Al concluir el siglo decimonono, los tiempos habían cambiado. El capitalismo se hacía sentir. Los obreros hacían doce horas diarias por un mísero sueldo.
Si se había hecho una amistad con el mundo reinante y se definía la teología como liberal, ¿cómo se compatibiliza este liberalismo injusto con lo teológico? ¿Cómo se podía llevar adelante este matrimonio con el siglo? Mientras los papas de entonces habían condenado el liberalismo, la mayoría de los luteranos, quienes creían tener una religión superior a los católicos, se habían casado con él. ¿Cuánto tiempo podría durar este matrimonio? El “Reino de Dios” era el hogar luterano, y este Reino se hallaba en la Deutschland donde reinaba el cristianismo reformado. Este pueblo se sentía elegido por Dios para el mundo. Esta fue una de las tantas causas para proclamarse en pocos años después, una raza superior.
Ante la situación social, en un primer momento, el evangelio liberal, se pone el traje de evangelio social. ¿Una mutación? Mas bien fue como un cambio de sombrero. Del cilíndrico tophat se pasó al chato con visera newsboy. Sucede que algunos protestantes no habían probado el opio de Marx, nuestro rabino de Epicuro. Fue el momento, donde vieron en el socialismo naciente, la solución cristiana a la época.
El “Reino de Dios” continuaba estando hic et nunc, por lo tanto, era filosóficamente una evolución dialéctica a lo Hegel. Se mutaba del liberalismo al socialismo, como una síntesis nueva de los tiempos. Eran los nuevos “signos de los tiempos”. Se venía un protestantismo con rostro socialista, o un movimiento del Evangelio Social. Fue un pasaje de visión, pues la teología era siempre la misma. Liberalismo y socialismo, eran dos apariencias, pero la esencia del siglo no mutaba. Con esta teología social, surgieron en América del Norte, el calvinista reformado Washington Gladden (1836-1918) y Walter Rauschenbusch (1861-1918), un pastor bautista. Todos ellos apoyando el sindicalismo.
En Suiza, el desengaño de la liberale Theologie se profundiza. Parecía el lugar predilecto para que el protestantismo entrase en crisis. Es cuando aparece la figura del calvinista Karl Barth (1886-1968).
El Barth de cepa liberal
En su primera época, Barth pensó que los Discursos sobre la religión de “Fabricantedevelos” (Schleiermacher para los doctos), fue lo más importante que se había escrito después del Nuevo Testamento. Una expresión que realmente pinta toda su ignorancia.
En 1909 escribe un ensayo: "Teología moderna y la obra del Reino de Dios". Es el momento donde afirma seguir el relativismo histórico y el individualismo religioso. No existe una revelación ni una ética válida para todos. La religión viene a ser una experiencia de cada ich.
El Barth socialista o “Mesías rojo”
En 1911, dos años después de su ensayo, estaba como pastor en Safenwil. Allí le tocó ver la miseria de los obreros. Fue cuando elogió el Movimiento Social, viendo en el socialismo una continuación directa del poder espiritual que Jesús de Nazaret había traído a la historia. La misma visión se profundizó cuando se afilió al Partido Socialdemócrata de Suiza (PS). El matrimonio entre Protestantismo y Liberalismo se había divorciado, porque Jesús y el capitalismo eran incompatibles. Siguiendo su vida escrita por Tietz, fue cuando expresó:
―No somos nosotros quienes debemos ir al cielo, sino que el cielo debe venir a nosotros.
El Reino de Dios, seguía estando en esta tierra. Un periódico local lo tildó de “Mesías rojo”. Era su primera mutación. Ya vendrán las más interesantes.
El Barth romántico
La teóloga protestante Christiane Tietz, tuvo en sus manos toda la correspondencia entre Karl y su secretaria Charlotte von Kirschbaum. Cartas que dio a conocer, donde se desprende sin lugar a dudas que nuestro Barth no solo tenía su esposa Nelly y cinco hijos, sino que se debe agregar a Charlotte, su secretaria amante, viviendo todos bajo el mismo techo. Hermosas cartas recatadas, pero sacadas de una pintoresca novela romántica, con la diferencia, que estas son de puño y letra de sus propios autores. Un escenario que provoca envidia en Abelardo y Eloísa, cuando se enfrenta con Karl, Nelly y Charlotte, o como la llaman sus hijos, la “tía Lollo”.
Tietz tituló su libro: Karl Barth: une vie à contre-courant o según la traducción inglesa, A Life in Conflict. Y si su vida fue “contra la corriente” o bien conflictiva, mucho más romántica todavía.
¿Dónde está la prioridad?
En la ortodoxia tanto luterana como católica, la acción social estaba supeditada a una conversión individual, por lo tanto privilegiaban las creencias teológicas. La cosa ahora se había invertido. Máxima prioridad para estos “cristianos” sociales con la transformación y el mejoramiento de la sociedad. La vida cristiana pasaba a un segundo plano.
Cuando los católicos se copian
Por su parte, conocemos dentro de la actual iglesia católica un fenómeno similar, ya sea con ciertos jesuitas, ya con otros clérigos, sin descartar obispos que ingresaron en esta variante social. ¿De dónde nace acaso la Teología de la liberación? Con muy buen criterio fue descartada por los papas que se le opusieron. No así Bergoglio que persiguió a los jesuitas que habían optado por actividades sociales entregándolos al poder militar argentino, y luego como pseudo-papa aplaudiendo su ideología, y para el colmo de la desfachatez, atacando a los que supuestamente seguían ideologías. Todo un San Camaleón que los necios elevaron a sus altares, ofreciéndole incienso de alabanzas.
Fue la era donde el cristianismo si no era revolucionario, no servía para nada. Se repetía la vieja fórmula protestante, sin presentar una mínima crítica a la misma y ¡pensar que había pasado más de medio siglo! No existe nada peor, que imitar los errores ajenos. No existe nada más nefasto, que imitar el protestantismo. Por supuesto, muchos de los actuales seguidores, no tienen la menor idea de la historia que había originado todo este movimiento de mutantes. Existe un lumpen de clérigos, nefasto por sus decisiones y necio en sus dictámenes, que fue avalado por “das Genie” de la Iglesia Católica, el Jorge Bergoglio.
Tan solo creyeron en un mito. El mito hegeliano del gran Espíritu del Vaticano II. De este modo, mientras se tachaba la verdad de mítica, se creaban mitos nuevos para presentar otra verdad.
Tanto protestantes como católicos exigieron que el cristianismo fuera socializado, defendiendo los derechos de los trabajadores y la necesidad de aplicar el reino de Dios en la cultura.
El dogma hacía rato que había pasado a un segundo plano, solo importaba el dogma social. Con esta perspectiva, ya no existía diferencia entre luteranismo y catolicismo. Es lo que Bergoglio demostró con su falso papado. La visión del protestantismo social, al fin y al cabo, había triunfado.
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