por José Alberto Villasana Munguía
Benedicto XVI es el último Papa de esta era de la Iglesia. Cuando muera, un grupo de obispos fieles a él (y al Evangelio, el Magisterio auténtico y la Tradición), elegirán a un sucesor entre ellos, tal vez de las iglesias ortodoxas, sin la necesidad de recurrir al cónclave de los cardenales inválidos nombrados por Jorge Mario Bergogio
En un giro sorprendente, el 6 de octubre de 2022 el Santo Padre Benedicto XVI hizo saber, en un mensaje enigmático, que la Sede Apostólica está impedida. Es decir, no existe en ella un Papa válido debido a una obstrucción.
La ocasión fue el mensaje personal que envió a los Becarios reunidos por la Fundación Papa Benedicto XVI para la presentación de un libro de Piergiorgio Odifreddi, titulado “In cammino alla ricerca della Verità. Lettere e colloqui con Benedetto XVI” (Rizzoli, 2022; traducción al español: “En camino a la búsqueda de la Verdad. Cartas y Coloquios con Benedicto XVI”).
El Papa Benedicto XVI le pidió al arzobispo Georg Gänswein, su secretario personal, que fuera vestido de sacerdote, no de Arzobispo, y sin la cruz pectoral. El Papa Benedicto le dijo: “No hagas un saludo oficial, salúdalos personalmente en mi nombre y diles a todos que no he merecido esta ilustre lista de presentadores”. El arzobispo Gänswein le dijo: “Santo Padre, si digo esto no me creerán, pero obedeceré”. El Papa Benedicto continuó: “O crees o no crees, si no crees, lee, ya sea Jeremías o Isaías. No diré en qué versículo ni en qué capítulo, pero ahí está la respuesta”.
Después de leer a ambos profetas mayores uno comprende la situación a la que el Papa se refería, que está en Jeremías 36, 5 donde se lee: Entonces Jeremías ordenó a Baruc: “ESTOY IMPEDIDO y no puedo entrar en el templo del Señor. Tú, pues, irás a leer, el rollo que has escrito bajo mi dictado.
En efecto, Jeremías no podía entrar a Jerusalén para leer en el templo a los escribas y fariseos lo que Dios le había dictado, ya que se encontraba preso por el rey. Por ello envía a su secretario Baruc a leer el pergamino con el mensaje de Dios.
Para el Papa Benedicto, Jeremías fue el katejon (obstáculo, retenedor, de la apostasía de la Ciudad Santa de Jerusalén en el Antiguo Testamento). Así, al hacer referencia a Jeremías y Baruc, en su mensaje pronunciado por el arzobispo, Benedicto XVI se declara definitivamente el defensor de la fe pero se encuentra impedido de proclamar el mensaje.
Esto es muy importante pues la ilicitud de la "renuncia del Papa BXVI" y las transgresiones a la Constitución Universi Dominici Gregis, que en 2013 produjeron un antipapa, Jorge Mario Bergoglio, llevaron a algunos canonistas a hablar de Sede “vacante” (es decir, Iglesia sin cabeza), como ya ha sucedido varias veces en la historia. En realidad, lo que nos dice ahora el Papa Benedicto XVI es que estamos, más bien, no ante una Sede vacante, sino ante una Sede impedida o, para ser más precisos, una Sede auto-impedida pues una situación externa lo obligó a abandonar el ejercicio activo del ministerio petrino.
Por ello estableció claramente en el Decreto de su Renuncia, el 27 de febrero de 2013, que no renunciaba al ministerio petrino, el cargo de ser el Vicario de Cristo y sucesor de San Pedro, sino solamente al ministerio activo del obispo de Roma. No puede haber dos Papas con el munus petrinus.
Además, es evidente que la Sede vacante no se da, pues el Código de Derecho Canónico No. 412 señala que solo existe cuando un obispo sufre "cautiverio, relegación, destierro o incapacidad". Ninguna de esas causas fueron las que obligaron a BXVI a auto exiliarse. Por otro lado, en una carta personal enviada al cardenal Brandmuller, el Papa BXVI acepta que el status de Papa "Emérito" no existe en el Derecho Canónico: según los Decretos papales anteriores debió haber vuelto a ser cardenal (como en el caso de la renuncia del Papa Gregorio XII quien volvió a ser cardenal Angelo Correr, o la renuncia del Papa Celestino V, quien volvió a ser el monje Pietro Murone).
Dice que se inventó el status de “Emérito” y no observó lo establecido en los decretos que establecen cómo debe ser la renuncia, haciendo a un lado todas las prerrogativas papales (seguir vestido de blanco, llamándose Papa, con el apelativo Su Santidad, con el nombre Benedicto XVI, con el anillo del pescador y permaneciendo en El Vaticano) “como la única manera de mantenerme absolutamente inaccesible a los medios de comunicación". Cuando el Santo Padre Benedicto XVI muera, entonces sí habrá sede vacante, y la Iglesia no tendrá cabeza. Pero, al ser Bergoglio un antipapa "sin ningún poder" (a tenor del No. 76 de la citada Constitución), todos los cardenales nombrados por él son también inválidos (ya no existe el dos tercios mas uno para elegir un Papa válido), y un pequeño grupo de obispos fieles al Papa Benedicto XVI, al Evangelio, a la Tradición y al Magisterio auténtico tendrán que elegir un Papa verdadero, un sucesor de Benedicto XVI, a fin de poner fin a la que en ese momento sí será Sede vacante. Ya no volverá a haber otro cónclave como ahora lo conocemos.
En sí mismos, como lo vemos en la historia de la Iglesia, los cardenales no son necesarios para una elección. La figura de cardenal se creó en el siglo IV para que los obispos y sacerdotes que vivían en Roma ayudaran al Papa en sus distintas labores. Pero al inicio del cristianismo no eran los “electores”. Bastaba que se reuniera un grupo de obispos, incluso a veces solo un triunvirato de un arzobispo, un obispo y un sacerdote de prestigio doctrinal y moral, y entre esos tres elegían al Papa.
Y durante los dos mil años de la Iglesia se han elegido diversos Papas sin el consenso de todos los obispos o cardenales. Destaca el caso del Papa Honorio II. Se rodeó de un grupo de ocho obispos de prestigio doctrinal y moral a quienes nombró electores. Cuándo Honorio falleció, los obispos eligieron a Inocencio II. La facción contraria, que era mayoría, eligió al cardenal Pierleoni como Anacleto II, quien resultó ser, a pesar de eso, un antipapa. El cisma requirió varios años para resolverse.
Finalmente, tenemos que iluminar esta situación con el caso de San Atanasio. La inmensa mayoría consideran en este momento a Jorge Mario Bergoglio como un Papa válido, se reza por él en la Misa, si bien pocos lo leen. Pero la fe no es cuestión de estadísticas, de números o de mayoría democrática. A inicios del siglo IV prácticamente todos los obispos, incluido el Papa, habían caído en la herejía arriana que sostenía la idea de un Cristo muy elevado y asumido por Dios, pero no verdadero Dios. Solamente San Atanasio sostenía lo contrario, por lo cual fue rechazado, torturado, encarcelado y desterrado. Pero gracias a él, gracias a un solo obispo, se salvó la fe de la Iglesia, que fue finalmente aceptada en el Concilio de Nicea en el 325.
Hoy sucede lo mismo con el Papa Benedicto XVI.
COMENTARIO Al ARTÍCULO ANTERIOR
por Fray Alexis Bugnolo
Debido a que Villasana es un periodista tan importante en México, y debido a que este artículo contiene una serie de errores, considero necesario responder con un comentario.
Primero, la palabra latina, “munus”, es neutra, y por lo tanto la frase correcta es “munus petrinum” y no “munus petrinus”.
Segundo, antes de la muerte de Honorio II, el Papa Honorio promulgó una constitución especial, reservando la elección de su sucesor a un comité de obispos. Esta fue una ley especial que dejó de tener vigencia inmediatamente después de la elección de su sucesor. Por lo tanto, no sentó precedente y no puede ser invocado para la elección del sucesor de Benedicto XVI.
Sin embargo, hipotéticamente, podría ser, y tengo algunos indicios de que puede ser el caso, que el Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, haya dispuesto que su sucesor sea elegido por un comité especialmente selecto. Pero hasta que esto se sepa, es pura especulación, aunque podría hacerse por los mismos o similares medios que lo hizo Honorio II. Pero si no lo hace, entonces no. En todo caso, nadie debe suponer que el Santo Padre morirá antes que el antipapa, o que ningún cardenal elector volverá a él.
En tercer lugar, el Santo Padre Benedicto XVI no renunció el 27 de febrero de 2013. Sin embargo, sí anunció que renunciaría al ministerio el 28 de febrero. Pero en esa fecha no lo hizo. Aunque desde ese día en adelante dejó de ejercer efectivamente, es decir, de facto, su ministerio petrino, al menos públicamente.
Finalmente, cuarto, durante la crisis arriana el Santo Padre no se convirtió en arriano, aunque en el Concilio de Sirmium, un papa fue forzado a firmar un credo semi-arriano, el cual repudió rápidamente, luego de su publicación.
COMENTARIO
por Fray Alexis Bugnolo
Debido a que Villasana es un periodista tan importante en México, y debido a que este artículo contiene una serie de errores, considero necesario responder con un comentario.
Primero, la palabra latina, “munus”, es neutra, y por lo tanto la frase correcta es “munus petrinum” y no “munus petrinus”.
Segundo, antes de la muerte de Honorio II, el Papa Honorio promulgó una constitución especial, reservando la elección de su sucesor a un comité de obispos. Esta fue una ley especial que dejó de tener vigencia inmediatamente después de la elección de su sucesor. Por lo tanto, no sentó precedente y no puede ser invocado para la elección del sucesor de Benedicto XVI.
Sin embargo, hipotéticamente, podría ser, y tengo algunos indicios de que puede ser el caso, que el Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, haya dispuesto que su sucesor sea elegido por un comité especialmente selecto. Pero hasta que esto se sepa, es pura especulación, aunque podría hacerse por los mismos o similares medios que lo hizo Honorio II. Pero si no lo hace, entonces no. En todo caso, nadie debe suponer que el Santo Padre morirá antes que el antipapa, o que ningún cardenal elector volverá a él.
En tercer lugar, el Santo Padre Benedicto XVI no renunció el 27 de febrero de 2013. Sin embargo, sí anunció que renunciaría al ministerio el 28 de febrero. Pero en esa fecha no lo hizo. Aunque desde ese día en adelante dejó de ejercer efectivamente, es decir, de facto, su ministerio petrino, al menos públicamente.
Finalmente, cuarto, durante la crisis arriana el Santo Padre no se convirtió en arriano, aunque en el Concilio de Sirmium, un papa fue forzado a firmar un credo semi-arriano, el cual repudió rápidamente, luego de su publicación.
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