Calesita

martes, 26 de abril de 2016

Calamidad y Papado Aparente


Luego de tres largos años del nominado Franciscus, al que se lo cree papa, comienza lentamente la catolicidad a reconocerlo como portador de herejías. Esto han demostrado los sacerdotes que elaboraron El Denzinger Bergoglio. También lo hemos demostrado aquí en nuestro artículo anterior, cuando analizamos la estructura mental de su empobrecido y débil razonamiento. Si el hábito no hace al monje, mucho menos la sotana blanca hace al papado.
Del fenómeno Franciscus, la razón católica comienza a indagar dentro de la historia, donde han pensado o mas bien especulado muchos teólogos sobre la posibilidad de un Papa hereje, como es nuestro triste presente.
Chris Jackson en The Remnant en su artículo Papas, Papasaparentes y antipapas, exhuma un texto de William George Ward escrito en 1868, donde hace referencia a estas tres clases de papados. El Papa real, es aquel que así es reconocido por Dios; el Papa aparente, reconocido por el orbe cristiano como papa, pero que en realidad no lo es; y por último, la categoría de los antipapas. A estas tres categorías, deberíamos agregar la novedad impuesta por la actual Revolución Vaticana: el Papa emérito, o jubilado.
De este último, no se habla, si bien estamos ante uno de los fenómenos más vergonzosos de este gobierno vaticano: presionar un papa para quitarle su Secretario de Estado y reducirlo a una figura decorativa, hasta alabarlo por retirarse con una jubilación digna.
El artículo cuya traducción puede verse desde este sitio, es algo complejo en su montaje, pues el autor pretende callar, y dejar hablar un escrito de 1868, es decir, un razonamiento anterior a toda discusión papal, como asimismo anterior a todo modernismo. En él se plantean varias preguntas con sus respectivas respuestas. Por nuestra parte, agregamos otras:
¿Puede el Pontífice convertirse en un hereje formal?
Bannez, Valentia, y Laymann responden afirmativamente; Tannery Viva piensan que es incierto; Bellarmine y Wiggers lo encuentran probable—Suárez más probable aún—que el Señor no lo permita. Cita que ni un teólogo considera cierto que un Papa no pueda convertirse en un hereje formal; pero agrega con razón, que el hecho de que tal circunstancia no haya ocurrido durante siglos incrementa la probabilidad de la opinión más favorable. El Dr. Murray agrega como verdad aceptada por todos, que el Papa puede caer materialmente en el error dogmático e incluso en la herejía.
¿Acaso esta posibilidad está reñida con el dogma de la infalibilidad pontificia? Y el artículo afirma:
...los Ultramontanos modernos agregaron otro dogma totalmente distinto, es decir, que ningún Papa puede caer en la herejía...
...Habría sido muy extraño si los teólogos medievales hubieran sostenido que ningún Papa podía caer en la Herejía;...
...ningún Papa se volvió un hereje formal; y como consecuencia, la opinión y esperanza piadosas han difundido crecidamente que Dios siempre preservará a la Iglesia de tal calamidad.
Así es, Dios preservó su Iglesia de tal calamidad, pero si la Iglesia no se preserva a sí misma, no espere que Dios haga lo que la Iglesia debe hacer. En otras palabras, si no se condenan los errores, si no se excomulga a los impíos, a los lobos disfrazados, no esperen que Dios lo haga. Medio siglo fue suficiente, para que se observe un hereje en la silla de Pedro, ¿por qué? Porque no se condenó la herejía, peor aún, se convive con ella, se la alaba y hasta se la estimula. Ahora, la Iglesia debe buscar su propia medicina, contra esta calamidad bergogliana.
¿Qué sucedería, si un Papa fuese hereje? A esta pregunta responde el artículo:
Dado que los medievales consideraban un hecho cierto que un Papa podía caer en herejía, la pregunta a enfrentar era qué resultaría de tal fenómeno. Por lejos, como señala el Sr. Renauf (pp. 34- 37), la opinión más frecuente parece haber sido que “dejaría de ser Papa al dejar de ser católico”. Entre nosotros, si bien es indefinidamente más probable que Dios jamás permitirá tal calamidad, nos inclinamos con timidez hacia la opinión medieval; nos inclinamos a pensar que “por el mismo hecho de caer de la fe de Pedro, “podría” caer de la silla y sede de Pedro ” (p. 33).
¿Y qué pasa entonces con tal Papa que ha caído de la silla de Pedro?
Un Papa puede—hipotéticamente—profesar la herejía formal; y que a su vez tal profesión resulte generalmente desconocida. En verdad ha dejado de ser Papa, pero universalmente es reconocido como Papa.
Estamos ante el caso de un Papa aparente, y aquí el artículo alude a este supuesto caso:
Lord Macaulay supone que, en el tiempo en que las hordas de bárbaros eran bautizadas en masa, unos diez o veinte pudieron no haber recibido un bautismo válido. Uno de estos luego siguió el camino de la ordenación y consagración, y fue considerado obispo; luego de un tiempo fue nombrado al Pontificado. No es un Papa verdadero, y sin embargo todos lo reconocen como tal.
Destaco el caso, pues el papado aparente, es hoy una realidad que muchos ya ven con claridad. Aparente, por muchos motivos.
1. Por la dudosa renuncia de un Papa hoy emérito o con jubilación destacada; o como lo llamamos ya en 2013, usando la terminología de la filosofía alemana: el Papa Dasein.
2. Por su herejía manifiesta luego de tres años.
3. Por su adhesión manifiesta a los conspiradores de San Gallo.  
El motivo, es hoy lo de menos, la realidad es una: Francisco es hereje y por de pronto no es Papa o ya no es Papa.
¿Que sucedería si un Papa aparente enseñase una herejía? Y se expide el artículo:
...el Papa aparente ya no es un “pastor” sino que queda expuesto como “lobo”. Así explica Valentia la doctrina de Torquemada. “Grandes autores admiten que [un Papa aparente] puede desear imponer sobre otros su herejía personal, que tristemente es tal.” Agrega que “esto no implica daño a la Iglesia. Dado que ella, sabiendo que por la herejía manifiesta el Pontífice ha caído de su autoridad y enseña contrariamente a la fe de la Iglesia, tenderá a huir de él.”
...la Iglesia, tenderá a huir de él. En otras palabras, llegamos a la Plaza de San Pedro vacía, como una señal visible de la desolación introducida en la Iglesia Católica. El fenómeno es evidente, el sensus fidei reconoce abiertamente que el pastor, si bien lleva sotana blanca, ya no emite la voz de Jesucristo y por ende, diciéndolo con las categorías bergoglianas, no tiene olor a oveja.



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