Calesita

viernes, 18 de mayo de 2018

La tiniebla de Bergoglio



La oscuridad de los acontecimientos, la oscuridad doctrinal, la tiniebla bergogliana es altamente necesaria en esta neoiglesia, para que el individuo pueda hacer uso de su conciencia por medio del nuevo evangelio del discernimiento. Por esto los obispos argentinos que cayeron en herejía, nos dan clases sobre la moral del discernimiento. Como afirma Bergoglio:
Un cristiano restauracionista, legalista, que lo quiere todo claro y seguro, no va a encontrar nada. 1
Toda la moral bergogliana se basa en el discernimiento personal de la conciencia individual. Todo nace del hecho concreto, hecho en movimiento, pues la dinámica es el dios al que Bergoglio quema incienso todos los días. Este dios tan particular se disfraza como marioneta en su lenguaje, con el término de “Espíritu Santo”.
El hecho concreto para Bergoglio siempre está en movimiento, no es estático. Sería estático si se adaptara a las normas de la moral.
Estáticas son las leyes para los bergogliano, y hasta los diez mandamientos escritos sobre tablas por el otrora dinámico y evolutivo Moisés. Pero ahora quien se aferra a las tablas mosaicas, muestra voluntad estática e involutiva, por consiguiente sería para el bergoglianismo una forma de pelagianismo moderno; y como Bergoglio vino a combatir por su sola y única cuenta, el pelagianismo que se aferra a las normas, impulsa a desprenderse de las leyes establecidas. Una clara actitud gnóstica, pero a no decirlo, pues el estúpido laicado se puede percatar del fraude.
Los bergoglianos, son aquellos que se bajaron de la barca de la Iglesia en plena borrasca, y se sentaron en un bote salvavidas. Esta es la actitud de gran parte de la iglesia argentina. Estos prelados son los que se dejan llevar por la corriente marina del mundo ateo, sin rumbo y entre olas amenazantes. Estos inútiles, en esta condición respiran aliviados. El “capitán” ordenó subirse a los botes, pues con las normas establecidas la barca de la Iglesia se hunde. Por eso con alegría de Bergoglio, ya no ven la Barca de la Iglesia, sino distintos botes subiendo y bajando por la corriente del mundo ateo. Ya no existen seguridades que entorpezcan la acción evolutiva, ahora cada uno en perpetua inseguridad, rema hacia donde se le ocurre, por supuesto, usando los remos del discernimiento.
Esta actitud gnóstica, acarrea estas consecuencias:
1. Esta moral del discernimiento se basa en contextos que la explicitan y no puede ser de otro modo, como es el caso de Amoris Lætitia. En este contexto, Los Amores de Leticia trabajan de tablas donde escribe Bergoglio su nueva ley. Como otro Moisés, baja de la tiniebla del Sinaí, con el rostro iluminado y presenta su nueva ley: la ley del discernimiento, la cual libera la conciencia de las leyes escritas para impulsarla a un nuevo juicio, juicio dinámico, pero de todos modos pelagiano también, pues se ata a un contexto escrito y se aferra a él.
Siempre existe una norma escrita, esto es inevitable, esto hace que los bergoglianos sean a su vez pelagianos y gnósticos.
Pero ¿dónde hallamos la diferencia entre Moisés y el nuevo Moisés Bergoglio?
La diferencia radica en que una ley, la de Moisés es revelada y la del Moisés bergogliano es la de los hombres, es decir, gnóstica.
Sin oscuridad, no se puede avanzar evolutivamente. Se hace necesario subirse a los botes salvavidas y abandonar la Barca de Pedro. Es la noche tenebrosa donde se concibe la nueva norma, la cual es alumbrada por el parto lumínico de la conciencia en un nuevo ser, ser evolutivo y monstruoso.
La Luz de las normas reveladas es la llama del Sinaí, es llama que no se apaga, llama que no consume, llama que no quema, llama que santifica todo lo que toca y alumbra.
Las tinieblas bergoglianas, son oscuridades que apagan la llama, tinieblas que consumen la conciencia, tinieblas que queman el alma con el fuego infernal, tinieblas que deshumanizan todo lo que tocan, tinieblas que degradan hacia el lodo humano.
2. La tiniebla bergogliana lleva al discernimiento y el discernimiento se basa en el criterio, como capacidad de juicio personal. Estas imágenes reflejan que el criterio se ha deformado.

Esta es una iglesia sin criterio. Cuando se pierde el criterio, todo se transforma en un carnaval, donde en vez de la samba carioca escuchamos el coro de la Capilla Sixtina.
3. El criterio posee su base de apoyo en la teología, y cuando la teología se antropologiza y se profana, el criterio lo sigue ciegamente y el discernimiento pasa a ser el juicio del imbécil, como el de Sean O'Malley. Y no cabe otro apelativo para este capuchino, quien bendijo la mascarada carnavalesca; pues cuando se pierde la sensatez, se pierde la lógica del sentido común y la persona se imbeciliza. El sentido común es el tesoro que Dios dejó a los hombres de buena voluntad, y cada día los bergoglianos nos revelan que quienes se han subido a los botes salvavidas, lo han perdido lastimosamente.
A todo esto aflora un nuevo fenómeno, el de la hipocresía. Si una mujer impone las manos para sanar, salen los prelados llenos de furia a increparla por “robar” una actitud de la clerecía.
Ahora prelados desorientados e insensatos, ¿qué esperan para recuperar lo que en esta mascarada les robaron estas mujeres carnavalescas?
Dios es Luz y en Él no hay tiniebla alguna (Cfr.1Jn. 1,5), pero Bergoglio, el hereje, dice todo lo opuesto:
Un cristiano … legalista, que lo quiere todo claro y seguro, no va a encontrar nada. 2
Pero es que yo no quiero encontrar nada. Y como no quiero encontrar nada, no me subo a los botes salvavidas. Con la siempre Virgen María que me lleva a Jesucristo, lo tengo todo; con Jesucristo que me lleva al Padre ya lo tengo todo. ¿Qué tengo que encontrar?
Solo los gnósticos como Bergoglio, son los que se afanan por encontrar algo, y luego te dicen:
¡Sorpresa! Dios te dio una sorpresa.
Sí una sorpresa, como la del carnaval de Sean O'Malley. ¡Vaya sorpresa!


1 Entrevista con Antonio Spadaro s.j., 19 de agosto de 2013Entrevista com Antonio Spadaro s.j., 19 de agosto de 2013. 
2 Ibídem.

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