Calesita

lunes, 9 de junio de 2025

La Revolución Romántica pintó su Icono del “Yo” y el “No-Yo”

 

El gran icono romántico, lo hallamos en 1818 con la pintura de Caspar David Friedrich (1774-1840). El pintor diseña la acción en sus dos versiones, la del macrocosmos y la del microcosmos. La Naturaleza y el Hombre. Die Natur y der Mann. Por último, el tránsito desde der Mann al ich (el Yo).

Ya el rostro del personaje no importa, lo que interesa es el “ich” de cada uno. El “ich” parado sobre su propia roca en las alturas, observando el macrocosmos envuelto en la niebla de “die Natur”. De este modo ambos configurarán el logos romántico, sentimental, íntimo, solitario, majestuoso o melancólico o desesperado, según como lo sienta el “ich”. Puesto que sin el Yo no hay quien funde el “No-Yo”.

El icono se parece al ejercicio que hacía Fichte con sus alumnos en Jena, les mandaba mirar la pared y les decía: Señores, piensen la pared, y luego piensen en sí mismos como distintos de la mirada a la pared.

Aquí no es la pared, es el “die Natur”.

No es este el único icono, parece una regla general que los personajes pintados por este autor se muestren generalmente de espaldas mirando la “Natur”. Así aparece en Dos Hombres contemplando la luna de 1819, o en La Luna saliendo a la orilla del mar, fechada en 1822, como en la Mujer en la ventana, del mismo año.

¿Pero qué papel juega el Yo en la Revolución Romántica? ¿De dónde viene y sobretodo, hacia dónde se dirige?

Llegó la hora de Fichte

Johann Gottlieb Fichte (1762-1814). En 1780 estudió teología luterana en Jena, y filosofía con Reynholds, el sacerdote apóstata. Se afilió a la logia masónica Modestia cum Libertate, la misma que contaba con otro huésped destacado, Goethe. Con esto, Fichte recibió toda la receta para picar la carne romántica y producir un tipo de salchicha distinta a la que producía Kant. Luego de su encuentro con el famosoImmanuel”, publicó su Ensayo de una crítica de toda revelación. Publicación que lo consagró para dar cátedra de filosofía en Jena, la “Florencia” romántica.

Del “Yo piensoal “Yo trascendental”

La aparición del Yo se da un siglo antes con Descartes (1596-1650). El Yo fue el principio de su revolución filosófica, al aplicar en la filosofía el método matemático. Su inicio o αρχὴ es famoso: Cogito, ergo sum, Pienso, luego existo.

A partir de aquí todo comienza a girar sobre el Yo y el “cogito”, por lo tanto sobre el Yo se funda el conocimiento, es su roca, sobre la cual sube el Caminante de Friedrich. Sobre la cima de esta roca del conocimiento, se funda el ser, el “sum”. Esto lleva a que el Yo sea el eje de la realidad.

¿Cómo evoluciona el “Yo” en Fichte?

El Yo es algo que fue producido por el pensamiento. Por lo tanto existe un Yo que piensa y otro Yo que es pensado. Este Yo pensado es un producto de una acción, el reflexionar. Estamos en el “evangelio invertido de Fausto”. Este Yo producto de la mente, se mueve y por tanto vive. Lo cual cambiaría el arjé de Descartes, puesto que Yo me produzco como Yo, y por eso existo. Este Yo pensado se da cuenta que también hay un No-Yo que limita al Yo.

¿Pero qué sucede con el mundo exterior?

El Caminante de Friedrich que mira la naturaleza sobre la cima de la montaña, está de espaldas, puesto que es un “Yo”. Este se compone de una consciencia que busca la realidad exterior y la encuentra en el conocimiento que recibe del “Yo”, por lo tanto ese paisaje de Friedrich, está empapado de “Yo”.

Este mundo exterior otorga posibilidades al “Yo”. La libertad es la que descubre la “necesidad”, la vieja ananke (ανάγκη) griega, siendo esta la única real.

A todo esto, ingresa el factor de la imaginación, la cual se da en forma inconsciente antes del pensamiento. Esta imaginación inconsciente es la que produce el Yo empírico. Por lo tanto se debe buscar una imaginación consciente, para hacer del Yo empírico, el Yo trascendental, das transzendentale Selbst.

La consciencia ha trascendido con algo que está fuera de sí, es el Yo trascendental”, sobre él gira la realidad, y por lo tanto es su fundamento.

A esto evolucionaron los románticos el arjé cartesiano, hacer del “Yo” un principio que funda la realidad.

Llegados hasta aquí, se puede dar un paso más.

El Yo parado en la cima de la montaña, es el que experimenta esa realidad, pero si no la experimenta, esa realidad no existe (!). Si borramos el Caminante parado en la cima, no se puede pintar el cuadro, pues dicha realidad ya no está.

Hemos llegado al idealismo absoluto alemán.

¿Y el No-ich?

Fichte, al que Kant alentó en su “Crítica a toda Revelación”, caerá en la cuenta que si el fundamento es la consciencia, el fundamento es el Yo que mira desde la cima de la montaña. Es ese “Yo” que Fichte obligaba a mirar la pared. Pero este “ich no se encuentra afuera del Yo sino dentro de él. Por lo tanto, la consciencia no necesita más fundamento que la consciencia, pues el “ich” descubre al “ich: el “cogito” cartesiano no parte de la realidad, sino del “ich pensante, o sea del “Yo”. De esta forma el “ich” se aprehende a sí mismo cuando cae en la cuenta que no puede esconderse en el “No-Yo” de la pared o de la naturaleza observada por el hombre en la cima. Entonces, al “Yo” lo producimos con el pensamiento.

Al iniciar la lectura de las obras románticas, nos percataremos lentamente, que el “ich”, es quien genera su propia Natur, generación que se hará por medio del sentimiento. Por tanto, puede ser tomado como un himno al “ich”, este pasaje de Fausto:

Yo, imagen de la Divinidad,
yo que me figuraba estar ya muy cerca del espejo de la verdad eterna,
que gozaba de mí mismo, bañado en la luz y el esplendor celeste,
y había despojado al hijo de la tierra (“me había despojado de todo lo terrestre”)
yo, superior al querubín;
yo, cuya libre fuerza, llena de presentimientos,
ya pretendía osadamente correr por las venas de la Naturaleza,
y, creando, aspiraba a gozar de la vida de los dioses, ¡cómo debo expiar mi vana presunción!
Una sola palabra, potente como el rayo, ha bastado para anonadarme. (614-622) 1

¿Qué pasa con las categorías kantianas?

El criticismo se enfrentaba a la realidad como una feroz picadora de carne. El germano no prefiere el rosbif inglés con patatas, sino la salchicha con chucrut. Esta es la labor de las categorías mentales del criticismo, picar la carne y ponerla en tripas.

Las tripas para embutidos o las categorías en Kant no tienen origen, son dadas por la misma naturaleza humana. Fichte se percatará por medio de su Yo trascendental que las categorías sí tienen una génesis, las cuales se irán construyendo en este enfrentamiento entre el “Yo” y el “No-yo”, para llegar a una síntesis necesaria.

Si la realidad era una sombra para Platón, y una carne picada en una salchicha para la Kritic kantiana, ahora dicha realidad no es ni sombra ni salchicha con chucrut. Es idea.

Veamos ahora la evolución proyectada.

Del teocentrismo católico, pasamos con Lutero al antropocentrismo. Ahora con la Revolución Romántica, pasamos del antropocentrismo al yocentrismo.

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1 Sein selbst genoß in Himmelsglanz und Klarheit, // Und abgestreift den Erdensohn; // Ich, mehr als Cherub, dessen freie Kraft // Schon durch die Adern der Natur zu fließen // Und, schaffend, Götterleben zu genießen // Sich ahnungsvoll vermaß, wie muß ich’s büßen! // Ein Donnerwort hat mich hinweggeraffi.


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