Entre 1899 y 1900 Adolf von Harnack, teólogo y profesor que participó en la política cultural como organizador académico en Prusia, realiza una serie de conferencias sobre la visión del luteranismo. Las mismas se publicaron en “La Esencia del Cristianismo”. Como era de suponer, sus ideas fueron acremente criticadas. El protestantismo es la imagen viva de la Torre de Babel, y que muchos manifiesten discrepancia es lo más natural.
En 1905, publica otro libro, llamado “La Esencia del Judaísmo”. No escapó a la crítica judía emprendida por el rabino Leo Baeck, quien hace otro tanto contestando las ideas de Harnack, obra que puede leerse con paciencia en la Enciclopedia Mercabá. Aclaro que si el nombre de la enciclopedia es hebreo, la enciclopedia pasa por católica. ¿Cosas del “espíritu” del Concilio?
En su última conferencia, la XIV, Harnack brinda un hermoso panorama de la reforma y si es de la reforma, es de la protesta.
Los católicos se acostumbraron a las críticas que sus intelectuales hicieron del protestantismo. Algo coherente y normal. Por mi parte mostraré las críticas que los mismos luteranos hacen de su luteranismo. También esto es normal y coherente, siendo el protestantismo la imagen viva e histórica de la mismísima Torre de Babel, donde cada “pastor” tiene su lenguaje propio.
En esta paráfrasis exponemos una selección del contenido de la Conferencia XIV, a modo de reportaje. Sus respuestas se pueden cotejar en Esencia del Cristianismo. Versión española de J. Miró Folguera, Barcelona, 1904.
***
¿Es el luteranismo un cristianismo propio de la Deutchland?
Con frecuencia se ha formulado la pregunta de si la Reforma debe ser tenida como una empresa germánica, …
Desde el punto y hora en que intentaron los alemanes poner de acuerdo la religión tradicional con la idiosincrasia de su nación, esto es, desde el siglo xiii, iniciaron de hecho la preparación de la Reforma, Y si con razón apellidamos Griego el Cristianismo oriental, y Romano el Cristianismo occidental de la Edad Media, parécenos que es adecuado al Cristianismo reformado el apellido de Germánico.
Pero acontece que Calvino no era germano sino helvético...
La excepción de Calvino es insignificante; ya que fue Calvino discípulo de Lutero y su doctrina produjo los efectos más vivaces y duraderos, no en los pueblos latinos, sino en Inglaterra, en Escocia y en los Países Bajos. Los alemanes, por medio de la Reforma, señalaron un periodo nuevo en la historia general de la Iglesia, lo cual no puede decirse de los eslavos.
¿Cuándo piensa usted que comenzaron los alemanes a construir su cristianismo propio?
Desde el punto y hora en que intentaron los alemanes poner de acuerdo la religión tradicional con la idiosincrasia de su nación, esto es, desde el siglo XIII, iniciaron de hecho la preparación de la Reforma, y si con razón apellidamos Griego el Cristianismo oriental, y Romano el Cristianismo occidental de la Edad Media, parécenos que es adecuado al Cristianismo reformado el apellido de Germánico.
¿Entonces iniciaron este movimiento en el siglo XIII o mucho antes?
Gracias a la revisión luterana, la Reforma retrocedía, no ya más allá del siglo IX, o más allá del siglo IV o el siglo II, sino hasta volver a los orígenes de la religión.
¿No acarreó la Reforma nefastas consecuencias?
No faltan, sin embargo, las sombras en la empresa refulgente de la Reforma.
¿Cuál fue el costo de la Reforma?
Conviene tener presente, ante todo, que la Reforma, en su conquista no más que parcial de Europa, deshizo la unidad de la civilización en el Occidente.
¿Dónde encuentra el daño más grave?
El más grave daño provino de la necesidad de establecer las nuevas Iglesias como Iglesias de Estado.
¿Por qué lo llama una necesidad?
Ciertamente una Iglesia como la Católica, que es ya un Estado de por sí, hace mucho más daño y no autoriza a sus fieles para que la opongan triunfalmente las Iglesias de Estado protestantes. De todos modos, es manifiesto el perjuicio causado por estas Iglesias, causantes de graves extravíos. Conviene advertir que no se organizaron tales Iglesias a consecuencia de la rebelión protestante contra la autoridad eclesiástica, sino que venían preparándose ya durante el siglo XV; para atenuar luego en las comunidades evangélicas el sentimiento de la responsabilidad y de la acción espontánea y sugerir el recelo, bastante justificado, de que iba la Iglesia a ser institución del Estado, y dirigir su gobernación.
¿Se debe entonces romper con el Estado?
No hay que pensar en la ruptura violenta y súbita de todo lazo de unión con el Estado, porque también le deben las Iglesias algún favor; débese fomentar la evolución ya iniciada. En tal sentido, la multiplicidad de las Iglesias es un bien, ya que sirve admirablemente para recordar la arbitrariedad de todas esas formas.
Hablemos del tema de las “buenas obras” que según la teología luterana, no garantizan la salvación. ¿No acarreó libertinaje en su conducta?
No dejaba de gustar al vulgo la predicación de que las buenas obras son innecesarias y aun arriesgadas para el alma… lo cierto es que desde un principio dio mucho que hablar la moral relajada de las Iglesias reformadas en Alemania, y su poca seriedad en la obra de santificación. Aquella amonestación de: «Si me amáis, observad mis mandamientos», fue desoída y olvidada, contra toda razón. Al Pietismo corresponde el mérito de haber devuelto a esta máxima su capital importancia. Hasta entonces, la doctrina católica de la justificación por las obras era negada, haciéndose caer la balanza de la vida en sentido contrario.
¿Qué sucedió con el celibato eclesiástico?
La Reforma abolió, como debía, el monaquismo. Muy razonadamente afirmó la temeridad de obligarse con votos perpetuos, y declaró que cualquier ocupación mundana a que se dedique en conciencia un hombre, es igual ante Dios, ó quizás superior, al monaquismo. De lo cual derivó, por cierto, una consecuencia que no había previsto Lutero, ni estaba en su ánimo: desapareció el monaquisino hasta en la forma tolerable, ó mejor necesaria para la vida evangélica.
¿Cómo encararon el ascetismo monacal?
La negación del ascetismo, en el cual los alemanes, a diferencia de otros pueblos, no vieron jamás el supremo ideal, y la protesta contra la religión como autoridad externa, se explican como efectos a la par del Evangelio de Pablo y del genio germánico.
¿Además del costo de la Reforma, qué otras consecuencias negativas acarreó?
No sólo fueron sumamente costosas las conquistas de la Reforma, sino que además se encontró con que no podía prever el alcance de sus promesas, ni guiarlas en línea recta a la consecución de sus fines. … es evidente que la Reforma dejó las cosas a medio hacer,...
¿Cómo es eso?
Pasado el año 1529 se tuvo que acudir con las mayores prisas a la constitución de las Iglesias evangélicas nacionales; ; y se tuvo que llevar a feliz término aquella obra, dejando muchos otros elementos en el mayor desconcierto.
¿Podría explicarnos a los católicos esto?
Añádase a ello la desconfianza para con los que ahora llamaríamos radicales, los excesivos, que indujo a batir duramente ciertas tendencias que valían la pena de ser apoyadas, con verdadera utilidad, durante algún tiempo. Lutero rechazó en absoluto el concurso de semejantes tendencias, y aun llegó a desconfiar de su propia opinión cuando coincidía con la de los «excesivos»; error cuyas amargas consecuencias experimentaron las Iglesias evangélicas durante la segunda mitad del siglo XVIII.
¿No pudo prever esto Lutero?
Lutero, nos atrevemos a decir que aquel hombre genial poseía una fe tan robusta como la de Pablo, gracias a la cual cobró tan maravilloso poderío sobre las almas; pero en cuanto a inteligencia y cultura, no estaba al nivel de su época. … Lutero en su tiempo estaba obligado a ser más que Reformador, Caudillo y Maestro;… no poseía con seguridad la suma de conocimientos que en su época eran del dominio común.
¿Entonces?
Su máxima única consistía en volver a los orígenes, en restaurar el Evangelio, fin que él consiguió en cuanto lo permitía el alcance de la intuición y la experiencia interna; … Pero quedaron para él numerosos problemas no ya por resolver, sino completamente ignorados.
¿Significa que la Reforma fue un hecho deficiente?
Así no tendrá nada de particular que aparezca deficiente la Reforma, en concepto de doctrina y teoría histórica, y que encontremos confusas sus ideas donde no discernía problema alguno.
¿Qué pasó con su doctrina?
Como sistema doctrinal estaba incapacitada para dar otra cosa que promesas, dejando al porvenir que sentara consecuencias. … Lo que sucedió es, que ocupada la Reforma en la apresurada organización de Iglesias nacionales robustas, corría el riesgo de perder sus aptitudes para progresar.
¿Cuáles fueron los extravíos de la Reforma?
En primer lugar, Lutero no aceptaba más que el Evangelio. … Pero aceptó, como si estuvieran comprendidos en el Evangelio, los dogmas de la Trinidad y de las dos naturalezas de Cristo—dogmas que no podía acrisolar en la crítica histórica,— y aun escogió dogmas nuevos. En una palabra: no supo distinguir el dogma del Evangelio, en lo cual se mostró muy por debajo de Pablo.
¿Y esto es malo?
No se iba por tal camino a suprimir el intelectualismo. En efecto, se formó ex novo una doctrina escolástica, presentada como indispensable para salvarse; y volvieron los cristianos a separarse en dos clases: los que entendían la doctrina, y los que para entenderla tenían que acudir a la inteligencia de los otros, y estaban condenados a permanecer en la condición de pupilos.
¿Cuál fue su segundo extravío?
En segundo lugar, «la palabra de Dios»
...distinguió perfectamente el Evangelio de la Ley, el Antiguo del Nuevo Testamento; excluyendo cuanto fuera extraño a la substancia de la Sagrada Escritura, que es la claridad que de ella emana, la energía que exhala y se enseñorea de las almas. No llegó, sin embargo, a las postreras consecuencias; y en varios casos, en que suponía valor decisivo a la letra, impuso en forma perentoria la obediencia «á lo que está escrito»; olvidando que él mismo había afirmado respecto de Lugares de la Sagrada Escritura que no deben las conciencias ser esclavas de «lo que está escrito.»
¿Y su tercer desvarío?
En tercer lugar, la gracia es remisión de los pecados, y por consiguiente la certidumbre del Dios misericordioso, de la vida y de la salvación. Cien veces lo aseveró Lutero, añadiendo que la eficacia está por entero en la palabra. … Y sin embargo el mismo que proclamaba esta doctrina, puramente de unión personal, se dejaba llevar a lamentables discusiones acerca de los medios de la gracia, la cena eucarística y el bautismo de los recién nacidos; discusiones en que se arriesgaba a confundir su elevado concepto de la gracia con el concepto católico, a perder de vista su idea fundamental referente a la gracia como cosa puramente religiosa, lo mismo que a la palabra y a la fe, ante las cuales es indiferente todo lo demás. Con semejante conducta, Latero legó a la Iglesia de que era fundador, una herencia funesta.
¿En qué consistió el cuarto desvarío?
En cuarto lugar, las Iglesias que en corto tiempo se erigieron en contra de la Iglesia Romana, pregonaron razonablemente, y casi como obligada reacción contra el despotismo católico, su propia verdad y legitimidad en la restauración del Evangelio.
¿Qué sucedió entonces?
Pero resultó prontamente que aquellas Iglesias fueron identificando el Evangelio con su propia doctrina y se fue insinuando en ellas la persuasión de que venían a ser la verdadera Iglesia.
¿Dónde está la verdadera Iglesia?
El mismo Lutero, sin dejar de tener presente que la Iglesia verdadera está en la santa comunión de los fieles, no llegó a formarse concepto definido de las relaciones existentes entre esta verdadera Iglesia y la Iglesia recién constituida por su esfuerzo; de ahí que en el transcurso del tiempo echara raíces en los ánimos el malhadado equívoco: «Somos la verdadera Iglesia, porque poseemos la verdadera doctrina.»
¿Significa que la teoría los dividió?
No solamente en teoría, sino también en la práctica, formóse al igual que en el catolicismo una doble Cristiandad, mal que ha resistido a los empeños del pietismo y perdura todavía. El pastor y el teólogo deben encarnar toda la doctrina, deben ser ortodoxos; a los laicos les basta con poseer los puntos cardinales y con no atentar a la ortodoxia.
¿Qué pasará si se sigue por este camino?
Pero, de seguir esta vía, acrecentando y robusteciendo las demás causas de confusión, sobreviene el peligro de reducir el Protestantismo a una mezquina sofisticación del Catolicismo. Y digo mezquina sofisticación, porque le faltarán siempre los dos pilares del Catolicismo: el Papa y el clero regular.
¿Qué tan importante es el Papa?
La autoridad sin condiciones que el Papa ejerce sobre los católicos no puede substituirse ni por la letra de la Biblia, ni por el credo contenido en el símbolo protestante. En cuanto al clero regular, ó monaquismo, es una institución a la cual el Protestantismo está imposibilitado de volver. Conserva la Reforma sus Iglesias nacionales y sus eclesiásticos casados; mas si se propone emular al Catolicismo, saldrá siempre perdiendo en la comparación.
¿Qué peligros enfrenta el Protestantismo frente al Catolicismo?
La catolización de las Iglesias evangélicas—y no entiendo decir con ello que vuelvan al Papa, sino que se conviertan en Iglesias basadas en la ley, en el dogma y en el ceremonial,—constituye un peligro inminente, porque le preparan este camino tres grandes fuerzas de consuno.
¿Cuál sería la primera?
La primera es la indiferencia de la muchedumbre, que impele a la religión en demanda de autoridad y del apoyo de la tradición, de la jerarquía eclesiástica y del ceremonial. … El indiferente en materia religiosa encuentra un medio de conciliar la observancia del culto externo, con los cargos, el desdén y la befa de cualquier manifestación viviente de la religión; no entiende nada absolutamente del Cristianismo evangélico, y por instinto lo rebaja, para ensalzar en cambio el Catolicismo.
¿Y la segunda?
En segundo lugar, débese tener en cuenta lo que hemos llamado religión natural, aquellos que viven de temor y de esperanza, que en la religión buscan principalmente una autoridad, y se complacen en librarse de toda responsabilidad personal, concertando casi un a modo de contrato de seguros sobre la otra vida; aquellos que tienen la religión por un accesorio en la vida terrenal, conveniente en las ocasiones solemnes ó en los momentos tristes; que en ella no ven más que una forma estética, ó un medicamento heroico para los males de la vida, en espera del gran remedio que es el tiempo; todos esos, inconscientemente, empujan a la religión hacia el Catolicismo.
¿Qué tan malo es esto?
Quieren todos ellos algo estable en la religión, y aun le piden auxilios y estímulos; el Cristianismo evangélico no les conviene, y de conformarse a cuanto ellos desean, se convertiría a no tardar en Cristianismo católico.
¿En tercer lugar?
La tercera fuerza,—á disgusto lo digo, pero no es posible ocultarlo,—reside en el Estado. … Pero precisamente por esta preferencia el Estado ejerce sobre las Iglesias una presión en el sentido indicado, protege cuanto estable le ofrecen, y procura defenderlas contra cualquier movimiento interno capaz de poner a discusión su unidad y su «utilidad pública». Por este procedimiento ha llegado el Estado a servirse de la religión, intentando hacerse con ella una especie de policía eficaz para mantener el orden público. Excusable es el plan del Estado, que busca instrumentos de dominación donde le parece que ha de encontrarlos; pero no lo es la Iglesia, si se presta a convertirse en útil instrumento de gobierno, pues además de quebrantar su dignidad y su finalidad, se encamina por ahí a ser no más qúe institución externa, de las que subyugan el espíritu bajo el orden, la substancia bajo la forma, la virtud bajo la obediencia.
¿En consecuencia?
Hay, pues, que defender a todo trance contra las asechanzas de estas tres fuerzas, la dignidad y la libertad del Cristianismo evangélico. … ¿quién podrá responder de que estas Iglesias protestantes, hijas de «la libertad del cristiano», no se hayan de convertir también en católicas?
Concretamente, ¿cuál es la esencia del cristianismo?
Con razón decíamos que el Evangelio es el conocimiento y Ia confesión, de Dios Padre, la certidumbre de la salvación, la alegría y la humildad que de Dios proviene, el amor activo del prójimo; que para esta religión es condición esencial la de no desunir jamás la persona y la obra del fundador, y la revelación que de él nos queda; pues la historia demuestra que jamás el Evangelio ha perdido su vigor, que vive y se declara sin cesar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario