Calesita

lunes, 15 de septiembre de 2025

La derrota de la "súper-fe" protestante, prepara la superación del arrianismo moderno


Si durante la primera guerra mundial, Rudolf Otto había inventado “la pólvora” ya usada en el siglo V por el Pseudo-Dionisio, Karl Barth será quien ponga la bomba. ¿En qué consistía esa pólvora? Fundamentalmente, en el concepto de definir a Dios como el “totalmente otro” el ganz Anderes. Barth se inspira en Rudolf y utilizará este concepto para hacer estallar la Teología Liberal protestante y con ella caerá su arrianismo modernista.

El Barth dialéctico

La guerra le había demostrado a Barth, que los “cristianos” (se entiende protestantes) la habían tomado como una cruzada contra el mundo. Era una “súper-fe” que se iba a la guerra. Una fe, que usando los conceptos de Otto, no era “apócrifa” con tonos “platónico, plotínico y dionisíaco” como el catolicismo.

Indudablemente, el impacto de la derrota fue enorme. La “súper-fe” había sido derrotada. Había llegado la hora de dar el portazo a la fe liberal de la Deutchland. A esa misma fe no “apócrifa” sin tonos “platónico, plotínico y dionisíaco”.

El portazo se da, no para regresar a la fe de la que se había salido en la era de Lutero y Calvino, sino para volver a la “ortodoxia” protestante. De allí que algunos lo llamaron la neo-ortodoxia. Así lo recordaba Barth en una conferencia pronunciada en el Congreso de la Asociación de Párrocos Reformados Suizos, que se celebró en Aarau el 25 de septiembre de 1956:

La nave amenazaba con embarrancar; había llegado el momento de dar un viraje de 180 grados al timón. Y teniendo esto en cuenta se puede ya anticipar lo que habrá que decir más tarde: «Lo pasado ya no vuelve». Por ello, no se pudo después, ni se puede tampoco hoy, pretender negar aquel cambio o anularlo. Ciertamente que más tarde se trató y hoy se trata de una «retractación». Pero una verdadera retractación no consiste de ningún modo en un repliegue ulterior, sino en un nuevo ataque y embestida encaminado a decir mejor lo que ya antes se había dicho bien. Aun en el caso de que lo que entonces creíamos haber descubierto y puesto sobre el tapete no fuese una palabra definitiva sino necesitada de retractación, sería sin embargo una palabra verdadera, que por el hecho de serlo debe permanecer, y ante la cual tampoco hoy se puede pasar de largo, sino que más bien constituye la premisa de lo que hoy debemos seguir pensando.

Este viraje de 180 grados, fue su “dialéctica”.

Su experiencia como afiliado al Partido Socialista Suizo (PS) fue una decepción. El socialismo que había levantado el dogma de la pacificación, había impulsado y acompañado la guerra. Por lo tanto, había llegado la hora de sepultar todos los profetas luteranos que lo precedieron.

En 1919, aparece su primer Comentario a la Carta a los Romanos (Der Römerbrief). Fue la primera contestación que separará la teología protestante del siglo XIX con la del siglo XX, tal como lo comentó Karl Adam en la revista Hochland en 1925/26 :

La Epístola a los Romanos de Barth cayó como una bomba en el patio de recreo de los teólogos cuando apareció por primera vez; sus efectos fueron comparables a los de la encíclica antimodernista Pascendi del Papa Pío X.

Dios está más allá de todo. Es el totalmente otro, es el ganz Anderes que vive en el misterio. Este es el inicio de otro punto de mira, de toda una nueva teología:

...este «caminar en vida nueva» es mi visible punto de mira y de relación, la crisis que mi finitud experimenta por medio de mi infinitud, la amenaza y promesa que está de modo intemporal e invisible más allá de todos los sucesos visibles e históricos de «mi» vida; más allá de todos porque, y en cuanto que, el mundo es mundo, el tiempo tiempo, y e! hombre hombre. (Der Römerbrief. C.6. La gracia)

La dialéctica consiste en detallar una feroz antítesis entre el Creador y la criatura. Contrariando los profetas anteriores del protestantismo, no existe un camino natural para llegar a Dios:

Es imposible aquí un tránsito paulatino, un ascenso escalonado, una evolución de una orilla del abismo a la otra. Por el contrario, se da una ruptura súbita en el lado de aquí y el comienzo de algo completamente distinto en el otro lado. En efecto, lo que podría indicarse como vivencia de la gracia que continuara otras vivencias religiosas se encuentra aún, como tal, en el lado de acá. La gracia misma es lo contrapuesto, lo que está al otro lado del abismo, y no hay puente que conduzca desde el lado de acá a la gracia. Al contrario, la gracia se contrapone con un tajante «Eso precisamente no» a la ley, la primera posibilidad divina a la última posibilidad humana, el «servicio en el nuevo sentido del espíritu» al «servicio en el viejo sentido de la letra» (7,6). ¿Qué significa en aquella cercanía esta lejanía, en aquel paralelismo esta distancia infinita, en aquel parentesco esta hostilidad? ¿Cómo debemos concebir la relación del hombre con Dios, la religión, de la que el hombre no escapa «mientras vive» (7,1), si ella está separada de la relación de Dios con el hombre por esta negación radical? (Der Römerbrief. El Sentido de la Religión 7,7-13)

Lo divino posee una elevación infinita sobre lo humano. La tesis que explayaba una santidad humana como fruto de su comportamiento ético, no se podía dar como una posesión propia. El hombre vive en el tiempo, Dios en la eternidad. La distancia entre tiempo y eternidad es infinita. La religión es como la ley escrita para el pueblo judío. La ley mata, el Espíritu vivifica:

...y ella se cuidará de querer enseñar algo mejor a tales no conversos. La realidad de la religión es lucha y escándalo, pecado y muerte, demonio e infierno. En modo alguno saca al hombre de la problemática engastada en los términos culpa y destino; por el contrario, lo sumerge más en ella. No le aporta solución alguna para la cuestión de su vida, sino que convierte al hombre en enigma insoluble para él mismo. Ella ni lo salva ni le descubre la salvación; más bien, hace patente su situación de irredento. La realidad de la religión no pretende ser objeto de disfrute o de celebración; al contrario, quiere que se la lleve como yugo duro porque no es posible quitárselo de encima. No se puede desear, encarecer o recomendar a nadie la religión: ella es una desdicha que irrumpe con necesidad fatal en ciertos hombres y pasa de ellos a otros. (Der Römerbrief. La realidad de la Religión)

Lo divino es un castillo «sin ventanas abiertas hacia la vida de nuestra sociedad». No se puede secularizar a Dios. Ningún camino social lleva a Él:

Constituye un sentimental autoengaño liberal pensar que desde la naturaleza y la historia, desde el arte, la moral, la ciencia o incluso desde la religión parten caminos que conducen directamente a la posibilidad imposible de Dios. (Der Römerbrief. C.9. La tragedia de la Iglesia)

Gracias a este escrito, en 1921 Barth pasa a ser profesor en la Universidad de Gotinga. En 1922 aparece la segunda edición de los Comentarios a la Carta de los Romanos. No es que Barth reedite el comentario anterior, sino que es algo totalmente nuevo. Es lo que se publica en la actualidad.

Esta polaridad, hará de Barth un antinazi. Criticará la alianza de las “iglesias” con el nazismo, donde algunos de sus jerarcas provienen y toman sus símbolos de una oscura logia ocultista llamada Thule-Gesellschaft, la cual era racista y Völkisch o adicta al folk alemán. Algunos miembros del partido que procedían de ella, planificaron eliminar el cristianismo de la Deutchland. Era el reinado del “superhombre”, vaticinado por el profeta Nietzsche, que siguiendo los pasos de Holderling, abrazó la Grecia pagana y antes de ingresar en un nosocomio, firmaba como el “Anticristo”.

Superando el arrianismo modernista

La infinita distancia entre el Creador y la creatura hace imposible una unión entre Dios y el hombre. Se requiere una síntesis. Solo en Dios está la posibilidad de alcanzarla, pues es quien tiene que venir en auxilio del hombre, y ella está en Jesucristo, Dios que se hace hombre. Esto hace que se rompa el arrianismo moderno y se dé un portazo definitivo con los arrianos de la “súper-fe”. Esos que hablaban con un lenguaje apropiado para la Kultur de la época. Con Jesucristo, Dios se había revelado.

Este su estar constituido es la verdadera significación de Jesús, que, como tal, escapa a toda posible definición histórica. Jesús como el Cristo, como Mesías, es el final del tiempo. Hay que entenderlo sólo como paradoja (Kierkegaard), sólo como vencedor (Blumhardt), sólo como historia primordial (Overbeck). Jesús como el Cristo es el plano desconocido para nosotros que secciona perpendicularmente, desde arriba al conocido por nosotros. Jesús como el Cristo puede ser entendido dentro de la evidencia histórica sólo como problema, sólo como mito. Jesús como el Cristo trae el mundo del Padre del que nosotros nada sabemos ni sabremos dentro de la evidencia histórica. (Carta a los Romanos. C1. Proemio)

Había llegado la hora de enterrar a “Fabricantedevelos” (F. Schleiermacher para los doctos). Y mientras arroja tierra sobre su tumba le recuerda fúnebremente, que no se puede apropiar a Dios con una vivencia personal basada en la Intuición (Anschauung) y el Sentimiento (Gefühl).

Ya se abandonaban de golpe “las leyendas” y la letra de Las Escrituras, pasaba a ser una Revelación divina única. La “súper-fe” se había equivocado, “la nave amenazaba con embarrancar”:

Hoy ya no es preciso discutir con muchas personas que en la historia de la teología protestante moderna ha habido un fallo profundo que ha desempeñado un papel funesto y que debemos evitar en el futuro lo antes posible. ¿Dónde está el fallo? A menudo se ha dicho que era debido al hecho de que en el curso de los siglos posteriores a la reforma se había perdido la conciencia de la soberanía de Dios. Pero este diagnóstico sólo es acertado si se interpreta de un modo más preciso: es la soberanía de la palabra de Dios la que se nos ha perdido y la que debemos intentar recuperar. (Conferencia pronunciada en Holanda, marzo de 1939)

La tumba de Jesucristo dejó de estar hueca, pues había resucitado:

La resurrección de entre los muertos es el punto de inflexión, la «constitución» de aquel punto desde arriba y la correspondiente inteligencia desde abajo. La resurrección es la revelación, el descubrimiento de Jesús como Cristo, la manifestación de Dios y el conocimiento de Dios en él, la entrada de la necesidad de glorificar a Dios, de contar en Jesús con el Desconocido e Invisible, de admitir a Jesús como el final del tiempo, como la paradoja, como la proto-historia, como vencedor. En la resurrección, el nuevo mundo del Espíritu Santo toca al viejo mundo de la carne. Pero lo toca como la tangente a un círculo, sin tocarlo; y al no tocarlo lo toca como su delimitación, como nuevo mundo. Así, la resurrección es el evento a las puertas de Jerusalén en el año 30, en cuanto que ella «aconteció», fue descubierta y conocida allí. Mas ella en modo alguno lo es en cuanto que su necesidad, manifestación y revelación no están condicionadas por aquel acontecer, descubrir y conocer, sino que son su condicionante. En cuanto que Jesús se revela y es descubierto como el Mesías, él está «constituido como Hijo de Dios» ya antes del día de Pascua, aunque sin duda, también después de esa fecha. (Ibídem)

***

Dentro del catolicismo, ciertos jesuitas franceses abrazaron la “súper-fe” del arrianismo moderno, disfrazado de actualización o “aggiornamento”. La teología liberal, los había alcanzado en la Nouvelle Théologie. Eran los pocos sabios que hablaban al mundo moderno con un lenguaje apropiado. Quien les quitará la máscara, será Réginald Garrigou-Lagrange OP, demostrando que era un modernismo disfrazado de retorno a los Santos Padres. 

Este movimiento jesuita dice ir “a las fuentes", pero ignora al “Pseudo-Dionisio”. Al igual que Barth, se hizo social con la Teología de la Liberación. Para colmo de males, tomó por asalto la cumbre de la Iglesia, con dos jesuitas “célebres”. El cardenal Carlo Maria Martini, quien preparó el camino, y Jorge Bergoglio quien tomó el poder.

Tan solo falta dentro del catolicismo, quien rompa con este arrianismo modernista. Lo hará quien perciba, que la Barca se ha embarrancado...

 

lunes, 8 de septiembre de 2025

El reloj luterano, siempre atrasa

 

Los profetas del mundo moderno difieren de los antiguos. En el yahvismo, un profeta poseía la misma doctrina del anterior. En el modernismo protestante, un profeta sepulta al anterior, cambiando de algún modo su doctrina. Es igual a lo que se escucha en un velorio:

Se nos fue “Jorgito1, era una gran persona, pero tenía unos cuantos defectos...

Es lo que vemos en los profetas del romanticismo.

Con el profeta Goethe se había privilegiado la acción, pues fue su Anfang, con el profeta Hegel se privilegiaba el Pensamiento, pues se hacía hincapié en la Verdad Absoluta, con el profetismo de Fabricantedevelos” (Schleiermacher para los doctos) ni Acción, ni Pensamiento, solo valía la Intuición y el Sentimiento. Ahora aparece en escena un nuevo profeta donde lo que vale es la Experiencia (der Erfahrung). Se trata de Rudolf.

El pastor luterano alemán Rudolf Otto (1869-1937) influenciado ya sea por el pietismo, ya sea por Albert Ritschl sufre la enfermedad crónica de todo luterano. Es “momokantiano”. Una enfermedad para la cual está prohibido encontrar antídoto.

El monokantismo luterano

Dentro del catolicismo “dionisíaco” (término concebido por Rudolf), existen distintas escuelas filosóficas para explicar la realidad, una realidad tanto divina como natural. Se encuentran los platónicos por un lado, los aristotélicos por otro, sin dejar de mencionar apofáticos y místicos. Es la libertad que se pueden dar los católicos, libertad prohibida para el protestantismo. Esta es una libertad inexistente para el torpe luteranismo, el cual es “monokantiano” de los pies a la cabeza. Si no está Kant, no encuentra otra forma de razonamiento, pues como dice Lutero, “la razón es una ramera”. Tal vez podemos darle a Hegel la oportunidad de opinar evolutivamente, pero sin descarrilar de los rieles kantianos:

La doctrina evolucionista se justifica por cuanto quiere explicar el hecho llamado «religión». (Lo Santo.2 Pág.150)

La guerra no había terminado y el pastor Rudolf ya en 1917 publica Lo Santo (Das Heilige).

¿Cómo hará Rudolf para sepultar a Fabricantedevelos”?

En su elegía fúnebre, marcará los defectos de su oratoria apologética, pero afirmará que lo religioso se basa en “la experiencia” (der Erfahrung). Contra “Fabricantedevelos” dice:

Cierto es que su discurso final introduce a Cristo y al cristianismo. Mas Cristo no es ahí sino un sujeto de la divinación, pero no su objeto verdadero. Y lo mismo ocurre en su posterior Dogmática. (Pág. 195)

Der Erfahrung

¿De dónde nace el concepto de experiencia o Erfahrung? De su “monokantismo”:

l.as famosas palabras con que se abre la Crítica de la razón pura dicen así: “No hay duda de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia.” (Pág.149.)

Dentro de dicha Erfahrung, se da la base de todo el resto, la experiencia de lo “numinoso” (das Numinose) y lo sagrado (das Heilige).

¿Cómo nace el nombre de “das Numinose”?

Así es como lo explaya:

A este fin forjo, desde luego, un neologismo: lo numinoso (pues si de omen se forma ominoso, y de lumen, luminoso, también es lícito hacer con numen, numinoso); y hablo de una categoría peculiar, lo numinoso, explicativa y valorativa, y de una disposición o temple numinoso del ánimo, que sobreviene siempre que aquélla se aplica. Pero como es enteramente sui generis, no se puede definir en sentido estricto, como ocurre con todo elemento simple, con todo dato primario; sólo cabe dilucidarla. Únicamente puede facilitarse su comprensión de esta manera: probando a guiar al oyente por medio de sucesivas delimitaciones, hasta el punto de su propio ánimo en donde tiene que despuntar, surgir y hacérsele consciente. (Pág. 15)

En “das Numinose” no entra en juego la ética. Así se desvincula del imperativo categórico kantiano. Tampoco puede abarcarse con la razón, o sea, es algo irracional. Es lo que explaya cuando habla de lo santo:

Así, pues, los elementos racionales e irracionales que componen juntos la compleja categoría de lo santo son elementos a priori. Los últimos, en la misma medida que los primeros. La religión no se subordina ni al telos (‘finalidad’) ni al ethos (‘moralidad’); no vive de postulados. En ella lo irracional arraiga, con raíces propias e independientes, en las recónditas profundidades del espíritu. (Pág.174)

Algo muy típico del protestantismo en general, una fe donde las obras no pesan gran cosa. Aquí tenemos una “das Numinose” sin ethos.

En Rudolf, la contraposición racional-irracional, se transforma en una obsesión de fondo. No es para menos. Es la base de la época racionalista que se transitaba y algo que toma cuerpo en la “Kantdependencia” con el “a priori” y el “a posteriori”.

¿Y qué viene a ser entonces das Numinose?

Es una categoría sui generis, algo único, que no puede definirse conceptualmente, sino que se debe evocar con el sentimiento. Es como una presencia sentida, algo que conmueve profundamente el ánimo, provocando asombro, temblor, fascinación, sobrecogimiento.

La confirmación de que lo numinoso es un elemento puro y a priori del conocimiento, se alcanza por reflexión sobre sí mismo y crítica de la razón (Pág.149)

¿A qué jugamos Rudolf?

El problema del luteranismo, consiste en ser como un reloj de bolsillo, el cual siempre atrasa. Llegaron con “Fabricantedevelos” al siglo IV y abrazaron el arrianismo. Ahora con Rudolf llegan al siglo V o VI con el Pseudo-Dionisio Areopagita. Cuanto más creen avanzar, más retroceden. El concepto de “das Numinose” en Rudolf, se corresponde al concepto de “Inefable” o el incomprensible inefable (άγνώστος áφθεγκτος) en el Areopagita.

El Pseudo-Dionisio, fue un autor que influenció enormemente tanto en el medio evo como en la modernidad. Era un escritor del siglo V, que se hace pasar por el Dionisio de Atenas, el mismo que aparece en Los Hechos de los Apóstoles (17,34). Este Pseudo-Dionisio basa todo su pensamiento en una serie de cualidades divinas, que van más allá de todo lo conocido, cualidades que pueden corresponder con lo “numinoso” de Rudolf :

Creo que esto es lo más apropiado para referirse a Dios, porque, como nos enseña la secreta y sagrada tradición, certificamos que Dios no es como ninguno de los seres, desconocemos, sin embargo, su indeterminación supraesencial, incomprensible e inefable. (Pseudo-Dionisio. La Jerarquía celeste. C.2. Revelación de las cosas divinas )

La gran pregunta que nos hacemos, es ¿cuál es el motivo por el cual el Pseudo-Dionisio no aparece en el Lo Santo de Rudolf, siendo que existe una visión común con parte de lo que expone?

Se podría decir que no lo conocía, lo cual sería por su parte una definición de ignorancia supina. Tal vez el drama de Rudolf, es su segunda enfermedad crónica, que le viene de ser un pastor. Es dependiente de Lutero. Este monje rebelde es ambiguo y ciclotímico con el Pseudo Dionisio. En 1520 decía:

Desapruebo completamente que se dé tanto crédito a ese Dionisio, sea quien sea, ya que prácticamente no hay en él ningún conocimiento sólido. (The Oxford Handbook of Dionysius the Areopagite.)

Unos años antes escribía en cambio:

Por eso, el bienaventurado Dionisio enseña que es necesario entrar en la oscuridad anagógica y ascender por medio de las negaciones. Pues así Dios está oculto y más allá de la comprensión”. (Ibídem)

Puede acontecer también, que Rudolf se haya inspirado en el Pseudo-Dionisio, agregando su propio enfoque desde su monokantismo y su Lutherdependencia, pasando todo como una investigación científica.

¿Cómo es este “das Numinose”?

En primer lugar es “Tremendum”. Es el “totalmente otro” (ganz Anderes) que vive en el misterio. Relacionado con la Tradición de la cual escapan los luteranos, vendría a ser la nube bajo la cual se oculta. Tal como lo expresaron Gregorio Niseno, o La nube del no-saber (The Cloud of unknowing) dentro de la mística inglesa, sin contar las alusiones de las Escrituras. Alusiones que para un luterano de esta época son solo leyendas.

De lo “Numinose” pasa a “lo santo” “das Heilige”. Es lo que leemos en el cristianismo “superior” de Rudolf. Lo santo como de costumbre, es una categoría “a priori”.

Comparemos con el Areopagita:

Santidad efectivamente es, según nuestra manera de hablar, la pureza libre de todo pecado, perfecta, totalmente inmaculada. Reinado quiere decir el poder dispensar todo límite, dignidad, ley y orden. Señorío expresa no solamente la superioridad sobre los inferiores, sino también la perfecta posesión total y la estabilidad verdadera y constante de todo lo hermoso y bueno. Porque Señorío, además de poder, expresa también la autoridad y dominio. Y Deidad es la providencia que cuida de todo con perfecta bondad, abarca y contiene todo, llena a todo de sí misma y es superior a todas las cosas que gozan de su providencia. Se deben pues usar estos nombres para celebrar la Causa que trasciende absolutamente todo y debemos añadir que Ella es la Santidad eminente, el Señorío y Reino supremo y la Deidad perfectamente simple. (Los Nombres de Dios. Cap XII El Santo de los Santos)

Recurriendo a la Lutherdependencia, en cambio escribe Rudolf:

El Deus absconditus et incomprehensibilis no era en realidad para Lutero un deus ignotus. Por el contrario, lo «conocía» muy bien, con todo el espanto y horror del ánimo acobardado. (Pág.173)

Llegado a este punto, nos preguntamos, si el “espanto y horror” en Lutero no provenían de la severa imagen de su padre. Ya que Rudolf saca a colación psiquiatras como William James.

Continúa el arrianismo

Estamos en un luteranismo liberal, por ende es arriano. Un arrianismo analizado desde el monokantismo. ¿Qué conciencia tenía Jesucristo? No se pregunta en su obra la unidad de naturalezas, sino solo su “conciencia”, o su “autoconciencia”. Afirma que es imposible saberlo:

En este respecto es notorio que de nada nos sirven las investigaciones trabajosas y en el fondo imposibles sobre la conciencia que Jesucristo tenía de sí mismo, investigaciones que han sido realizadas tan a menudo. Decimos que son imposibles, porque el material de testimonios que constan en el relato evangélico no es suficiente ni tampoco apropiado. Jesucristo hace contenido de su predicación y de sus expresiones el «Reino», su beatitud, su justicia, pero no a sí mismo. (Pág.196)

Al comparar a Jesucristo con los santones y profetas de otras religiones, no hace sino rebajarlo a pura categoría humana:

Aquí se refleja, tan sencilla como intensamente, la impresión numinosa que emanaba por modo inmediato de aquel hombre. (Pág.199)

Sucede que sus discípulos lo veían superior a otros hombres y forjaron algunas leyendas, como las de los endemoniados:

A estas emociones pertenece también la creencia en la superioridad de Jesús sobre lo demoníaco y tendencia al punto manifiesta hacia la leyenda. (Pág.199)

Lo más claro de todo, es el final de su libro. Allí define que Jesucristo es el “hijo” del Padre. Un “hijo” por sus cualidades y manifestaciones de das Heilige:

Es el de quien, por una parte, posee el «espíritu» en toda su plenitud y, por otra parte, él mismo, su persona y su obra, se convierten en objeto de la intuición divinatoria, en apariencia y manifestación de lo santo. Éste es más que profeta. Es el «hijo». (Pág. 218)

¿Qué viene a ser el milagro?

¡Atención pentecostales, ustedes que encuentran un milagro en cada ochava!:

Muéstranse en el genio y vocación de los grandes profetas de Israel, bajo la forma de intuición vidente y de presentimiento divinatorio. En la vida de Cristo aparecen como elevado «don del espíritu». Estas cosas no son en modo alguno «milagros», sino potencias naturales y en extremo naturales, como nuestra voluntad que manda a nuestro cuerpo. Pero ellas se presentan sólo en aquellos hombres a quienes les ha sido dado el espíritu con una forma y una vida más elevada. (Págs. 212-213)

La Tradición

Rudolf se pregunta sobre el concepto de Tradición. No olvidemos que para el protestantismo esta es una “mala palabra”:

Ahora bien, en el flujo de estas diversas manifestaciones, ¿existe un principio idéntico, una esencia constante, que sin dejar de evolucionar permanece la misma? ¿Ha existido evolución, o solamente variación, cambio, afluencia de corrientes extrañas, que unos miran como lamentable de gradación, otros como fausta integración, otros sencillamente como hecho histórico registrable? (Pág. 204)

Lo curioso es que posee un exacto conocimiento del significado de Tradición, y lo hace con acierto, abandonando por un instante el monokantismo para encontrarse por primera vez con Aristóteles:

Me refiero a la parábola del grano de mostaza y del árbol que de él nace. La parábola alude a una transformación, pues el árbol es otra cosa que la semilla. Pero esta transformación no es una metamorfosis, sino el tránsito de la potencia al acto; una verdadera evolución, no una transmutación o «epigénesis». (Pág.205)

Quien se engolfa en la contemplación de esta continuidad que denominamos la «Antigua Alianza hasta Cristo» tiene que sentir la irresistible sospecha de que hay en ella algo que pugna por abrirse paso, algo eterno que quiere manifestarse y llegar a perfección. (Pág,210)

El problema de la fe

Su visión sobre la fe es realmente mediocre, no puede reconocer, que toda fe es don divino:

De la mera predicación, de la mera manifestación autoritaria de sí mismo, no pueden nacer aquellas sólidas certidumbres, aquellos impulsos tan intensos, aquel instinto y fuerza para afirmarse que fueron necesarios para asegurar la formación de la comunidad cristiana y que han de reconocerse inmediatamente con sus rasgos esenciales. (Pág.197)

Para Rudolf, la fe es una “creencia”, mientras que para el católico, ya romano, ya oriental, es una “certeza”. Para Rudolf la fe es subjetiva, pues como buen romántico, está ligada a la experiencia. Para el católico es objetiva, pues se liga a lo que es. De allí que pasa a ser una hipóstasis, es decir una substancia objetiva. (Hebreos. 11,1)

El tema de la “impresión

Regresamos a la subjetividad romántica. Das Numinose y das Heilige producen en el ich una “impresión”, den Eindruck. ¿A qué se refiere?

Pues por «impresión», en el sentido aquí empleado, no entendemos la mera «impresión» que, según la teoría sensualista, hace la percepción en el espíritu dejando en él como una huella. Tener «impresión» ante alguien significa aquí más bien descubrir y reconocer en él una significación peculiar, sentirse presa de él, rendirse ante él. (Pág.200)

La impresión produce una “congenialidad” (Kongenialität), o sea, una especie de empatía:

Y a cada clase particular de impresión corresponde una clase particular de «congenialidad», que en algún modo es afín con aquello que produce la impresión. Sólo quien es verbo conformis (conformado con el Verbo) -como dice Lutero una vez- entiende el Verbo. Nemo audit verbum nisi spiritu intus docente. O como dice San Agustín en sus Confesiones, X, 6: «Pero ellos no son entendidos más que de los hombres que confrontan sus testimonios con el testimonio de la verdad que dentro de ellos habla». (Pág. 201)

Lo malo de todo esto, no es lo que expone sino que lo reduce a toda la fe. La cual se basa solo en esto, algo irracional, innato:

Esta preparación o predisposición sólo se explica como un saber oscuro, originario, sobre el valor de lo bello. Porque este saber está ya en el hombre, o, mejor dicho, por que el hombre es capaz de formarlo y sentirlo, es por lo que posee el hombre disposición para reconocer la belleza en un objeto bello aislado, cuando lo encuentra; es decir, para comprobar la correspondencia de dicho objeto con su recóndito «criterio». Y justamente esto es la «impresión». (Pág. 201)

Dentro de este planteo general de neto corte liberal, divide el creer de vivir, cuando en realidad son dos acciones de la misma fe. Quien cree, no necesita experimentar fehacientemente lo creído, pues en esto consiste la fe, que como substancia, es toda su garantía:

Son dos cosas muy distintas creer y vivir algo suprasensible. No es lo mismo tener idea de lo santo que percibirlo y aun descubrirlo como algo operante, eficiente, que se presenta actuando en fenómenos. (Pág.182)

***

Dice Rudolf intentando definir el catolicismo:

En el catolicismo, el sentimiento de lo numinoso palpita con fuerza insólita en el culto, en los símbolos de sus sacramentos, en la forma apócrifa de la fe en el milagro y la leyenda, en las paradojas y misterios de su dogma, en el tono platónico, plotínico y dionisíaco de sus ideas, en la solemnidad de sus iglesias y ritos, y, sobre todo, en el íntimo contacto de su religiosidad con la mística. También, aunque con mucha menos intensidad, por razones ya indicadas, en el sistema oficial de su doctrina. (Pág. 126. “Lo numinoso en Lutero”.)

Todo radica en su concepto de “fe apócrifa”. La “raza superior” que nació de su “fe superior” juzga con soberbia el concepto de fe católica.

Si Rudolf hubiese leído al Pseudo-Dionisio Areopagita, se hubiera ahorrado su viaje a la India. Pues inventar lo Inefable en pleno siglo XX, es regresar al siglo V en la máquina del tiempo.

Por último, en la versión alemana de su libro publicada en 1926, aparecen al fin de su Kritic, una serie de textos. Poesías indúes, judías, árabes, indígenas, ingleses... No falta Dante Alighieri ni Gregorio de Nisa. Solo falta el Pseudo-Dionisio. Por tanto incluyo este solo párrafo, para que el lector lo coteje con el resto:

Trinidad supraesencial (υπερούσιε), Sumo Dios (ύπέρθεε), Suprema Bondad (ύπεράγαθε), guardián de la sabiduría divina de los cristianos, condúcenos a la más desconocida, la más luminosa, la más alta cumbre de las Escrituras místicas; allí están ocultos, bajo las tinieblas más que luminosas del silencio que revela los secretos 3, los simples, absolutos e inmutables misterios de la teología, que resplandecientes desbordan su abundante luz en medio de las más negras tinieblas y en ese lugar totalmente intangible e invisible inundan de hermosísimos fulgores a las mentes deslumbradas. (La Jeraquía Celeste. I)

Hasta aquí mi comentario. Comentario de un católico de fe “apócrifa”, envuelto en su “tono platónico, plotínico y dionisíaco”.

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1 Toda posible alusión a Bergoglio, es pura casualidad, o imaginación “a posteriori” del lector.

2 Lo Santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. El libro de bolsillo. Religión y mitología, Alianza Editorial.'Γraductor: Fernando Vela. Primera reimpresión: 2005.

3 Ex 20,21; Dt 4,11; 5,22; 2 Sam 22,10; 1 Re 8,12.53; 2 Crón 6,1; Sal