El
término anástasis se origina del griego (άνάστασις),
conlleva el significado de un levantamiento, una ruina, una rebelión,
y finalmente se lo puede relacionar con el término latino de
resurrectio.
La
kénosis
San
Pablo es quien presenta la primera venida de Jesucristo como una
kénosis (κένωσις), es
decir, un despojarse de la autoridad divina para asumir la condición
de esclavo (Cfr. Fil. 2,7), en
cuya condición de esclavitud estaba sumergida la humanidad.
La
peor de las profundidades
Para
que se produzca esta anástasis será necesario que se llegue
al clímax más profundo de la kénosis. Este es el último
escalón del despojo de la segunda Persona de la Trinidad. Jesucristo
con su muerte ignominiosa, planificada por las autoridades judías de
la época, llega hasta el mundo primordial, al abismo cubierto de
tinieblas.
Es el
Dios Hijo, que las autoridades judías arrojaron al Hades, al
mundo pasivo. Más no se le puede pedir. Ha descendido todos los
escalones por los cuales la humanidad ha bajado, excepto en la
hamartía o el pecado.
La
materialidad
Se
inicia el Génesis con la creación del mundo primordial.
La
tierra, estaba informe y vacía, las tinieblas cubrían la superficie
del abismo.(Gén.
1,2a)
Este
mundo primordial es potencia, mundo limitado y pasivo, hecho de
simple materialidad.
Esta
materia primordial goza, según el Génesis, de tres características:
1.
Es vacío o tohw (תֹהוּ)
para el hebreo y aóratos (ἀόρατος) para el griego que
significa no ver, pues es la ausencia del ser.
2.
Es informe o (בֹהוּ)
bohw para el hebreo, adjetivo que siempre va unido a tohw. Es el
akataskéuastos (ἀ-κατασκεύ-αστος) griego,
puesto que este ser vacío no posee una forma que lo defina mejor.
3.
Las tinieblas o (חֹשֶׁךְ)
joshek para el hebreo. Este scotos (σκότος) griego, es
el resultado del vacío y de la ausencia de formas.
Estos
tres elementos cubren el mundo primordial, incapaz de concebirse por
sí mismo. Como también es un mundo incapaz de actuar por sí mismo.
Como se presenta de entrada en el Génesis creativo, no existe
energía dentro de la materia, ni dentro del mundo primordial. Todo
lo opuesto al panteísmo moderno y al cientificismo que busca la
energía en la materia. Aquí toda energía está fuera de ella y es
el Espíritu de Dios quien planea sobre su límite finito.
Estamos
en un mundo incomprensible que genera el abismo (ἀβύσσου)
como una profundidad que se abre a la lógica.
Por
fuera de la Trinidad
En
cada uno de estos elementos se presenta la oposición a las tres
propiedades de la Sma. Trinidad:
1.
El vacío se opone al Dios Padre, que es la fuente de todos los
seres.
2.
Lo informe, como ausencia total de formas, se opone al Dios Hijo,
como el Logos del Padre; puesto que aún no ha proferido ninguna
Palabra, por ello no existe una forma definida, tan solo la
indefinida de materialidad.
3.
Las tinieblas señalan la ausencia
del Espíritu,
pues es quien alumbra, por lo
tanto todo es oscuro e insondable.
En este caos inicial hallamos la finitud, la indeterminación,
y la pasividad.
Hamartía
o Pecado
La
hamartía
(ἁμαρτία) es otro término griego que indica cometer un error fatal.
El
hombre es un microcosmos, es una hipóstasis a la cual el Logos
creador le ha agregado partes: materia y espíritu, inteligencia y
voluntad. Dirá San Buenaventura que es el más compuesto de los
seres.
Ante
esta unidad admirable y única, la hamartía consiste en
romperla, y al romperse la unidad, se vuelve a mirar hacia atrás,
hacia el mundo primordial al cual forzosamente tiende como si se estuviese en un plano inclinado. Este es el
pecado: una disociación de partes, donde cada una permanece unida,
pero conservan su capricho propio al estar disociadas entre sí.
La
muerte
Este
regreso al mundo primordial, es en esencia la muerte.
El
fruto presentado en el capítulo tercero del Génesis, no es más que
un símbolo mítico de lo que ocurrió.
Es
aquí donde nos percatamos la abrumadora kénosis de Jesucristo. El
Logos creador, luego de asumir la muerte humana, debe descender al
mundo primordial.
El ser
divino ingresó en el mundo pasivo, para imprimirle el movimiento
ascensional.
San
Buenaventura describe este clímax del descenso al Hades:
«Acabado
ya el combate de la Pasión, cuando el fiero dragón y el león
furioso se lisonjeaban de haber alcanzado victoria del Cordero,
comenzó a resplandecer en el alma, que descendía a los infiernos,
el poder de la Divinidad. Nuestro León fortísimo de la
tribu de Judá 1,
alzándose contra el fuerte armado, le arrebató la presa, que tenía
cautiva. Y hechas pedazos las puertas del infierno y encadenada la
serpiente, despojó principados y potestades y los llevó
gloriosamente, como trofeo, habiendo triunfado de ellos en sí mismo.
Entonces Cristo sacó fuera al Leviatán y le horadó la quijada;
pues había acometido a la cabeza, sin tener derecho a ella, debía
perder aún el que parecía tener sobre los miembros. Entonces el
verdadero Sansón, muriendo, dejó tendido en el campo al ejército
enemigo. Entonces el Cordero sin mancilla, con la sangre de su
testamento, sacó los prisioneros del lago vacío de agua.
Entonces a los que habitúan en la región tenebrosa de la muerte
alborearon los clarísimos rayos de la nueva luz, tanto tiempo
deseada. 2
La
hamartía del demonio
La
hamartía o error fatal cometida por el hombre e impulsada por
el demonio, se corrige con otra hamartía o error fatal del
mismo demonio, al impulsar la muerte de Jesucristo, quien no se
percató que tal hombre, era a la vez el Logos creador.
El
icono de la anástasis
La
espiritualidad oriental y la occidental del medio evo, dio gran
importancia a la anástasis, vista aquí como el descenso de
Jesucristo a los “infiernos” o al Hades griego.
Los
iconos orientales que tratan este tema, nos ofrecen una gran cantidad
de simbolismos.
Jesucristo
está envuelto en luz, es la Luz del Padre y de la divinidad. A sus
pies yace el abismo cubierto con el joshek (חֹשֶׁךְ),
el mundo de las tinieblas y el guardián del Hades vencido y atado.
Las
puertas del tohw (תֹהוּ)
que encierran a los muertos, se han roto y yacen a los pies de
Jesucristo en forma de cruz. Solo se ven en la boca del abismo,
cadenas, candados y llaves, estamos en el bohw (בֹהוּ),
en el sin sentido, en el cautiverio.
Jesucristo
ha roto las cadenas del Hades, de ese mundo primordial, y ha
rescatado a los que yacían en tinieblas. Con sus manos saca de sus
tumbas a los autores de la hamartía inicial que los llevó al
abismo: por un lado Adán y por el otro Eva, como símbolos de la humanidad creyente. Mientras tanto, ya
salieron a su derecha e izquierda, patriarcas, reyes, profetas y
almas envueltas en Luz.
La
rebelión final
De
este modo si la hamartía de los primeros hombres fue un
levantamiento, la anástasis es el auténtico levantamiento
contra el reinado de los demonios; si el pecado fue una ruina, la
muerte de Jesucristo fue la ruina de Lucifer; si la hamartía
fue una rebelión, la anástasis es la rebelión final con
quienes imponían el reino del caos primordial.
Cumplido
este levantamiento, hecha efectiva la ruina del Hades,
rebelada la humanidad junto a la humanidad de Jesucristo, se produce
la resurrección en gloria.
Melitón
de Sardes
Para
Melitón de Sardes (Siglo II), según nuevo escrito encontrado,
llamado Sermón de Viernes Santo, los fieles a los que Cristo
predicó en los infiernos, al igual que los que están sobre la
tierra, participan del triunfo de la resurrección:
La
descripción que Melitón hace del descenso de Cristo al Hades da pie
para suponer que quizá incluyó en su sermón parte de un antiguo
himno litúrgico:
Y
Él resucitó de entre los muertos y os gritó: «¿Quién es el que
lucha contra mí? Que se presente delante de mí. Yo di libertad a
los condenados e hice revivir a los muertos, yo suscité a los que
estaban enterrados. ¿Quién es el que levanta su voz contra mí?
Yo—sigue diciendo— soy el Cristo, yo soy el que destruí la
muerte y triunfé sobre mis enemigos, y aplasté al Hades, y até al
fuerte, y conduje al hombre hasta las alturas de los cielos- Yo
—dice—el Cristo. 3
Cantan
los monjes de la Abadía de Barroux en el Responsorio IV del Segundo
Nocturno de Sábado Santo:
Se
retiró * nuestro Pastor, fuente de agua viva, y en su tránsito el
sol se oscureció.
*
Ahora está cautivo aquel que tenía cautivado el primer hombre:
hoy
nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte.
V.
Destruyó las cárceles del infierno, y derribó el poder del diablo.
R.
Fue hecho cautivo el primer hombre: hoy nuestro Salvador ha
quebrantado las puertas y cerrojos de la muerte.
________________________________________
1 Respicitur Apoc., 5, 5 ; de forti armato vide Luc., 11, 21 quens locus est Col., 2, 15 ; deinde respicitur Iob, 40, 20, 21.
1 Respicitur Apoc., 5, 5 ; de forti armato vide Luc., 11, 21 quens locus est Col., 2, 15 ; deinde respicitur Iob, 40, 20, 21.
2
San Buenaventura Obras de San Buenaventura Tomo II BAC FRUTO IX
NOVEDAD DE LA RESURRECCION Jesús, muerto triunfante. 33 Pág. 335.
3
Patrología I de Quasten. Pág. 241.
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