Ante
la mirada silenciosa de los que se sienten padres de esta iglesia
destrozada, hemos explayado la teología bergogliana inspirada en
Heráclito de Éfeso. Aquí vamos ahora al campo práctico, porque un
ejemplo vale más que mil palabras. ¿Cómo se emplea esta teología
en la práctica? Tomemos el caso de dar la comunión a los
iconoclastas protestantes.
Hay
que saber hacer tiempo, como hace el futbolista que está ganando
y teme perder. No es fácil hacer tiempo, se debe poner la pelota
contra el piso, caminar lento, pasarla al de atrás, y éste al
arquero, o tal vez tirarla afuera.
En
esto consiste el magisterio líquido, parar la
doctrina, devolvérsela a otro, tirarla para atrás, o sacarla
afuera de la iglesia. Es todo un arte, el arte de Bergoglio.
Es
que el magisterio líquido es tan solo una
pantalla para ocultar el cambio doctrinario. Es saber hacer
tiempo. Se necesita ganar tiempo, porque el tiempo está en guerra
con el espacio; pero con la confianza que el tiempo siempre vence al
espacio.
Hagamos
pasar el tiempo, que los ciegos digan que esto es un magisterio
líquido, a la larga todos avalarán esta cláusula que siempre y
sin duda es del Espíritu Santo.
Este
hacer tiempo exaspera a los que están apurados,
pone de mal humor a los teutones. Como dice Marx, Francisco no ejerce
su poder. No lo ejerce, una porque no puede ejercerlo en este
espacio, y otra porque espera que el tiempo venza el espacio adverso.
Solo
se limita a generar un espacio contra el espacio adverso para
encontrar soluciones “juntos”.
Veamos
lo que sucede cuando no se conoce el manual de la mecánica. Si
alguien, como Marx, dice que Bergoglio es un autócrata que tiene
poca comprensión de las opiniones diferentes, es porque no leyó el
manual de la dinámica de este Heráclito resucitado.
Por
supuesto, ningún teutóm da un euro por la dinámica bergogliana.
¿Acaso, qué puede enseñarles un periférico cardenal latino, a
ellos, que tácitamente se consideran la raza superior?
La
grieta entre los germanos y Bergoglio existe. Y se preguntan
estos teutones abriendo la billetera abultada de euros:
– ¿Acaso
lo pusimos en el papado para hacer tiempo o para acelerar el tiempo?
Mientras
tanto los pelagianos abren más la grieta y dicen:
Si
muchísimos años la Iglesia enseñó una cosa, y me refiero a
cuestiones fundamentales y no a apreciaciones temporales, y hoy
propone la contraria, parece de cajón que se equivocaba entonces o
se equivoca ahora. 1
Bergoglio
está solo, o mejor dicho, está con el gigantesco apoyo
de Maradiaga y Ojea, que junto a otros son el respaldo a un papado
que tambalea día tras día.
Dadas
así las condiciones, Bergoglio espera la sorpresa de Dios o
que se produzca el milagro: esa cláusula que una la estructura
eclesial quebrada, y que permita a los ricachones teutones de
brindarles explícitamente la comunión a los iconoclastas
protestantes sin las objeciones de los pelagianos.
Bergoglio
teme su deposición, y con la deposición se acabó el tiempo que
triunfa sobre el espacio. Por consiguiente espera que otros hagan
ahora el trabajo sucio, él ya se jugó en el terreno de la herejía.
Lógica consecuencia es responder:
– Pónganse
de acuerdo.
La
unidad es superior al conflicto. Se debe montar el poliedro que
abarque los polos opuestos. Ya no es la Iglesia católica, apostólica
y romana; ahora es el poliedro de la unidad salvífica. Es un simple
cambio de paradigma.
La
estructura eclesial siempre es superior a la doctrina, la cual
surge de la bruma de una Revelación, que “aún no vio la
luz”. Este surgimiento se basa en la pastoral, es decir, en la
necesidad activa. Mantener la doctrina es pecado de autorreferencia
o pelagianismo puro. Decía Bergoglio al CELAM:
La
Misión ..., sea programática, sea paradigmática, exige generar la
conciencia de una Iglesia que se organiza para servir a todos los
bautizados y hombres de buena voluntad. 2
Aquí
está la respuesta al planteo del Tío Patilludo
teutón, para dar la comunión a todos los bautizados, aunque
sean los iconoclastas protestantes. Respuesta que Marx espera que dé
Bergoglio explícitamente, quien hace tiempo...
Esta
hipocresía se pone de manifiesto en los resultados.
Si
la necesidad pastoral modifica la doctrina, como es darle la
comunión a los iconoclastas protestantes, o a los católicos que
rompieron sus votos matrimoniales; estos hipócritas lo llamarán
progreso doctrinario.
Si
en cambio un obispo que mantiene disputas con la estructura eclesial
porque entiende que las reformas son desastrosas para la pastoral, y
por dicha necesidad consagra obispos; estos hipócritas lo
excomulgarán.
Esta
es la vara con la que se miden los hechos.
¡Ay
quien toca la estructura! ¡Bienvenido quien modifica la doctrina!
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