Calesita

lunes, 23 de junio de 2025

La Revolución Romántica: La ética se hace estética


   Kant, sepultado en la Catedral de Königsberg como buen hijo de Lutero, influyó en distintos autores. Quien propiciará su difusión es, Karl Leonhard Reinhold (1757-1823). Su vida es un continuo transitar de los jesuitas hasta el polo opuesto con los illuminati. Para este pasaje, vive en carne propia el cierre de la Compañía de Jesús. De allí se pasa a los barnabitas. Vive la influencia del mundo de ese entonces, quien lo lleva hacia las ciencias. Esto abre el camino para que este sacerdote católico se haga luterano. En breve tiempo asimila los conceptos de Kant, y ya como luterano da un paso consecuente a las logias, terminando con los “illuminati”. No resulta extraño que ejerza como profesor de filosofía en Jena, la “Florencia del romanticismo. ¿Quién mejor que él conoce al “enemigo”. 

De Karl Reinhold, también beberá las aguas kantianas, Friedrich Schiller (1759-1805). Este luterano no estudió la teología, ni se tienen datos suyos sobre un ingreso en las logias, pero nadó en la piscina romántica.

La picadora de carne del criticismo, es una poderosa industria de ideas. Por lo tanto el luteranismo y el kantismo entran en la máquina de picar carne, y salen novedosas salchichas. Vayamos a la variedad “Schiller”.

Este romántico no es un filósofo sino dramaturgo, por lo tanto no hará una teoría sistemática, sino que con la base de la moral kantiana desarrollará sus propias ideas estéticas en 27 cartas para que la educación produzca una sociedad plenamente racional y libre. 1 En esta concepción, tomará la teoría de los impulsos, de Reinholds y Fichte.

La moral kantiana se basa en algo bien prusiano, un “imperativo categórico”, un fenómeno subjetivo. Schiller ve la estética como una superación de ese “imperativo”. 2

Su primer carta concluye afirmando que la moral kantiana, sirve para explicar la belleza. Por lo tanto se da forma a la tendencia donde la moral tiene una unión con la estética. 3 El concepto de belleza hizo de mediador entre la naturaleza y la razón; pues estaba entre los sentidos y la moral. La belleza no se puede dar sin los sentidos, pero si no responde a la razón, no es bello. 4

Para Kant la belleza era algo subjetivo. ¿Pero entonces existía una diferencia objetiva entre un objeto bello y otro feo? En su carta a Körner del 21 de diciembre de 1792, Schiller afirma encontrar dicha objetividad, lo cual lo independiza de Kant. 5

Para Kant y Schiller la belleza es una forma pero para Schiller esta forma no es pura y vacía de contenido como lo era para Kant. Más aún, la belleza es la forma de una forma. La primer forma es lógica y la segunda es estética, pues fue producida con esa finalidad y para no romper del todo con Kant, colocará este concepto de belleza dentro de la razón práctica, donde la belleza estética es una analogía a la belleza lógica natural. Una cosa es la realidad (die Wirklichkeit), y otra la apariencia (der Schein). 6

Sin embargo no logra salir de lo subjetivo. No siendo Dios la belleza suma, caemos en que la belleza es un producto de la mente y la reconocemos en la apariencia.

Schiller no es ateo, y concibe a Dios como Creador 7, pero no lo ve como la belleza trascendente. Por tanto Dios como Creador otorga la belleza “arquitectónica”. 8 Esta belleza no es la belleza técnica. 9
Como la belleza ya no se encuentra en Dios, sino en el hombre, sería absurdo admitir que pueda coexistir con lo amoral. Por lo tanto, belleza y moral van de la mano. Tanto es así que estética es moral.

Muy clara es su exposición, sobre la no omnipotencia del gusto. El mismo presenta una idea engañosa de la realidad. Aquí Schiller ve más allá que Kant y Burke. 10

Der Triebe

El “impulso”, Triebe, fue una idea que nace del pensamiento alemán del siglo XVIII. Leibniz lo llamaba el “appetitus”. Este era una fuerza, “vis activa” que se ponía en acto ante una percepción.

Estamos en el nuevo evangelio donde es la acción la que engendra. Por lo tanto dicha acción se mueve por impulsos. El impulso no es otra cosa que una fuerza, Krafte. Estos impulsos hacen real lo que es necesario. Es la ananke griega, cuyo motor ya no es el Eros, sino der Triebe. Así Schiller expodrá en sus cartas una filosofía del mismo.

Existen dos fuerzas contrapuestas que impulsan a la acción.11 La primera es sensible y mueve al cambio.12 La segunda surge de la racionalidad, y por ello se dice formal y armoniza el cambio, pues se basa en lo inmutable.13

Ambas se contraponen y complementan.14 Esto nos muestra el Sturm romántico.15 Dada la tormenta, se debe buscar el sereno, mostrando como uno se complementa con el otro. 16 Esta complementación, es la tarea que emprende la cultura. 17

Ambos impulsos logran coincidir en la acción, donde el uno es el fundamento y al mismo tiempo el límite teórico del otro. 18

De aquí nos vamos a un concepto muy querido para el orden alemán, la verdad debe ser una Krafte, caso contrario nunca podrá triunfar. No es que la Verdad sea por sí misma una fuerza, sino que debe hacerse fuerza.19

Por último, no falta una norma de conducta:

Guía al mundo donde actúas hacia el bien, y el tranquilo ritmo del tiempo completará el desarrollo. Habrás guiado al mundo en esa dirección cuando tus enseñanzas logren elevar sus pensamientos hacia lo necesario y lo eterno, y cuando mediante tus actos o tus creaciones transformes lo necesario y eterno en un objeto de sus impulsos. (Carta IX)

Dentro del impulso, tampoco puede faltar la vía hacia el idealismo. 20

La libertad

Con el concepto de libertad, se abre en todo el mundo la nueva era romántica. ¿De dónde proviene este nuevo eslogan?

Estamos en la Europa dividida religiosamente. Lutero fue uno de sus artífices, y con alto predicamento en ciertas regiones alemanas. Su postura era romper con la nueva Troya religiosa, es decir, con Roma. La ciudad papal representaba la Tradición, y por esta Tradición se condena a Lutero. Para sustentar la rebeldía de este monje, la Revelación se basaba en el escrito, en la sola letra. Una actitud muy farisaica. Solo iba a retractarse si se le mostrara con la letra que se equivocaba. Es la falsa oposición entre letra y tradición.

La tesis romana, era distinta. Sostenía que la letra de las Escrituras, era así porque la Tradición las había conservado de ese modo. Por lo tanto, primero estaba la Tradición.

Obcecado Lutero, nunca reconoció este planteo. La Tradición era un error, peor aún, una idolatría. Este es el momento en que nace el concepto de “libertad”. El Espíritu inspiraba para descifrar las escrituras y daba origen a un movimiento, que en este caso era una Reforma, elaborada desde los nuevos religiosos. Este planteo se plasmó en las logias que comenzaron a extenderse. De la logia pasó a la política.

El monarca era lo tradicional, guillotinar a Luis XVI fue un acto de libertad. Para entonces todo era una nueva era. Nuevo nombres a los meses, nuevas medidas para medir y pesar. Se dejaba detrás de sí, la era de las supercherías y se iniciaba la era de la libertad. Era la Pascua del Fausto que se da en una nueva primavera, ya que Ostera es la diosa de la primavera, de la cual deriva Ostern, la Pascua. 21

En ciertos casos, horrorizados los alemanes por lo que se veía en Francia, tan solo llevaron este concepto de forma limitada. Se construía sin Roma, sin esquemas preconcebidos y con un solo modelo a la distancia del tiempo: la Grecia antigua.

El hecho de alejarse de la Tradición, produjo una Trieb en el rechazo de todo lo que fuese romano para avanzar sobre todo lo que fuese griego. La ética, siempre requiere de una base metafísica, pues es la acción que surge del pensamiento. Pero vivimos en el romanticismo, donde el mundo está patas arriba, y la acción, en este caso la ética, genera la metafísica, o sea el pensamiento. De este modo, la moral como la base activa, generó la ya inventada estética, la cual no solo explicará la representación artística, sino que irá mucho más lejos, reemplazando la moral.

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1 Espero convenceros de que esta materia es mucho menos ajena a la necesidad que al gusto de la época, y de que para solucionar el problema político en la práctica es necesario tomar la vía estética, porque el camino de la belleza conduce a la libertad. (Carta II)

2 Expulsa de sus placeres la arbitrariedad, la frivolidad y la grosería, e inadvertidamente las habrás desterrado de sus actos y, por fin, de sus sentimientos. Dondequiera que los encuentres, rodéalos de formas nobles, grandes e ingeniosas, envuélvelos de símbolos de lo excelente, hasta que la apariencia supere a la realidad, y el arte a la naturaleza. (C IX)

3Lo dicho acerca de las experiencias morales es aplicable todavía en mayor grado al fenómeno de la belleza. (Carta I)

4 Hay que considerar, pues, la belleza como ciudadana de dos mundos, a uno de los cuales pertenece por nacimiento y al otro por adopción; cobra existencia en la naturaleza sensible y adquiere la ciudadanía en el mundo inteligible. Así se explica también cómo el gusto, en cuanto facultad de juzgar lo bello, viene a situarse entre el espíritu y la sensorialidad y une estas dos naturalezas, que se desprecian mutuamente, en una feliz armonía; cómo logra para lo material el respeto de la razón y para lo racional la inclinación de los sentidos; cómo ennoblece las intuiciones convirtiéndolas en ideas y hasta transfigura en cierto modo el mundo sensible en reino de la libertad. (Schiller: De la gracia y la dignidad. Pág. 19. Editado por elaleph.com)

5 Creo haber encontrado el concepto objetivo de la belleza, que se cualifica eo ipsu como un principio objetivo del gusto, y del que Kant desespera.

6 La realidad de las cosas es obra de ellas mismas; pero la apariencia de las cosas es obra del hombre, y el alma que obtiene placer de la apariencia ya no disfruta con lo que recibe, sino con lo que hace. Se entiende que aquí sólo se habla de la apariencia estética, que se distingue de la realidad y la verdad-no de la aparienda lógica, que se confunde con las mismas-, y que en consecuencia gusta porque es apariencia, no porque le atribuyamos una cualidad superior. Sólo ella es juego, mientras que la segunda es puro engaño. Tomar por una realidad la apariencia estética no puede perjudicar a la verdad, porque nunca se corre peligro de confundirlas, que sería lo único que podría menoscabar la verdad. Por el contrario, despreciar la apariencia estética significa despreciar todas las bellas artes cuya esencia es la apariencia. (C XXVI)

7 La belleza arquitectónica honra al Creador de la naturaleza; la gracia, a su poseedor. Aquélla es un don innato; ésta un mérito personal. (Sobre la gracia y la dignidad)

8 La belleza arquitectónica del hombre es, pues, según acabo de señalar, la expresión sensible de un concepto racional; … (Sobre la gracia y la dignidad.20)

9 La belleza arquitectónica de la forma humana debe ser bien distinguida de su perfección técnica. Por perfección técnica hay que entender el sistema mismo de los fines, tal como se unen entre sí para el supremo y último fin; … (Sobre la gracia y la dignidad)

10 Y puesto que el gusto sólo atiende a la forma y nunca al contenido, acaba por inclinar a la mente a desdeñar de forma peligrosa toda realidad, y a sacrificar la verdad y la moralidad por un atuendo atractivo. Entonces, toda diferencia objetiva entre las cosas se disipa y sólo la apariencia determina su valor. (Carta X)

11 Dos fuerzas contrapuestas nos impelen a llevar a cabo esa doble tarea de hacer realidad lo necesario en nosotros y someter a la ley de la necesidad lo real fuera de nosotros, y puesto que estas fuerzas nos empujan a realizar su propósito, las llamamos impulsos. (Carta XII)

12 El primero de esos impulsos, al que llamaré sensible, deriva de la existencia física del hombre o de su naturaleza sensible, y se ocupa de inscribir al hombre en los límites del tiempo y hacerlo material: no es que le proporcione materiales, porque eso corresponde a la actividad libre de la persona, quien recibe la materia y la distingue de sí misma, que es lo permanente. Materia no sig nifica aquí otra cosa que el cambio o la realidad que llena el tiempo; en consecuencia, el impulso sensible exige que haya cambio, que el tiempo tenga un contenido. (Carta XII)

13 El segundo de esos impulsos, que se puede llamar formal, procede de la existencia absoluta o de la naturaleza racional del hombre, y no sólo tiende a hacerle libre, sino que aporta armonía a la diversidad de sus manifestaciones, y afirma su persona por encima de todo cambio de estado.(Carta XII)

14 Mientras el impulso sensible sólo da lugar a casos, el formal dicta leyes para todo juicio, si se trata de conocimientos, y para toda voluntad, si se trata de hechos. (Carta XII)

15 Nada parece a primera vista más opuesto que las tendencias de esos dos impulsos, puesto que uno insiste en el cambio y el otro en la inmutabilidad. Y sin embargo esos dos impulsos agotan el concepto de la humanidad, y un tercer impulso fundamental que mediara entre ambos es simplemente inconcebible. (Carta XIII)

16 ¿Como restauraremos entonces la unidad de la naturaleza humana que parece del todo abolida por esta oposición originaria y radical? Es verdad que las tendencias de ambos impulsos se contradicen, pero conviene subrayar que no lo hacen en el mismo objeto, y donde no hay contacto no puede haber choque. Cierto es que el impulso sensible exige cambio, pero no exige que el cambio se extienda a la persona y su ámbito, ni que los principios varíen. El impulso formal insiste en la unidad y en la permanencia, pero no exige que, con la persona, también se inmovilice su estado, ni que la sensación permanezca idéntica. De modo que la naturaleza no los ha opuesto, y si aún así parecen estarlo, ello se debe a que estos impulsos han transgredido libremente la naturaleza al malinterpretar sus cualidades y confundir sus esferas. (Carta XIII)

17 La misión de la cultura es velar por los dos impulsos, y asegurar que ninguno de ellos transgreda sus límites, pues debe ser equitativa con ambos, y no sólo afirmar el impulso racional frente al sensible, sino también a éste frente a aquél. Su quehacer es por lo tanto doble; primero, proteger la vida sensible de las intrusiones de la libertad; y segundo, asegurar la personalidad ante el poder de las sensaciones. Lo primero se consigue educando la facultad de sentir, lo segundo, desarrollando la facultad de razonar. (Carta XIII)

18 Así hemos llegado a concebir una acción recíproca entre ambos impulsos tal que la actividad de uno fundamenta y al mismo tiempo limita la del otro, y que cada uno de ellos alcanza su más elevada manifestación justamente porque el otro interviene. (Carta XIV)

19 Si la verdad ha de triunfar en el conflicto con las fuerzas, primero tiene que convertirse ella misma en una fuerza, y nombrar como representante suyo en el reino de las apariencias a un impulso; porque los impulsos son las únicas fuerzas motrices en el mundo sensible. Si hasta ahora la razón ha mostrado tan poco su fuerza victoriosa, no es culpa del entendimiento, que no ha sabido ponerla de manifiesto, sino del corazón, que no ha querido oírla, y del impulso que no ha actuado en su favor. (Carta VIII)

20 Sin embargo, esta posibilidad presupone un concepto de belleza que no proceda de la experiencia, pues sólo a través de él podremos determinar si es adecuado llamar belleza a lo que se llama así en la práctica. En caso de que existiera ese puro concepto racional de la belleza puesto que no puede extraerse de ningún ejemplo concreto sino que deberá justificar y orientar nuestro juicio sobre cada caso particular debería hallarse por medio de la abstracción y deducirse de la mera posibilidad de la naturaleza sensible y racional. En una palabra, tendría que poder demostrarse que la belleza es una condición necesaria de la humanidad.
21 Desciende sobre mí en solemne silencio sabático;
El sonido completo de la campana sonaba tan siniestro,
Y la oración era un ferviente deleite;
Un anhelo incomprensiblemente dulce
Me llevó a atravesar bosques y prados,
Y con mil lágrimas calientes
Siento que está surgiendo un mundo.
Esta canción anunciaba los alegres juegos de los jóvenes,
La fiesta de la primavera libera la felicidad;
El recuerdo me atrapa ahora, con sentimiento infantil,
Desde el último y serio paso atrás.
¡Oh, seguid resonando, dulces canciones del cielo!

La lágrima brota, ¡la tierra me tiene de nuevo! ( Fausto 772-784)


 

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