Calesita

viernes, 17 de enero de 2020

Tríptico del 6 de enero (IV)


Las bodas místicas.
El tercer milagro o portento que se recuerda el 6 de enero, es el realizado en las Bodas de Caná, que en el rito tradicional de occidente se recuerda el Segundo Domingo después de Epifanía.
Símbolos del icono
En el icono hallamos los esposos coronados tal como se realiza en oriente, y con vestiduras blancas que indican la nueva vida.
Jesucristo lleva un rollo escrito en su mano, es el símbolo de su palabra.
San Pedro a la derecha viste de azul, color indicando que Jesucristo transmite su santidad. El maestro de ceremonias está de marrón, color de la tierra que no alcanza a comprender el misterio de la transformación.
El sirviente que presenta el vino viste de verde, por la renovación espiritual, siendo el verde en oriente, el color del Espíritu Santo; pero quien vierte agua está de rojo, pues indica la plenitud de la vida terrenal.
Entre los esposos surge un pilar, la familia es el pilar de la sociedad, la cual sostiene la piedra angular entre los dos templos, el antiguo de color rosado y el nuevo con techo azul o santificado.
El paño púrpura sobre el templo y sobre la piedra, indica la revelación del Antiguo Testamento. Es el velo del templo que aún no se rasgó. Además insinúa que la escena de renovación, se desarrolla en el interior del hombre.
Seis de enero, estamos en el sexto día de la Nueva Creación. La nueva humanidad generada ahora por el Espíritu, ha vuelto a nacer, adquiriendo una nueva potencia, que no tenía antes de entrar en las aguas primordiales del bautismo. Y siguiendo la antífona de Epifanía:
Hodie vinum ex aqua factum est ad nuptias.
Hoy (hodie) el vino (vinum) se hizo (factum est) del agua (ex aqua) en las bodas (ad nuptias).
La re-novación o ανακαίνωσις
Con el bautismo el cristiano comenzó la anakáinosis. Es el agua que enrojece en vino.
En el término griego de anakáinosis, ανα-καίνωσις proviene de aná (ανα), que significa encima y kainóo (καινόω) que significa volver a crear; ergo, es un volver a crear arriba de lo que se quita. El término griego no tiene desperdicios y decir renovar, es quitarle en parte todo el significado que trae, por tal motivo separamos el término en re-novar, es decir, hacerlo todo nuevo
El esquema del cuerpo carnal ha sido cambiado en el bautismo con la re-generación, pero el viejo hombre, el cual persiste, no ha sido re-novado.
Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas. (Ap. 21,5)
La re-novación se hace mientras dure su vida carnal, en el cuerpo psíquico.
Somos como las seis vasijas de las bodas de Caná, que contienen el agua primordial para las abluciones, limpiaron pero ahora su contenido debe re-novarse.
Dijo la madre a los servidores: Haced lo que El os diga. (Juan 2,5)
Como estos servidores nos hemos puesto en las manos de María, Nuestra Señora que toma la iniciativa, pues es la que nos re-genera en su corazón místico, y hacemos lo que Jesucristo nos dice; de este modo, esta agua vieja se re-nueva en vino. Es la potencia que se actualiza en el nuevo género humano.
Estamos en las bodas místicas entre el Cordero y su esposa, la Iglesia; mientras permanecemos en las bodas, la re-novación será el resultado de nuestra nueva vida en esta nueva creación.
Esta re-novación lleva a una metamorfosis del espíritu humano, es el agua que al obrar bajo la Palabra de Jesucristo cambia de esencia, no por la sola Palabra, sino por la Palabra y la acción que la acompaña; de este modo el agua ahora es vino. Decía San Pablo:
Todos nosotros a cara descubierta reflejamos la gloria (δοξαν) del Señor como en un espejo y nos transformamos (μεταμορφουμεθα) en la misma imagen (εικονα), de gloria en gloria (απο δοξης εις δοξαν), a medida que obra en nosotros el espíritu del Señor (απο κυριου πνευματος). (2Cor. 3,18)
Hablamos de metamorfosis, otro término griego, que indica la transformación que sufre la persona en la anakáinosis. Por eso vamos de re-novación en re-novación, y esto produce la metamorfosis. Esta metamorfosis, es el agua que cambió su esencia por vino.
Con este texto, San Pablo nos presenta las cuatro causas de la metamorfosis:
1. La causa material, es el espíritu del cristiano.
Todos nosotros a cara descubierta...(2Cor. 3,18)
La cara descubierta (ανακεκαλυμμενω προσωπω), es lo que se transforma. El verbo ana-kalipto ανακαλύπτω que se encuentra en participio pasivo, implica revelar; es un llamar, pero un llamar hacia arriba, hacia lo alto, hacia las alturas. Y este llamado se hace ya con el rostro, con los ojos del rostro. El cristianismo no es una logia que trabaja en lo oculto, sino “a cara descubierta”.
Así como vemos la degradación perpetuada en la cara de un ebrio, o como lo notamos en el rostro de un homosexual, así el verdadero regenerado, se metamorfosea y ya en su rostro y en sus ojos se percibe la mutación realizada en su espíritu. Lo mismo hallamos en esta otra cita:
Porque Dios, que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas, es el que ha hecho brillar la luz en nuestros corazones... (2Cor.4,6)
¿Pero qué es lo que refleja ese rostro?
Esto nos lleva a la segunda causa.
2. La causa final consiste en reflejar la gloria de Dios:
...reflejamos la gloria (δοξαν) del Señor...(2Cor. 3,18)
Esta gloria es la Luz final.
Esto nos lleva a la cita anterior donde San Pablo refleja mejor su pensamiento:
... para que demos a conocer la ciencia de la gloria de Dios que brilla en el rostro de Cristo. (2Cor.4,6)
3. La causa formal, es la doctrina de Jesucristo que actúa permanentemente en la formación nueva. Es propiedad de la persona de Jesucristo, ser el icono (εικον) del Padre, por lo tanto, toda transformación producida en la anakáinosis, es una pincelada o cincelada para ese icono de Jesucristo que somos nosotros.
...nos transformamos (μεταμορφουμεθα) en la misma imagen (εικονα), de gloria en gloria (απο δοξης εις δοξαν). (2Cor. 3,18)
4. La causa eficiente es la acción del Espíritu Santo.
...a medida que obra en nosotros el espíritu del Señor (απο κυριου πνευματος). (2Cor. 3,18)
Quien realiza esta anakáinosis es el Espíritu Santo pero en sinergia con la persona.
La nueva creación se inicia con el Hombre Nuevo, por medio del cual todas las demás cosas se renovarán. De allí el imperativo de San Pablo:
No se engañen unos a otros; despójense del nombre viejo con todas sus obras, y vístanse del nuevo, que sin cesar se renueva, para lograr el perfecto re-conocimiento, según la imagen de su Creador. (Col. 3,9-10)
Tres milagros del día seis, el día en el cual la Palabra de Dios, crea la humanidad, y también el mismo día en que por tres prodigios, se recrea la Nueva Humanidad, nacida del Espíritu, se renueva y se transforma.



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