Calesita

lunes, 13 de octubre de 2025

El luterano de las fronteras

 



En el siglo XX hizo su aparición, el luterano de las fronteras. ¿De qué fronteras hablamos? De la existente entre ciencia y filosofía; de la que se crea entre filosofía y teología; de la del tiempo entre edad antigua y modernidad. Frontera entre el ser y la nada. Frontera entre la fe y la angustia del absurdo. En un primer momento, daría la impresión que se trata de un anti sócrates que se las sabía todas. Parece un ave que vuela todos los campos. Con sus alas planea sobre el arte, la Kultur, el psicoanálisis o la sociología. Sin embargo, cuando nos adentramos a leer sus argumentos en el “Coraje de existir”, nos da la sensación de un ser angustiado, que toma apuntes sobre el sermón que le dio su terapeuta, para salir del consultorio y sentirse sano. A todo esto se añade la estructura de una filosofía alambicada por el ser, que lo hace un oscuro cóctel discursivo. ¿Es este personaje que nos presenta como fenómeno la masonería moderna?

Paul Tillich (1886-1965), hijo de un pastor luterano de Prusia. En 1911 recibe el doctorado en filosofía en la Universidad de Breslau. En 1912 se licenció en teología en Halle Wittenberg. Capellán durante la Primera Guerra Mundial. Hospitalizado tres veces por trauma de combate. Un dato no menor, pues su pensamiento parece sacado de la angustia de las trincheras y parece ser la clave de todo su pensamiento. El buen luterano ve como en la guerra, todo se destruye. Inconscientemente aprehende la destrucción, la cual se da en su propia vida servida como plato de hostería.

En 1919 se divorcia de su esposa Margarethe Wever embarazada de otro hombre. Fue otra destrucción. Se casa con Hannah Werner-Gottschow, casada y ya embarazada. Ahora mantiene un matrimonio “abierto”. Estamos en otra destrucción.

El colapso de la República de Weimar lo llevó a imaginar que había llegado el momento oportuno (καιρος) para un cambio histórico que brindara una comunidad socialista armoniosa, inspirada en los ideales cristianos de justicia e igualdad. Camino que ya vimos hacer a Barth y Bultman. Fue una desilusión y otra destrucción.

Se relaciona con Martín Heidegger, quien tenía en ese entonces afinidades con el nazismo, siendo él un “socialista religioso”. Tal vez aquí comience su aventura sobre las fronteras.

Desde 1924 a 1933 lo encontramos como profesor en distintas universidades.

En 1933 lo expulsan de sus cátedras por antinazi ―otra destrucción en su vida― y se radica en Estados Unidos, donde dicta cátedras.

¿Acaso todas estas secuelas no terminaron influyendo en su Teología Sistemática de dos tomos?

El argumento para demostrar que “Dios” no “existe

Lo que más llama la atención del público, en su pensamiento, es su demostración sobre la inexistencia de Dios. Es la novedad del luteranismo, donde dentro de sus filas un teólogo afirma sin ambages: «Dios no existe» y «argumentar que Dios existe es negarlo».

¿Acaso Tillich es ateo?

En “El Coraje de Existir” escribe toda su ambigüedad:

No puede haber ninguna negación actual sin una afirmación implícita… Lo negativo vive en lo positivo que niega. (VI. El valor y la trascendencia)

Pero ¿qué es lo que afirma?

Para su estructura mental, ―y suponemos no enferma por los horrores de la guerra―, Dios no es un ser, ni el Ser. En esto, nuestro socialista, sigue el pensamiento del nazi Heidegger, quien levantó la mano derecha para saludar a su Fürer. Dios es la base del ser, para el hombre que es un ser finito.

Este "fundamento del ser" es el ganz Anderes que ya vimos en protestantes anteriores, con la diferencia que ahora se le niega la posibilidad de ser, por lo tanto si no es un ser, no existe. Atrás quedó la definición del Éxodo (3,14):

Yo soy el que soy.

Menos mal que Lutero pedía “sola scriptura”. Tillich lleva la destrucción a su máxima expresión. Si para Nietzsche Dios había muerto, para Tillich Dios había saltado por los aires de su trinchera.

De este modo, ¿qué viene a ser Dios?

Estamos ante un sustantivo abstracto, llamado Dios. No es un “soy” (ὁ ὢν), ni un “era” (ὁ ἦν) y mucho menos “el que viene” (ὁ ἐρχόμενος) (Cfr. Ap.1,8 ). No es un Ser.

Pero entonces, ¿por qué los hombres hablan de Dios?

Porque es un símbolo que representa un modo de pensar. Así como la Estatua de la Libertad de Nueva York es un símbolo que controla la entrada al puerto, así la Estatua mental de Dios controla el puerto de la fe del hombre.

El catecismo de Pío X en se preguntaba, ¿dónde está Dios? Y respondía:

Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar.

Mientras este catecismo afirmaba que Dios se encontraba en cada lugar, el catecismo de Tillich afirma que no se encuentra en ningún lugar, ni en ningún tiempo. No es esencia, pero sí es objeto de un símbolo.

¿Pero es existencia?

¿Pero qué es la existencia para un traumatizado de la guerra? Todo radica en dos términos, “a lo teutón”. Uno es el nonbeing que se ha traducido por el "non-ser". Consiste en una partícula que se adelanta al sustantivo para indicar que no lo tiene. La otra es not being o "no ser". Aquí el not se emplea como ausencia para usarse con verbos. En conclusión, la existencia pasa a ser una carencia, ausencia o falta.

Xavier Zubiri explica el origen de la palabra existencia:

Ricardo de San Víctor introdujo una terminología que no hizo fortuna, pero que es maravillosa. Llamó a la naturaleza sistencia; y la persona es el modo de tener naturaleza; su origen, el "". Y creó entonces la palabra existencia como designación unitaria del ser personal. Aquí existencia no significa el hecho vulgar de estar existiendo, sino que es una característica del modo de existir: el ser personal. La persona es alguien que es algo por ella tenido para ser: sistit pero ex. Este "ex" expresa el grado supremo de unidad del ser, la unidad consigo mismo en intimidad personal. Aquí la unidad personal es el principio y la forma suprema de unificación: el modo de unificarse la naturaleza y sus actos en la intimidad de la persona. (El Ser sobrenatural 422-433)

Mientras para la super-teología de Tillich existencia es carencia, para la bárbara e inculta teología medieval era una forma de tenencia.

Tillich, el opuesto de San Anselmo

El argumento tillichiano sobre la inexistencia de Dios, nos recuerda el argumento ontológico contrario de San Anselmo. Si para Tillich «argumentar que Dios existe es negarlo»; para San Anselmo, argumentar que Dios no existe es afirmarlo.

Para San Anselmo, Dios es lo máximamente pensable, lo más perfecto que cabe concebir; por lo tanto ha de existir también en la realidad ya que si no existiera, no sería lo máximamente pensable. Ergo, Dios necesariamente ha de existir.

Y agregamos, si alguien niega que lo más perfecto pensable no existe, es porque sabe que existe.

Nadie que entienda, pues, lo que Dios es, puede pensar que Dios no existe, aunque pueda decir estas palabras en su corazón sin darles ningún significado, o dándoles algún significado impropio. Puesto que Dios es aquello mayor que lo cual nada se puede pensar. Quien entiende esto, entiende sin duda que es un ser tal que ni siquiera en el pensamiento puede no existir. Por consiguiente, quien entiende así el ser divino no puede pensar que no existe. (Proslogion IV)

¿Qué eres sino la sumidad de todo, único existente por sí mismo, que hizo todo lo otro de la nada? Todo lo que no sea esto es menos de lo que puede pensarse, y no puede pensarse de ti. Porque ¿qué bien podría faltar al sumo bien por el que todo bien existe? Así pues, tú eres justo, veraz, feliz, y todo lo que es mejor ser que no ser; ya que sin duda es mejor ser justo que no serlo, y ser feliz que no serlo. (Proslogion V)

Para Tillich, Dios estaba fuera del Universo, más allá del espacio y el tiempo, la existencia y la esencia.

Para San Anselmo:

Tú, en cambio, a pesar de que nada sea sin ti, no estás en lugar ni tiempo alguno, si bien todas las cosas están en ti. Nada te contiene y, sin embargo, tú lo contienes todo. (Proslogion XIX)

A todo esto, podemos imaginar dónde fue a estacionar la fe, o sea, la base de toda la lógica luterana, la sola fides como el “fundamento último” del ser de la Reforma.

Mas (la fe) es una experiencia que tiene un carácter paradójico, el carácter de aceptar la aceptación. Ser sí-mismo trasciende todo ser finito infinitamente; Dios en el encuentro divino-humano trasciende al hombre incondicionalmente. La fe llena este abismo infinito aceptando el hecho de que a pesar de ello el poder de ser está presente, de que aquel que está separado es aceptado. La fe acepta «a pesar de»; y del «a pesar de» de la fe nace el «a pesar de» del valor. La fe no es una afirmación teórica de algo incierto, es la aceptación existencial de algo que trasciende la experiencia ordinaria. La fe no es una opinión, sino un estado. Es el estado del ser captado por el poder del ser que trasciende a todo cuanto es y en el que participa todo cuanto es. Aquél que es cogido por este poder puede afirmarse a sí mismo por que sabe que es afirmado por el poder del ser sí-mismo. En este punto la experiencia mística y el encuentro personal son idénticos. En ambos la fe es la base del valor de ser. (El Coraje de Existir. VI.)

¿Y cómo hacemos un acto de fe?

El acto de aceptar el absurdo es en sí un acto significativo. Es un acto de fe. (Ibídem)

¿Por qué motivo?

Es simplemente fe, no-dirigida, absoluta. Es indefinible, ya que todo lo definido es disuelto por la duda y el absurdo. (Ibídem)

De esta manera se contradice con la sola scriptura de su Reforma, que dice:

La fe es hipóstasis (ὑπόστασις) de lo que esperamos, la prueba (πραγμάτων ἔλεγχος) de lo que no vemos. (Hebr.11,1)

En conclusión, Tillich, dejó de lado la Reforma, para abrazar las fronteras entre cristianismo y utopía, entre fe y absurdo. The Christian frontiersman.


lunes, 6 de octubre de 2025

Cuando la desmitificación produce la indiferencia del hombre moderno

 


Si Hegel, Hölderlin y Schelling hablaban en sus primeros años de construir una nueva mitología para la Kultur moderna, ahora surge quien opina que en esta Kultur, lo que se debe hacer es todo lo contrario. Hay que desmitificar. Por supuesto no se quitan los mitos modernos, pues parece que no existen. Grave error. Tan solo existen mitos en el cristianismo.

Cada teólogo luterano, es “un pastorcito que da conferencias con su propio librito”.

¿Y cuál es ahora este nuevo librito?

Rudolf Karl Bultmann (1884-1976) fue un teólogo alemán, dentro de la Torre de Babel protestante. Dicha Babel estaba en su propia casa. Su padre como pastor seguía la teología liberal, mientras su madre era pietista. Fue alumno de von Harnack, de quien algo de su forma de pensar expusimos en la entrada anterior. La Revolución de noviembre de 1918-1919 rompe la estructura mental de Bultman, y lo hallamos estudiando a Lenin e ingresando en el Partido Democrático Alemán (DDP), un proceso que ya le vimos hacer a Karl Barth, con la diferencia, que mientras Bultman estaba de ida, el suizo ya estaba de vuelta. En 1921 estudió la filosofía de Martin Heidegger, abrazando de este modo al existencialismo.

En 1924 se aleja de la Teología liberal de su padre e ingresa en la Teología Dialéctica, coincidiendo con Barth. Esta teología rompía los esquemas. Opinaba que el hombre no puede conocer a Dios por sí mismo, ni siquiera a través de estudios teológicos. Más bien, Dios sólo podía darse a conocer al hombre a través de su gracia en la revelación. Estamos, como vimos en entradas anteriores, con el Pseudo-Dionisio del siglo V, al cual los luteranos le escapan, si bien pueden coincidir en algunos aspectos con él.

Durante la segunda guerra, en 1941, presenta su tesis sobre la Mitología y el Nuevo Testamento.

En 1951 dicta unas conferencias sobre su tesis y las publica en Jesus Christ and Mythology .

En la primera conferencia, trata sobre The Message of Jesus and the Problem of Mythology. Como “experto” historiador luterano, lo cual no es ninguna garantía, pretende analizar la fe de la “primera comunidad cristiana” y dice sobre la expectación de la Segunda Venida de Jesucristo:

Esta esperanza de Jesús y de la primera comunidad cristiana no se cumplió. El mismo mundo todavía existe y la historia continúa. El curso de la historia ha refutado la mitología. Porque la concepción del "Reino de Dios" es mitológica, al igual que la concepción del drama escatológico. Igualmente mitológicas son las presuposiciones de la expectativa del Reino de Dios, a saber, la teoría de que el mundo, aunque creado por Dios, está gobernado por el diablo, Satanás, y que su ejército, los demonios, es la causa de todo mal, pecado y enfermedad.(I,2)

El drama del luteranismo, consiste en romper con el teocentrismo medieval y colocar en el centro del cosmos al hombre. Esta actitud de Lutero, transforma al hombre en juez de Dios. Como juez dictamina lo que es irrelevante y lo que adquiere valor permanente. Ya vimos que estos valores mutan permanentemente, y es así, puesto que el reformador achica la acción divina, y de este modo la banaliza.

Todo el pensar de Bultman se basa en diluir el cristianismo a la Kultur del hombre moderno. De allí su tesis sobre la desmitificación:

Desmitificar no es rechazar la Escritura ni el mensaje cristiano en su conjunto, sino la cosmovisión de la Escritura, que es la cosmovisión de una época pasada, que con demasiada frecuencia se conserva en la dogmática cristiana y en la predicación de la Iglesia. Desmitificar es negar que el mensaje de la Escritura y de la Iglesia esté ligado a una cosmovisión antigua y obsoleta. (III The Christian Message and the Modern World-View. 1)

La raíz de todo esto, es determinar qué es mito y qué no lo es.

Comienza Bultman a considerar como mítica la concepción del mundo antiguo:

La concepción del mundo que se presupone en la predicación de Jesús, así como en el Nuevo Testamento en general, es mitológica; es decir, la concepción del mundo como estructurado en tres niveles: cielo, tierra y infierno; la concepción de la intervención de poderes sobrenaturales en el curso de los acontecimientos; y la concepción de los milagros, especialmente la concepción de la intervención de poderes sobrenaturales en la vida interna del alma, la concepción de que los hombres pueden ser tentados y corrompidos por el diablo y poseídos por espíritus malignos.(I,2)

El problema de Bultman, es no saber distinguir que una cosa es el mundo visible (ορατός), y otra cosa el mundo invisible (αόρατος). Dos mundos bien identificados en San Pablo. Considerar el mundo αόρατος como mitológico, es una consecuencia del arrianismo modernista.

Su persona (Jesús) se ve a la luz de la mitología cuando se dice que fue engendrado del Espíritu Santo y nacido de una virgen, y esto se aclara aún más en las comunidades cristianas helenísticas donde se entiende que es el Hijo de Dios en un sentido metafísico, un gran ser celestial preexistente que se convirtió en hombre por causa de nuestra redención y tomó sobre sí el sufrimiento, incluso el sufrimiento de la cruz. Es evidente que tales concepciones son mitológicas, porque eran generalizadas en las mitologías de judíos y gentiles y luego se trasladaron a la persona histórica de Jesús.

Obsérvese la banalización de la que hablamos. Dice que “se entiende” o sea que se pasa a dar el significado del “mito”. ¿Pero qué se entiende? Y responde “que es el Hijo de Dios en un sentido metafísico”. Pero esto es oscuro, entonces pasa a la aclaración: “un gran ser celestial preexistente que se convirtió en hombre”. ¿Y qué significa un gran ser celestial?

Particularmente, la concepción del Hijo de Dios preexistente que descendió en forma humana al mundo para redimir a la humanidad es parte de la doctrina gnóstica de la redención, y nadie duda en llamar a esta doctrina mitológica.

Esta opinión merece dos consideraciones.

1- Con el lenguaje dogmático que emplea, se reconoce que carece de los elementos básicos por los cuales se proclama la Trinidad en el catolicismo. Bultman es un irracional por conveniencia.

2- Bultman no sabe nada de historia, pues meter el catolicismo dentro del gnosticismo, no solo es novedoso sino utópico.

Todo nos lleva a una conclusión. Bultman es un ignorante. Si en vez de romper el mito, hubiese profundizado el tema, no estaría con este lenguaje de pobreza absoluta. Es la táctica de la modernidad. Ocupada en ignorar, para no refutar. Indudablemente, Bultman no entendió absolutamente nada o se hace el que no entiende.

De este modo Bultman arroja por la borda, toda la superación del arrianismo del siglo III y IV tildándolo absurdamente de gnóstico. Bultman no escapó del arrianismo modernista.

Estamos en la herejía, la cual consiste en diluir de algún modo el cristianismo, banalizarlo y creer que cuanto más banal, más se ajusta al mundo moderno. La consecuencia inevitable de esta banalización es la indiferencia del hombre moderno, pues lo percibe totalmente hueco. Un proceso que dentro del catolicismo, le vimos hacer al “espíritu” del Vaticano II:

Para el hombre moderno, la concepción mitológica del mundo, las concepciones de la escatología, del redentor y de la redención, están superadas.

Mientras lo visible (ορατός) se ve por la ciencia, lo invisible (αόρατος) se percibe por el ojo de la fe.

Como el αόρατος para él no existe, no se puede considerar ambos mundos como coordinados entre sí y todo pasa a ser visible y científico. La Verdad católica habla de una relación entre la iglesia militante, la iglesia purgante y una última triunfante. Ante esto, gran parte del protestantismo se queda ciego, sordo y mudo.

Lo mismo ocurre con el estudio moderno de la historia, que no toma en cuenta ninguna intervención de Dios, del diablo o de demonios en el transcurso de la historia. En cambio, el curso de la historia se considera un todo ininterrumpido, completo en sí mismo, aunque difiera del curso de la naturaleza porque hay en la historia poderes espirituales que influyen en la voluntad de las personas.(I,2)

Con esta opinión, podemos desligarnos del “espíritu” o los “espíritus” que veían influir en la Historia, tanto Herder como Hegel.

Pero aquí no termina todo.

Existe un anticosmos, que como un agujero negro pretende fagocitar en su contracción tenebrosa, toda la obra creada. Es el infierno y “los espíritus del mal, que habitan en los espacios celestes” (Ef. 6,12), donde cada uno “como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar”. (1Pedro 5,8) Así pasa a negar esta relación:

Por supuesto, aún hay muchas supersticiones entre los hombres modernos, pero son excepciones o incluso anomalías. Los hombres modernos dan por sentado que el curso de la naturaleza y de la historia, al igual que su propia vida interior y su vida práctica, no está en ningún lugar interrumpido por la intervención de poderes sobrenaturales. (I,2)

Construido Bultman su propio cosmos por medio de su personal desmitificación, no le queda otro remedio que pasar a un pietismo liberal y modernizado:

Así, la Iglesia de Dios en el presente no tiene otro propósito que alabar y glorificar a Dios con su conducta y con su acción de gracias. Por lo tanto, la Iglesia futura en el estado de perfección no puede ser concebida de otra manera que como una comunidad de adoración que canta himnos de alabanza y acción de gracias. (II The Interpretation of Mythological Eschatology, 1)

¿Cuál es la finalidad de todo esto?

Su objetivo no es eliminar las afirmaciones mitológicas, sino interpretarlas. Es un método de hermenéutica. (I,2)

La respuesta es clara, es un método de interpretación humana, el cual consiste en un vaciamiento de contenido. Con esto se rompe una regla elemental. La hermenéutica puede explicitar el texto escrito, pero no tiene poder alguno sobre lo dogmático y cuando esto se produce, como en este caso, es porque el intérprete ya cambió el dogma mucho antes de la interpretación. En otras palabras, se está forzando el texto.

La respuesta dentro del luteranismo ante la desmitificación, no se hizo esperar. En 1952, al año siguiente de estas conferencias, el Sínodo de Flensburgo de la Iglesia Evangélica Luterana Unida de Alemania condenó la tesis de Bultman. Sin embargo esto no parece ser algo unánime, porque el teólogo luterano Eduard Lohse le expresó a Bultmann el pesar de la Iglesia Evangélica Luterana de Hannover por la declaración hecha veinte años antes.

Después de todo, Bultman buscaba hacer una Formkritik (crítica formal) del Nuevo Testamento. Es que la maquinaria de la Kritic, nunca puede detenerse y hace que la Reforma, sea la mismísima Torre de Babel.