Existen
dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que conduce a
la vida y el que lleva a la muerte.
Así
se inicia La Doctrina de los Doce Apóstoles (Διδαχή των
δώδεκα αποστόλων), también llamado brevemente como
Didajé (Διδαχή ). Este escrito puede remontarse entre mediados
del siglo I y II. Este texto era desconocido hasta el año 1883, fue
hallado en un códice griego en pergamino del año 1057.
Como
lo indica este antiguo texto, la humanidad se debate entre ambos
caminos. Explicita más adelante el texto:
He
aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás
adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio;
no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no
harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de
nacida no la harás morir.
De
este breve párrafo de la Didajé podemos colegir algunas reflexiones
sobre nuestra actualidad:
1.
Provocar la muerte física en los niños. No existen razones para
matar al inocente engendrado.
... no
harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de
nacida no la harás morir.
Hoy la
Argentina como otrora se debate entre los dos caminos, el de la vida
y el de la muerte, dado que las potestades de este mundo concreto le
imponen el camino de la muerte, cuya autoridad nacional en este
campo, vive en la ceguera total. He aquí quienes desean vivir el
Camino de la vida:
Ante
esta afluencia, se percibe la ausencia del llamado “papa”
argentino, al que ya no reconocemos, no solo como papa, sino como
católico. Ser extraño, amante de las multitudes, pero no de estas
que desfilan por la vida, sino por aquellas que de algún modo se
inclinan por el camino de la muerte.
¡Gracias
Bergoglio por tu silencio! Siempre fuiste en este terreno un
hipócrita inútil, no solo en Buenos Aires sino ahora también en
Roma, fiel a tu contextura hecha para aplaudir este mundo.
2.
La muerte espiritual en los jóvenes:
...no
prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio...
No
puede existir nada más execrable, que quien recibió la misión de
dar vida espiritual, solo se ocupa de la muerte espiritual del niño
o del joven.
El
caso de la iglesia chilena marca un hito en este camino de muerte.
La iglesia chilena, y entiendo con este término a su obispos, es
idólatra en dos aspectos.
Uno
por caer en la idolatría formal, pues se ocupa de dar culto a
dioses paganos, como en este caso y las fotos no mienten.
En
segundo lugar, la iglesia chilena es idólatra por ocultar
eclesiásticos que cayeron en la idolatría de uno de los vicios más
abominables. Existen clérigos que son una lacra en una iglesia que debe ser
santa, pura e inmaculada. La farsa de presentar la renuncia en masa
ante un “papa” extraño a las masas católicas, no logra
convencer, cuando ni entre ellos mismos son capaces de cortar el
miembro podrido. ¿Quién puede creer en esta iglesia degradada a tal
punto? Hoy Chile, ha dejado de tener mayoría católica.
Y no
podía ser de otra forma. ¿Qué le dijo Begoglio a Juan Carlos Cruz,
una presunta víctima de abuso homosexual por parte del sacerdote
chileno Fernando Karadima?
– Llora,
chiquillo. Juan Carlos, no importa que tú seas gay. Dios te hizo así
y te quiere así.
Contento
el hombre Bergoglio, ya tiene lo que quería, apretar las renuncias
de los obispos chilenos en su puño. ¿Castigo ejemplar? Nada de eso,
hasta ahora es todo una farsa. Ahora regresarán estos obispos a su
diócesis, y podrán decirse unos a otros:
– Seguiremos
como antes, aunque con un poco más de escrúpulos.
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