Calesita

lunes, 28 de julio de 2025

El luteranismo y su caja de Pandora

 

El luteranismo fue una auténtica caja de Pandora. Ya vimos como realizó un camino hacia el pietismo, luego hacia el paganismo griego. Por último, de manos de los teólogos luteranos, salió de la caja el idealismo panteísta. Tan solo faltaban los monstruos finales, y estos se presentaron a la cita.

El luterano se aferra a un cierto grado de fe. ¿Pero qué sucede cuando esta fe se pierde, si todo el edificio se basa sobre la sola fe? ¿Cómo se hace para explicar el origen del cristianismo, cuando la Tradición es corrupta? ¿Dónde estuvo el error garrafal de Lutero, que sus escuálidos hijos no fueron capaces de remediar?

Cuando la Tradición no existe por corrupta, todo el origen se pone en duda y solo se hace posible de explicar humanamente. Lo curioso, es que al no estar Dios presente, todas las explicaciones caen en el ridículo.

El primer caso lo tenemos ya en la primera mitad del siglo XVIII.

Hermann Samuel Reimarus (1694-1768) fue un luterano, licenciado en Teología, filosofía y lenguas orientales en Jena. En Wittenberg se doctoró en lexicografía hebrea y pasó a dar clases de filosofía, llegando a rector en el Akademischen Gymnasium.

No estamos ante un lego improvisado, sino ante un estudioso de humanidades. Pero con las premisas luteranas, es imposible explicar el origen del cristianismo, a no ser por simples conjeturas.

Como filósofo, Reimarus, escribió Las verdades más nobles de la religión natural y Razonar la doctrina como una instrucción para el uso correcto de la razón en el conocimiento de la verdad.

Este enfoque racional, es acorde con el racionalismo de la época y si alguna fe poseía este humanista, la misma se desvaneció por completo, sobre todo luego de leer sus escritos, los cuales muestran a las claras, que transitaba desde la Revelación, hacia el racionalismo natural.

Luego de su muerte, el “ecuménico” Lessing, amigo de sus hijos, obtiene una serie de escritos, que Reimarus no se atrevió a publicar, caso contrario perdería su estatus social. Por lo tanto continuó con su rutina religiosa, por lo que deducimos, que solo mantuvo una apariencia, tan falsa como su fe. Algunos cuando no están de acuerdo y se enfrentan a una feroz oposición, se afirma que “tiran la piedra y esconden la mano”. Reimarus ni siquiera tiró la piedra.

El masón Lessing extrajo algunos de sus escritos y los expuso en su publicación sobre la biblioteca, donde no llegaba la censura, con el título de Fragmentos. Hasta que como era de esperar, la censura llegó y ya no hubo más “fragmentos”. Como se puede apreciar, no estamos en la Florencia de Savonarola ni en la España de Torquemada, sino en la Alemania luterana.

Los “Fragmentos” muestran un escritor realmente infantil en sus deducciones. ¿A qué le podían tener miedo los luteranos? Al leerlo, me recuerda los anacronismos de los pintores renacentistas que demuestran una ignorancia supina en las costumbres de la antigüedad.

Como todo debía ser razonable, interpreta a su modo los textos de la Sagrada Escritura. Estamos hablando, no de raciocinios, sino de vulgares interpretaciones a título personal. Por supuesto ya no existe Revelación alguna, por tanto da rienda suelta a su imaginación interpretativa.

Reimarus se parece a ciertos nazis, quienes me decían muy convencidos, que el catolicismo fue el invento más grande del pueblo judío para engañar al mundo, y es que las opiniones de Reimarus se canalizan con este objetivo. Como vemos, la acusación nazi no solo posee varios siglos sobre sus espaldas, sino que está aún vigente.

Veamos algunas ridiculeces.

Jesús no es más que un revoltoso judío que fracasa en su misión, por eso razona el pseudo-luterano:

Jesús había esperado resultados favorables del envío de los apóstoles, e imaginó que después de haber recorrido todas las ciudades de Judea, el Hijo del Hombre podría atreverse a declararse. (Sección VIII)

Del mismo modo, lo interpretaron sus discípulos:

Así, la historia existente de Jesús nos ilumina cada vez más sobre el objeto de su conducta y enseñanza, que corresponde completamente con la primera idea que sus apóstoles tenían de él, es decir, que era un liberador terrenal. (S IX)

Recordemos que el núcleo central de los discípulos, eran pescadores. Pedro y Andrés junto a Santiago y Juan. Ninguno de ellos sabía leer ni escribir. Quien conoce las letras es Mateo, pues era recaudador de impuestos. Inició su evangelio, ni mas ni menos que con una aburrida genealogía, muy a lo judío, pero que indica que no tenía la menor idea de la forma como se redactaban las obras clásicas en esa época. Hasta el mismo Pablo las ignoraba, de allí que su evangelio lo redacta el médico Lucas con un formato a la usanza griega. Por lo tanto, ¿cómo se puede ver una conspiración para el engaño dentro de estos escritos, con pescadores que luego de la muerte de Jesús regresan a la pesca, porque no saben hacer otra cosa? Es realmente delirante hablar en el Capítulo V “Sobre la ambición mundana de los Apóstoles.

Uno puede ver por sí mismo que los apóstoles de este sistema, por pocos que fueran, hicieron uso de él aún más porque su primer y más aceptable sistema había sido descartado debido a su fracaso; y también se puede ver que, después de la muerte de Jesús como Mesías, se prometieron un futuro glorioso a partir de él. (S. XXXVII)

La resurrección no existió, tan solo fue un engaño para mantener la vigencia del fracasado Reino de Dios y su segunda venida debía hacerse pronto, pues caso contrario todos se reirían de ellos.

Ningún judío separó la segunda venida del Mesías de la primera; y dado que la primera debía haber tenido lugar a causa de la segunda, no había razón de peso para que el reino de gloria no comenzara pronto.(S. XXXVIII)

Los primeros cristianos fueron unos tontos, que se tragaron este hermoso anzuelo:

Los apóstoles, mientras tanto, obtuvieron esto por el estúpido temprano cristianismo: que una vez que los fieles se habían quedado dormidos y el verdadero término había sido bien pasado, los cristianos sucesivos y los padres de la Iglesia podían, a través de esperanzas ociosas y promesas, continuar manteniendo la ilusión. (S. XLV)

Estos incultos discípulos, dieron la vida por esta fe. Fe que Reimarus no tiene la menor idea de ella, pues el pobre hombre es un luterano perdido en la oscuridad del raciocinio.

Cada lector atento percibirá fácilmente que considero los muchos milagros transmitidos por los apóstoles, su supuesta honestidad y piedad al relacionarlos, sus doctrinas y vidas, las muertes de mártir que sufrieron, y sobre las cuales se basa principalmente la evidencia del cristianismo, como una serie de cosas secundarias no esenciales, que de ninguna manera demuestran la verdad del punto principal. (S. LII)

Por supuesto todos sus apóstoles dieron testimonio de su fe con la muerte, algo que Reimarus nunca hizo. Tonto sería perder todo o la misma vida, por una simple religión natural, dentro de la censura social luterana.

No le pida que analice los escritos de los Santos Padres, pues como luterano de origen, estos escritos se basan en una fe degenerada.

Este primer planteo fue simple, burdo y primitivo. No convenció ni a los ateos, por cuyo motivo el luteranismo kantiano pondrá el origen del cristianismo en la Kritik, o sea, en la máquina de picar carne, para dar una salchicha sobre los albores del cristianismo, de acuerdo al gusto de la superadora era del Anfang romántico.

viernes, 25 de julio de 2025

¿Cómo elegir buenos obispos?


por Tony Velázquez Ruiz

Luego de leer este artículo que viene a continuación, en Silere non possum 1, nos preguntamos si no llegó la hora de cuestionar la forma como se eligen los obispos. Los resultados están a la vista. Luego del paso de Paco I, y ahora con la continuidad de Bob, (Paco II), vemos una jerarquía de incompetentes e incapaces. Cuando no son seres desquiciados moralmente, los vemos humanamente desequilibrados. Sin doctrina ni ciencia. Sin capacidad ni humildad.

Es inútil, si están infiltrados por las logias, no pueden ser seres, al menos algo normales. No me pidan ejemplos, los tienen a su vista. ¿Quién eligió a Paco I? ¿Quién eligió a Paco II?

¿Qué sistema era el mejor para elegir obispos?

San Ambrosio fue elegido obispo de Milán por el clamor popular, al grito de un niño que lo propuso. Ambrosio era catecúmeno, significa que ni siquiera había recibido el bautismo.

¿No llegó la hora que los sacerdotes dejen de ser convidados de piedra ante la impunidad de ciertos jerarcas, y se les imponga al menos un consejo que los calme un poco?

He aquí el artículo mencionado, que compartimos plenamente:

«Criterios invisibles: el superior no discierne, premia.

Hay un malestar profundo, tangible, que atraviesa el ánimo de muchos sacerdotes. Un clima pesado, silencioso pero penetrante. También se percibe entre los laicos, sí, pero es en el clero donde se manifiesta con mayor intensidad, porque son precisamente los sacerdotes los primeros en sufrir sus consecuencias. Bajo la pátina de las buenas maneras eclesiásticas, serpentean insatisfacción, frustración, a veces auténtica desesperación.

Como ya denunciamos en nuestro reciente artículo sobre el derecho a la defensa, al publicar el documento de la Association of United States Catholic Priests, hoy en las diócesis se vive en el arbitrariedad diaria. Las reglas se han vuelto opcionales, la praxis está dominada por el capricho. Cada uno actúa como quiere, según simpatías, miedos y conveniencias. El problema no es solo jurídico, sino antropológico: falta un criterio.

Meritocracia abolida

La crisis no nace solo de superiores incapaces de reconocer los carismas de sus sacerdotes y potenciarlos. El drama más sutil, y también más trágico, es la promoción de amigos, conocidos, adeptos de su propio círculo mágico. Figuras colocadas en puestos delicados sin que nadie sepa —o pueda decir— cuáles son sus competencias reales. Es el reino de la cooptación, no de la vocación. Y así, mientras el mérito es ignorado, se premia la amistad, la fidelidad servil o la capacidad de halagar al que manda.

Esto genera un descontento que se expande como una mancha de aceite. Incluso cuando un sacerdote cambia de diócesis —quizás porque en la de origen ha vivido dificultades, acusaciones o calumnias— es sagrado que pueda empezar de nuevo. Pero empezar, precisamente. No ser catapultado al pedestal. Porque sucede, en cambio, que estos presbíteros son inmediatamente nombrados directores espirituales, predicadores de ejercicios para el clero, secretarios del obispo, vicarios generales. En una palabra: se les entrega el timón del barco sin haber navegado jamás en aguas tranquilas. La base los mira con sospecha, a veces con rabia. Y no sin razón.

Presbíteros desintegrados

Cada diócesis tiene su propio humus eclesial, un equilibrio complejo de dinámicas internas. El presbiterio debería ser una comunidad viva, capaz de autoalimentarse y autogobernarse, sin tener que importar liderazgos externos ante cada soplo de viento. Pero si quien tiene capacidad es ignorado, despreciado o simplemente dejado a pudrir en alguna parroquia periférica, la estructura colapsa. Esto también vale para el seminario: si un obispo no es capaz de hacer que su seminario genere vocaciones suficientes para sostener la diócesis, evidentemente hay algo que no funciona. Acoger seminaristas o sacerdotes de otras realidades puede ser, a veces, necesario, pero debe hacerse siempre con atención y discernimiento. Es necesario evaluar seriamente si esas personas son realmente adecuadas para esa Iglesia particular y para ese presbiterio. Y estas evaluaciones deben ser espirituales y humanas, no dictadas por lazos de amistad de larga data, ni por recomendaciones o presiones del poderoso de turno.

El obispo, padre y pastor, debería ser el garante de la integración de estas personas, no quien la compromete torpemente. Cuando introduce a un sacerdote externo en un rol principal, sin gradualidad, sin diálogo, sin transparencia, socava la cohesión. Los presbíteros lo sienten, lo ven, y reaccionan. A veces con cierre, otras con celos y venganza.

El mal de las redes sociales y las “conexiones tóxicas”

Mientras tanto, en el panorama eclesial, la virtud de la amistad ha dejado espacio al veneno de la connivencia. Se habla mucho de fraternidad presbiteral, pero las relaciones se estrechan cada vez más en base al chisme compartido. Hoy no se es amigo porque se crece juntos, se es amigo porque se habla mal juntos de la misma persona.»

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1 https://www.silerenonpossum.com/es/criteriinvisibili-il-superiorenondiscerne-premia/

 

lunes, 21 de julio de 2025

La Sinagoga de Epicuro

 


Karl Marx (1818-1883), nace en un estado prusiano.

Estudió en la universidad de Bonn. Dentro de sus andanzas juveniles, fue condenado por embriaguez y alboroto. Tenía alma de poeta, por ello se unió a un círculo de vates. En Berlín estudia derecho. Allí se adhiere a la izquierda hegeliana. En Jena, recibe el doctorado de filosofía. Su tesis fue sobre la Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro. Regresando a Bonn, nuestro vate, publicó dos poemas.

Se inicia en Colonia con el periodismo, pero al sufrir la censura, se muda a París en 1843.

En 1845 escribió con Engels La Sagrada Familia. Es una referencia sarcástica a los hermanos Bauer (Bruno y Edgar) y sus partidarios, entre los hegelianos que habían intentado una renovación “crítica” del cristianismo.

Si repasamos nuestra historia vemos que Kant nos trajo el invento de la Kritic.

Herder nos proporcionó la Metacrítica de la Crítica o Metakritik zur Kritik .

Gracias a Marx y Engels tenemos ahora la Crítica de la crítica Crítica. Kritik der kritischen Kritik. A los teutones les falta la imaginación de los franceses. Cuando el editor de este libro los apuró para imaginar otro título, la llamaron La Sagrada Familia.

Como nosotros tampoco tenemos mucha imaginación (menos aún que los teutones), haremos ahora la Metarítica de la crítica-crítica, Crítica. Y como me apuran para que imagine algo, la llamaré La Secta rabínica de Epicuro.

El Mesías prometido, ya había venido a este mundo, se llamó Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Ahora, después de ayunar en las tabernas, era cuestión de ir al pueblo esclavizado en el país del nuevo Egipto, el cual trabaja los ladrillos de la nueva Kultur, bajo la tutela de los capataces capitalistas, comandado por el faraón absolutista de turno. Este nuevo pueblo elegido, se llama proletariado. Ahora se requiere otro Moisés y Aarón, para sacarlo de la esclavitud y llevarlo por el desierto, a una nueva tierra prometida. A saber, la sociedad sin clases ni capitalistas, ni faraones.

Con esta concepción Marx, se sintió un nuevo Moisés. Las vueltas de la vida hace que se encuentre con el “Aarón”, Friedrich Engels. Así nuestro nuevo “Moisés”, luego de un riguroso ayuno de “cuarenta días” en las tabernas, entregó a Engels las nuevas tablas de la ley: El Manifiesto del Partido Comunista.

El largo camino por el desierto, será duro, cruzarán la Historia con hambre y sed, hasta vislumbrar la revolución detrás del nuevo Río Jordán. Después de un mítico “cuarenta años” de luchas de clases, entrarán por fin en la nueva Tierra Prometida, para arrasar de cuajo a los idólatras cananeos capitalistas.

Como hacemos Metacrítica de la crítica-crítica, Crítica, no podemos dejar de constatar, que las categorías kantianas están presentes en el subconsciente de Marx, (y ahora apelamos al análisis “subliminal" del "rabino” Freud).

Pero no solo las categorías kantianas están presentes, sino también la genealogía, tan cara para un pueblo elegido que se precia de raza profética.

Los abuelos del “Moisés” Marx, tanto paternos como maternos, eran rabinos. Su padre, un marrano luterano. Nada más puro para su raza de tez cobriza, al que apodaron “El Moro”.

No solo se debe ser rabino, sino también parecerlo. Por consiguiente “El Moro” se dejó crecer barba y cabello, sin pasar por el peluquero.

En una fotografía de 1875 lo vemos con la típica pose de masón. A nuestro Moisés, no le falta sino escribir la Torá. Obra que se impuso a sí mismo y dio como resultado el famoso mamotreto del Capital, al que ni Fidel Castro pudo concluir de leer.

Mientras tanto ¿qué hacía el “Aarón” Engels?

Su familia se trasladó a Manchester donde puso una hilatura de algodón con socios holandeses. Luego de una serie de escaramuzas revolucionarias, por este feroz desierto de Francia, Suiza y Alemania, Engels se estableció como industrial de Manchester, participando de las cacerías de los capataces capitalistas y solventando la miseria de Marx. Son, lo que los comunistas llaman: “Las contradicciones del sistema.” Tesis para ocultar las propias incoherencias. En suma, el “Aarón” Engels terminó abrazado a su “becerro de oro”, no sin antes publicar todos los escritos del “Moisés” Marx.

Si para los románticos vivíamos en la era de un nuevo Anfang, para el “Moisés” Marx no hacíamos sino cruzar el desierto, y desde la cima del monte Nebo, él había visto ya la Tierra Prometida. Por lo tanto, desde las “sinagogas” del Partido Comunista, se proclamaba un Ende der Geschichte o un final para la Historia.

Esta es una Historia determinada por las clases sociales, pero el proletariado, solo puede triunfar cuando llegue a este final de la Historia, no antes. Es lo que razona Serguei Kovaliov, al hablar de la derrota de Espartaco en Roma:

Marx. ha dicho de él: "Espartaco figura aquí (en Apiano) como el tipo más extraordinario que nos muestre toda la historia antigua. Gran general (no un Garibaldi), carácter noble, verdadero representante del antiguo proletariado" La tragedia de Espartaco, como sucede con otros muchos personajes históricos, es haber precedido los tiempos en algunos siglos.

En otras palabras, Espartaco haga lo que haga, estaba determinado de antemano por la Historia a fracasar en su rebelión. ¿Cómo podía triunfar, si aún no había llegado la era del capitalismo? Es el Ende der Geschichte contrapuesto al Anfang.

Si para los románticos se le daba vigencia al espíritu, sea de la clase que sea, para “La Sinagoga de Epicuro”, todo era materia. Estamos dentro del idealismo absoluto, por lo tanto entre materia e idea, o entre materia y espíritu, no se puede dar ninguna diferencia substancial.

Acontece que nuestro “Moisés”, también fue profeta. Su profecía más rutilante fue proclamar el triunfo comunista en Alemania. En fin, se equivocó por 360 km. No fue gran cosa.

La sinagoga de Epicuro, solo podía tener un final histórico, la implosión evolutiva de finales del siglo XX. Es que toda evolución, ya sea de la materia como la del espíritu germánico termina implosionando.

***

La tentación de entrar en la Sinagoga de Epicuro, fue muy grande dentro de los jerarcas eclesiales. De ella nos habla la Teología de la Liberación. Por ello no nos puede extrañar que tanto Bergoglio como sus actuales seguidores pertenezcan a esta secta romántica. Como hemos visto, tiene un substrato religioso, pero es una secta fundamentalmente idealista.


lunes, 14 de julio de 2025

La Revolución Romántica: El Mesías de la Modernidad


Continuando con nuestra metáfora de la Kritic, llegamos a la super salchicha romántica, embutida por Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), con carne picada por Herder, Fichte y su compañero Schelling.

Hegel es otro luterano surgido de un hogar pietista. Sus primeros conocimientos filosóficos le vienen de la filosofía de Christian von Wolff y Kant. En Tubinga estudia teología.

Fue compañero de Hölderlin y Schelling, quienes compartieron su entusiasmo por la antigua Grecia. En 1792 quedaron encandilados con la Revolución Francesa. La cosa fue tan evidente que tanto Hegel como Hölderlin fueron tachados de “jacobinos” y juntos, estos estudiantes de teología, plantaron el árbol de la libertad, en honor a la “diosa Razón”.

Lentamente rechaza el kantismo, lo cual seguramente era norma de este círculo de amigos. Es que la “salchicha” de marca Kant ya no entraba en la dieta, por insípida.

Fue cuando pensó lo que dejó escrito en sus manuscritos:

Un espíritu superior enviado del cielo tiene que instaurar esta nueva religión entre nosotros; ella será la última, la más grande obra de la humanidad.

De este modo se sintió como el “espíritu superior” que debía “instaurar una nueva religión”, y así lo hizo.

Al dejar el seminario, Hegel trabajó como tutor privado en Berna. Allí junto al capitán von Steiger cuya biblioteca poseía todas las obras de dicha época, asentó las bases de su “filosofía”.

En 1801 llega a Jena y toma partido por la filosofía de su compañero de estudios, Schelling, en contra de Fichte y su Yo trascendental.

En esta “Florencia romántica”. El círculo de intelectuales se reunía con los hermanos Schlegel. La tertulia, no solo era el lugar de veladas para intelectuales, sino el lugar donde los hombres se llevaban la mujer del prójimo. O mirado desde el feminismo moderno, era el lugar donde las mujeres hartas de sus maridos, elegían otro menos aburrido que se las llevase. Así tenemos a Dorotea Veit, hija del filósofo judío Mendelssohn. Deja al banquero Simón Veit para irse con Friedrich Schlegel.

Otro caso es la Caroline Michaelis, quien fue el alma e intriga de las tertulias. Era viuda de Böhmer. Fue encarcelada en Maguncia por sus opiniones políticas jacobinas, mientras estaba embarazada de un joven oficial francés. August Schlegel se casó con ella en 1796 y se mudaron a Jena. Junto a ellos se unió su hermano, Friedrich Schlegel (1772-1829), un afiliado a la masonería. Entre los tres con sus tertulias promovieron las ideas románticas

Las malas lenguas, decían que luego de la presencia de Caroline, era necesario incensar el ambiente, pues se percibía como un cierto paso del maligno. Las variopintas opiniones de este grupo romántico fueron publicadas en Athenaeum por los hermanos Schlegel.

Por esta fugaz “Florencia romántica” pasaron Johann Fichte y Goethe de quien se dice sin pruebas, (y posiblemente sean puras habladurías), que Augusta, la hija de Caroline, era obra suya, cuando aún vivía su marido, Bohmer. Estuvo Novalis (Friedrich von Hardenberg), Alexander y Wilhelm von Humboldt, Johann Wilhelm Ritter, el pastor luterano Friedrich Schleiermacher, Sophie Mereau y su esposo Clemens Brentano, quien posteriormente escribirá las visiones de Ana Catalina Emmerik. Ludwig Tieck. También ingresó el joven Friedrich Schelling con quien Caroline mantendrá un romance. En 1803 se divorciará de Schlegel y a pesar de ser 12 años mayor, se casará con él.

En 1803, este faro romántico se fue apagando lentamente. A Fichte lo echaron por Atheismusstreit, o disputa sobre su ateísmo. Goethe y Schiller estaban a 37 km, en Weimar y Schelling se había mudado con Caroline, pues el escandalete no tardó en ser público.

Hegel había abandonado sus anteriores trabajos de tutor, poseía una mísera pensión por ser profesor honorario. Estaba en la miseria y con un hijo natural de la mujer donde se hospedaba.

Se percató que sin la publicación de un libro, no sería tomado en cuenta. En estas condiciones escribió Fenomenología del Espíritu. Con el paso de los días cambiaba los textos presentados al editor. El último capítulo fue escrito a las apuradas bajo el sonido de los cañones napoleónicos que retumbaban en su cuarto. Luego abandonó la vivienda, pues llegaron los soldados franceses al pillaje. En este desorden entregó el final del libro a su editor.

El espíritu del mundo

Del Espíritu individual para la interpretación de la “Biblia” que vio el luteranismo, nacen los espíritus de la Kultur que vio Herder. Los vio crecer dentro de la geografía de cada pueblo. Espíritus que filosofaban poéticamente con Fausto.

¿Pero qué es el espíritu?

El espíritu, para Hegel, no es pensamiento puro, sino un pensamiento objetivándose a sí mismo. Tampoco es subjetividad pura porque a sí mismo se hace un objeto.

El pensamiento del espíritu no se pierde en el objeto. Se conserva en el objeto, porque pertenece el objeto a la esencia del pensamiento.

En términos profanos y caricaturescos, se diría que si pienso en una silla, la silla queda picada en la salchicha del pensamiento “silla”. Por lo tanto, cuando pido una salchicha “silla” con chucrut, me la sirven en el plato con dicha silla sobre él.

Ahora nacerá otro Espíritu, el que los resume a todos, y este fue su glorioso nacimiento entre las calles de la ciudad.

En 1806 se da la batalla de Jena contra Napoleón. Es la derrota de la cuarta coalición. Hegel observa impactado a Napoleón cabalgando por Jena. La admiración por su figura lo concibe como una encarnación ejemplar del alma del mundo sobre su equino.

Este choque no fue anecdótico, sino que se transformó en un principio metafísico. De este modo, luteranismo, romanticismo y revolución francesa se hacían filosofía, o mas bien, una nueva teología. Nacía a su modo, un nuevo αρχη, el nuevo Anfang. Este espíritu no era un ser espiritual, sino intelectual, pues era la “razón en la historia”. Esta razón no está en lo espiritual, ni en lo material, está en la mente, en la idea. Esto provocará, que tanto la historia como la materia, sean razón y funcionen con el mecanismo del razonamiento.

Con este nuevo Anfang, Hegel destruye toda la teología luterana, para que la misma quede sujeta a la filosofía. Es el resultado lógico de una enseñanza pietista que tanto a él como a Hölderlin le resultaron insoportables.

Pero algo se debía hacer con el cristianismo mal aprendido por el torpe luteranismo, ¿cómo se lo hacía filosofía? Y Hegel no nos defrauda.

Dios-Padre es un Absoluto. Pero este absoluto tiene una conciencia, igual a la humana (!). En un momento determinado, este Absoluto “toma conciencia” de sí mismo como idea eterna e indestructible. Esta “toma de conciencia” consiste en verse como su ich.

Esto se parece a una ridícula traducción hegeliana, al planteo occidental de San Agustín sobre la Trinidad. Este conocimiento genera el Verbo o el Logos divino, igual a Él mismo. Traducido al hegelianismo, esta toma de conciencia genera una alteridad, lo otro, o sea la creación, la Natur, el No-ich, la cual se identifica con el Verbo.

Tanto Goethe como Hegel, no logran comprender al Logos evangélico. Si en Goethe era engendrado por la acción, aquí el Logos es acción. Esta acción es una encarnación del Logos, es Dios que “se hizo mundo”. O como diría el jesuita luterano Bergoglio, es el “Jesús” que “se hizo pecado”. Por lo tanto, el Cristo no viene a ser otra cosa que el hecho de haber “tomado conciencia” para “hacerse mundo” y siendo “mundo”, será “pecado” para Bergoglio. Este es el primer proceso, ahora se debe realizar otro proceso: el regreso del “mundo” al Absoluto.

Por lo tanto, Dios no es el motor inmóvil de Aristóteles, sino todo lo contrario, es el devenir, es el movimiento, es la evolución que tanto predicaba Herder. Es ese Espíritu de Dios que regresa al Absoluto, y dicho regreso se enmarca en la Historia. No deja de ser una reconciliación dialéctica de los extremos, donde todo funciona con el mono mecanismo de la idea.

Por lo tanto, en la interpretación del “pietista” Bergoglio, el pecado también regresará al Absoluto. Es el "misericordismo" activo.

Todo este sofisma, no es mas que un globo, y quien lo pincha, es el ateo Schopenhauer:

Hegel, instalado desde arriba, por los poderes fácticos, como el Gran Filósofo certificado, fue un charlatán insulso, insípido, nauseabundo e iletrado, que alcanzó la cima de la audacia al garabatear y difundir los disparates más disparatados y desconcertantes. Estos disparates han sido proclamados ruidosamente como sabiduría inmortal por seguidores mercenarios y aceptados como tales por todos los necios, quienes así se unieron en un coro de admiración tan perfecto como jamás se había escuchado. El amplio campo de influencia espiritual que Hegel recibió del poder le ha permitido lograr la corrupción intelectual de toda una generación.