Calesita

viernes, 29 de marzo de 2019

¿Qué hacer con este papado herético? Disputant auctores (I)


Seis años demoró esta dormida iglesia, para constatar que Bergoglio es hereje.
Pasaron por alto su arrodillamiento para venerar pastores pentecostales, las reiteradas bendiciones y avivamientos del espíritu que recibió de ellos, su camaradería con rabinos, musulmanes y otras yerbas sin mencionar la rehabilitación del monje rebelde Lutero. Hoy se percatan, que este papa, de santo no tiene nada y de padre mucho menos, por mas que él diga que hace cola junto con Benedicto para subir a los altares.
Ahora bien, ¿qué hacer con un hereje bien o mal sentado en la cátedra de Pedro?
Este es hoy, el laberinto de la discusiones centrales entre los que dan a Bergoglio como Papa caído en franca herejía.
A este nivel se perfilan tres teorías:
I. La teoría quietista
Esta posición pertenece al obispo auxiliar de la archidiócesis de Santa María en Astana, Athanasius Schneider. Damos aquí algunos puntos centrales de su pensamiento, el cual puede consultarse completo desde este enlace--->:
1. La Iglesia, en los muy raros casos concretos de un pontífice que comete graves errores teológicos o herejías, definitivamente podría convivir con un Papa así. La práctica de la Iglesia hasta ahora fue el de dejar el juicio final sobre un Papa herético reinante a sus sucesores o a un futuro Concilio Ecuménico, como en el caso del Papa Honorio I.
Schneider parte de una falsa base, como es una iglesia unida y coherente con su doctrina. En este aspecto, su inicio del razonamiento falla por no ver la realidad, que se resume en una profunda crisis de Fe en toda la iglesia. Esta no es una iglesia unida, sino dividida en miles de partes doctrinales, a tal punto que no se sabe en qué cree un cardenal o un simple presbítero. Esta es una iglesia al borde del cisma formal y dentro de un cisma real. Esta posibilidad no logra percibir este inocente obispo.
2. El Papa obtiene su autoridad directamente de Dios y no de la Iglesia; por lo tanto, la Iglesia no puede deponerlo por ninguna razón.
La elección de un Papa y el papado mismo, es una sinergia entre Jesucristo y su Iglesia. En este punto, Schneider presenta otro error. El papado fue creado por Jesucristo, pero su elección reside dentro de la unidad de su Iglesia. No viene Jesucristo a nombrar el Papa. Si el Papa se declara hereje, la misma sinergia debe ponerse en práctica, sin embargo, Schneider deja todo librado a las manos de Dios sin que ninguno de los responsables mueva un dedo para deponerlo. Esta es una posición quietista donde los obispos y cardenales se quitan la responsabilidad de poner manos a la obra para restaurar el papado. Y Schneider lo hace con estos términos:
3. Los episodios narrados en el Evangelio acerca de cómo Nuestro Señor calmó el mar tormentoso y rescató a Pedro que se estaba hundiendo en el agua, nos enseñan que incluso en la situación más dramática y humanamente desesperada de un Papa herético, todos los Pastores de la Iglesia y los fieles deben creer y confiar en que Dios intervendrá en su Providencia y Cristo calmará la tormenta y restaurará en los sucesores de Pedro, sus vicarios en la tierra, la fuerza para confirmar a todos los pastores y fieles en la fe católica y apostólica.
El caso es, que no solo se hunde Pedro, sino la misma barca sufre la tormenta y parece hundirse. El quietismo como Jonás, duerme en la bodega de la nave. Solo se espera que la Providencia calme la tormenta y restaure las cosas.
4. Toda la Iglesia debe tener una perseverancia sobrenatural en tal oración y una confianza sobrenatural en el hecho de que es Dios quien gobierna a Su Iglesia en última instancia y no el Papa.
Nuevamente, Schneider pierde de vista la sinergia y carga todas las responsabilidades sobre Jesucristo. ¿Quién eligió un hereje para el papado? Fue acaso Jesucristo o un ciego cardenalato?
5. Al lidiar con el trágico caso de un Papa herético, todos los miembros de la Iglesia, comenzando con los obispos, hasta los simples fieles, tienen que usar todos los medios legítimos, como las correcciones privadas y públicas del Papa errante, constantes y ardientes oraciones y profesiones públicas de la verdad para que la Sede apostólica pueda nuevamente profesar con claridad las verdades divinas, que el Señor confió a Pedro y a todos sus sucesores. “Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe.” (Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Pastor Aeternus, cap. 4)
Este punto 5 ya fue realizado, y la Santa Sede hace oídos sordos y se ríe de las correcciones efectuadas. Peor aún, hasta este presente y no hablo del futuro inmediato, el Espíritu Santo brilla por su ausencia en esta Santa Sede repleta de pederastas. No creo que el Espíritu de Dios se proponga iluminar una administración declaradamente homosexual.
6. En la misma sesión, el Concilio de Constanza decretó que todo Papa recién elegido debía hacer un juramento de fe, proponiendo la siguiente fórmula, de la cual citamos los pasajes más importantes:
Yo, N., elegido Papa, con corazón y boca confieso y profeso al Dios todopoderoso, que creeré firmemente y mantendré la fe católica según las tradiciones de los apóstoles, de los concilios generales y de otros santos padres. Conservaré esta fe sin cambios hasta el último punto y la confirmaré, defenderé y predicaré hasta el punto de la muerte y el derramamiento de mi sangre, y seguiré y observaré en todo sentido el rito transmitido de los sacramentos eclesiásticos de la Iglesia Católica.”
¡Qué oportuno es tal juramento papal y cuán urgente es ponerlo en práctica, especialmente en nuestros días! El Papa no es un monarca absoluto, que puede hacer y decir lo que le gusta, que puede cambiar la doctrina o la liturgia a su propia discreción. Desafortunadamente, en los siglos pasados, contrariamente a la tradición apostólica de los tiempos antiguos, el comportamiento de los papas como monarcas absolutos o como semi-dioses se aceptó comúnmente en la medida en que dio forma a los puntos de vista teológicos y espirituales de la mayoría prevaleciente de los obispos y los fieles, y especialmente de la gente piadosa. El hecho de que el Papa debe ser el primero en la Iglesia que debe evitar las novedades, obedeciendo de manera ejemplar la tradición de la Fe y de la Liturgia, fue a veces borrada de la conciencia de los obispos y fieles por una aceptación ciega y piadosa de un absolutismo papal.
El mismo juramento papal nombró, en términos concretos, fidelidad a la lex credendi (la Regla de la fe) y a la lex orandi (la Regla de la oración). Con respecto a la lex credendi (la Regla de Fe), el texto del juramento dice:
Prometo mantener con todas mis fuerzas, hasta el punto de la muerte y el derramamiento de mi sangre, la integridad de la verdadera fe, cuyo autor es Cristo y que a través de sus sucesores y discípulos fue entregado a mi, humilde servidor, y que encontré en su Iglesia. Prometo también soportar con paciencia las dificultades de la época”.
Con respecto a la lex orandi, el juramento papal dice:
Prometo mantener la disciplina y la liturgia de la Iglesia tal como las he encontrado y como fueron transmitidas por mis predecesores”.
Lo dicho. Los cardenales eligieron un hereje. Como se puede constatar, no existe entre esta generación de cardenales, una constancia cierta, que quien asciende a la sede, ocupada o libre de Pedro, pueda ser católico. La constatación de herejes en la sede de Pedro, desgraciadamente la tenemos hoy, no solo en la sede, sino en toda la corte de un Papa celosamente absolutista.
7. En los últimos cien años, hubo algunos ejemplos espectaculares de un absolutismo litúrgico papal. Cuando consideramos los cambios radicales en la lex orandi, hubo cambios drásticos realizados por los Papas Pío X, Pío XII y Pablo VI y, en relación con la lex credendi, por el Papa Francisco.
Pío X se convirtió en el primer Papa en la historia de la Iglesia Latina que realizó una reforma tan radical del orden de la salmodia (cursus psalmorum) que dio como resultado la construcción de un nuevo tipo de Oficio Divino con respecto a la distribución de los Salmos. El siguiente caso fue el Papa Pío XII, quien aprobó para el uso litúrgico una versión latina radicalmente cambiada de los milenarios y melodiosos textos del Salterio de la Vulgata. La nueva traducción al latín, el llamado “Salmo Piano”, era un texto artificialmente fabricado por académicos y, en su artificialidad, difícilmente se podía pronunciar. Esta nueva traducción latina, acertadamente criticada con el adagio “accessit latinitas, recessit pietas”, fue de facto rechazado por toda la Iglesia bajo el pontificado del Papa Juan XXIII. El Papa Pío XII también cambió la liturgia de la Semana Santa, un tesoro litúrgico de la Iglesia de milenios de antigüedad, al introducir rituales inventados parcialmente ex novo. Los verdaderos cambios litúrgicos sin precedentes, sin embargo, fueron ejecutados por el Papa Pablo VI con la reforma revolucionaria del rito de la Misa y de del rito de todos los otros sacramentos, una reforma litúrgica de tal radicalidad ningún Papa antes osaba efectuar.
Aquí Schneider se embarca en una crítica al espíritu reformista, es buena, pero merece algunas pequeñas observaciones:
a. Una de ellas consiste en pasar por alto las reformas efectuadas en la contrarreforma, así tenemos el caos general producido por la reforma del calendario con Gregorio XIII en 1582, como también tenemos la reforma sobre los textos durante la era de Urbano VIII en 1632. El espíritu reformista es anterior a Pío X, y se fue incrementando en el siglo XX.
b. Otra es la reforma del orden de la salmodia que critica en Pío X. Existe una corriente, que parece no percatarse que anterior a esta reforma, existían dos órdenes de salmodia: una que seguía la iglesia romana y otra distinta seguida por el monacato benedictino. De allí que no es cuestión de ver la reforma de la salmodia en sí, sino el criterio que se empleaba. El mismo lo da la Regla de San Benito:
Sobre todo advertimos, que si acaso esta disposición no agradare a alguno, ordénelo de otro modo si le pareciere mejor, con tal que en todo caso se atienda que cada semana se cante enteramente todo el Salterio de ciento y cincuenta Salmos, y que se comience siempre a los Maitines del Domingo por un mismo Salmo. Porque muy poca devoción, y celo para el servicio divino muestran los monjes, que en el transcurso de una semana cantan menos de un Salterio con los Cánticos acostumbrados, cuando leemos que nuestros Santos Padres hacian con fervor en un solo día, lo que quiera Dios ejecutemos nosotros en toda una semana. (Cap. XVIII)
Este es el criterio de la Tradición, no el simple orden de la salmodia. Por supuesto, qué diría San Benito de los adictos al Vaticano II que necesitan para recitar toda la salmodia ¡nada menos que cuatro semanas! Y para colmo, ya no son 150 salmos, sino muchos menos y algunos salmos del resto están mutilados.
8. Un cambio teológicamente revolucionario fue hecho por el Papa Francisco en cuanto el aprobó la práctica de algunas iglesias locales de admitir a la Sagrada Comunión en casos excepcionales e particulares a los adúlteros sexualmente activos (que cohabitan en las llamadas “uniones irregulares”). Incluso si estas normas locales no representan una norma general en la Iglesia, significan, sin embargo, una negación en la práctica de la verdad de la indisolubilidad absoluta del matrimonio sacramental rato y consumado. Otra modificación radical en cuestiones doctrinales consiste en el cambio de la doctrina bíblica y de la doctrina tradicional bimilenaria en relación con el principio de la legitimidad de la pena de muerte. El siguiente cambio doctrinal representa la aprobación del Papa Francisco de la frase en el documento interreligioso de Abu Dhabi del 4 de febrero de 2019, que establece que, la diversidad de los sexos, de las naciones y de las religiones corresponden a la sabia voluntad de Dios. Esta formulación como tal necesita una corrección papal oficial; de lo contrario, constituiría una evidente, contradicción del Primer Mandamiento del Decálogo y de la enseñanza inequívoca y explícita de Nuestro Señor Jesucristo, contradiciendo por lo tanto la Revelación Divina.
En este contexto es impresionante y pensativo el episodio narrado en la vida del Papa Pío IX, quien, a petición de un grupo de obispos para hacer un ligero cambio en el Canon de la Misa (introduciendo el nombre de San José), respondió: “No puedo hacerlo. ¡Solo soy el Papa!
Esto no es un cambio teológicamente revolucionario, sino un ingreso formal en la herejía. Como siempre, Schneider se queda corto en el análisis.
9. El caso extremadamente raro de un Papa herético o semi-herético debe ser soportado y sufrido en última instancia a la luz de la fe en el carácter divino y en la indestructibilidad de la Iglesia y del Oficio Petrino. El Papa San León Magno formuló esta verdad, diciendo que la dignidad de San Pedro no está disminuida en sus sucesores, por indignos que puedan ser: “Cuius dignitas etiam in indigno haerede non deficit” (Serm. 3, 4).
Schneider es genial, pero no logra ver que si este punto no se cumple, es porque algo mal se ha realizado. Es el olfato de muchos críticos, que notan que lo que nos vendió este cardenalato donde unos estaban sumidos en un profundo sueño y otros en la idólatra pederastia, es pescado podrido. Schneider como otros autores, parten de la base real, de que todo se hizo bien y en perfecta armonía. ¿Y si esto es falso? Si la elección de un Bergoglio herético, es porque algo salió mal, ¿qué son capaces de responder? Nada. Por lo visto esta situación no existe, ni su posibilidad remota se toma en consideración.
10. Podría haber una situación verdaderamente extravagante de un Papa que practica el abuso sexual de menores o subordinados en el Vaticano. ¿Qué debería hacer la Iglesia en tal situación? ¿Debería la Iglesia tolerar a un Papa depredador sexual de menores o subordinados? ¿Por cuánto tiempo debe la Iglesia tolerar a un Papa así? ¿Debería perder el papado ipso facto debido al abuso sexual de menores o subordinados? En tal situación, se podría originar una nueva teoría u opinión canónica o teológica de permitir la deposición de un Papa y la pérdida de su cargo debido a delitos morales monstruosos (por ejemplo, abuso sexual de menores y subordinados). Tal opinión sería una contraparte de la opinión que permite la deposición de un Papa y la pérdida de su cargo por herejía. Sin embargo, tal nueva teoría u opinión (deposición de un Papa y la pérdida de su cargo por delitos sexuales) seguramente no correspondería a la mente y práctica perennes de la Iglesia.
Lo dicho, quietos y de algún modo sigamos durmiendo.
11. La tolerancia de un Papa herético como una cruz no significa pasividad o aprobación de sus malas acciones. Uno debe hacer todo lo posible para remediar la situación de un Papa herético. Llevar la cruz de un Papa herético no significa bajo ninguna circunstancia consentir sus herejías o ser pasivo. Así como las personas tienen que soportar, por ejemplo, un régimen inicuo o ateo como una cruz (cuántos católicos vivían bajo un régimen semejante en la Unión Soviética y soportaban esta situación como una cruz con espíritu de expiación), o como padres tienen que soportar como una cruz a un hijo adulto, que se convirtió en un incrédulo o inmoral, o como miembros de una familia tienen que soportar como una cruz, por ejemplo, un padre alcohólico. Los padres no pueden “destituir” a su hijo errante de ser miembro de su familia, así como los hijos no pueden destituir a su padre errante de ser miembro de la familia, o de su título como “padre”.
Existe una enorme distancia entre un padre de familia y un Papa. Aquí el único vínculo es la Fe y no la sangre. Si el Papa es hereje, no posee nuestra Fe, dejó de llevar nuestra sangre, y ya no cumple con su misión por la cual fue electo. Su autoridad no existe en absoluto. ¿Cómo se impide que el mal avance entre quienes siguen embobados con sus enseñanzas fuera de toda lógica católica? La respuesta es insuficiente.
11. Es más seguro y conforme a una visión más sobrenatural de la Iglesia no deponer a un Papa herético. Procediendo de este modo, con sus contramedidas prácticas y concretas, en ningún caso significa pasividad o colaboración con los errores Papales, sino un compromiso muy activo y una verdadera compasión con la Iglesia, que, en el tiempo de un Papa herético o semi-herético, experimenta sus horas de Gólgota. Cuanto más un Papa difunda ambigüedades doctrinales, errores o incluso herejías, más luminosamente brillará la Fe Católica pura de los más pequeños en la Iglesia: La Fe de los niños inocentes, de las hermanas religiosas, la Fe, especialmente de las gemas ocultas de la Iglesia, las monjas de clausura, la fe de fieles laicos heroicos y virtuosos de todas las condiciones sociales, la fe de sacerdotes y obispos individuales. Esta llama pura de la fe católica, a menudo alimentada por sacrificios y actos de expiación, arderá más que la cobardía, la infidelidad, la rigidez espiritual y la ceguera de un Papa herético.
El problema de Schneider es que no se toma en cuenta el mal producido, pues no todos están capacitados para sobreponerse a esto. La Iglesia no estaba preparada para una situación de este tipo, y lo da el hecho que este tema no tiene muchos pensadores y hoy saltan las dudas sobre su acción futura. Quien transige y no actúa es corresponsable de lo que sucede, por más oración que haga.
12 La Iglesia tiene un carácter tan divino que puede existir y vivir por un período limitado de tiempo, a pesar de un Papa herético reinante, precisamente por la verdad de que el Papa no es sinónimo o idéntico a la Iglesia. La Iglesia tiene un carácter tan divino que incluso un Papa herético no puede destruirla, aunque dañe gravemente la vida de la Iglesia, pero su acción tiene una duración limitada. La Fe de toda la Iglesia es mayor y más fuerte que los errores de un Papa herético y esta Fe no puede ser derrotada, ni siquiera por un Papa herético. La constancia de toda la Iglesia es mayor y más duradera que el desastre relativamente breve de un Papa herético. La roca verdadera sobre la que reside la indestructibilidad de la fe y la santidad de la Iglesia es Cristo mismo, siendo el Papa solo su instrumento, como cada obispo y sacerdote es solamente un instrumento de Cristo Sumo Sacerdote.
Schneider se coloca en lugar de Jesucristo, como miope general en jefe, expone la doctrina de la no destrucción de la Fe, y desde esta óptica ingenua, minimiza los males al decir que se da un desastre relativamente breve de un Papa herético. Un Papa hereje no destruye la Fe, pero el daño puede ser enorme, a pesar de su relatividad, tan enorme como un cisma de inmensas proporciones, lo cual ya deja de ser un desastre relativo y mucho menos breve pues perdurará en el tiempo hasta su destrucción.
14. El acto de deposición de un Papa por herejía o declarar vacante su cátedra por pérdida del papado ipso facto por herejía, sería una novedad revolucionaria en la vida de la Iglesia, y tiene que ver con un tema muy importante de la constitución y la vida de la Iglesia. Uno tiene que seguir en un asunto tan delicado, incluso si es de naturaleza práctica y no estrictamente doctrinal, el modo más seguro (via tutior) del sentido perenne de la Iglesia. A pesar del hecho de que tres concilios ecuménicos sucesivos (el Tercer Concilio de Constantinopla en 681, el Segundo Concilio de Nicea en 787 y el Cuarto Concilio de Constantinopla en 870) y el Papa San León II en 682 excomulgaron al Papa Honorio I por herejía, ellos no declararon ni siquiera implícitamente que Honorio haya perdido el papado ipso facto por herejía. De hecho, el pontificado del Papa Honorio I fue considerado válido incluso después de haber apoyado la herejía en sus cartas al Patriarca Sergio en 634, ya que reinó después de eso otros cuatro años hasta el 638.
El siguiente principio, formulado por el Papa San Esteban I (+ 257), aunque en un contexto diferente, debe ser una guía para tratar el tema altamente delicado y raro de un Papa herético: “Nihil innovetur, nisi quod traditum est”, es decir”: “Que no haya innovación más allá de lo que se ha transmitido”.
Lo que Schneider no logra ver, es que si la deposición es revolucionaria, obedece a una situación inédita y revolucionaria en su misma vida institucional. A grandes males, grandes remedios; a grandes revoluciones, grandes contrarrevoluciones.
Realmente, me impresiona la ingenuidad de Schneider. Con este obispo, puede Bergoglio dormir tranquilo, no sé porque se le prohibió viajar, si no mata una mosca.

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