Calesita

domingo, 22 de marzo de 2020

El dios miedo construyó un nuevo paradigma eclesial



Estamos ante una iglesia que busca perderse en el mundo, por lo tanto ha abandonado todo interés en salvarlo.
Un cambio de rumbo
Mientras antiguamente la Iglesia construía su visión desde arriba hacia abajo, es decir desde el conocimiento de Dios hacia las cosas; hoy esta inútil generación eclesial, lo construye desde abajo hacia arriba, es decir, desde la ciencia hacia Dios. Como lo afirmó un argentino tocado por la mitra:
hay que confiar en la ciencia y en los médicos.”
Los tres ídolos: Ciencia, Pachamama y Sexo
Con esta mentalidad primitiva, se ha llegado a poner las esperanzas en la ciencia, como vía segura de salvación. Estamos ante un nuevo gnosticismo, donde la ciega jerarquía eclesial, busca enjaular la fe dentro de la ciencia, para adquirir una nueva ciudadanía en el mundo. Pero estamos en tiempos de idolatría, donde la mafia lavanda no es mala y la Pachamama o la madre Gaia son diosas enojadas con esta generación; por lo tanto como dijo el cardenal de Luxemburgo, Jean-Claude Hollerich, a sus fieles, el milagro es algo “que yo no comparto”; porque cuando se pide el cese del flagelo: “Los únicos que se regocijan en las procesiones son los virus”.
Esto señala la omnipotencia de la ciencia y la debilidad o muerte de Dios dentro de este cardenalato, donde Hollerich brilla como otros, por su falta de Fe.
Si desde la Fe es imposible dar una respuesta a lo que sucede, toda la jerarquía cobarde que se atrinchera, debería irse por inútil.
Ubi sunt?
¿Dónde están esos que nos predicaban que se debían descifrar los signos de los tiempos? ¿En qué agujero se escondieron? ¿Dónde está el que predicaba que todos los días el Espíritu Santo nos daba una sorpresa? ¿Por qué pasa la mayor parte de su tiempo atrincherado detrás de los muros leoninos? ¿En qué quedó su gran alegría por la vida?
Ausencia de Fe
Todo quedó reducido al horizonte terreno de la mediocridad. Parecen incapaces de alzar los ojos al cielo y darse cuenta, que desde hace dos mil años, la Iglesia construyó su lenguaje desde Cristo hacia los problemas de este mundo; no desde la ciencia hacia un dios panteísta.
El peligro
Para un católico, las causas de un virus, manipulado por el hombre, adquieren un doble peligro.
Primero porque la naturaleza hizo lo del hombre, el Adán en su primer origen, se independizó de Dios. El virus es independiente y vive libremente, a imagen y semejanza de la independencia y libertad del hombre. A esto lo llaman algunos el orden natural, sin embargo es un orden naturalmente caído por el pecado del hombre. De aquí que pecado y enfermedad pasean del brazo.
Segundo, porque el virus fue manipulado por este Adán moderno, para hacer mayor daño de lo que naturalmente hubiese podido hacer.
¿Dónde está la respuesta de esta inútil jerarquía a estas dos causas?
No existen respuestas de esta mentalidad eclesial que adhiere al credo de los dogmas científicos, no la puede dar, porque o perdieron la fe, o la debilitaron en extremo.
El paradigma del miedo
Con esta pobreza de pensamiento, Jesucristo ya no es el centro del universo, ergo notamos como en los momentos actuales, la ciencia se ha constituido en el centro de todo lo que sucede. Es lo que vivimos. Solo vale la pastoralidad y esta pastoralidad nos lleva a comulgar con las manos.
Y mientras una mujer, hemorrágica desde hace doce años, se acercó por detrás de Jesucristo y tomó la fimbria de su vestido, pues se decía entre sí: «Si tan sólo tocare su vestido, sanaré» (Cfr. Mat. 9,20 y 21); estos novedosos católicos creen que al tocar a Jesucristo asumen la enfermedad, o como dice el inútil de Hollerich, “Los únicos que se regocijan ... son los virus”. O como pontificó una página argentina oculta por un seudónimo:
Y aquí cabe otra reflexión. En situaciones como estas, es necesario ser racionales y juiciosos, y evitar fundamentalismos. Nadie puede poner en duda que la distribución de la comunión en la boca es un fuente próxima de contagio. La opción, dice la mayoría, es comulgar en la mano. Para mí, esa no es una opción. Lo es, en cambio, no comulgar.
Lógicamente, para la mentalidad de este simpático zorro enmascarado, soy un fundamentalista. Lo acepto, si por fundamentalismo se entiende lograr vivir por medio de la fe. El hecho de no comulgar es propio de un jansenista, tal como él mismo se pintó en otro artículo, y aclaro, que muy mal me caen los jesuitas de este tiempo. Sin embargo estoy de acuerdo con él, en que antes de comulgar con la mano, es preferible no comulgar.
No se trata de tentar al cielo, como opinan esos que siguen este paradigma fruto del miedo, ya que solo saben recitar los dogmas científicos; hacer lo que se debe, no es tentar a nadie y comulgar en la boca, es lo que se debe hacer. Ninguna jerarquía tiene autoridad para transformar una profanación en un hecho lícito, y no tienen autoridad para quitar el derecho de comulgar en la boca, el cual surge de la piedad,  del respeto, de la teología y de la Fe.
Que se deje de dar la paz en la misa, es una bendición, porque realmente es una falta de respeto ante la eucaristía hacer esa pantomima de darse la paz frente lo más importante y sagrado que es Jesucristo. Como pasa en muchos casos, no hay mal que por bien no venga.
Las armas de la Fe
Entre el cristiano y el virus, entre el cristiano y el hombre malicioso, entre el cristiano y el flagelo existen dos cosas que se interponen:
En primer lugar está la voluntad divina que da su aval a todo lo que sucede:
De vosotros, empero, aún los cabellos de la cabeza todos están contados.(Mat. 10,30)
No es el virus quien gobierna, sino Dios Padre. Y si la pandemia sucede, por algo es. Medítese qué es lo que busca Dios Padre, con este aval epidémico. ¿Acaso la mafia lavanda y las idolatrías demostradas por esta jerarquía pueden quedar impunes? ¿Acaso los abortos, idolatrías del dinero y de la carne de esta generación apóstata, van a quedar impunes? ¿Acaso los demonios insuflados por esta apostasía masiva, no ayudan para que este flagelo aumente?
En segundo lugar está la Gracia que el católico posee, la cual se interpone ante el hombre y el virus, entre el cristiano y los demonios que buscan destruir la creación; y de este modo, en sinergia con la Gracia, solo es posible hacer la voluntad de Dios.
Y es de estos dos puntos, donde nacen las causas teológicas y no metafísicas como dijo una teóloga ensimismada en su mundo particular.
¿De qué se trata?
Por lo tanto, no se trata de cerrar iglesias, sino de abrirlas de par en par; no se trata de cerrar procesiones, sino de aumentarlas; no se trata de seguir los postulados de la ciencia, sino de golpear a esta misma ciencia en su mismo cara.
Se trata nuevamente, que el ángel que vio místicamente el Papa San Gregorio Magno, envaine nuevamente su espada. Por desgracia, las circunstancias de nuestra generación, nos marcan el crudo realismo que vivimos, y por consiguiente, dar una respuesta como la de Gregorio Magno, se nos hace casi imposible.
Y como recitamos en el Padrenuestro:
Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

lunes, 9 de marzo de 2020

El francisquismo con ataque de nervios



Una cosa son los bergoglianos, otra distinta los francisquistas. Los bergoglianos son quienes avalan las reformas de Bergoglio y aplauden no solo sus herejías sino también sus idolatrías.
Los francisquistas, son los que rechazan las herejías de Bergoglio junto con sus idolatrías, pero siguen aceptándolo como “Papa”, o como dicen ellos: “mi santo padre”.
Cuando salimos en 2013 a decir que Bergoglio no era Papa, nos tildaron de locos. Hoy, como esta opinión se ha extendido, no solo nos tratan con más respeto, sino que los mismos francisquistas se retuercen, percatándose que han quedado en medio de una situación histórica, la cual los deja en evidencia como necios.
Dejemos de lado las cantidades, pues la Verdad se impone de por sí, no porque la voten o la sigan la mayoría de sacerdotes u obispos; la Verdad siempre descansa en la mente divina, por consiguiente no muta, ni cambia.
Veamos algunos argumentos de los francisquistas cuando sostienen que el peronista Bergoglio es el “santo padre”; lo tomamos de este sitio:--->
¿Qué pasa cuando decimos que Benedicto no dejó de ser Papa?
Los problemas surgen, también, cuando se invoca la realidad de estar atrapados entre la espada y la pared. Si se considera que Benedicto sigue siendo el papa los efectos son catastróficos.
Lo que dijimos. Esta situación histórica los tiene atrapados, como dice el autor entre la espada (o roca según el original inglés) y la pared, y por primera vez comienzan a percatarse de la magnitud de la crisis, en la que el mismo Benedicto nos metió. Veamos cuales son los efectos catastróficos:
Algunos son menos graves, si se puede considerar menos grave el hecho de que el 99,9% de la Iglesia católica estaría siguiendo a un antipapa.
A este párrafo le objetaría dos cosas.
Primero, ¿qué estadística posee para afirmar que a Bergoglio lo sigue el 99,9 %? Esto es una gigantesca tontería, pues si fuese así, ¿para qué se toma el tiempo en escribir todo esto? No mintamos, ya saben ellos que son muchos más y esto les duele, pero ¿realmente creen todavía que nos pueden engañar como hacen los bergoglianos manjando números falsos?
Segundo, si Benedicto es Papa, Bergoglio es antipapa “sui generis”, pues Benedicto le otorgó la autoridad del “ministerio” a la cual renunció en su forma activa; pero no le otorgó el munus y se reservó el ministerio pasivo. Esta distinción es crucial para entender lo que sucede.
Me pregunto si estos son los que dicen haber estudiado filosofía escolástica. La verdad es que de nada les sirvió, pues no vemos que la apliquen y a decir verdad, no se les nota.
Bergoglio posee un cierto ministerio, pero al no tener el munus, no posee el magisterio. He aquí la distinción que se impone en el momento.
Bergoglio es el famoso "Obispo de Roma", tal como él mismo se autocalificó al asumir. Obispo de Roma, stricte dictum sin trasladar dicho obispado al papado. Lo cual implica que no todos sus actos son inválidos, sino aquellos que atañen al magisterio, sobretodo cuando ingresan de lleno en la herejía e idolatría.
Esto invalida el párrafo siguiente:
Me refiero, sobre todo, a la desunión del Sagrado Sacrificio de la misa. Si Benedicto sigue siendo el papa, el 99.9% de las misas invocan a un antipapa en el Te igitur.
Esto es lo que se llama “cisma”, y avala lo que hemos dicho siempre: esta es una iglesia dormida. Y sigue el exaltado francisquista:
El Sacrificio de la Unidad sería ofrecido para nuestra propia condena.
No existiría condena por tres motivos: Primero porque existe una unidad “de ministerios” entre Benedicto y Bergoglio, tal como lo reveló Gänswein. Es un ministerio extendido en dos personas, una activa y otra pasiva. Es el consulado papal, donde se distribuye lo que cada uno hace: uno dice que reza y el otro hace “lío”.
En segundo lugar no existe condena, porque tan solo estamos ante un problema del texto, el cual no se adapta a la situación presente.
En tercer lugar, porque estamos ante una novedad surgida por un Papa que inventó el papado emérito y ante el cual los francisquistas no reaccionan, actuando como autómatas sin darse cuenta de la situación. Quien no sabe lo que hace, no merece condena.
La idea del 99.9% de la Iglesia católica invocando a un antipapa en la misa es inimaginable.
No es así. Esto no es inimaginable, sino novedoso y real, tan real que no hace falta imaginarlo.
Los argumentos que le siguen son de orden estructural y administrativo, dice el asustado francisquista inmerso en la realidad americana:
A este respecto, ¿es el obispo real de la diócesis el que es nombrado en la misa? Si Benedicto sigue siendo el papa, el nombramiento de obispos por parte de Francisco es nulo. ¿Sigue siendo el cardenal Donald Wuerl arzobispo de Washington? Apuesto a que le gustaría. ¿Sigue siendo el cardenal (presumiblemente no-cardenal) Blase Cupich el obispo, en una posición precaria, de Spokane, y sigue estando vacante la archidiócesis de Chicago? Muchas diócesis tendrían a un pseudopastor como su máxima autoridad.
Aquí nos encontramos con parte de verdad y parte de lógica imbuida por el terror. Como dijimos, no todos los actos bergoglianos son inválidos; sin embargo, es necesario decir que si un sacerdote, o varios sacerdotes se interponen ante su obispo por herejía o idolatría, están en todo su derecho a desobedecer. Más aún, si un obispo es removido de su obispado, y percibe que su reemplazante es hereje o idólatra, está en todo su derecho a rebelarse. Esto nos indicaría que la Iglesia sigue viva. Y a partir de una o más rebeliones de este tipo, quisiera ver qué hace el inútil peronista Bergoglio al respecto.
Continúa el autor con la lógica de la catástrofe:
¿Y cuántos nuevos obispos habrían sido ordenados desde 2013 sin la aprobación expresa del papa? Si Benedicto sigue siendo el papa, entonces tenemos cientos de ordenaciones episcopales ilícitas. Uno de estos obispo sería el muy amado por los medios de comunicación Robert Barron – aunque dudo que la condición cismática pudiera disuadir al Congreso de Educación Religiosa de Los Ángeles a rechazarle. Aun así, la autoridad de los obispos ordenados y nombrados durante el reinado del papa Francisco se vería severamente comprometida.
Al respecto, ya hemos citado que Benedicto ha dado la aprobación tácita a los actos administrativos de Bergoglio, ya sea por otorgar el ministerio activo, ya sea por pedir que se lo obedezca. Esto invalida el argumento del asustado autor sobre los nuevos nombramientos, los cuales no serían ilícitos. Sin embargo, todos los obispos y cardenales están severamente comprometidos, no por el simple nombramiento, sino por su falta de fe ortodoxa.
Continúa nuestro autor, siempre en la lógica del terror:
Consideraciones de este tipo traicionan a una Iglesia que está en el caos, y atacan a su organización y gobierno.
Decir la Verdad, no es traicionar a nadie, opinar sobre este “caos” tampoco es traición. Atacar la organización de gobierno herética o idólatra, no es traición, sino defender a Jesucristo.
A continuación, como lo hacen todos los francisquistas, comienzan a cavilar sobre lo que acaecerá en el futuro. Personalmente no tengo la bola de cristal para conocerlo. Por tal motivo creo que todo lo que sigue son argumentos extraídos en la pesadilla que viven. Solo me detengo en uno que para mí es el más cómico de todos:
Tenemos que ser realistas. Cuando Benedicto muera, los cardenales no se reunirán en Roma para elegir a un nuevo papa. No harán el recuento de votos, anunciarán Habemus Papam o declararán su obediencia a un nuevo hombre vestido de blanco...
¿De qué realismo estamos hablando, si ninguno de los dos ha muerto? No sean ridículos. Dejen de hacerse la película, dejen de mentir y sean racionales, pues no nos van a convencer con esta torpeza de argumentos; y sobretodo, pónganse en la manos de Dios Padre, si es que aún creen en él.



sábado, 7 de marzo de 2020

Un tema tabú: El Ayuno

Es el sendero de la iglesia modernista, un acceso a lo fácil, complaciente y ligero de formalidades; tan fácil, complaciente y ligero, que ya no existen formas estables. Todo cambia, todo muta, todo se renueva con una sola meta: no perturbar la disolución disparatada del mundo circundante.
En esto, Bergoglio es un campeón: con su misericordia desprovista de penitencia, y si está desprovista de penitencia, el ayuno es un tema tabú.
No existen palabras de disculpa, en una iglesia que ha conservado solo dos ayunos obligatorios.
No se quiere ayunar, como no se quiere hacer penitencia. Por esto presentamos una homilía de esta columna de la Iglesia: San Basilio Magno, quien nos hablará del ayuno, con palabras y conceptos desusados en nuestros días, pues como ya dije, el ayuno es para los hombres de esta iglesia moderna, un tema tabú.
Como la diferencia es notoria, nuestros neomodernos hablan de como ayunaba una iglesia primitiva y como ayuna la iglesia moderna, si es que lo que se hace hoy, se le puede llamar ayuno. En otras palabras, para ellos existe un Jesucristo para la iglesia primitiva y un Jesucristo para la iglesia actual; es decir, Cristo no es el mismo hoy del que fue ayer. Cristo muta con el tiempo, o como razonan algunos: evoluciona.
Fue San Basilio obispo de Cesarea en el siglo IV, una de las cuatro columnas de la iglesia oriental; defensor de la ortodoxia contra los herejes de su tiempo. Dejamos esta homilía completa, pues los neomodernos solo leen algunas partes, parece ser que se considera a los fieles, como incapaces e incompetentes en comprender un texto del siglo IV.
Como no participo de esta ideología moderna, y pienso en un católico competente, dejo este hermoso texto para la meditación.