Calesita

sábado, 30 de mayo de 2020

Ven Santo Espíritu

Este himno al Espíritu Santo, se atribuye al escritor, filósofo y teólogo alemán Rabanus Maurus (776-856). Esta composición se canta en las vísperas de Pentcostés y en muchas ocasiones, sobre todo cuando se invoca la fuerte presencia del Espíritu Santo.
Tomamos el texto latino del Antiphonale Monasticum de 1934, páginas 518 y 519. El texto varía del cantado en el rito romano. No olvidemos que en la primera reforma de los textos litúrgicos, realizada por Urbano VIII, se modificaron los textos originales.

Primera estrofa
Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quæ tu creasti pectora.
Ven, Espíritu Creador,
Visita tus mentes de los tuyos;
Llena con tu gracia celestial
Los corazones que tú creaste .


Se inicia con una epíclesis para que el Espíritu de Dios se haga presente. Lo llama Espíritu Creador, pues hace referencia al Espíritu de Dios que aleteaba sobre las aguas primordiales (Cfr. Génesis 1,2).
El texto latino habla de mentes, las cuales pueden tomarse como las inteligencias, o los espíritus. El cristiano es por esta visita, un poseído por el Espíritu Divino, el cual es una hipóstasis o persona que procede del Padre. Mientras el Hijo es generado por el Dios Padre. Mientras el Hijo es un generado, el Espíritu Santo en cambio es una procesión. La visita del Espíritu se solicita no sobre todo el mundo, sino sobre los que son suyos, es el adjetivo tuorum.
Como afirma la teología oriental, a Dios no lo conocemos por lo que es, pues su esencia está en la tiniebla divina; solo sabemos que existe, por consiguiente lo conocemos por sus energías o procesiones; de allí que el verso tercero habla de estas energías que proceden de Dios, a las que se las llama gratia. Tal gracia es toda celestial, y esta poderosa energía no procede de la naturaleza ni del cosmos, como pretenden los panteístas, sino de lo celeste: es lo significa el adjetivo superna.
Estas energías entran en los pectora, sustantivo que indica los pechos, los corazones místicos.


Segunda estrofa
Qui Paraclitus diceris,
Donum Dei altissimi,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.
Tú, eres llamado Paráclito,
Don del Dios Altísimo,
Fuente viva, fuego, caridad
Y espiritual unción.


La segunda estrofa se adentra en las propiedades de la hipóstasis divina del Espíritu de Dios.
La primera es Paráclitus: Un término que proviene del griego παράκλητος, con su significado de intercesor o defensor; de aquí los sinónimos de consolador, abogado y garante.
El Paráclito es un don, regalo del Dios oculto en la tiniebla divina. Tal regalo es una fons, fuente que mana permanentemente, fuente viva, fuente de fuego (ignis), fuente del término griego αγαπη, o amor de ágape, el cual es muchas veces traducido al latín como cáritas, caridad.
Toda esta fuente permanente empapa el alma y produce una unción interna en su visita.


Tercera estrofa
Tu septiformis munere,
Dextræ Dei tu digitus,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.
Tú regalas las siete formas,
Dedo de la diestra de Dios.
Tú, la promesa que el Padre nos dio,
Palabra dictada a la garganta.


Siguen sus propiedades. Su acción es regalar las energías divinas, la cuales son “los siete espíritus que están sentados delante del trono” de Jesucristo, tal como lo relata este libro esotérico, que es el Apocalipsis 1. El término septiformis, indica siete formas.
Como lo hace la hermenéutica del Padre Meinvielle 2, estos espíritus no son ángeles, sino los resplandores divinos, energías divinas que se derraman sobre los seguidores de Jesucristo. Ahora bien estos siete esplendores divinos, salen de la fuente de fuego que se cantó en la primera estrofa. Los esplendores, o lenguas de fuego vivo, están en presencia del que era, es y vendrá. Los verbos son explicados por el Padre Meinvielle y equivalen...
...según el hebreo a “erit” y son, si así se puede decir, como la moneda del nombre divino Yahwe, que por sus elementos expresa admirablemente el misterio de la Santísima Trinidad. Graves comentarios han demostrado que el Apóstol designa con estos tres tiempos del verbo por excelencia a las tres adorables Personas del Dios uno; yo mismo, en mi Armonía, he desarrollado extensamente este significado del Tetragrama (YHWH). He aquí, en primer lugar, los tres Esplendores supremos. Mas lo que me propongo establecer aquí es que los septem Spiritus de este versículo son realmente los siete últimos esplendores, es decir, Dios en sus atributos absolutos. 3
El verso segundo confirmará esta opinión diciendo que los siete, son los últimos esplendores de Dios, afirmando que son el dedo de la derecha del Dios Padre. El dedo, indica la procesión que sale del Padre. Los esplendores no se diferencian de Dios, sino que estas energías le pertenecen formando así la unidad divina.
¿Pero cuáles son estas siete formas, estos siete espíritus? Lo dirá el Apocalipsis en su capítulo V:
Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición. (Ap. 5,12)
Se inicia con τὴν δύναμιν, el poder; y le siguen τὸν πλοῦτον, la riqueza; σοφίαν, la sabiduría; τιμὴν, la fortaleza; δόξαν, la gloria; y termina con εὐλογίαν, la bendición.
El verso tercero alude al cumplimiento de la promesa del Padre, que no dejaría huérfanos a los cristianos. Es esta fuente de esplendores quien guía los pasos de la Iglesia que sigue al Padre por medio de la doctrina de Jesucristo, de allí que los esplendores hacen inexpugnable la Iglesia.
El verso cuarto marca una característica del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no habla, sino que dicta su palabra a los suyos, quienes hablen por él.


Cuarta estrofa
Accende lumen sensibus:
Infunde amorem cordibus:
Infirma nostri corporis
Virtute firmans perpeti.
Ilumina nuestros sentidos:
Derrama amor en los corazones:
A la debilidad de nuestros cuerpos
Confirmando con tu fuerza continua.


Iluminando los sentidos, que no perciben los siete esplendores del mundo celestial, pues solo se pueden ver con los ojos de la Fe, se derramará el amor de ágape en los corazones, lo cual hará de cada cristiano una piedra firme y permanente.


Quinta estrofa
Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus:
Ductore sic te prævio
Vitemus omne noxium.
Repele lejos al enemigo,
Y regala tu paz sin tardar,
Asi siendo conductor a la cabeza
evitemos todo mal.


La estrofa hace alusión a esta guerra que el esotérico Apocalipsis presenta en su capítulo XII, guerra donde el hostes, enemigo, fue arrojado al mundo de los hombres y hace la guerra contra los seguidores del primer signo, una Mujer coronada de 12 estrellas, con la Luna bajo sus pies. Los resplandores repelen longius esta Serpiente antigua; al alejar el Dragón, otorga inmediatamnte pacem, la Paz.
En el escenario de esta guerra cósmica, el Espíritu Santo es el Dux, el conductor prævio, que va al frente de su tropa. El resultado de la guerra cósmica, es la falta de todo noxium, mal nocivo.


Sexta estrofa
Per te sciamus da Patrem,
Noscamus atque Filium,
Te utriusque Spiritum
Credamus omni tempore.
Por ti conocemos al Padre,
También comprendemos al Hijo,
Y por ti, el Espíritu de ambos,
Creemos en todo tiempo.


Toda la estrofa habla del camino de la Fe.
La Fe es una relación con las tres Hipóstasis divinas y posee una perijóresis relacionada con cada una de ellas:
El camino lo inician los resplandores divinos, el Espíritu Santo, por los cuales sabemos de la existencia del Padre, pero no pueden estos resplandores mostrarnos la esencia del Padre, quien es apofático morando en la tiniebla divina. Sin embargo este Dios apofático enseñó su doctrina por medio de su icono Jesucristo, de allí que estos esplendores nos hacen comprender esta doctrina del Hijo engendrado por el Padre y nuevamente engendrado como hombre en el seno de la Virgen María. Hipóstasis del Hijo que tiene dos naturalezas, la humana y la divina, y como dice el último verso, lo creemos en todo tiempo. No es una enseñanza hegeliana adaptada solo a un tiempo, sino al omni tempore; y tal como iniciamos el análisis diciendo que los verbos de era, soy y vendré, forman el tetragrama de YHWH.


Séptima estrofa
Gloria Patri Domino,
Natoque, qui a mortuis
Surrexit, ac Paraclito,
In sæculorum sæcula.
Amen.
Al Padre sea la gloria,
Y al Hijo engendrado,
Quien de los muertos resucitó,
También al Paráclito
Por todos los siglos de los siglos.
Amén.


Tratándose de los septiformis, el himno debía ser de siete estrofas. La última es la doxología propia y adaptada que se presenta en cada himno litúrgico.
Sin embargo en este caso, es una forma de adaptar el texto del Apocalipsis que le sigue al que copiamos en la estrofa tercera, donde la Iglesia Triunfante alaba a Jesucristo, Cordero degollado, otorgándole la dignidad de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición. Ahora se suman ...
...todas las criaturas que existen en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y en todo cuanto hay en ellos,... (5,13)
Todos se suman en esta alabanza al Padre, que está sentado en el trono, a Jesucristo, el Cordero, e invierten el orden anterior; así junto a los resplandores divinos, otorgan...
...la bendición, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. (5,13)
La εὐλογία o bemdición, sale del trono y vuelve al trono y es lo primero que regresa; luego lo hacen el honor (τιμὴ), la gloria (δόξαν) y todos dan el imperio (τὸ κράτος) o reinado universal a su creador, en ese día séptimo, donde todas las criaturas descansan, es decir que cesan en sus movimientos, pues ya no lo necesitan. A continuación, los monjes de la Abadía de Barroux, cantan este himno en la Primera Víspera de Pentecostés.



1 Apocalipsis 1,4.
2 Cfr. Julio Meinvielle. De la cábala al progresismo. Pág. 58.
3 Ibídem Pág. 59.

jueves, 14 de mayo de 2020

Edipo y la esfinge de Ratzinger



En una biografía acerca de Benedicto XVI, Peter Seewald transmite distintos razonamientos del Papa que se dice abdicante.

La historia dará una mejor opinión sobre su gestión, pero por motivos vitales, es preciso detenerse en su peculiar visión del papado.

Todo parece indicar que en la mente de Benedicto XVI, Jesucristo le dijo a San Pedro:

Tú eres obispo de Roma, y sobre Roma edificaré mi Iglesia.

¿Causa o consecuencia?

1. Cuando se elige un sucesor de Pedro, la misma elección puede recaer sobre quien no es obispo. Por tal motivo ser obispo es una consecuencia del papado, no su causa.

2. Ser obispo de Roma es en definitiva una circunstancia. Primero Pedro lo fue de Antioquía. Que Benedicto, el que se dice abdicante, ponga su domicilio en Roma, no indica que esta sea la razón para que ejerza el munus papal sobre toda la catolicidad. Ser de Roma, no es una causa del papado, sino una consecuencia circunstancial.

Ser obispo de Roma, no es la esencia del papado. Los papas de la ciudad de Aviñón, también fueron Papas.

Cuando el que se dice abdicante afirma que como obispo se puede ser emérito, cosa que se puede discutir, aunque un cuestionado Concilio lo puso en práctica; el Papa es otra cosa, distinta a un obispo. En cuyo caso será emérito como obispo, pero no como Papa.

La diferencia entre Papa y obispo, no la transmite el orden humano, sino el mismísimo Jesucristo, pues es su Vicario. Lo que está a disposición de la estructura eclesial, es tan solo la elección.

El Papa no recibe una unción especial, sino una misión especial; es decir que sigue siendo obispo (si lo era), pero recibe un mandato que está por encima de los obispos.

Una ruptura, peor que la del Vaticano II

Si se equipara el papado con un obispo, pueden resultar dos consecuencias muy peligrosas:

Primero, se rebaja el papado a la función de un obispo cualquiera, pues quien sería Papa pasaría a ser el primus inter pares. Una posición afín al pensamiento de la ortodoxia oriental.

Segundo, se asciende al obispo a una función similar a la del Papa, algo que buscan los obispos occidentales para enfrentar el papado y establecer sus propios puntos de vista.

Lo que ha hecho quien se declara abdicante no solo es peligroso, sino suicida.

Cuando Bergoglio se declara Obispo de Roma, ha rebajado institucionalmente al papado, pero a continuación se impuso usando un poder absoluto, arbitrario y desordenado, el cual parece decir:

La Iglesia soy yo.

El Papado emérito es pura invención de Ratzinger, quien en dos mil años, produce un quiebre en la estructura de la Iglesia, superior al Vaticano II. Y aquí su hermenéutica de la continuidad, no cabe bajo ningún postulado.

El laberinto ratzingeriano

Dice Ratzinger, haber retenido la “dimensión espiritual” del Papado a pesar de su supuesta abdicación.

En este tema ingresamos en su tortuoso laberinto mental:

Renuncio el ministerio activo, pero no renuncio el ministerio pasivo.

Abdico, pero retengo.

No soy papa, pero me llamo papa.

Haré silencio, pero hablo.

Abdiqué, pero me visto de Papa.

Obedezcan las reformas de Bergoglio, pero no se aparten de la Tradición.

¿Dónde está la salida de este laberinto?

No existe. Es la esfinge.

Si Bergoglio representa el Edipo que acarrea su peste a la Iglesia, el enigmático Ratzinger ha sido la esfinge que le dio su acceso al covid 19.

Un razonamiento de carnero

Lo único que puede existir, es no volverse carnero y usar la coherencia, pues somos seres racionales; si bien otros preferirían que razonáramos al nivel de las ovejas. Y cuando el pastor tiene olor a oveja, daría la señal que muchos tontos se le han sumado.

Se le debe preguntar al ilustre teólogo Ratzinger:

¿Cuántos papados existen en una sola persona? ¿Uno, dos o tres? ¿De todos ellos, qué papados están sujetos a la abdicación? ¿Quién abdica, cuántos papados retiene? ¿Cuál de todos estos papados puede ejercer un abdicante?

En vez de escribir la biografía de la infancia de Jesucristo, podría haber desarrollado estas preguntas y explicar teológicamente, cual es la causa por la cual un papa se jubila, como si fuese un mecánico.

¿Abdicar o ceder?

La lógica nos dice que quien abdica realmente, ya no es papa de ninguna índole, ni material, ni espiritual, ni de nombre, ni de ropa. Si abdicó, que fije su domicilio en otra parte, lejos de Roma; pues de lo contrario, no abdicó, simplemente cedió algo de lo que tenía.

Ceder algo es lo que Ratzinger hizo y lo llamó novedosamente, el ministerio. Ratzinger no abdicó; de allí que cedió a las amenazas, a la intriga palaciega, a la mafia lavanda, y a la faz activa de un supuesto papado de reemplazo.

Y si se retiene parte del papado, es porque no se abdicó.

De allí que todo viajero que se anime a entrar en la apestada Roma, se encontrará con la esfinge de Ratzinger.

He aquí los tres enigmas de la esfinge de Ratzinger para nuestro Edipo:

¿Cuántos papados posee la persona elegida?

¿Por qué causa teológica se puede jubilar un Papa?

¿Por qué motivo Benedicto XVI renunció al ministerio y no renunció al munus papal?

Si no se contestan bien estos enigmas, la esfinge devorará a Edipo.