Calesita

domingo, 15 de enero de 2023

La nueva etapa de la Revolución Vaticana

por Tony Velázquez Ruiz

La Revolución Vaticana se había estancado. Ya se le pedía la renuncia a Paco I, pero algo lo retenía en su impulso revolucionario, era el abuelo Benedicto XVI, su catejón. ¿Quién moriría primero? ¿Paco o el abuelo?

Ya la reacción antipaquista, había tomado un sendero que señalaba como antipapa a Paco I. El libro de Cionci, El Código Ratzinger, vendió 15.000 ejemplares en Italia. Best seller para todos, excepto para los escasos habitantes de la Isla de Gilligan (llamada Isola di Patmos para los eruditos).

Paco debía decidirse de una vez por todas, o profundizaba su revolución o se iba. Para colmo, el abuelo no se moría nunca. Es entonces cuando Paco se puso la peluca de Robespierre y aceleró su muerte. Todo debía pasar inadvertido. Eligió el 31 de diciembre, cuando todos preparan la festichola de fin de año y cuando el carcelero Gänswein deambula por Alemania. Es que el abuelo “debe morir para que” la iglesia “pueda vivir” la revolución.

Todo resultó a la perfección. Sin autopsias molestas, pues el abuelo estaba lleno de achaques, y así Benedicto XVI se presentó al tribunal divino.

Llega el mes de enero. Los romanos dieron nombre a este mes, por ello está dedicado al dios Jano, quien poseía dos caras, tal como se la vemos a Gänswein.

El carcelero pasa al centro de la escena y dice que salen impresas sus memorias. Nada más que la Verdad (?). Quien se las imprime es la hija de Berlusconi. Con una maniobra de última instancia, el carcelero quiere atajar la venta del libro. Demasiado tarde. ¡Qué casualidad! Otra vez las dos caras. Con una ataja el libro, con la otra lo vende. Sin lugar a dudas, no conocía el plan secreto del Paco–Robespierre, quien lo hecha, y le da plazo hasta el primer día de febrero. ¡Lógico!, junto a Jano se debe ir Gänswein.

Muchos se preguntan, ¿por qué motivo Benedicto XVI no respondía las cartas que le enviaban? Ahora se lo tienen que preguntar al Jano-Gänswein, quien como carcelero, dice que guardará silencio. ¡Otra casualidad! Justo en el momento donde debería hablar, si es que alguien le cree.

Los funerales del Papa, conmocionaron demasiado y señalaron a Paco I como el gran mezquino. El dios Jano, con sus dos caras. La expuesta que habla las bondades del abuelo, y la oculta que se ve en la expresión de su rostro. El entierro del abuelo con las dos caras: ropaje de papa mientras vivía y ropaje de obispo en su defunción.

Con la muerte del abuelo, era necesario acallar los que podían hablar. Uno era su traductor, Giulio Colombi, quien poseía todos sus escritos y se dice que muere el día siguiente al Papa. Una gran casualidad. Mientras todos miran la salma, nadie mira a Colombi.

El Paco–Robespierre debía dar un golpe más. Estaba el escrito de Demos que le había revolcado el alma. La ocasión se presentó sola. El cardenal Pell, cuya cara era también la de Demos, se interna en Salvator Mundi, un hospital privado de Roma, para una operación de cadera, la cual se desarrolla sin complicaciones, pero ¡oh casualidad!, Pell fallece de un paro cardíaco en el mes del dios Jano. Nuevamente las dos caras, operación exitosa, y paro cardíaco. Esta es la causa por la cual Paco I no se interna, pues sabe que sale del nosocomio en un ataúd.

Todo a pedir de boca para Paco–Robespierre, quien ya sueña con la aceleración de su Revolución personal. Los delantales abren sus botellas de champaña por tan felices sucesos, sobre todo cuando más se habla de la prohibición tajante del rito tridentino. Tal como se lo puede leer en la Isla de Gilligan.

 

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