Calesita

lunes, 18 de junio de 2018

¡Soledad!


Soledad es lo que siente el militante católico argentino ante su jerarquía que le dio la espalda, y se burló de él cuando más la necesitaba.
Todo se inició con la iniciativa del ateísmo occidental, buscando despenalizar el aborto en Argentina.
La primera reacción de la cabeza eclesial fue la de Ojea, pidiendo que se discutiera “a fondo”. Nuevamente profetizó, esta burra de Balaam. Más a fondo no pudo haberse discutido y se le dio media sanción a la despenalización.
Contra esta profecía salió un obispo del interior de Córdoba, afirmando con sensatez, que sobre este tema no había nada que discutir.
Y para cerrar el círculo, el episcopado reunido, bajo libreto de Bergoglio, afirmó, ¡oh novedad!, que la Iglesia estaba muy preocupada.
Para bajar los aires de superioridad de esta “Iglesia”, los hijos de Moloch, le recordaron que los obispos percibían sueldos del estado, con lo cual bajaban los obispos a la jerarquía de simples empleados estatales.
Luego los golpearon donde más les duele, afirmando que podían suspender el subsidio a los colegios privados, en su mayoría católicos.
En el devenir de los acontecimientos, bien recitado por Ojea el libreto bergogliano, esta jerarquía nunca fue un cuerpo, sino una sombra tétrica que se alarga hasta el abismo. Todo fue razonamiento a nivel humano. Aquí parece que Dios ya no existe.
Sacando honrosas excepciones, este deshilachado cuerpo de obispos, nunca estuvo a la altura de las circunstancias.
En tanto el presidente argentino, conociendo de antemano que esta jerarquía eclesiástica no posee agallas, afirmaba su propia estupidez, explayando que él defiende la vida, pero que no se la impone a los demás; por supuesto, son los hijos internacionales de Moloch los que se la imponen a él.
De este modo llegamos al clímax de los acontecimientos, donde el militante católico acampaba en la calle y se turnaba en oraciones; mientras tanto en Roma, a la misma hora, Bergoglio encendía velas a su ídolo, la cultura; esta vez representado por un redondo cuero inflado. Por ello hablaba de fútbol. Así fue percibido en el mundo católico, este despreciable “papa”.
Y para agregar una píldora de confusión, abrió Bergoglio algún libro de historia, de esa historia que él predica, pero que ignora por completo, y salió hablando de nazismo y de espartanos. Había de algún modo que disimular el contraste de su torpe figura con el militante católico. Con esto dejaba fuera de terreno a Ojea que cumplió fielmente el libreto bergogliano.
La conclusión es simple. Bergoglio firmó la paz con los hijos de Moloch, paz que el militante católico nunca firmará. El combate continúa. Esta jerarquía episcopal argentina, forma parte de la Iglesia de la neutralidad.
¿Quién vive ahora en soledad, el militante católico que fue traicionado por su “papa” o el “papa” de quien huyen sus católicos?



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