por Santiago Grasso
Isacco Turina, es profesor y sociólogo de la Universidad de Bolonia. Como cree que se lo exige su profesión, realizó una investigación sobre un fenómeno que ya expusimos en otra entrada, acerca de los «nuevos ermitaños».
A este concepto escribe García M. Colombás OSB en su obra “Monacato Primitivo”:
«Mucho antes de nacer el monacato cristiano, y paralelamente a su aparición y desarrollo, florecieron ciertas aspiraciones religiosas y morales afines al mismo tanto en su espíritu como en sus realizaciones prácticas. Y no hay razón alguna que nos impida hablar de un monacato no cristiano, o mejor, de monacatos—en plural— anteriores o extraños a la Iglesia de Cristo. Ello prueba que la vida monástica es un fenómeno humano, por lo tanto universal, que ofrece los mismos caracteres en todas las latitudes. 1»
Por esta causa, se encuentran eremitas como asimismo, monjes en la India, el antiguo Egipto como dentro del budismo.
La necesidad de una vida contemplativa, es una aspiración humana, no una mundanidad bergogliana. Solo a un necio como Bergoglio se le puede ocurrir pavonearse vestido de blanco y con plumas en la cabeza, para creerse que salió a las periferias.
El eremitismo católico, más que una aspiración humana, es una llamada del Espíritu Santo, el cual es visceralmente opuesto al espíritu idólatra de Bergoglio. Esta es la gran diferencia entre el monacato pagano y el monacato cristiano.
Afirma Turina que se hizo difícil censar a los eremitas italianos, no porque no existieran, sino porque lo esquivaban. Lo cual es comprensible, siendo este de Bolonia, ya que el solo nombre de esta ciudlad, suele ser una mala carta de presentación para un católico de amplia fe. Por este motivo escribe que se encuentran entre «100 o 200 personas que puedan definirse en Italia como ermitaños católicos a tiempo completo, viviendo solos o en grupos de dos»
Comienza su investigación en 2003:
«Ha sido un problema encontrarlos y entrevistarlos, son extraños, huyen, se esconden, a veces incluso rechazan el contacto».
Tan solo encontró cerca de cincuenta, 37 de ellos aceptó su entrevista. Viven alejados de las ilusiones técnicas de esta sociedad. Sin medios de comunicación, ni automóviles. Solo algunos son clientes de supermercados. Por eso se expresan de este modo:
«Dios tiene el poder para hacerme vivir o morir si caigo enfermo.»
«(El automóvil) es una pérdida de tiempo.»
Alguien que va al supermercado dice:
«Es el único momento en que saludo a las personas, me piden que rece por algún familiar, y además, así saben que existo no sólo para mí, sino también para ellos»
«No tengo dinero, nadie me paga por rezar, pero confío en Dios y nunca voy a comprar para comer, vivo de limosna...».
He aquí algunos párrafos del libro:
«El ermitaño no se retira porque no consiguió un puesto en el mundo. Entre los entrevistados encontramos a ex arquitectos, directores, profesores, carteros, médicos, etc. Incluso entre el personal eclesiástico, los que luego se convierten en ermitaños ocupan a veces puestos de responsabilidad, especialmente en la formación y en las misiones. Además de restrictivo, la hipótesis de que alguien se convierte en ermitaño porque ha fracasado en otras carreras es, por tanto, desmentida por los datos recogidos.»
«Otra hipótesis malévola y de sentido común, quiere que el ermitaño sea un misántropo que de esta manera justifica su desapego por los demás. […] Los ermitaños suelen ser personas afables, hospitalarias y comunicativas, como lo atestigua su currículo anterior, que suele incluir trabajos que requieren habilidades relacionales y contacto frecuente con los demás.
»Finalmente, ni siquiera es posible argumentar que el ermitaño se retira para buscar sus propias comodidades. En muchos casos (aunque no en todos) está de hecho libre del control directo y continuo de un superior. Pero también es cierto que luego se impone tiempos de oración ya veces prácticas ascéticas muy exigentes, más de lo que puede ocurrir en un monasterio. Además, hay que considerar que cuanto más gana en libertad, más pierde en seguridad, ya que la institución (en este caso la diócesis) rara vez le garantiza asistencia, alimentación, alojamiento, salario. Cuando se trata de mujeres, este apoyo prácticamente nunca existe, y la persona debe cubrir sus necesidades totalmente por sí misma o con la ayuda de la red de conocidos.
»Por fascinante que pueda parecer desde lejos, el eremitismo es principalmente, todos los días del año, una vida que se compone sobre todo de soledad, silencio, vigilias, lecturas espirituales y oración. Para perseverar, se requiere una motivación más fuerte que un simple retroceso, así como superar los varios años de pruebas y dificultades que siempre preceden al comienzo de una vida estable de ermitaño a tiempo completo. […]
Algunos ejemplos:
«Barbara tiene 40 años, vive en un condominio en las afueras de Roma. Tiene un diploma de bellas artes de París. Se mantiene vendiendo sus pinturas, lienzos llamativos que representan escenas sagradas. En las horas que no está trabajando, Bárbara reza, medita frente a los iconos, entona la liturgia de las horas. Bárbara es una ermitaña.»
«Lucio, en cambio, camina. No tiene coche ni otros medios. Una vez al año, a principios del verano, sale a pie, se queda fuera de casa unos meses, durmiendo en las sacristías, en los santuarios, dondequiera que se ofrezca hospitalidad. Si tiene la oportunidad, comparte el evangelio con las personas que conoce.»
«Carlos es sacerdote, pero tiene un título en medicina y una especialización en psiquiatría. Trabajó durante mucho tiempo en hospitales de Francia. Ahora pasa en silencio y soledad cada mañana y cada tarde, en un pequeño apartamento de ciudad. Por la tarde, baja a la iglesia debajo de la casa donde se confiesan una docena de personas todos los días.»
***
El valor del libro, se da en que lo realiza un “científico” de esta modernidad. Es la primera investigación en este sentido. El autor no es un Paladio, pero da una muestra de lo que se le ha escapado a esta iglesia modernista en crisis; y lo que se le ha escapado, regresa a los primeros siglos del cristianismo.
Cuando encuentres una persona con situación de calle, o un mendigo en los trenes, piensa si no es un “eremita urbano”.
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1 A. J. FESTUGIÉRE, Sur une nouvelle édition du «De vita pythagorica» de Jamblique: Revue des études grecques 50 (1937) 476.
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