Calesita

lunes, 21 de octubre de 2019

El Papachamano


La modernidad piensa y considera en su subconsciente que la hipóstasis personal le viene de la naturaleza. Donde no existe Dios, alguien debe cubrir ese trono vacío. La naturaleza se ha sentado en el trono de la divinidad, por lo tanto la persona se origina en la naturaleza. Todos somos hijos de esta naturaleza, tal como lo enseña Bergoglio. Esta diosa pasó a ser nuestra madre y Bergoglio el chamán de la Pachamama.
El cristianismo posee una concepción diametralmente opuesta. Primero existe la hipóstasis personal y a esta se le otorga una naturaleza. Acontece que para el cristiano no existe una naturaleza que se ha hecho divina.
Esta es la gigantesca diferencia entre el panteísmo moderno y el cristianismo que se precie de tal.
No existen en el cristianismo Pachamamas ni mucho menos un papa-chamán o papachamano que le rinde culto.
Máximo el Confesor (662) afirmaba que la humanidad se había hecho dueña de la naturaleza y que en este adueñarse de algo que le fue dado, consistía no solo el pecado original, sino todo pecado. Por este apropiarse de algo que le fue prestado, afirmaba que la mayoría de los hombres vivía en contra de la naturaleza y que muy pocos lo hacían viviendo naturalmente.
Hoy estamos ante un supuesto Papa que se ha hecho dueño no solo de la Iglesia, sino de la naturaleza a la que como un panteísta más, rinde culto y obliga a rendirlo al resto de los débiles en la fe.
Si Martini, el padrino de la mafia San Galo, afirmaba que le iglesia llevaba un atraso de doscientos años, hoy el nuevo padrino de esta mafia, nos regresa no solo a la edad media, sino a los albores de la antigüedad; y con los amazonas, al paleolítico propiamente dicho. Si esto es adelantarse doscientos años, a otros con este cuento de padrinos y chamanes.
El caso es que el papachamano Bergoglio, no conoce un ápice de historia. Como lo comentamos tanto veces, estamos en la paradoja de un jesuita ignorante. El culto a la fertilidad o a la Pachamama, es tan viejo como el Éxodo. Allí leemos que Aarón erige la imagen de un toro, al que se le rinde culto. Esto plantea dos preguntas.
Primera, ¿qué hace un toro en pleno desierto? Francamente Aarón podía escoger otra imagen, como la de la serpiente que cura a quien le dirige la mirada, la cual está más acorde con la geografía.
Segunda pregunta, ¿porqué causa es precisamente un toro el que erige Aarón?
Las dos respuestas debemos buscarlas en el Toro Il, dios cananeo a cuyo culto cayeron los hebreos monoteístas, junto a la adoración de la diosa de la fertilidad, Asherá. Es el becerro de oro de la tribu de Dan en la vieja ciudad de Lais, o el becerro de Betel.
Esta Asherá o Astarté es la Pachamama de Bergoglio y su mafiosos, diosa de la fertilidad, tanto del paleolítico, como de los albores de la escritura. 
Aquí se encuentra el verdadero significado de la enseñanza que el Papachamano pide a sus indígenas, cuando los anima a confesar los pecados contra la ecología. Es que ella es una diosa y con faltas ecológicas, se peca contra la deidad de la fertilidad. 
Yo quiero vivir naturalmente, por consiguiente busco no apropiarme de la naturaleza, la cual no es una diosa, sino algo que me fue prestado. ¿Qué diosa puede ser si se me otorgó en préstamo? Para quienes hagan lo contrario, es porque actúan contra la naturaleza, a los cuales no me queda sino decirles:
Bienvenidos al paleolítico. Bienvenidos a la magia.



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