La
oscuridad de los acontecimientos, la oscuridad doctrinal, la tiniebla
bergogliana es altamente necesaria en esta neoiglesia, para
que el individuo pueda hacer uso de su conciencia por medio del nuevo
evangelio del discernimiento. Por esto los obispos argentinos que
cayeron en herejía, nos dan clases sobre la moral del
discernimiento. Como afirma Bergoglio:
Un
cristiano restauracionista, legalista, que lo quiere todo claro y
seguro, no va a encontrar nada. 1
Toda
la moral bergogliana se basa en el discernimiento personal de la
conciencia individual. Todo nace del hecho concreto, hecho en
movimiento, pues la dinámica es el dios al que Bergoglio quema
incienso todos los días. Este dios tan particular se disfraza como
marioneta en su lenguaje, con el término de “Espíritu Santo”.
El
hecho concreto para Bergoglio siempre está en movimiento, no es
estático. Sería estático si se adaptara a las normas de la
moral.
Estáticas
son las leyes para los bergogliano, y hasta los diez mandamientos
escritos sobre tablas por el otrora dinámico y evolutivo Moisés.
Pero ahora quien se aferra a las tablas mosaicas, muestra voluntad
estática e involutiva, por consiguiente sería para el
bergoglianismo una forma de pelagianismo moderno; y como Bergoglio
vino a combatir por su sola y única cuenta, el pelagianismo que se
aferra a las normas, impulsa a desprenderse de las leyes
establecidas. Una clara actitud gnóstica, pero a no decirlo, pues el
estúpido laicado se puede percatar del fraude.
Los
bergoglianos, son aquellos que se bajaron de la barca de la Iglesia
en plena borrasca, y se sentaron en un bote salvavidas. Esta es
la actitud de gran parte de la iglesia argentina. Estos prelados son
los que se dejan llevar por la corriente marina del mundo ateo, sin
rumbo y entre olas amenazantes. Estos inútiles, en esta condición
respiran aliviados. El “capitán” ordenó subirse a los
botes, pues con las normas establecidas la barca de la Iglesia se
hunde. Por eso con alegría de Bergoglio, ya no ven la Barca de la
Iglesia, sino distintos botes subiendo y bajando por la corriente del
mundo ateo. Ya no existen seguridades que entorpezcan la acción
evolutiva, ahora cada uno en perpetua inseguridad, rema hacia donde
se le ocurre, por supuesto, usando los remos del discernimiento.
Esta
actitud gnóstica, acarrea estas consecuencias:
1.
Esta moral del discernimiento se basa en contextos que la explicitan
y no puede ser de otro modo, como es el caso de Amoris Lætitia.
En este contexto, Los Amores de Leticia trabajan de tablas
donde escribe Bergoglio su nueva ley. Como otro Moisés, baja de la
tiniebla del Sinaí, con el rostro iluminado y presenta su nueva ley:
la ley del discernimiento, la cual libera la conciencia de las leyes
escritas para impulsarla a un nuevo juicio, juicio dinámico, pero de
todos modos pelagiano también, pues se ata a un contexto escrito y
se aferra a él.
Siempre
existe una norma escrita, esto es inevitable, esto hace que los
bergoglianos sean a su vez pelagianos y gnósticos.
Pero
¿dónde hallamos la diferencia entre Moisés y el nuevo Moisés
Bergoglio?
La
diferencia radica en que una ley, la de Moisés es revelada y la
del Moisés bergogliano es la de los hombres, es decir, gnóstica.
Sin
oscuridad, no se puede avanzar evolutivamente. Se hace necesario
subirse a los botes salvavidas y abandonar la Barca de Pedro. Es la
noche tenebrosa donde se concibe la nueva norma, la cual es alumbrada
por el parto lumínico de la conciencia en un nuevo ser, ser
evolutivo y monstruoso.
La
Luz de las normas reveladas es la llama del Sinaí, es llama que no
se apaga, llama que no consume, llama que no quema, llama que
santifica todo lo que toca y alumbra.
Las
tinieblas bergoglianas, son oscuridades que apagan la llama,
tinieblas que consumen la conciencia, tinieblas que queman el alma
con el fuego infernal, tinieblas que deshumanizan todo lo que tocan,
tinieblas que degradan hacia el lodo humano.
2.
La tiniebla bergogliana lleva al discernimiento y el discernimiento
se basa en el criterio, como capacidad de juicio personal. Estas
imágenes reflejan que el criterio se ha deformado.
Esta
es una iglesia sin criterio. Cuando se pierde el criterio, todo
se transforma en un carnaval, donde en vez de la samba carioca
escuchamos el coro de la Capilla Sixtina.
3.
El criterio posee su base de apoyo en la teología, y cuando la
teología se antropologiza y se profana, el criterio lo sigue
ciegamente y el discernimiento pasa a ser el juicio del imbécil,
como el de Sean O'Malley. Y no cabe otro apelativo para este
capuchino, quien bendijo la mascarada carnavalesca; pues cuando se
pierde la sensatez, se pierde la lógica del sentido común y la
persona se imbeciliza. El sentido común es el tesoro que Dios dejó
a los hombres de buena voluntad, y cada día los bergoglianos nos
revelan que quienes se han subido a los botes salvavidas, lo han
perdido lastimosamente.
A
todo esto aflora un nuevo fenómeno, el de la hipocresía. Si una
mujer impone las manos para sanar, salen los prelados llenos de furia
a increparla por “robar” una actitud de la clerecía.
Ahora
prelados desorientados e insensatos, ¿qué
esperan para recuperar lo que en esta mascarada les robaron estas
mujeres carnavalescas?
Dios
es Luz y en Él no hay tiniebla alguna (Cfr.1Jn. 1,5), pero
Bergoglio, el hereje, dice todo lo opuesto:
Un
cristiano … legalista, que lo quiere todo claro y seguro, no va a encontrar nada. 2
Pero
es que yo no quiero encontrar nada. Y como no quiero encontrar
nada, no me subo a los botes salvavidas. Con la siempre Virgen María
que me lleva a Jesucristo, lo tengo todo; con Jesucristo que me lleva
al Padre ya lo tengo todo. ¿Qué tengo que encontrar?
Solo
los gnósticos como Bergoglio, son los que se afanan por encontrar
algo, y luego te dicen:
– ¡Sorpresa!
Dios te dio una sorpresa.
Sí
una sorpresa, como la del carnaval de Sean O'Malley. ¡Vaya sorpresa!
1
Entrevista con Antonio Spadaro s.j., 19 de agosto de 2013Entrevista
com Antonio Spadaro s.j., 19 de agosto de 2013.
2
Ibídem.
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