Calesita

jueves, 14 de mayo de 2020

Edipo y la esfinge de Ratzinger



En una biografía acerca de Benedicto XVI, Peter Seewald transmite distintos razonamientos del Papa que se dice abdicante.

La historia dará una mejor opinión sobre su gestión, pero por motivos vitales, es preciso detenerse en su peculiar visión del papado.

Todo parece indicar que en la mente de Benedicto XVI, Jesucristo le dijo a San Pedro:

Tú eres obispo de Roma, y sobre Roma edificaré mi Iglesia.

¿Causa o consecuencia?

1. Cuando se elige un sucesor de Pedro, la misma elección puede recaer sobre quien no es obispo. Por tal motivo ser obispo es una consecuencia del papado, no su causa.

2. Ser obispo de Roma es en definitiva una circunstancia. Primero Pedro lo fue de Antioquía. Que Benedicto, el que se dice abdicante, ponga su domicilio en Roma, no indica que esta sea la razón para que ejerza el munus papal sobre toda la catolicidad. Ser de Roma, no es una causa del papado, sino una consecuencia circunstancial.

Ser obispo de Roma, no es la esencia del papado. Los papas de la ciudad de Aviñón, también fueron Papas.

Cuando el que se dice abdicante afirma que como obispo se puede ser emérito, cosa que se puede discutir, aunque un cuestionado Concilio lo puso en práctica; el Papa es otra cosa, distinta a un obispo. En cuyo caso será emérito como obispo, pero no como Papa.

La diferencia entre Papa y obispo, no la transmite el orden humano, sino el mismísimo Jesucristo, pues es su Vicario. Lo que está a disposición de la estructura eclesial, es tan solo la elección.

El Papa no recibe una unción especial, sino una misión especial; es decir que sigue siendo obispo (si lo era), pero recibe un mandato que está por encima de los obispos.

Una ruptura, peor que la del Vaticano II

Si se equipara el papado con un obispo, pueden resultar dos consecuencias muy peligrosas:

Primero, se rebaja el papado a la función de un obispo cualquiera, pues quien sería Papa pasaría a ser el primus inter pares. Una posición afín al pensamiento de la ortodoxia oriental.

Segundo, se asciende al obispo a una función similar a la del Papa, algo que buscan los obispos occidentales para enfrentar el papado y establecer sus propios puntos de vista.

Lo que ha hecho quien se declara abdicante no solo es peligroso, sino suicida.

Cuando Bergoglio se declara Obispo de Roma, ha rebajado institucionalmente al papado, pero a continuación se impuso usando un poder absoluto, arbitrario y desordenado, el cual parece decir:

La Iglesia soy yo.

El Papado emérito es pura invención de Ratzinger, quien en dos mil años, produce un quiebre en la estructura de la Iglesia, superior al Vaticano II. Y aquí su hermenéutica de la continuidad, no cabe bajo ningún postulado.

El laberinto ratzingeriano

Dice Ratzinger, haber retenido la “dimensión espiritual” del Papado a pesar de su supuesta abdicación.

En este tema ingresamos en su tortuoso laberinto mental:

Renuncio el ministerio activo, pero no renuncio el ministerio pasivo.

Abdico, pero retengo.

No soy papa, pero me llamo papa.

Haré silencio, pero hablo.

Abdiqué, pero me visto de Papa.

Obedezcan las reformas de Bergoglio, pero no se aparten de la Tradición.

¿Dónde está la salida de este laberinto?

No existe. Es la esfinge.

Si Bergoglio representa el Edipo que acarrea su peste a la Iglesia, el enigmático Ratzinger ha sido la esfinge que le dio su acceso al covid 19.

Un razonamiento de carnero

Lo único que puede existir, es no volverse carnero y usar la coherencia, pues somos seres racionales; si bien otros preferirían que razonáramos al nivel de las ovejas. Y cuando el pastor tiene olor a oveja, daría la señal que muchos tontos se le han sumado.

Se le debe preguntar al ilustre teólogo Ratzinger:

¿Cuántos papados existen en una sola persona? ¿Uno, dos o tres? ¿De todos ellos, qué papados están sujetos a la abdicación? ¿Quién abdica, cuántos papados retiene? ¿Cuál de todos estos papados puede ejercer un abdicante?

En vez de escribir la biografía de la infancia de Jesucristo, podría haber desarrollado estas preguntas y explicar teológicamente, cual es la causa por la cual un papa se jubila, como si fuese un mecánico.

¿Abdicar o ceder?

La lógica nos dice que quien abdica realmente, ya no es papa de ninguna índole, ni material, ni espiritual, ni de nombre, ni de ropa. Si abdicó, que fije su domicilio en otra parte, lejos de Roma; pues de lo contrario, no abdicó, simplemente cedió algo de lo que tenía.

Ceder algo es lo que Ratzinger hizo y lo llamó novedosamente, el ministerio. Ratzinger no abdicó; de allí que cedió a las amenazas, a la intriga palaciega, a la mafia lavanda, y a la faz activa de un supuesto papado de reemplazo.

Y si se retiene parte del papado, es porque no se abdicó.

De allí que todo viajero que se anime a entrar en la apestada Roma, se encontrará con la esfinge de Ratzinger.

He aquí los tres enigmas de la esfinge de Ratzinger para nuestro Edipo:

¿Cuántos papados posee la persona elegida?

¿Por qué causa teológica se puede jubilar un Papa?

¿Por qué motivo Benedicto XVI renunció al ministerio y no renunció al munus papal?

Si no se contestan bien estos enigmas, la esfinge devorará a Edipo.




1 comentario:

  1. Muy interesante el posteo y todo blog en general.

    Sobre esta entrada que es muy iluminada en su análisis sí me permito acotar algo: los papas residentes en Avignon eran Obispos de Roma, aunque no residían en su Diócesis.

    Por es resto de acuerdo en que esta "histeria" de soy pero no soy, estoy pero no estoy, no ayuda en nada a la actual confusión.

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