Cuarenta y cinco veces
aparece en el Apocalipsis el término de trono (ο
θρονος). Podemos considerar este trono como una
categoría del pensamiento humano.
Categoría
(κατηγορια)
es para Aristóteles una predicación o un atributo 1,
como término del género supremo de las cosas.
Dice uno de los cantares
del Apocalipsis:
Los veinticuatro ancianos
caían delante del que está sentado en el trono, y se postraban ante
el que vive por los siglos de los siglos, y arrojaban sus coronas
delante del trono, diciendo:
Digno eres, Señor, Dios
nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú
creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas.
(4,10 y 11)
El trono
es la categoría divina, sobre la cual se sienta el ser infinito.
A este trono ocupado cantan los veinticuatro ancianos,
quienes son los símbolos de los doctores, tanto del viejo como del
nuevo testamento, quienes afirman que el trono está ocupado,
no vacío.
Como el demonio imita al ser
infinito, también se sienta sobre su propio trono,
el cual compite con el trono divino. (Cfr. Apoc. 3,21).
Cuando alguien afirma ser
ateo, su afirmación indica que posee la categoría del
trono divino, cuya categoría niega. Tan solo afirma que el ser
infinito no está sentado en dicho trono. El ateo afirma y
cree por voluntad propia que el trono está vacío.
Vaciar el trono,
y sentarse en él fue la primera tentación: – Seréis como
Dios, – le dijo el dragón a la mujer.
Comer el fruto prohibido,
proporciona el trono para la humanidad.
El primer paso para
sentar al hombre en el trono divino, es afirmar que dicho
trono está vacío, afirmación que corrobora todo ateo.
Si consideramos las
respuestas de los agnósticos, observamos que ellos afirman no saber
quien está sentado en el trono, y que no se puede saber quien
se sienta, pero en ningún caso afirman la inexistencia del trono.
El trono una
categoría innata.
De donde colegimos, no que
el ateo afirma la existencia de Dios, como en cierto modo afirmaba
San Anselmo, sino el trono, es decir la categoría divina. De
donde también se puede afirmar que la categoría de Dios es una idea
innata en el ser racional. Esta es la primera vía propuesta por San
Buenaventura para afirmar la existencia de Dios.
El Titán
Comer del fruto de la
divinidad hizo al ser humano un Titán, tal como lo relatan los
versos de Almafuerte:
Procede como Dios que
nunca llora;
o como Lucifer, que nunca
reza;
o como el robledal, cuya
grandeza
necesita del agua y no la
implora...
Que muerda y vocifere
vengadora,
ya rodando en el polvo,
tu cabeza!
El Titán es el ser humano
que ha caído en la primera tentación, y su naturaleza humana dañada
se siente dios y se siente Lucifer, con ansias de venganza porque
llegó a la muerte. Este es el poeta argentino Almafuerte o Pedro
Bonifacio Palacio (1854-1917), huérfano de madre y olvidaddo por su
padre, un ser abandonado hasta casi al fin de su vida, desde donde
nacen estos versos del hombre desterrado, ya no solo del edén, sino
de los círculos de las potestades del hombre:
¡Ah! ¡Nunca quieras
remediar entuertos!
¡nunca sigas impulsos
compasivos!
¡ten los garfios del
Odio siempre activos
los ojos del juez siempre
despiertos!
¡Y al echarte en la caja
de los muertos,
menosprecia los llantos
de los vivos!
Son muchas las reacciones
del Titán, una de ellas es el “me ne frego” que
adaptó el fascismo y que tomó de los Arditi.
La reacción expresada en el
icono de la sacada de lengua del siglo XX, es otra de las
tantas variantes a esta actitud de rebeldía total del Titán; puesto
que no se puede ser Titán, sin rebeldía y la rebeldía es la hija
primogénita de su madre: la soberbia.
Estas reacciones titánicas son las
consecuencias expresas, por caer en la primera tentación, la de
sentarse en el trono de la divinidad. Es la tentación que
narra Hesíodo cuando los Titanes intentan expulsar la divinidad del
Olimpo, y por ello emprenden la más ardua de las empresas: se debe
escalar dicha cima, símbolo semejante al trono.
Similar es la Torre de
Babel, símbolo que compite con Dios, al pretender llegar hasta
el cielo divino:
Vamos a edificarnos una
ciudad y una torre cuya cúspide toque a los cielos. (Gén. 11,4)
Las formas modernas del
titanismo
El siglo de las luces
(XVIII) pretendió ofrecer un hombre razonable, iluminado por la
diosa Razón. Era el Titán iluminado por esa razón inerrante. Sobre
este Titán da cuenta la historia de dicho siglo, con su primera
rebeldía total: la Revolución Francesa.
El siglo XIX dio a la
humanidad ya iluminada por la razón, el siglo del sentimiento. Es
el Titán romántico, que solo emprende la lucha contra todo y contra
todos. Siglo europeo y americano de revueltas, rebeliones y
movimientos armados alumbrados por la diosa Libertad.
En cambio el siglo XX
nos ofreció el triunfo de la voluntad. Es el Titán que se
siente superhombre en todos los sentidos, y por su misma fuerza de voluntad, mata a Dios y lanza su grito de triunfo: «Dios ha muerto». El trono ahora está vacío, se mató mentalmente con la fuerza de la voluntad, a quien lo ocupaba.
Tanto el iluminismo, como
el voluntarismo, no son sino las dos caras de la misma
moneda, donde liberalismo y nazismo pueden fusionarse como dos
opciones antagónicas del diabólico poliedro de Bergoglio, o como la
tesis y la antítesis de Hegel.
¿Quién es dios?
De este daño oriundo del
pecado original, se llegó al triste estado actual del ser humano,
quien fue expulsado del edén inicial o del trono donde se había
sentado, y con la abertura de los ojos, conocedores ya del mal y del
bien, se encontró con la penumbra de su mente y desde ella se dijo:
Un dios existe, pero ¿cuál es?
Es lo que afirma el Libro
de la Sabiduría:
Vanidad son ciertamente
todos los hombres en quienes no se halla la ciencia de Dios, y que
por los bienes visibles no llegaron a conocer a Aquel que es; ni
considerando las obras, reconocieron al artífice de ellas. (13,1)
Lo que sigue no son sino
las tristes respuestas que se pudo dar:
1. En el trono de la
divinidad están las fuerzas de la naturaleza:
Se figuraron ser el
fuego, o el viento, o el aire ligero o las constelaciones de los
astros, o la gran mole de las aguas, o el sol y la luna los dioses
gobernadores del mundo. (Sab.,13,2)
Y si alguien piensa que
estos seres humanos que vivían en la “penumbra de la muerte”
han pasado, le digo que no es así. He conversado con viejos nazis,
quienes me afirmaron que adoraban el sol, al que representaban en su
propio símbolo. Nótese como un movimiento que en cierto momento se
puso a la vanguardia de la ciencia y de la técnica, vivía en la
sombra más obtusa. La estupidez humana nunca toca fondo.
Qué lejos se hallaban por
confundirse. Veían los vestigios divinos, pero su mente no podía
ver la Luz divina de la cual son su huella.
2. Otros sentaron en el
trono a los ídolos, creación de un artesano.
No tiene vergüenza de
hablar con aquello que carece de vida. (Sab. 13, 17)
Y mientras de un leño hemos
recibido la salvación, donde se nos abrieron los ojos para ver la
Luz; otros lo emplean para la oscuridad:
Porque bendito el Leño
que sirve a la justicia; pero maldito el leño de un ídolo hecho de
mano, tanto él como su artífice; éste porque le fabricó, y aquél
porque no siendo más que una cosa frágil recibió el nombre de
Dios. (Sab. 14, 7 y 8)
3. La decadencia moral
del hombre se ligó a la idolatría, donde la una no puede ir sin
la otra, hasta que lo inmoral y decadente aprendió a caminar solo:
La invención de los
ídolos fue el origen de la fornicación, y su hallazgo la corrupción
de la vida. (Sab. 14,12)
4. Luego en el trono
vacío de la divinidad, se sentaron los espíritus de los muertos,
dando de este modo, vida al animismo:
Hallándose un padre
traspasado de acerbo dolor por la prematura muerte de su hijo, formó
de él un retrato; y al que como hombre acababa de morir, comenzó
luego a honrarle como a dios, y estableció entre sus criados
ceremonias y sacrificios. (Sab. 14,15)
5. Aún faltaba un paso
trascendental, sentar al rey o príncipe en el trono divino
rindiéndole culto como a dios:
Después con el discurso
del tiempo, tomando cuerpo aquella impía costumbre, el error vino a
ser observado como ley, y se adoraban los simulacros por mandato de
los tiranos. Y así hacían traer desde lejos los retratos de quiénes
no podían los hombres honrar personalmente por estar distantes; y
exponían a la vista de todos la imagen del rey, a quien
querían tributar honores, a fin de reverenciarle con su culto, como
si estuviera presente. La extremada habilidad del artífice atrajo a
los ignorantes a este culto; porque deseando complacer al que le
hacía trabajar, empleó todos los esfuerzos del arte para sacar más
al vivo la imagen. Con eso, embelesado el vulgo con la belleza de la
obra, comenzó a calificar por un dios al que poco antes era honrado
como un hombre. (Sab. 14, 16-20)
La base del Anticristo
Con esto están planteados
todos los requisitos para la venida del Anticristo:
1.Vaciar el trono donde
se sienta Dios, o el sucedáneo divino:
...el hijo de la
perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o
es adorado. (2 Tes. 2, 3b y 4a)
Ha sido el positivismo
una feliz herramienta diabólica para este fin: vaciar el trono
divino, decretando que todo lo que se sentaba en él, ya sea Dios
mismo, lo que se dice Dios, o su sucedáneo, o
lo que es adorado, era una superstición de seres
ignorantes y retrasados mentales.
El positivismo dio origen
al estado ateo, este que reina en Europa, pero falta exportarlo a
resto del mundo islamita, por ello es necesario abrir centros de
“misión atea”. Uno de los planes es introducir musulmanes en
Europa, para que este estado colectivo ateo, secularice el Islam con
los inmigrantes, y estos sean los futuros misioneros que prediquen el
trono vacío secularizando a
Mahoma, ya no como “profeta”, sino como un hombre de las luces e
iniciando la crítica textual del Corán, el cual no soportará la
prueba de esta técnica, derrumbándose toda autoridad religiosa. El islamismo no es sino un gigantesco castillo de naipes, construido a fuerza de sangre.
2. Reinado de la
depravación humana. Estamos ante el hombre del pecado,
estamos ante el hijo de la perdición,
la cual es de suyo una idolatría.
La fornicación, la
impureza, la liviandad, la concupiscencia y la avaricia, que es una
especie de idolatría. (Col.3,5b)
Este es el sentido del
“orgullo gay”, sentar al sodomita en el
trono vacío. ¿Por qué orgullo, sino porque es una
depravación evidente? El mismo término elegido afirma la decadencia
y la depravación.
Cuando en un sector del orbe
reine legalmente el ateísmo, y las leyes autoricen y sancionen la
depravación humana, podrá llegar el hijo de la perdición, dando el
último paso: Sentarse primero como príncipe y luego como Dios en el
trono vacío:
El hombre del pecado, …
se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios … hasta sentarse
en el templo de Dios y proclamarse Dios a sí mismo. (2 Tes. 2, 3 y
4)
La apostasía de los
países europeos son el síntoma que este proceso ya se ha iniciado:
Que nadie en modo alguno
os engañe, porque antes ha de venir la apostasía. (2 Tes. 2, 3)
Trono papal vacante
En este contexto, la forzada renuncia seguida de la la dudosa muerte de Benedicto XVI, ha sido un buen intento de vaciar el trono papal. En él se sentó el hereje Bergoglio, y tanto por la desaparición de Ratzinger, como por la herejía manifiesta de Bergoglio, el trono papal parece estar ocupado, pero en realidad está vacante.
Si el trono papal
está vacante, Jesucristo ha sido expulsado del trono por sus
seguidores.
Esta es la triste crisis de
nuestros días. El trono papal vacante indica que ya no existe
cátedra papal, ni autoridad que lo pueda reemplazar.
Bergoglio, el Titán porteño, es el icono más patente de lo que
sucede cuando se vacía el trono.
Y con el Titán
Bergoglio, que ostenta la
potestad religiosa y pretende la potestad política, estamos en
presencia del triunfo mafioso de esa moneda moderna, donde en
una cara nos muestran el positivismo y en la otra cara el triunfo de
la dialéctica. Y con esta moneda, entró la idolatría dentro de la
Iglesia, donde el orgullo gay se ha sentado en la cátedra de
Pedro ocupada por la idolatría de la Pachamama.
¿Acaso podemos extrañarnos
que esto suceda?
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1
(Cfr. Top., 141 a 4: Met., Z, 1.1028 a 28; An. Pr., I 41 b 31).
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