Calesita

martes, 17 de diciembre de 2019

O Adonai


Esta es la segunda antífona mayor, que se canta el día 18 de diciembre.
El tema es la liberación y constitución del nuevo pueblo de Israel, la Iglesia. La figura se relaciona con el Mesías es Moisés.
Este tema, hace que se inicie usando el título divino de Adonai.
El origen del título se remonta al dios egipcio Atón.
Atón era el dios del faraón Akhenatón (1353-1336 antes del nacimiento de Cristo), que impuso por breve tiempo el monoteísmo en Egipto. Lo simbolizó como el dios sol.

Como se puede ver en la estela de esta época, el dios Atón otorga llamas a la tierra, esto nos recuerda la llama en la zarza ardiente que sale al encuentro de Moisés.
Adonai, plural de Adón, está relacionado con el fuego y con el Egipto. Por este motivo hallamos este nombre en el Salmo 8 donde se dice literalmente en el primer verso:
¡Señor (YHWH), Adonai nuestro, qué glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Este salmo nos recuerda el himno al dios Amón de la XVIII dinastía. 
Adonai, lo hallamos en entre otras citas, como en Isaías 40, 3-5 cuando habla sobre el Egipto, y se usa en Ezequiel 16,8 cuando se habla sobre la alianza.
También lo encontramos en el Cántico del profeta Habacuc (3,19), pues así se expresa este cantar:
Su majestad cubre los cielos, de su gloria está llena la tierra. Su fulgor es como la luz, rayos tiene que saltan de su mano, allí se oculta su poder. (3, 3 y 4)
Existe una relación directa entre el sol y Adonai; tal como lo manifiesta Habacuc.
Por último lo hallamos en el Cántico festivo de Judith (Judith 16,15-22), que se canta en el Laudes de Miércoles:
Adonái, Dómine, magnus es tu, et præclárus in virtúte tua, * et quem superáre nemo potest.
Adonai, Señor, grande eres tú, y plecaro en tu potencia, * a la cual nadie puede superar.
Todo esto hace que algunos hicieran volar su imaginación. Sigmund Freud, de origen judío, escribe un ensayo sobre el monoteísmo 1, donde afirma que Moisés era un egipcio. De todos modos, Moisés es nombre egipcio.
Otros fueron más lejos, afirmando que Moisés era el mismo Akhenatón. El modernismo es científico, pero ¡qué imaginación posee!
Sin entrar en este tema, el autor del libro sagrado del Éxodo, que es conocedor del ambiente egipcio, da a Moisés como educado en la corte egipcia.
Dice la antífona de este día:
O Adonái * et Dux domus Israël, qui Móysi in igne flammæ rubi apparuisti, et ei in Sina legem dedísti: veni ad redimendum nos in bráchio extento.
Adonai, es el Conductor (Dux) de la casa de Israel (domus Israël). Ayer veíamos que la Sabiduría había construido su casa, hoy se cantará el inicio de la construcción de dicha casa.
¿Cómo condujo la construcción de su casa?
Primero apareciendo (apparuisti) a Moisés como un fuego (in igne) en las llamas de la zarza (flammæ rubi).
Este fue el inicio, pero el Dux prosigue con su conducción y termina su construcción momentánea, llevando su casa al Sinaí, donde le da su ley (legem dedísti).
Como concluyen todas estas antífonas, se pide la pronta segunda venida (veni) del Dux, la venida del Fuego, porque Jesucristo es Adonai. Fuego ardiente para cambiar la configuración de este mundo, y entre los rayos de fuego de un nuevo Sinaí, dar otro ordenamiento: el de la nueva configuración de este mundo. "Cielos nuevos y Tierra nueva" (Isaías 65:17).
Pero esta casa de la Sabiduría, que es la Iglesia, vive en permanente zozobra, como una barca, siempre a punto de hundirse, por lo tanto, de acuerdo con la mentalidad de los profetas, se pide que su venida como Dux y como fuego, sea con su brazo potente (in bráchio extento) para redimirnos (ad redimendum nos).
Esta parte final de la antífona, como es natural, se toma del libro del Éxodo (6,6), cuando Adonai promete liberar al pueblo hebreo:
Os redimiré con brazo extendido.
El brazo extendido señala la acción divina, la potencia del Dux, la fuerza imparable de este fuego.
A continuación, los monjes del Monasterio de Santa Magdalena en Barroux, quienes siguen el Rito Romano antiquor con toda su belleza, hoy destruida por los neomodernos, cantarán esta antífona, con el Cántico del Magnificat, mientras las campanas del monasterio se lanzan al vuelo en la expectación de la última venida del Adonai.
El texto de la antífona se toma del Antifonale Monasticum de 1934, pág. 209.

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1 Moisés y la religión monoteísta. Ed. Raíces.

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