Calesita

jueves, 30 de abril de 2020

Proselitismo sí, proselitismo no

Retórica de un Papa para sus papa-natas.
Ya es un clásico, el discurso de Bergoglio sobre el proselitismo, y la nueva norma para no ejercerlo.
El proselitismo se origina en el prosélito.
El prosélito es una institución que se toma del judaísmo del siglo primero. Los hebreos lo llamaban ger (גר).
Fueron los helenos quienes llamaron al ger (גר) un prosélytos (προσήλυτος). El término griego se compone de dos partes; προς que indica estar cerca de alguien o estar al lado de alguien, es decir, estamos ante una compañía; y ήλυτος que proviene del verbo έρχομαι que significa venir o llegar.
En otras palabras, el prosélito es el que ha llegado por su propia voluntad, y está acompañado.
Como se puede ver, el prosélito no es el resultado de estas causas:
1. De la persona que fue movida solamente por la inteligencia, pues llegó movido principalmente por su voluntad de llegar.
2. De una persona que lo ha empujado a entrar, pues viene porque quiere venir.
3. De un accionar simplemente humano, pues se estaría negando el acompañamiento de la Gracia divina, que es en definitiva, la que lo mueve para llegar y ser acompañado.
Por lo tanto el prosélito es alguien que llega con dos acompañamientos, uno el de la Gracia que le abrió el corazón y otro de aquel que lo instruye para que la Gracia sea completa.
Sin embargo este término con el andar de los hechos, fue reemplazado por otro. Los prosélitos eran instruidos verbalmente, muchos no sabían leer ni escribir. De allí que el que los instruía, hacía resonar su voz para que se le escuchara, y quienes escuchaban eran los catekhúmenos, o los κατηχούμενος quienes oían de viva voz. Este verbo catekheo, κατηχέω, o retumbar con la voz, dará origen a la palabra catequesis.
Como primera conclusión, se hace necesario afirmar, que quien niega el proselitismo, niega en primer lugar la Gracia divina y en segundo lugar niega la instrucción de las enseñanzas evangélicas y en tercer lugar niega el catecumenado y la catequesis.
Afirmar que se debe transmitir el evangelio, y al mismo tiempo no hacer proselitismo, es una afirmación que contradice el término prosélito, pues este implica ser enseñado. Lo lógico sería afirmar que de ningún modo se enseñe el evangelio, de esta manera no existiría proselitismo.
Sin embargo existe algo más ilógico todavía, y es que cuando se afirma que no se debe hacer proselitismo, se toma esta actividad como una causa, cuando en realidad es una consecuencia.
A todo esto surge otra cosa curiosa. Prosélytos (προσήλυτος), puede significar una persona llegada recientemente del extranjero. Sería el nombre helénico de un inmigrante. Por lo tanto cuando Bergoglio habla maravillas de los inmigrantes musulmanes, aprueba tácitamente al prosélito.
¿En qué quedamos? ¿Hacemos o no hacemos prosélytos?
Bergoglio no le habla a los lógicos, sino a los infantes que todavía toman leche, es decir a los que papan natas. Yo estoy algo crecido, y la nata me cae mal.

Muchas veces me pregunto, si los cardenales en el cónclave del 2013 nos dieron un papa o un papanatas.



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