La novedosa tesis de
Bergoglio, considerada como una nueva iluminación del Espíritu
Santo es
realmente un ejemplo más de los sofismas que reinan dentro de su
cerebro. Solo a Bergoglio toca ser iluminado, mientras el resto vivimos equivocados y sobretodo el nuevo catecismo, el cual parece que vino errando por siglos. Es que su cerebro por momentos funciona a media máquina. Tal vez sea
el oxígeno que no le llega bien a sus misérrimas dos neuronas, pues
su cuerpo trabaja con un solo pulmón; o como diría un amigo mío,
es que el agua no le llega al tanque.
La novedosa tesis de
Bergoglio es su nueva imposición absoluta sobre la forma de pensar y
de enseñar la pena de muerte. Parece que los calores del ferragosto
italiano lo han hecho levantar lleno de ínfulas, y comienza a gritar
como otro pentecostal en la plaza, pleno de Espíritu Santo. Hay que
entenderlo, cual otro Luis XIV, el hombre se puede decir a sí mismo
todas las mañanas:
– Ahora la Iglesia soy yo.
De este modo el
hombre-iglesia escribió en su nueva redacción del catecismo:
“...la pena de muerte
es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad
de la persona”.
Hemos dicho en reiteradas
ocasiones que cuando se toca algo en la doctrina católica, todo el
resto cae en contradicciones. Es el reloj divino, donde no se
puede cambiar ninguna pieza de relojería, pues el todo ya no
funciona. Veamos si esto es así.
El tema es la pena de
muerte por parte de la autoridad competente de la comunidad, cuya
misión recibida por el Padre es velar por el bien común.
Bergoglio, que hizo
profesiòn de fe pentecostal, es un enemigo declarado de las
opiniones filosóficas, y como todo protestante odia toda
esta técnica. Sin filosofía es imposible hacer teología.
Bergoglio odia todo pensamiento profundo, pues para él no son otra
cosa que ideas abstractas que en nada influyen dentro de la acción,
por lo tanto cuando intenta pensar algo se convierte en el
hazmerreír, como en este caso.
Si la pena de muerte
es inadmisible, como lo establece la masonería, a la
cual él sigue ocultamente, se deben argumentar tres cosas:
1. Motivos filosóficos
por los cuales es inadmisible. Ya vimos que Bergoglio es un
pentecostal oculto, y por ende carece de filosofía. Esto le jugará
una mala pasada en este caso.
2. Explicar por qué
causas filosóficas fue admisible y rebatirlas de lleno indicando
que son un absurdo, caso contrario, la nueva tesis se transforma en un absurdo.
3. Explicar las causas
por las cuales las Sagradas Escrituras la establecen en algunos
casos, y los argumentos sólidos por los cuales en ellas no eran
inadmisibles y ahora se las debe contradecir. Bergoglio
demostró en varios años, ser un analista bien superficial en el
análisis de las Escrituras, su interpretación es comparable a la de
cualquier neófito protestante que intenta sacar algo en substancia.
4. Explicar el cambio de
enseñanza milenario de la Iglesia sin que el cuerpo de su
doctrina entre en contradicción.
Aquí no se puede apelar
al concepto modernista y banal del cambio de cultura, aquí se
debe pensar seriamente. Aquí no se habla de un simple cambio moral.
No son las acciones las que están en juego, sino las ideas.
El gran problema de
Bergoglio es que está solo, quiere estar solo y todos persona de
valía lo ha abandonado, de allí que deambula como alma en pena, tal como se lo ve en el vídeo de este sitio.
La soledad, siempre es una
mala compañía, y sus cambios de enseñanza son aún peores, pues
revelan su miseria de pensamiento.
Aspecto filosófico
La causa fundamental de su
inadmisión de la pena de muerte, la hallamos aquí:
...porque atenta contra
la inviolabilidad y la dignidad de la persona.
Como se puede ver,
hablamos de la persona, no de las acciones
de dicha persona. Aquí la mente llena de naftalina de Bergoglio no
logra unir la persona con sus acciones. Se habla de la
hipóstasis personal, que es la base del ser humano, el cual es un
compuesto, y como enseñaba San Buenaventura, el más compuesto de los
seres creados por Dios. La hipóstasis humana es lo que hace al ser
humano un icono divino.
Como hipóstasis, el ser
humano es creado para la eternidad, aquella que él mismo haya
elegido por libre iniciativa. Por esta razón, la persona no se
destruye ni se autodestruye como afirmaba Bergoglio en voz baja a “su
confesor”, el ateo Scalfaro.
La operación es una
cualidad innata de la hipóstasis, por lo tanto no es la
hipóstasis y es el único medio para diseñar el logos personal y
mostrar dicha hipóstasis esencial. Es la operación quien produce un
despliegue del ser, lo cual le da actualidad en su existencia. Las
operaciones señalan la perfección lograda por el ser.
La inviolabilidad
El término empleado por
el cerebro naftaleno de Bergoglio para hacer intocable la hipóstasis
personal es el de inviolable, término que no
pertenece a la filosofía, sino al derecho, que significa lo
siguiente:
Privilegio en virtud del
cual ciertas personas, como el rey, el presidente o los diputados no
están sujetos a responsabilidad penal por los actos que llevan a
cabo en el ejercicio de su función.
De este disparatado
término llegamos a las jocosas conclusiones siguientes:
1. Bergoglio otorga el
derecho universal de inviolable a la hipóstasis personal y lo
hace por su mismo absolutismo religioso, pues “el catolicismo soy
yo”; derecho que ni las Sagradas Escrituras le otorgan, ni nunca la
Iglesia le otorgó.
2. Bergoglio quita la
responsabilidad de las acciones que despliegan la persona para
alcanzar su fin. Algo coherente con su “quien soy yo para
juzgar”, o aquella otra frase “Dios te quiso gay”. A partir de
la inviolabilidad, el asesino no responde de sus actos ante
nadie, es inviolable.
3. Ni siquiera somos
responsables ante Dios de nuestros actos, pues dicha inviolabilidad
es del ser no de sus acciones, las cuales no son mas que un
complemento accidental, y por ende no despliegan la persona sino que
le otorgan un aditamento superficial.
4. Con esto cae toda la
doctrina sustentada por la Tradición, porque los demonios carecen de
existencia; pues sus hipóstasis son inviolables y no
responden de sus actos, así como no existen condenados por la
justicia divina. El término empleado es contradictorio con todo el
pensamiento cristiano. No existe nada más inadmisible e
inviolable y que atente a la dignidad de la persona que
caer en la condenación eterna, y sin embargo los demonios cayeron en
ella, no por ser hipóstasis personales, sino por las acciones que
realizaron.
La dignidad
El segundo término usado
por el enemigo de las ideas abstractas, es dignidad, el cual
no se origina en la hipóstasis sino en lo que dicha persona
despliega en su acción.
De este despliegue nace el
digno bienaventurado que sigue las leyes evangélicas, como
nace el indigno maldito que no sigue el amor hacia el prójimo.
Las acciones de la
hipóstasis personal son las que le otorgan dignidad o indignidad,
bendición o maldición, vida o muerte.
Si toda persona, por ser
hipóstasis es digna, no existirían ni los bienaventurados
ni los malditos del juicio final, ni el centurión le hubiese
dicho a Jesucristo que no era digno, siendo alabado por su Fe (Cfr. Mateo 8,8). Del mismo modo San Juan Bautista nunca hubiese afirmado que no era digno de desatar las correas de las sandalias de Cristo (Cfr. Mateo 3,11). La dignidad es una cualidad que se alcanza obrando, nunca una parte de la esencia personal.
El planteo de Bergoglio
es el mismo que maneja la sociedad materialista: la pena de
muerte aniquila la persona, pues ya no se la ve en este mundo.
La pena de muerte, correctamente ejecutada, se basa en la operación de dicha hipóstasis
personal, no se basa en el ser; más aún, la persona no se toma en
cuenta.
De allí que enseñar esta nueva jocosidad de Bergoglio en el catecismo, da pie a dudar en la eternidad de la
hipóstasis personal.
Por otra parte, la pena de
muerte ejecutada por la autoridad competente en casos extremos, en sí
misma no destruye la persona, la cual continúa existiendo luego de
la muerte. Filosóficamente hablando, tan solo descompone el
compuesto humano de este mundo. Nadie es dueño de la hipóstasis personal para
aniquilarla y Dios no destruye lo que crea.
Lo admisible y lo
inadmisible
Después de todo, el nuevo
catecismo redactado por varias manos, adolece de unidad y en diversas
partes presenta ese doble lenguaje tan característico del Vaticano
II, lenguaje que hace posible distintos puntos de vista que pueden
llegar a contradecirse. A este nuevo catecismo, ¿qué le hace una
mancha más al tigre?
Sí, lo inadmisible es que
la mente atrofiada de Bergoglio, el hombre-iglesia, siga ocupando la
silla de Pedro. Bergoglio carece ya de toda autoridad, y debe ser
depuesto, para dar ejemplo a todo el orbe que con la doctrina de la
Iglesia no se juega. ¿Qué es lo que estos inoperantes e
irresponsables cardenales esperan? ¿Qué otra cambio jocoso y catastrófico
esperan del catecismo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario