basado en el amor erótico y libre.
Y como decíamos entonces:
He aquí la New Church, la Nueva Iglesia, producto de la miseria de la Nueva Teología, con su heliocentrismo antropocéntrico y un erotismo manifiesto. ¿Qué más se le puede pedir...?
Triunfo de la masonería, sobre una Iglesia destrozada por ocultas lacras de maricones, a la que se le busca robar la Fe, para que su Credo de Nicea se metamorfosee dentro de la licuadora del dios historia, en el nuevo paradigma.


1 1 Juan 4,8.

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