Calesita

miércoles, 9 de agosto de 2023

El trono vacante


Cuarenta y cinco veces aparece en el Apocalipsis el término de trono (ο θρονος). Podemos considerar este trono como una categoría del pensamiento humano.
Categoría (κατηγορια) es para Aristóteles una predicación o un atributo 1, como término del género supremo de las cosas.
Dice uno de los cantares del Apocalipsis:
Los veinticuatro ancianos caían delante del que está sentado en el trono, y se postraban ante el que vive por los siglos de los siglos, y arrojaban sus coronas delante del trono, diciendo:
Digno eres, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas. (4,10 y 11)
El trono es la categoría divina, sobre la cual se sienta el ser infinito. A este trono ocupado cantan los veinticuatro ancianos, quienes son los símbolos de los doctores, tanto del viejo como del nuevo testamento, quienes afirman que el trono está ocupado, no vacío.
Como el demonio imita al ser infinito, también se sienta sobre su propio trono, el cual compite con el trono divino. (Cfr. Apoc. 3,21).
Cuando alguien afirma ser ateo, su afirmación indica que posee la categoría del trono divino, cuya categoría niega. Tan solo afirma que el ser infinito no está sentado en dicho trono. El ateo afirma y cree por voluntad propia que el trono está vacío.
Vaciar el trono, y sentarse en él fue la primera tentación: – Seréis como Dios, – le dijo el dragón a la mujer.
Comer el fruto prohibido, proporciona el trono para la humanidad.
El primer paso para sentar al hombre en el trono divino, es afirmar que dicho trono está vacío, afirmación que corrobora todo ateo.
Si consideramos las respuestas de los agnósticos, observamos que ellos afirman no saber quien está sentado en el trono, y que no se puede saber quien se sienta, pero en ningún caso afirman la inexistencia del trono.
El trono una categoría innata.
De donde colegimos, no que el ateo afirma la existencia de Dios, como en cierto modo afirmaba San Anselmo, sino el trono, es decir la categoría divina. De donde también se puede afirmar que la categoría de Dios es una idea innata en el ser racional. Esta es la primera vía propuesta por San Buenaventura para afirmar la existencia de Dios.
El Titán
Comer del fruto de la divinidad hizo al ser humano un Titán, tal como lo relatan los versos de Almafuerte:
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
El Titán es el ser humano que ha caído en la primera tentación, y su naturaleza humana dañada se siente dios y se siente Lucifer, con ansias de venganza porque llegó a la muerte. Este es el poeta argentino Almafuerte o Pedro Bonifacio Palacio (1854-1917), huérfano de madre y olvidaddo por su padre, un ser abandonado hasta casi al fin de su vida, desde donde nacen estos versos del hombre desterrado, ya no solo del edén, sino de los círculos de las potestades del hombre:
¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡nunca sigas impulsos compasivos!
¡ten los garfios del Odio siempre activos
los ojos del juez siempre despiertos!
¡Y al echarte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos!
Son muchas las reacciones del Titán, una de ellas es el “me ne frego” que adaptó el fascismo y que tomó de los Arditi.
La reacción expresada en el icono de la sacada de lengua del siglo XX, es otra de las tantas variantes a esta actitud de rebeldía total del Titán; puesto que no se puede ser Titán, sin rebeldía y la rebeldía es la hija primogénita de su madre: la soberbia.
Estas reacciones titánicas son las consecuencias expresas, por caer en la primera tentación, la de sentarse en el trono de la divinidad. Es la tentación que narra Hesíodo cuando los Titanes intentan expulsar la divinidad del Olimpo, y por ello emprenden la más ardua de las empresas: se debe escalar dicha cima, símbolo semejante al trono.
Similar es la Torre de Babel, símbolo que compite con Dios, al pretender llegar hasta el cielo divino:
Vamos a edificarnos una ciudad y una torre cuya cúspide toque a los cielos. (Gén. 11,4)
Las formas modernas del titanismo
El siglo de las luces (XVIII) pretendió ofrecer un hombre razonable, iluminado por la diosa Razón. Era el Titán iluminado por esa razón inerrante. Sobre este Titán da cuenta la historia de dicho siglo, con su primera rebeldía total: la Revolución Francesa.
El siglo XIX dio a la humanidad ya iluminada por la razón, el siglo del sentimiento. Es el Titán romántico, que solo emprende la lucha contra todo y contra todos. Siglo europeo y americano de revueltas, rebeliones y movimientos armados alumbrados por la diosa Libertad.
En cambio el siglo XX nos ofreció el triunfo de la voluntad. Es el Titán que se siente superhombre en todos los sentidos, y por su misma fuerza de voluntad, mata a Dios y lanza su grito de triunfo: «Dios ha muerto». El trono ahora está vacío, se mató mentalmente con la fuerza de la voluntad, a quien lo ocupaba.
Tanto el iluminismo, como el voluntarismo, no son sino las dos caras de la misma moneda, donde liberalismo y nazismo pueden fusionarse como dos opciones antagónicas del diabólico poliedro de Bergoglio, o como la tesis y la antítesis de Hegel.
¿Quién es dios?
De este daño oriundo del pecado original, se llegó al triste estado actual del ser humano, quien fue expulsado del edén inicial o del trono donde se había sentado, y con la abertura de los ojos, conocedores ya del mal y del bien, se encontró con la penumbra de su mente y desde ella se dijo: Un dios existe, pero ¿cuál es?
Es lo que afirma el Libro de la Sabiduría:
Vanidad son ciertamente todos los hombres en quienes no se halla la ciencia de Dios, y que por los bienes visibles no llegaron a conocer a Aquel que es; ni considerando las obras, reconocieron al artífice de ellas. (13,1)
Lo que sigue no son sino las tristes respuestas que se pudo dar:
1. En el trono de la divinidad están las fuerzas de la naturaleza:
Se figuraron ser el fuego, o el viento, o el aire ligero o las constelaciones de los astros, o la gran mole de las aguas, o el sol y la luna los dioses gobernadores del mundo. (Sab.,13,2)
Y si alguien piensa que estos seres humanos que vivían en la “penumbra de la muerte” han pasado, le digo que no es así. He conversado con viejos nazis, quienes me afirmaron que adoraban el sol, al que representaban en su propio símbolo. Nótese como un movimiento que en cierto momento se puso a la vanguardia de la ciencia y de la técnica, vivía en la sombra más obtusa. La estupidez humana nunca toca fondo.
Qué lejos se hallaban por confundirse. Veían los vestigios divinos, pero su mente no podía ver la Luz divina de la cual son su huella.
2. Otros sentaron en el trono a los ídolos, creación de un artesano.
No tiene vergüenza de hablar con aquello que carece de vida. (Sab. 13, 17)
Y mientras de un leño hemos recibido la salvación, donde se nos abrieron los ojos para ver la Luz; otros lo emplean para la oscuridad:
Porque bendito el Leño que sirve a la justicia; pero maldito el leño de un ídolo hecho de mano, tanto él como su artífice; éste porque le fabricó, y aquél porque no siendo más que una cosa frágil recibió el nombre de Dios. (Sab. 14, 7 y 8)
3. La decadencia moral del hombre se ligó a la idolatría, donde la una no puede ir sin la otra, hasta que lo inmoral y decadente aprendió a caminar solo:
La invención de los ídolos fue el origen de la fornicación, y su hallazgo la corrupción de la vida. (Sab. 14,12)
4. Luego en el trono vacío de la divinidad, se sentaron los espíritus de los muertos, dando de este modo, vida al animismo:
Hallándose un padre traspasado de acerbo dolor por la prematura muerte de su hijo, formó de él un retrato; y al que como hombre acababa de morir, comenzó luego a honrarle como a dios, y estableció entre sus criados ceremonias y sacrificios. (Sab. 14,15)
5. Aún faltaba un paso trascendental, sentar al rey o príncipe en el trono divino rindiéndole culto como a dios:
Después con el discurso del tiempo, tomando cuerpo aquella impía costumbre, el error vino a ser observado como ley, y se adoraban los simulacros por mandato de los tiranos. Y así hacían traer desde lejos los retratos de quiénes no podían los hombres honrar personalmente por estar distantes; y exponían a la vista de todos la imagen del rey, a quien querían tributar honores, a fin de reverenciarle con su culto, como si estuviera presente. La extremada habilidad del artífice atrajo a los ignorantes a este culto; porque deseando complacer al que le hacía trabajar, empleó todos los esfuerzos del arte para sacar más al vivo la imagen. Con eso, embelesado el vulgo con la belleza de la obra, comenzó a calificar por un dios al que poco antes era honrado como un hombre. (Sab. 14, 16-20)
La base del Anticristo
Con esto están planteados todos los requisitos para la venida del Anticristo:
1.Vaciar el trono donde se sienta Dios, o el sucedáneo divino:
...el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado. (2 Tes. 2, 3b y 4a)
Ha sido el positivismo una feliz herramienta diabólica para este fin: vaciar el trono divino, decretando que todo lo que se sentaba en él, ya sea Dios mismo, lo que se dice Dios, o su sucedáneo, o lo que es adorado, era una superstición de seres ignorantes y retrasados mentales.
El positivismo dio origen al estado ateo, este que reina en Europa, pero falta exportarlo a resto del mundo islamita, por ello es necesario abrir centros de “misión atea”. Uno de los planes es introducir musulmanes en Europa, para que este estado colectivo ateo, secularice el Islam con los inmigrantes, y estos sean los futuros misioneros que prediquen el trono vacío secularizando a Mahoma, ya no como “profeta”, sino como un hombre de las luces e iniciando la crítica textual del Corán, el cual no soportará la prueba de esta técnica, derrumbándose toda autoridad religiosa. El islamismo no es sino un gigantesco castillo de naipes, construido a fuerza de sangre.
2. Reinado de la depravación humana. Estamos ante el hombre del pecado, estamos ante el hijo de la perdición, la cual es de suyo una idolatría.
La fornicación, la impureza, la liviandad, la concupiscencia y la avaricia, que es una especie de idolatría. (Col.3,5b)
Este es el sentido del “orgullo gay, sentar al sodomita en el trono vacío. ¿Por qué orgullo, sino porque es una depravación evidente? El mismo término elegido afirma la decadencia y la depravación.
Cuando en un sector del orbe reine legalmente el ateísmo, y las leyes autoricen y sancionen la depravación humana, podrá llegar el hijo de la perdición, dando el último paso: Sentarse primero como príncipe y luego como Dios en el trono vacío:
El hombre del pecado, … se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios … hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse Dios a sí mismo. (2 Tes. 2, 3 y 4)
La apostasía de los países europeos son el síntoma que este proceso ya se ha iniciado:
Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía. (2 Tes. 2, 3)
Trono papal vacante
En este contexto, la forzada renuncia seguida de la la dudosa muerte de Benedicto XVI, ha sido un buen intento de vaciar el trono papal. En él se sentó el hereje Bergoglio, y tanto por la desaparición de Ratzinger, como por la herejía manifiesta de Bergoglio, el trono papal parece estar ocupado, pero en realidad está vacante.
Si el trono papal está vacante, Jesucristo ha sido expulsado del trono por sus seguidores.
Esta es la triste crisis de nuestros días. El trono papal vacante indica que ya no existe cátedra papal, ni autoridad que lo pueda reemplazar. Bergoglio, el Titán porteño, es el icono más patente de lo que sucede cuando se vacía el trono.
Y con el Titán Bergoglio, que ostenta la potestad religiosa y pretende la potestad política, estamos en presencia del triunfo mafioso de esa moneda moderna, donde en una cara nos muestran el positivismo y en la otra cara el triunfo de la dialéctica. Y con esta moneda, entró la idolatría dentro de la Iglesia, donde el orgullo gay se ha sentado en la cátedra de Pedro ocupada por la idolatría de la Pachamama.
¿Acaso podemos extrañarnos que esto suceda?
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1 (Cfr. Top., 141 a 4: Met., Z, 1.1028 a 28; An. Pr., I 41 b 31).

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