Existe
un lenguaje tramposo, pero elocuente y por medio de esta
grandilocuencia se hace el hombre señor de sí mismo, ya no
necesita de Dios.
Extermine
el Señor todos los labios: los tramposos y la lengua jactanciosa.
Ellos
han dicho: «Nuestra lengua engrandeceremos; nuestros labios son
nuestros, ¿quién es Señor de nosotros? (Ps.11,3 y 4)
Este
salmo pertenece según el redactor a la colección del Rey David y
presenta el lenguaje visto desde la maldad del ser humano.
Pero
no deja de alabar el lenguaje divino:
Las
palabras del Señor son palabras sinceras, como plata limpia de
escoria, refinada siete veces. (Ps. 11, 7)
Toda
trampa se elabora con el lenguaje. Este pasa a ser camino para
desviarse de Dios y elabora la autodeificación personal.
Raíz
de los pensamientos es el corazón, y él hace brotar cuatro ramas:
el bien y el mal, la vida y la muerte, y la que decide siempre en todo
esto es la lengua. (Eclesiastés 37,17 y 18)
¿Fue
el lenguaje del Vaticano II plata limpia de escoria, refinada
siete veces? ¿Qué decidió la lengua en este Concilio?
EL
LENGUAJE DEL VATICANO II
Con
el Vaticano II se inauguró un nuevo lenguaje, donde con el mismo
se dio inconscientemente razón a los pensadores de la modernidad,
quienes afirman que el pensamiento es el lenguaje o el lenguaje es el
pensamiento. Estamos en la inversión de esta cita del libro de
Sirac: El lenguaje produce el pensamiento que se aloja en el corazón.
Ya el pensamiento no nace del corazón sino del lenguaje.
Con
este principio se abre la puerta para afirmar que las diferencias de
pensamiento no son tales, sino que el problema radica en que no
han encontrado un lenguaje que los unifique.
Esto
termina con una consecuencia lógica, el Cordero puede hablar como
serpiente o la serpiente bala: el lenguaje es uno en apariencia,
pero las diferencias persisten o se profundizan aún más. Es el
doble lenguaje del cual habla el Apocalipsis, donde el Cordero se
expresa en el lenguaje serpentino (Cfr. 13,11).
¿Sucedió
esto en el Vaticano II?
He
aquí un ejemplo bien concreto en el Art. 21 de la Constitutio
Sacrosanctum Concilium.
He
aquí la bomba de tiempo, que el inocente Paulo VI firmó y
posteriormente coaccionó a toda la Iglesia occidental para que acate
sin chistar el invento de Bugnini, llamado “a similitud”
del billete de un dólar, Novus Ordo (Missæ):
Polo
a: Reformemos todo:
Para
que en la sagrada Liturgia el pueblo cristiano obtenga con mayor
seguridad gracias abundantes, la santa madre Iglesia desea proveer
con solicitud a una reforma general de la misma Liturgia.
Comentario:
Aquí el tema es la reforma
general (generalem
instaurationem) de la Liturgia. Concretamente se habla de la
totalidad de la Liturgia.
Polo
b: No reformemos nada:
...si
es que en ellas (partes sujetas a cambio) se han introducido
elementos que no responden bien a la naturaleza íntima de la misma
Liturgia o han llegado a ser menos apropiados.
Comentario:
Aquí el tema ya no es la
totalidad de la Liturgia, sino partes
de la misma y estas partes
están absolutamente condicionadas con la filtración de elementos
ajenos o inapropiados. Si son partes
o elementos,
ya no es la totalidad.
¿Por
qué se contrapone totalidad a partes condicionadas?
Porque el problema del Vaticano II no era una feroz división entre
sus miembros, sino un problema de lenguaje que se debía solucionar.
Y así los hombres pusieron en práctica este nuevo lenguaje, el de
la unidad que borra la división.
Tramposa
transición entre los dos polos:
Entre
los dos polos, los redactores, para disimular el contraste existente
entre la totalidad
y las partes
o elementos,
escriben una transición que disimule esta contradicción. Este
pasaje de un polo al otro, trabaja de causa, como si entre la
totalidad
y las partes
no identificadas, existiese una causa que las unifica, de tal modo
que la totalidad, ya no es total y las partes ya no son partes, sino
algo total:
Porque
la Liturgia consta de una parte que es inmutable por ser la
institución divina, y de otras partes sujetas a cambio,
Evidentemente
se juega maliciosamente con el significado de parte. Todos
los términos son genéricos, sin recibir definición precisa. ¿Acaso
las partes divinas
y las partes humanas
sujetas al cambio, no
forman la totalidad?
¿Acaso los elementos
que se filtraron en la Liturgia no son minúsculas partes?
¿O es que todo el rito está infiltrado? De esto no se dice nada en
general, tan solo pasarán a indicar lo que se debe revisar.
Como
se puede apreciar, los términos se contradicen.
La
causa es objetable bajo estos puntos de vista:
1.
No especifica qué partes pertenecen a la institución divina,
ni mucho menos a las partes sujetas al cambio. Siempre es hermoso
caminar a ciegas.
Esto
sucede porque este lamentable Concilio no afirmó que la Liturgia es
una columna de la Sagrada Tradición. Al faltar esta definición, o
mejor dicho, es mejor que esta definición falte, caso contrario no
se puede afirmar que existen vulgarmente partes divinas y más
vulgarmente partes humanas que obligatoriamente deben cambiar.
Con
esta definición se parte en dos la unidad de Jesucristo: en Dios por
un lado y en hombre por otro.
2.
Esta causa abarca a la totalidad de la Liturgia, ya no a las partes,
pues la Liturgia no deja de ser una forma para poner en acto la
institución divina.
3.
Cincuenta años antes de la renuncia de Benedicto XVI quien separa
materia y forma del papado, aceptando la primera y renunciando a
la forma; luego de estos cincuenta años ya se separaba la Liturgia
en materia y forma: la materia pasa a ser la Institución divina y la
forma es lo que los hombres montaron llena de filtraciones humanas
que pueden no responder a su esencia divina.
Por lo
tanto, y es doloroso decirlo, ya no se trata de simples elementos
inapropiados, sino de una forma inapropiada.
Las
consecuencias fueron nefastas:
1.
La Liturgia, con esta afirmación, ha dejado de ser un pilar de la
Tradición, pues como vimos, se evitó dar este pronunciamiento
en este descalabrado Concilio del papa Juan. ¿Puede poseer la
Liturgia afiatada con el paso del tiempo, es decir, con la
experiencia y la asistencia del Espíritu, pues es un pilar dentro de
la Tradición, puede poseer elementos que no responden bien a la
naturaleza íntima ...o han llegado a ser menos apropiados?
Esta
afirmación se basaba en el aggiornamento pedido
por Juan XXIII, y en el planteo. ¿Cómo aggiornamos la
liturgia?
Esta
afirmación también es de matriz luterana, quienes reformaron la
Liturgia porque se introdujeron con el tiempo elementos que no
responden bien a la naturaleza íntima.
Si la
Liturgia es la Persona mística de Jesucristo, a partir de esto se
rompió la unidad de su persona. Podemos decir que Cristo no ha
resucitado.
2.
La irrupción del dios tiempo. Medio siglo antes de la catástrofe
de Bergoglio, aparece el dios historia solapado en el documento:
...(partes)
que en el decurso del tiempo pueden o también deben variar,...
¿Por
qué se separa pueden (possunt) de
deben (debent)? Esta es otra evidencia de la unidad
del lenguaje y de la diferencia de pensamiento. Si deben no
es necesario decir que pueden.
Este
debent es impuesto por el tiempo, es decir
por el dios historia de Bergoglio. Si no existiera el tiempo no
existiría ni el debent ni el possunt.
¿Cómo
explicamos ahora el regreso triunfal al rito tridentino? El
tiempo ha pasado desde este lenguaje bipolar, y el mismo tiempo
demuestra que los católicos regresan a las partes que según los
reformistas debían variar.
El
caso es, que como no se puede explicar este retorno, tachado de
vulgar moda por Bergoglio, quien como el Padre eterno todo lo sabe,
se agudiza la coerción ejercida por Pablo VI, transformándose ahora
en una persecución despiadada. Es que el rito del masón Bugnini al
que Paulo VI obligó, está herido de muerte, y combate con sus
últimas fuerzas para no fenecer. Esta es la explicación coherente
de la saña de Bergoglio con quienes ejecutan el rito tridentino.
¿Podemos
decir con este artículo básico de la Constitutio Sacrosanctum
Concilium que este lenguaje posee palabras sinceras, como
plata limpia de escoria y refinada siete veces?
Cuando
el lenguaje se seculariza se hace de la tierra y podemos hallar
cumplida en la Liturgia la profecía del Apocalipsis:
Vi
después otra bestia que subía de la tierra, y que tenía dos
cuernos, semejantes a los del Cordero, mas su lenguaje era como el
del dragón. (13,11)
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