por San Gregorio Nacianceno
«Y ahora, dialéctico y charlatán, yo te voy a hacer unas cuantas preguntas y tú me respondes.» i
...
«Tú eres una persona excelente y más que excelente, encumbrado (si quieres) por encima, incluso de las nubes: tú contemplas lo que no puede contemplarse y oyes palabras inefables ii, tú subes al cielo siguiendo los pasos de Elías iii y has merecido una aparición de Dios como Moisés iv, tú has sido arrebatado al cielo después de Pablo v; ¿y qué...?
¿Por qué en un día haces santos a los demás, eliges a mano alzada a los teólogos, les insuflas, por así decir, tu ciencia y creas gran número de asambleas de sabios ignorantes?
¿Por qué envuelves a los más débiles en tus telas de araña vi como si en eso consistiese la sabiduría y la grandeza?
¿Por qué despiertas nidos de avispas vii contra la fe?
¿Por qué nos improvisas un surtido de dialécticos, como hacía la antigua mitología en relación con los gigantes viii?
¿Por qué has reunido de entre los hombres todo lo que es ligero y despreciable, como si fuera un basurero, en un solo barranco, y con tu adulación les has hecho aún más afeminados, creando un nuevo lupanar de impiedad y explotando no sin habilidad su locura?
¿Puedes rebatir también estas palabras? ¿Y para ti el resto no cuenta nada?
¿Es absolutamente necesario poner freno a la lengua y tú no eres capaz de retener el fruto de tu discurso?
Dispones aún de otras muchas hipótesis y argumentos de discusión: orienta tu enfermedad hacia ese campo y hallarás provecho.
…
Ataca lo vacío y lo lleno y, de entre sus chocheces, todas esas fábulas relativas a los dioses y sacrificios, a los ídolos [como la Pachamama], a los demonios bienhechores y malhechores, a la adivinación, a la evocación de los dioses y de las almas y a la potencia de los astros. Pero si tú consideras que todas estas cuestiones son indignas de tu palabra por tratarse de pequeñeces…
En cualquier caso, nosotros encontraremos a Dios, por ahora de una manera parcial y un poco más tarde de manera más completa, en el mismo Cristo Jesús, nuestro Señor [ese mismo que niegas], a quien es la gloria por los siglos. Amén.»ix
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i Job 38, 3.
ii Cf. 2 Co 12, 4.
iii Cf. 2 R 2, 11.
iv Cf. Ex 2, 3; 19, 20; 33, 18-23.
v Cf. 2 Co 12, 2.
vi Es decir, en tus capciosos y frágiles razonamientos.
vii Es decir, en tus capciosos y frágiles razonamientos. 62. Los «avisperos» (σφηκιας) a los que se refiere aquí Gregorio son los paganos. Pero en su poema Sobre su vida, nuestro autor aplicará esta misma imagen a algunos Padres del Concilio de Constantinopla (381) que se mostraron contrarios a sus consejos «como avispas que se te echan encima de repente sobre la cara» (Poema II, 1, 11, v. 1686-1687: PG 37, 1147 A).
viii Alusión a la leyenda de los «spartoi» (hombres sembrados). El fenicio Cadmos, llegado a Beotra, siembra en la tierra los dientes de un dragón que había matado. De esta siembra surgirán hombres armados. El de Nacianzo evoca esta misma leyenda en su Disc. 43, 26 (Discurso fúnebre en honor de Basilio) para designar a algunos obispos insuficientemente preparados para sus funciones (cf. PG 36, 532 D)
ix Gregorio Nacianceno. Discurso 27. Fuente: Biblioteca Patrística. Los Cinco Discursos Teológicos.
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