Calesita

miércoles, 25 de agosto de 2021

El ocaso de Súper Bergoglio

 

Hoy en el círculo de los prelados, rueda todo tipo de rumores y conjeturas. Veamos los temas y su correspondiente fuente de algunas de ellas:

1. La precaria salud de Bergoglio.

Dice Líbero del 23 de agosto de 2021:

Pero el motivo de la dimisión de Bergoglio no sería tanto la edad como el estado de su salud, que cobró protagonismo de forma repentina e imprevista con la cirugía a la que fue sometido el 4 de julio en el Hospital Gemelli [en Roma]. En realidad, se dice que no fue un procedimiento planificado (se dice que ni siquiera el secretario de Estado, el cardenal Parolin, sabía de la hospitalización). Además, parece que los médicos de Gemelli querían mantener al Papa en el hospital por más tiempo. Para los medios de comunicación y el Vaticano, el tema de la salud del Papa siempre ha sido problemático.

A su vez Luis Badilla escribía en el Sismógrafo (blog de orientación bergogliana), durante la internación del falso Santo Padre:

Hay, sin embargo, un detalle muy significativo que durante estas horas mucha gente está subestimando, ignorando o manipulando: la enfermedad que ha golpeado al Papa Francisco es severa y degenerativa. También podría ser crónica. Por supuesto, el Santo Padre volverá al Vaticano para retomar su camino tras las huellas de Pedro, pero nunca volverá a ser el mismo. Toda la retórica sobre Jorge Mario Bergoglio como superhombre daña su imagen y su carisma… Sabe que tendrá que cambiar mucho su vida: fatiga, descanso, límites, nutrición, fisioterapia rehabilitadora.

Un mes después afirmaba Badilla que los médicos nunca firmaron los comunicados sobre la salud de Bergoglio, los cuales eran emitidos por la oficina de prensa vaticana, y redondea Badilla diciendo, que allí quedan abiertos algunos interrogantes que atienden la salud del Papa.

Como opinaba Specola en Infovaticana al dar el estado del líder de la revolución vaticana, la salud de un papa siempre es buena hasta que se muere.

2. Los rumores de cónclave, aumentan.

El primero fue lanzado por Sandro Magister quien el 13 de julio tituló su artículo en su blog: “Cónclave a la vista, todos retrocediendo ante Francisco." Hoy estos rumores están a la orden del día y se tiene la esperanza de llegar a él en la próxima primavera romana. Queda claro que para esta jerarquía revolucionaria, solo se haría un cónclave si quien dice ser papa, se muere o renuncia.

3. Críticas al superpapado de Bergoglio.

Este fenómeno altamente crítico, no surge solamente del ala tradicional, sino de los mismos bergoglianos, que hoy toman prudente distancia ante un nuevo cónclave. Como dicen los peronistas, se sigue al líder hasta la puerta del cementerio, pero no se ingresa en él. Esto parece suceder dentro de la actual Revolución Vaticana, producida hace ocho años por los “jacobinos” de la Mafia de San Galo.

4. Llegó la kryptonita de la edad, para Súper Bergoglio.

Para el historiador progresista Alberto Melloni, la edad avanzada de Bergoglio es problemática:

Cuando un Papa envejece, entramos en territorio desconocido e incierto”... si un Papa quiere renunciar, debe encontrar el momento adecuado, antes de que su debilidad se vuelva demasiado evidente".

Como se puede apreciar, la kryptonita ya está actuando.

5. Legislación del papado emérito.

Según Maria Antonietta Calabrò en Huffpost, Bergoglio estaría componiendo una regulación del papado emérito. Esta nueva codificación, daría al papa un límite de 85 años, recordemos que en diciembre Súper Bergoglio soplará 85 velitas.

6. Rumores de renuncia.

Socci en el diario Libero, afirma la voluntad de Bergoglio de renunciar en diciembre al cumplir la edad límite, por la cual un papa, según la nueva normativa que se daría a luz en el Vaticano, un papa debería jubilarse.

7. La lacra homosexual infiltrada en la Iglesia.

Ya no es secreto para nadie, que la aplicación gay Grindr donde se citan los homosexuales, es muy visitado dentro de los fuertes muros vaticanos. The New York Times publica este nefasto ejemplo al mundo moderno, y en nuestro país, el diario La Nación levanta la nota del periódico neoyorquino.

Tal como dijimos en otras entradas, Súper Bergoglio recibe sus súper poderes de este nefasto clan.

***

Que Súper Bergoglio renuncie, es ridículo, sobre todo conociendo como se ha aferrado siempre al poder, con uñas y dientes. Que un papa renuncie formalmente a los 85 años es posible de legislar, pero no para Súper Bergoglio que siempre será la excepción, así cojee o deba guardar cama.

Es seguro, que se busca empujarlo para que se vaya de una buena vez, poniéndole fecha de vencimiento para el mes de diciembre. Esto surge del ala revolucionaria, donde las influencias del clan gay pesan. Para todos ellos su figura no alcanzó el nivel revolucionario que esperaban. Hoy necesitan un cambio de cara con un nuevo aire fresco, para avanzar en estas mismas posiciones innovadoras. Bergoglio lo sabe, y trata de ocultar su real estado de salud, haciéndose el súper héroe y planificando futuros viajes. Es que nuestro superhombre siempre ignora la historia, la cual muestra como toda revolución, se come a sus hijos, sean hombres o superhombres.


viernes, 20 de agosto de 2021

¿Existe el Rapto?

Es indudable que ciertas sectas de los iconoclastas protestantes echaron a volar su imaginación a raíz de ciertos pasajes de las Sagradas Escrituras, sobre todo, al no estar atados a la interpretación que se vino desarrollando de estos mismos pasajes con el tiempo.

El creador de la doctrina del Rapto se atribuye John Nelson Darby (18001882) que fue un evangelista anglo-irlandés, anteriormente esta doctrina era inexistente.

Lo peor de todo, es que ciertos buenos católicos se acoplaron a estas imaginaciones que hoy pueden formar parte de una hermosa novela de ciencia ficción, o para ser preciso en el término, de ficción escatológica.

La novela es un hermoso género literario cultivado ya desde la antigüedad, pero es solo eso, novela. Puede proponer ciertas tesis, pero el argumento siempre es ficticio, a pesar que algunas posean una base histórica.

Cuando se abarca la escatología cristiana, se dan distintos temas al razonamiento, los cuales pueden desmenuzarse con el consecuente peligro que esto implica, si no se es sensato.

Para esto propongo como tema central la Venida de Jesucristo, o la Parusía, a la que definiremos como el fin definitivo del tiempo. Esto implica que ya no existirá ningún tipo de movimiento, pues cada ser habrá llegado a su fin. Es el punto Omega. A esto otros añadieron el tema de una venida intermedia de Jesucristo instaurando “un reino de mil años”.

Pero frente a este tema, se alzan los razonadores afirmando que el Juicio Final, puede poseer un Juicio de la Naciones, distinto de aquel, así como existe un juicio personal, luego de la muerte corporal.

A partir de aquí ya tenemos dos temas, Parusía y Juicio. A esto se añade el tema de la resurrección, la cual algunos imaginan en distintos actos escalonados por el tiempo, primera resurrección o resurrección final.

Dado este pasaje de San Pablo en su primera carta a los cristianos de Tesalónica los iconoclastas protestantes imaginan un Rapto desencajado de otros temas:

El mismo Señor, a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los vivos, los que quedamos, junto con ellos, seremos arrebatados en las nubes, al encuentro del Señor en los aires. (1 Tes 4, 16-17)

Otro tema relacionado con todo esto, es el de la Gran Tribulación, “como no la hubo desde el principio del mundo, ni la volverá a haber jamás” (Mt 24, 15).

Indudablemente, aparece en todo esto el tema del Anticristo con su "catejón" que lo retiene.

Resumiendo, tenemos los siguientes temas: resurrección, juicio (final o de las naciones), el anticristo, el rapto, la gran tribulación, el reino de los mil años.

¿En qué consiste la novela escatológica?

Simplemente en establecer un orden de tiempos. Primero el rapto, después la gran tribulación, le sigue el juicio a las naciones, la primera resurrección, la venida del reino de los mil años, el anticristo, la resurrección general, el juicio final.

Pero si digo, primero el anticristo, después la gran tribulación, luego el rapto, un reino milenario y el juicio final seguido de la resurrección, obtengo otra novela escatológica con base real.

Para ello propongo un somero análisis de la “novela” de El Rapto de los Fieles de José Alberto Villasana Munguía.

Antes que nada es necesario tener en claro ciertos conceptos:

1. Las profecías no son los titulares de los diarios de mañana, pues en ese caso dejo de leer los periódicos. Leyendo la página 8 de esta novelita de Villasana, imagino los titulares:

Israel totalmente rodeado por tropas rusas y árabes”.

O en la página 6 imagino este titular:

Millones de desaparecidos en América, ¿dónde están?”

2. Para descifrar una profecía se debe tener el don de poder hacerlo (Cfr. 1Cor. 12,10).

Hoy nos encontramos con personajes inéditos, que antes que asuma un Papa, ya nos dicen lo que hará en su mandato. Parece que se posee la bola mágica de cristal. Por supuesto no se acierta una, pero no se percatan que se es un mentecato, y siguen anunciando más y más cosas... ¡Cómo cuesta hacer silencio!

3. Para explayar los futuros sucesos, se debe tener en cuenta la enseñanza de Jesucristo antes de su Ascensión, cuando algunos le preguntaron si era ese el momento de restablecer el Reino de Israel:

El les dijo: No os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano. (Hechos 1,7)

Como vemos, los que creen saberlo todo y escriben al respecto, lo más probable es que no sepan nada.

4. La teología es un razonamiento que se basa en la revelación, donde se unifican Sagradas Escrituras y Tradición.

Por su parte, quien se da el lujo de descifrar una profecía, o lo que es peor, un conjunto de profecías debe tener un aditamento esencial a los ya mencionados. Se dice que la mística no puede contradecir la revelación, lo cual es de sentido común; pero la interpretación profética no puede pasar por alto la mística. En la doctrina católica todo debe estar en perfecta armonía.

En la “novela escatológica” de Villasana, la mística casi no existe. ¿Cómo interpretar un hecho futuro pasando de largo por las distintas visiones místicas? Este es un fenómeno típico de los iconoclastas protestantes, para quienes la mística es demonio puro.

Por dar un simple ejemplo, los distintos místicos nos vienen hablando de los tres días de tinieblas, en la novelita del rapto, este tema es inexistente. Si quitásemos la segunda parte a partir de la página 33, un protestante pondría su firma en su narración. Lógicamente hablo de algunos, pues están quienes siguen a James Stuart Russell, donde luego de la destrucción de Jerusalén concluyó toda la escatología profetizada.

Me causó gracia el prólogo del Cardenal Juan Sandoval Íñiguez al librito de Villasana, donde primero recomienda el libro y termina lavándose olímpicamente las manos diciendo:

...para hablarnos de un “Rapto” misterioso que, según el Autor, está por suceder.

Entonces nos preguntamos, ¿por qué lo recomienda? Simplemente por esto:

Esta obra, aparte de despertar el interés por leer las Sagradas Escrituras, es también un llamado de atención a nuestra generación distraída, que no piensa en la conducción de la historia por parte de Dios providente, sino que se imagina y vive como si todo sucediera por casualidad.

Este es el pastoralismo moderno de esta jerarquía inepta, donde los dogmas ceden su lugar a la pastoral y la mística no existe en absoluto.

¿Posee Villasana el karisma de conocer los tiempos o los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano?

Imposible. Este ex legionario que una vez fue hijo del innombrable “mon Père”, desprecia la profecía mística.

El núcleo narrativo

El montaje de su “novela” recomendada por el Cardenal, posee un núcleo casi central y es la tildada Gran Tribulación.

En su página 6, la presenta como la persecución del Anticristo, tal como la entienden los protestantes; pero ¿es esto realmente?

De acuerdo al Evangelio de San Mateo, no puede atribuirse este hecho como una persecución, pues dice:

Porque habrá entonces una gran tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá, y, si no se acortasen aquellos días, nadie se salvaría. (Mat. 24, 21-22)

Desde el principio del mundo, puesto que en el principio no existen fieles perseguidos, ni la habrá puesto que será un suceso único y aterrador. Más aún, significa que este suceso abarca todo el orbe, no solo los católicos fieles, tal como lo dan a entender los místicos que Villasana ignora. Luego fundamenta la necesidad del Rapto:

El Rapto de los santos tiene el doble propósito de premiar la virtud de los fieles, y de evitarles el sufrimiento que vendrá sobre el mundo con las plagas y juicios que Dios...

Esto queda desmentido al seguir leyendo el Evangelio de Mateo sobre dicha Gran Tribulación:

Mas por amor de los elegidos se acortarán los días aquellos. (Mat. 24,22)

¿Para qué acortará los días, si ya los raptó? La novela no encaja en su argumento central. Ahora bien, ¿a quién atribuimos este grueso error, a la pésima teología que estudió con los hijos de “mon Père”, o a un periodismo defectuoso por la influencia protestante?

Su definición de Rapto

Es llamativa la definición que da Villasana de Rapto:

El Arrebato, o Rapto de los fieles, será la traslación física al cielo, en un proceso de transformación ontológica y espiritual, de aquellos que se encuentren en santidad y fieles a Cristo al momento de la Gran Tribulación.

La transformación no es ontológica, pues aquí solo se habla de los fieles, los que no son fieles también son entes. Parece conocer poco la filosofía, o tal vez sea la filosofía del “mon Père”. Por su parte la transformación se da en el orden físico, no en el orden espiritual, pues cada uno conservará el espíritu que obtuvo durante su vida física. A no ser que se proponga una apocatástasis al estilo de los neoplatónicos.

Pero supongamos hipotéticamente, que tal Rapto sea necesario, entonces debe existir una razón teológica que así lo indique. Veamos lo que escribe este secretario de profeta:

El Rapto sucederá inmediatamente después de la “primera resurrección”, la de los santos del Nuevo Testamento, y antes de que comience el Gran Día de la Ira del Señor, periodo de purificación que precede al Retorno glorioso de Cristo para reinar en la tierra.

¿Y Cuál es la razón para que esto suceda en este momento? Y nos responde con una doctrina de los iconoclastas protestantes:

El Arrebato es un premio y un rescate, para no tener que pasar por el juicio de los castigos divinos que serán infligidos a los apóstatas y pecadores obstinados que se oponen al reinado de Cristo.

Esto es insuficiente y ridículo. Si en la afirmación del dogma de la Asunción de María, no se animó a decir Pío XII que fue raptada, ahora afirmamos alegremente que millones serán raptados, solo para que no sufran tanto...

Si leyera algo de los místicos, notaría la gran diferencia, donde se prepara a los fieles para transitar esta espantosa Gran Tribulación sin rapto de ninguna especie.

Y nuevamente repetimos:

No os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano. (Hechos 1,7)

Conclusión

Ningún Santo Padre realiza afirmaciones tan tajantes sobre el Rapto, ni siquiera se da relieve al término; sí hablan de la resurrección y juicio a vivos y muertos.

Con esto no pretendo fustigar el hecho de proponer hipótesis teológicas, lo han hecho otros santos, como San Gregorio de Nisa, pero no se puede presentar una hipótesis como un hecho cierto y al cual es necesario prepararse. Esto es engañar a la gente.

La pastoral y la “novela” escatológica, deben ceder ante el dogma y la mística:

Et iterum venturus est cum gloria, judicare vivos et mortuos: cujus regni non erit finis.

Y desde allí (el reino del Padre) vendrá (Jesucristo) para juzgar a los vivos y a los muertos, cuyo reino no tendrá fin. (Credo de Nicea)

viernes, 13 de agosto de 2021

Para el jurista Sánchez: Ratzinger es el Papa, los sucesores de Bergoglio serán todos antipapas

 

Por Andrea Cionci

Hace unos días publicamos una entrevista con el profesor Antonio Sánchez Sáez, catedrático de Derecho de la Universidad de Sevilla (fundada en 1505) que explicaba junto a la abogada Estefanía Acosta cómo y por qué la renuncia de Benedicto XVI es inválida. Esto ha sido posible gracias a las afirmaciones cruzadas de dos canonistas pro-Bergoglio, Mons. Sciacca (Secretario de la Signatura Apostólica) y la profesora Geraldina Boni de la Universidad de Bolonia. No sólo no hubo desmentidos, sino que ayer saltó la noticia de que el Vaticano metió mano en el inexistente instituto del papa emérito. 1

Esto parece justamente confirmar lo que el profesor Sánchez afirmaba hace unos días: el papado emérito ha sido una pantalla tras la cual Benedicto XVI continuó siendo el papa reinante y ejerciendo las funciones de “Katejon”. 2

Ahora le preguntamos al profesor qué escenarios se vislumbran para el periodo post-Ratzinger y/o post-Bergoglio. Y el escenario es dramático. Si quiere leer un resumen, puede ir directamente a las conclusiones al final del artículo.

Profesor Sánchez, de Monseñor Sciacca y la profesora Boni no ha surgido respuesta alguna: ¿es esto normal en los círculos académicos?

R. “En el ámbito académico, suele haber un tiempo razonable para que la otra parte responda, dado que las revistas jurídicas tienen plazos bastante largos para la admisión de los originales. Pero en el caso de los medios no académicos (como en este caso) normalmente ya habría llegado una respuesta. Lo que está comúnmente establecido entre nosotros, los académicos, es que ‘el que calla, otorga'”.

Pero vayamos directamente al grano: ¿qué pasaría si Francisco nos dejara o renunciara antes de la salida de Benedicto XVI?

R. “Como hemos ilustrado AQUÍ, sin ser desmentidos, la renuncia de Benedicto XVI es nula y sigue siendo el único Papa reinante. Actualmente existe la situación de la “SEDE IMPEDIDA”, prevista por el Código de Derecho Canónico (art. 412 y siguientes), que se refiere a los casos en los que, “por cautiverio, relegación, destierro o incapacidad”, el Papa está totalmente incapacitado para ejercer sus funciones, como lo está hoy Benedicto XVI. Según el Código, deben observarse las prescripciones de las “leyes especiales dadas para estos casos”. En cualquier caso, la salida de Bergoglio no daría lugar a la sede vacante ni a la convocatoria del cónclave, porque el papa (Benedicto XVI) sigue vivo y nunca ha abdicado (can. 153). No creo que Bergoglio dimita, pero incluso su dimisión no cambiaría su condición de antipapa y usurpador, ni la de Benedicto, el papa reinante”.

¿Y si Benedicto dejara este mundo antes que Francisco?

R. “En este caso la sede quedaría vacante (can. 335) y un “pequeño resto fiel” tendría que elegir un nuevo papa, en el exilio, quizás ya en ese momento muy perseguido por la falsa Iglesia oficial, caída en la apostasía.

El sucesor de Benedicto XVI sería contemporáneo del antipapa Bergoglio, que dirigirá la falsa iglesia ecuménico-mundial, una iglesia sin transubstanciación, en la que se habrá abolido el sacrificio perpetuo (la Misa en latín ya ha sido abolida, n.d.r.), sin dogmas, unida al mundo y al resto de confesiones religiosas. Por otro lado, el pequeño remanente fiel que seguirá al nuevo Papa verdadero será la auténtica Iglesia católica”.

Muchos piensan que sólo es cuestión de esperar a que Francisco salga de escena para poder ordenar las cosas y elegir un papa que ponga las cosas en su sitio. ¿Es realmente así?

R: “Un enorme error, de importancia histórica, que continuará la línea de sucesión antipapal de Bergoglio. De hecho, si se va a un cónclave nulo (ya que por el canon 126 hubo un error sustancial en la renuncia de 2013 y en la posterior sede vacante) con unos 80 cardenales inválidos nombrados por el antipapa, sólo se elegirá otro antipapa, y luego otra vez, y otra vez. (Canon 174 § 2: si los cardenales presentes no son válidamente elegidos, la votación (Cónclave) es nula).

Todo el proceso de elección papal está regulado en la Constitución Universi Dominici Gregis, aprobada por Juan Pablo II. Vuelve a leerlo y lo verás”.

Pero, entonces, ¿por qué una gran parte del mundo tradicionalista critica ferozmente a Bergoglio mientras sigue reconociéndolo como Papa legítimo?

R. “EL MEJOR FAVOR QUE PUEDEN HACERLE: demuestran al mundo que hasta los más acérrimos opositores de Bergoglio lo reconocen como Papa y que, por tanto, su legitimidad no está en duda. Como prueba, Bergoglio es completamente impermeable a esos ataques, pero reacciona con furia, excomulgando sin proceso canónico sólo a los eclesiásticos que no lo reconocen como Papa, a los que ponen el dedo en la llaga: su ilegitimidad.

Quienes critican a Bergoglio, pero lo consideran Papa, no sólo provocan un escándalo (si fuera Papa, habría que obedecerlo porque estaría asistido por el Espíritu Santo incluso en sus actividades ordinarias, como dice el artículo 892 del Catecismo, sino que, sobre todo, TRABAJAN INCONSCIENTEMENTE PARA GARANTIZAR SU SUCESIÓN ANTIPAPAL. Muchos de estos críticos, laicos y religiosos, de perfecta buena fe, se hacen la ilusión de que criticando tan ferozmente a Bergoglio pueden convencer al próximo cónclave (falso) de que elija a un papa de la Tradición. Esto ya es completamente improbable dada la mayoría absoluta de los cardenales de Bergoglio, pero incluso si, por pura casualidad, fuera elegido un tradicionalista (como el card. Burke o Mons. Viganò) , seguiría siendo un antipapa, elegido por un cónclave inválido y, por tanto, carente de la asistencia del Espíritu Santo: se acabó la Iglesia canónica."

¿Un poco como en 1138 cuando el antipapa Anacleto II fue sucedido por el antipapa Víctor IV después de ocho años de reinado?

R. “Ciertamente: el antipapa Anacleto II reinó como supuesto papa en el Vaticano durante varios años, hasta su muerte, con el consentimiento del pueblo romano. Tal y como ocurre ahora. Pero la decisiva actuación de San Bernardo de Claraval, que apoyó firmemente al papa legítimo, Inocencio II, y denunció la usurpación del papado por parte de Anacleto II, hizo que, tras su muerte, su sucesor, el también antipapa Víctor IV, depusiera su tiara ante Inocencio II. Este cisma duró ocho años.

Algo similar ocurrió en el siglo XIV cuando Santa Catalina de Siena apoyó a Urbano VI contra el antipapa Clemente VII, que fue elegido de forma no canónica, como lo es ahora Bergoglio. La intervención de los santos fue decisiva para aclarar quién era el verdadero papa, cuando esto era motivo de controversia. Incluso hoy tenemos sacerdotes valientes que denuncian el asunto, pero no se les escucha".

Así que, básicamente, Benedicto ha separado las líneas de sucesión para siempre: la suya es papal y la de Bergoglio es antipapal. Ahora el Vaticano admite 3 que la institución del papa emérito no existe y está trabajando para poner las cosas en su sitio. ¿Podrían convencer a Benedicto, de 94 años, de que declare algo para sanear su renuncia inválida?

R. “No. Dado que la renuncia de Benedicto XVI fue nula, su actitud actual o futura es casi irrelevante, en el sentido de que el acto de renuncia es nulo independientemente del hecho de que Benedicto reconozca o no que es el Papa reinante y no Bergoglio. Es decir, en este momento BENEDICTO XVI ES EL PAPA, QUIÉRALO O NO. Y Bergoglio es un antipapa. Punto. Esto permanecerá incluso después de la muerte de Benedicto y nada podrá cambiarlo después.

Hoy, el Papa Ratzinger podría hacer unas declaraciones diciendo que él es el Papa, aclarando que su renuncia fue nula, para que los fieles sepan la verdad que por ahora sólo conocen algunos juristas, sacerdotes y fieles. Pero también podría negarlo, diciendo que Bergoglio es el Papa. En ambos casos seguiría siendo el Papa, porque LA NULIDAD DE LA RENUNCIA ACTÚA POR SÍ MISMA, INDEPENDIENTEMENTE DE LO QUE ÉL PUEDA DECIR AHORA. La propia autoridad del Papa está sujeta al Derecho Canónico, si no lo cambia de antemano. Por supuesto, una declaración del Papa Ratzinger en una rueda de prensa pública y abierta confirmando la teoría del “Plan B” 4 ayudaría mucho, pero no sé si finalmente lo hará. En todo caso, serían nulos casi todos los actos eclesiásticos adoptados por Bergoglio en estos 8 años, como la creación o nombramiento de cardenales, igualmente nulas serían sus Encíclicas, las modificaciones del Catecismo, las modificaciones del Magisterio, etc. Sólo serían válidos los actos de administración ordinaria, en los que “Ecclesia supplet”. Benedicto XVI podría sanear la nulidad de algunos de los actos nulos de Bergoglio si quisiera confirmarlos, pero sólo él podría decir cuáles habría fijado también con su voluntad. Por poner un ejemplo, podía confirmar el birrete cardenalicio conferido por Bergoglio sólo a aquellos cardenales que se han mostrado fieles a él y han contribuido a denunciar al antipapa”.

Una buena estrategia de salida, a estas alturas, para Bergoglio, podría ser dimitir, para dejar caer las impugnaciones a la renuncia de Ratzinger y dejar que su línea antipapal continúe con un cónclave de 80 anticardenales propios, ¿no?

R. “Una vez acorralado, sería lo único que podría hacer para, al menos, salvar su línea de sucesión antipapal y completar su obra. Pero como dije arriba, no creo que Bergoglio renuncie, porque nunca ha renunciado a ejercer el poder. Si se lee “La Chiesa tradita” (La Iglesia traicionada) de Antonio Caponnetto o El verdadero Francisco, de su amigo periodista Omar Bello (fallecido en accidente de tráfico), se comprenderá hasta qué punto esto es cierto.

Pero cada vez son más los que se dan cuenta de que Benedicto XVI ha sido objeto de un golpe de estado por parte de la masonería eclesiástica y civil y que ha ideado el plan de fingir su renuncia, haciéndola inválida y nula, para seguir siendo efectivamente Papa en la sombra. Se quedó el Katejon, dejando la sede impedida, pero ejerciendo el papado, no sólo a través de la oración y el sufrimiento, sino también bloqueando al usurpador a través de entrevistas y libros, como el que escribió recientemente con el Card. Sarah y que impidió a Bergoglio aprobar la ordenación de los viri probati en el Sínodo de la Amazonía. En otros discursos ha defendido la presencia real y sustancial de Cristo en la Eucaristía, ha dicho que el diálogo nunca puede sustituir a la misión, ha defendido Veritatis splendor del papa Wojtyla frente a la situación moral de Amoris laetitia, o ha dicho que la crisis de los abusos sexuales a menores proviene de la apostasía de la Verdad, etc”.

Algunos eclesiásticos han entendido que la renuncia no es válida y que Benedicto sigue siendo el único Papa, pero desesperan de que se pueda hacer algo. ¿Es realmente así?

R. “Sí. Aparte de algunos cardenales, obispos y sacerdotes que aún no lo han entendido, otros callan por respeto humano y otros por cobardía. Sin embargo, una vez que se informan y rechazan la realidad objetiva, asumen una enorme responsabilidad espiritual. Porque no hay mayor escándalo que consentir una mentira – en este caso fatal para la Iglesia canónica – ni mayor caridad que decir siempre la Verdad, (veritas summa charitas est) como siempre ha hecho la Iglesia a lo largo de su historia. Pero si los cardenales siguen callando, hablarán las piedras, es decir, los laicos que aman la Verdad por encima de todo. De hecho, el debate ya ha comenzado y no se puede ocultar más. Bergoglio lleva 8 años destruyendo la fe y la moral de la Iglesia, escandalizando a los pequeños y uniéndose al Nuevo Orden Mundial masónico y anticristiano. Esto hace que mucha gente se pregunte ahora si es el verdadero Papa o no, sobre todo cuando ven a Benedicto XVI vestido de Papa, firmando P.P., dando la bendición apostólica y corrigiendo a Bergoglio”.

¿Quién debería tomar la iniciativa, algún cardenal?

R. “Cuando un antipapa ha ocupado la sede de Pedro o el verdadero papa ha sido cuestionado, las cosas nunca han sido fáciles de resolver. La solución fue a veces armada, promovida por reyes y emperadores que apoyaban al auténtico papa. O bien, la solución llegó a través de un concilio ecuménico, como el Concilio de Constanza, que cerró el Cisma de Occidente. A veces bastaban los sínodos, como los de Reims y Piacenza, que reafirmaban al verdadero papa Inocencio II frente al antipapa Anacleto II.

Por supuesto, ahora no tenemos reyes católicos ni un emperador romano-germánico para tomar las armas. La única solución sería un Concilio Ecuménico. De lo contrario, los cardenales de hoy tendrán que aceptar, una tras otra, las etapas del proceso de desintegración y mutación del catolicismo hasta que tengan que ser cazados, so pena de dejar de ser católicos”.

Sin un sínodo, la Iglesia católica tendría que surgir de la nada, de forma catacumbal y clandestina, tal y como profetizó el Papa Ratzinger, abandonando la sede del Vaticano como la cáscara seca de una crisálida…

R. “Sí. Ese pusilus grex (pequeño rebaño) será perseguido por el mundo y por la falsa Iglesia católica que sigue al falso papa. Lo mismo ocurrió con los cristianos en la época de Cristo y de los emperadores romanos, perseguidos por el imperio pagano y, al mismo tiempo, por los judíos, que consideraban a los cristianos como herejes. Esto volverá a ocurrir ahora, cuando los verdaderos católicos sean expulsados de las Iglesias por oponerse a la unión de la Iglesia con el mundo y el resto de las religiones. También serán perseguidos como cismáticos (por seguir a Benedicto XVI o a su sucesor) o fundamentalistas católicos”.

Así que hoy los cardenales cercanos a la tradición que no intervienen están sellando su propio destino. La obra de reforma de Bergoglio difícilmente se detendrá, ya se habla de intercomunión con los protestantes, parece que el dogma de la transubstanciación está a punto de anularse…

R. “Cierto. El 4 de agosto, Marco Tosatti informó 5 sobre los rumores de que Bergoglio quiere promover la intercomunión, y que por esta razón ha dado instrucciones al nuevo Secretario del Culto Divino, el arzobispo franciscano Vittorio Francesco Viola, para que organice una comisión confidencial en septiembre, para que dentro de dos meses le informe directamente sobre los resultados de las labores. Como se puede ver, la intención final sería crear una nueva liturgia ecuménica, en la que se acepte la doctrina protestante (para la que la Eucaristía es una mera comida o recuerdo de la Última Cena), y se cambien drásticamente las palabras de la consagración (ya se ha insertado un extraño rocío masónico en la segunda oración de consagración AQUÍ n.d.r.) PARA QUE DESAPAREZCA LA TRANSUBSTANCIACIÓN. Todo ampliamente predicho desde los tiempos del profeta Daniel: el cese delsacrificio perpetuo. Esto demuestra una vez más que estamos en tiempos escatológicos y quién es realmente Jorge Mario Bergoglio”.

CONCLUSIÓN

Ha pasado definitivamente a la historia la renuncia del Papa Ratzinger anque al derecho canónico es inválida. Que se quiera o no. Benedicto XVI sigue siendo el único Papa reinante, incluso si con “asiento impedido”. Ahora puede solo hacer dos cosas: o una renuncia válida, o abrir un nuevo cónclave legítimo con cardenales nombrados antes de 2013, o reanudar el ejercicio práctico del poder.

Bergoglio es un antipapa, (porque fue elegido por un cónclave inválido ya que la Sede no estaba vacante porque Benedicto no había abdicado) y nunca podrá hacer nada para remediar esta situación. Todos los actos importantes que ha realizado son inválidos a menos que Benedicto XVI los reconfirme, a su elección, una vez que recupere el poder efectivo.

Si se celebra un cónclave para elegir al sucesor de Bergoglio, se elegirá a otro antipapa: toda su línea de sucesión es antipapal. La Iglesia se transformará definitivamente en una nueva iglesia no católica y globalista. Muchos cardenales ligados a la tradición serán gradualmente expulsados o tendrán que dejar.

El próximo Papa real sólo será el sucesor de Benedicto XVI y podrá ser sólo elegido por un cónclave compuesto por cardenales válidos nombrados por Benedicto XVI y Juan Pablo II.

Incluido los cardenales inválidos que fueron nombrados por Bergoglio, será mejor que acepten la verdad y se pasen inmediatamente al lado de Benedicto, restaurándolo en el trono. Lo más probable es que vuelvan a ser nombrados cardenales por su lealtad al legítimo sucesor de Pedro. Y la Iglesia canónica (la que conocemos) se salvará.

De lo contrario, el próximo Papa verdadero tendrá que ser elegido, en situación de exilio, por el pequeño remanente leal al Papa Benedicto XVI y la verdadera Iglesia católica, purificada, tendrá que resurgir lentamente, como en los primeros siglos del cristianismo.

Fuente: https://www.fromrome.info/2021/08/12/

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1https://www.liberoquotidiano.it/articolo_blog/blog/andrea-cionci/28264381/vaticano-papa-emerito-non-esiste-allora-joseph-ratzinger-cosa-stato-otto-anni.html

2 https://www.liberoquotidiano.it/articolo_blog/blog/andrea-cionci/27410643/ratzinger-lettera-seminario-polacco-forte-critica-germania-cattolicesimo-finito-scisma-benedizione-coppie-gay.html%20.

3 https://www.liberoquotidiano.it/articolo_blog/blog/andrea-cionci/28264381/vaticano-papa-emerito-non-esiste-allora-joseph-ratzinger-cosa-stato-otto-anni.html

4 https://www.liberoquotidiano.it/articolo_blog/blog/andrea-cionci/26807576/papa-benedetto-xvi-possibile-ricostruzione-piano-b-dimissioni.html

5 https://www.marcotosatti.com/2021/08/04/dopo-summorum-pontificum-il-nuovo-obiettivo-e-lintercomunione/


jueves, 5 de agosto de 2021

Bergoglio y la mirada de la Medusa

Las Gorgonas para la mitología griega, eran tres hermanas, de las cuales la Medusa era la tercera. Habitaban en el occidente extremo. Se supone que Bergoglio conoce el lugar, pues dijo al sentarse en la silla ocupada del papado, “que venía del fin del mundo”. Este monstruo, se entiende la Medusa y no Bergoglio, usaba serpientes en vez de fino cabello, y poseía una mirada electrizante, pues transformaba a quien la miraba a los ojos, en piedra. Era la Medusa, una cosificadora de personas.


Al explayar el ateísmo de Jean Paul Sartre, Moeller afirma:

«En el sadismo, se encuentra placer en reducir al otro a una «cosa, un objeto», al que manejamos y torturamos a voluntad; en el masoquismo, por el contrario, uno de la pareja halla su placer en ser tratado como un objeto por el otro(Charles Moeller Literatura Del Siglo XX y Cristianismo. II. Pág.75)

Es un fino placer cosificar y manipular las personas; pero también un placer más refinado, al cosificar las costumbres. Lo vemos en Traditionis Custodes, como el documento destila sadismo contra el rito tridentino y alienta a los hijos de la Medusa, para que saboreen este dulce placer de la cosificación.

Si la misa en latín es un juguete en las manos de la Medusa vestida de blanco, destruir este “juguete”, revela el cansancio del niño al verlo crecer y sentirse impotente contra lo otro, contra lo que no puede dominar, contra lo que se le escapa del poder de su mirada cosificadora. 

En este mirada, la cosificación es universal; por lo tanto la religión no escapa a ser fosilizada como una piedra. Esto le es útil a la Medusa, porque haciendo piedras de las distintas religiones, resulta mucho más fácil construir el gran poliedro masónico.

¿Qué es Jesucristo sino una simple estatua? ¿Qué es Lutero, sino otra estatua entronizada en el Vaticano? ¿Qué es el islamismo sino una piedra sin tallar? ¿Qué es "Querida Amazonia" sino otro juguete cosificado? 

La Medusa, ha petrificado todo el arco religioso sobre este nuevo templo, para erigirse como el único constructor vivo.

Los hebreos debieron ser liberados por Moisés porque construían ladrillos. Era la única piedra que podían hacer, bajo la mirada medusea de las fuerzas egipcias.

Los constructores de la Torre de Babel se dijeron:

Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego.” Y se sirvieron de los ladrillos como piedra. (Gén. 11,3)

¿Acaso resulta extraño que Dios haya dispersado estos hijos de la Medusa por el mundo?

Existe una rotunda diferencia entre el hombre y el ladrillo, si bien ambos proceden de la tierra. El hombre fue hecho por Dios y posee el soplo del alma, mientras el ladrillo fue construido por la mano del hombre y carece de toda vida. Si bien estas dos acciones son naturales y por ende correctas, hacer de los hombres unos simples ladrillos, es cosificar bajo la mirada de la Medusa.

***

A su vez, ¿qué dice el ser petrificado?

Yo soy así, ¿qué quieren que haga? No puedo cambiar.

Yo soy budista, no pienso cambiar.

Yo soy pentecostal, no puedo cambiar.

Desde este momento, ya no existe responsabilidad ni cambio, tanto en la persona cosificada, como en la organización petrificada.

Es entonces cuando la Medusa le dice:

Dios te quiere así, – tal como le dijo Bergoglio a un homosexual chileno.

Sin embargo surge el Perseo, que se aproxima a la Medusa mirando por el pulido espejo de su escudo. Este es el rígido, y el rígido posee las armaduras que le da tanto la fe, como la gracia; por esto, es el enemigo natural que viene a destruir el poliedro construido, que viene a interrumpir la construcción de la Torre de Babel. En las manos del rígido se cae el poliedro como un castillo de naipes.

Fueron ilusos aquellos que aceptaron el rito masónico de Bugnini, para poder desarrollar la liturgia latina, hoy la realidad les mostró su verdadera cara, y esta no es otra, que la mirada de la Medusa.

 

lunes, 2 de agosto de 2021

Monseñor Viganò comenta el Motu Proprio “Traditionis Custodes”.

 

Dico vobis quia si hii tacuerint, lapides clamabunt.

Lc.19:40

Traditionis custodes: con estas palabras principia el documento por el que Francisco deroga como un monarca absoluto el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI. No pasa inadvertido el tono casi burlón de la pomposa cita de Lumen gentium: precisamente en el momento en que Bergoglio reconoce a los obispos como custodios de la Tradición, les pide que supriman la más elevada y sagrada expresión orante. Quien quiera buscar algún resquicio entre líneas, sepa que el borrador que se hizo llegar a la Congregación para la Doctrina de la Fe para revisión era muchísimo más riguroso que el texto final. Lo cual confirma, aunque no es necesario, que no han hecho falta presiones particulares por parte de los enemigos históricos de la liturgia tridentina –empezando por los eruditos de San Anselmo– para convencer a Su Santidad a fin de que intentara hacer lo que mejor se le da: demoler. Ubi solitudinem faciunt, pacem appellant [lo dejaron todo yermo, y lo llaman paz. –Tácito]

El modus operandi de Francisco.

Francisco ha desmentido una vez más la piadosa ilusión de la hermenéutica de la continuidad al afirmar que la coexistencia entre el Vetus y el Novus Ordo es imposible porque son expresiones respectivas de dos posturas doctrinales y eclesiológicas irreconciliables. Por un lado está la Misa de los Apóstoles, voz de la Iglesia de Cristo; por otro, la celebración eucarística montiniana, expresión de la Iglesia conciliar. Y eso que digo no es una acusación, por legítima que sea, de alguien que tiene reservas hacia el rito reformado y hacia el Concilio; es un reconocimiento, es más, una afirmación jactanciosa de una postura ideológica de parte del propio Francisco, cabecilla de la facción más extremista del progresismo. Su doble papel de papa y de liquidador de la Iglesia Católica le permite por una parte derruirla a golpe de decretos y actos de gobierno, y por otra servirse del prestigio que le confiere el cargo para instaurar y difundir la nueva religión sobre las ruinas de la vieja. Poco importa que la manera en que actúa contra Dios, contra la Iglesia y contra la grey del Señor choquen de modo estridente con sus llamadas a la parresía, al diálogo, a tender puentes en vez de levantar muros; la Iglesia de la misericordia y el hospital de campaña resultan ser huecos artificios retóricos cuando quienes tendrían que beneficiarse serían los católicos, y no los herejes y fornicarios. En realidad, todos sabemos bien que la indulgencia de Amoris laetitia para con los concubinarios y adúlteros notorios sería poco menos que inimaginable para con los rígidos, contra los que arremete Begoglio cada vez que se le presenta la oportunidad.

Después de años de pontificado, todos habíamos comprendido que las razones aducidas por Bergoglio para declinar el encuentro con un prelado, un político o un intelectual conservador no son válidas para el cardenal abusador de menores, el obispo hereje, el político abortista o el intelectual mundialista. Hay, en resumen, una diferencia como de la noche al día, a partir de la cual se puede captar la parcialidad y sectarismo de Francisco en beneficio de cualquier ideología, pensamiento, proyecto o expresión científica, artística o literaria que no sea católica. Todo lo que sea vagamente católico suscita al parecer en el inquilino de Santa Marta una aversión como poco desconcertante aunque sólo sea por el Solio en que se sienta. Muchos han señalado esta disociación, esta especie de bipolaridad de un pontífice que no se comporta como tal ni habla como tal. El problema es que no nos encontramos ante una inactividad del pontificado, como podría suceder en el caso de un papa enfermo o muy anciano; sino que es una acción constante, organizada y planificada en un sentido diametralmente opuesto a la esencia misma del Papado. Bergoglio es que no sólo se abstiene de condenar los errores actuales –¡nunca lo ha hecho!– recalcando enérgicamente la verdad católica; se ocupa activamente en divulgar esos errores, en promoverlos y darles cabida en todos los actos que se celebran en el Vaticano mientras manda callar a cuantos denuncian esos errores. No sólo no castiga a los prelados fornicarios, sino que los promociona y defiende con mentiras, al paso que destituye a los cardenales que no se apuntan al nuevo rumbo. No sólo se abstiene de condenar a los políticos abortistas que se autoproclaman católicos, sino que interviene para impedir que las conferencias episcopales se pronuncien a favor de condenarlos, contradiciendo con ello el camino sinodal que por otro lado le permite valerse de una minoría de progres extremistas para imponer su voluntad a la mayoría de los padres sinodales.

Una constante de dicha actitud, que se puede observar en su forma más descarada y arrogante en Traditionis custodes, es la doblez y la mentira. Una doblez de fachada, claro, que es contradicha a diario por tomas de posición nada prudentes a favor de un sector mucho más concreto, que en aras de la brevedad podríamos identificar con la izquierda ideológica, en realidad con su evolución más reciente en clave mundialista, ecologista, transhumana y LGBT. Hemos llegado a un punto en que hasta las personas sencillas y poco avezadas en cuestiones doctrinales han entendido que tenemos un papa que no es católico, al menos en el sentido estricto de la palabra. Esto plantea problemas serios de índole canónica que no nos toca resolver a nosotros pero que tarde o temprano tendremos que afrontar.

El extremismo ideológico

Otro elemento significativo de este pontificado , llevado a sus últimas consecuencias con Traditionis custodes, el el extremismo ideológico de Bergoglio. Un extremismo que es deplorado de palabra en lo que se refiere a otros pero que encuentra su expresión más violenta despiadada cuando es él mismo quien lo pone en práctica contra los sacerdotes y laicos vinculados al rito antiguo y fieles a la Santa Tradición. Y en tanto que con la Hermandad San Pío X se muestra dispuesto a hacer concesiones y tener relaciones de buena vecindad, no tiene la menor comprensión ni trato humano con los pobres sacerdotes y fieles que para mendigar que les dejen celebrar la Misa en latín se ven obligados a soportar mil humillaciones y chantajes. Este comportamiento no es casual; el movimiento fundado por monseñor Lefebvre goza de autonomía e independencia económica, y por eso no hay motivo para temer extorsiones ni supervisiones por parte de la Santa Sede. En cambio, los obispos y sacerdotes incardinados en las diócesis y órdenes religiosas saben que pende sobre ellos la espada de Damocles de la destitución, de la suspensión a divinis y la de la privación de los medios mismos de subsistencia.

La experiencia de la Misa Tridentina en la vida sacerdotal

Quien haya tenido oportunidad de seguir mis intervenciones y declaraciones conoce de sobra mi postura con relación al Concilio y al Novus Ordo; pero conoce también mi formación, mi currículum al servicio de la Santa Sede y mi relativamente reciente toma de conciencia de la apostasía y la crisis que atravesamos. Por ese motivo, reitero que comprendo la situación espiritual de quienes, precisamente por esta situación, no pueden adoptar una postura radical, como por ejemplo celebrar la Misa de San Pío V o asistir exclusivamente a ella, o no están todavía en condiciones de hacerlo. Muchos sacerdotes no descubren los tesoros de la venerable liturgia tridentina hasta el momento en que la celebran y se dejan empapar de ella, y no es raro que la curiosidad inicial por el rito extraordinario –fascinante desde luego por su fastuosidad– no tarde en sustituirse por la conciencia de la profundidad de las palabras, la claridad de doctrina y la insuperable espiritualidad que hace nacer y que nutre en las almas. Hay una armonía perfecta que no se puede expresar con palabras y que el fiel no alcanza a entender sino en parte pero que conmueven el corazón del sacerdote de un modo que sólo Dios puede hacerlo. Lo pueden confirmar mis hermanos en el sacerdocio que se han acercado al usus antiquor tras décadas de obediente celebración del Novus Ordo: se abre ante ellos un mundo, un universo que abarca el rezo del Breviario con las lecciones de Maitines y los comentarios de los Padres, las referencias a los textos de la Misa, el Martirologio a la hora de Prima… Son palabras sagradas no porque estén en latín; todo lo contrario: están expresadas en latín porque la lengua vulgar las envilecería, las profanaría, como señalaba sabiamente Dom Guéranguer. Son las palabras de la Esposa al divino Esposo, las palabras del alma que vive en íntima unión con Dios, el alma que se deja inhabitar de la Santísima Trinidad. Palabras esencialmente sacerdotales, en la más profunda acepción del término, que en el sacerdocio no sólo supone el poder para ofrecer el Sacrificio, sino de unirse en la oblación de sí mismo a la Víctima pura, santa e inmaculada. Nada que ver con la verborrea del rito reformado, que se empeña excesivamente en complacer la mentalidad secularizada para dirigirse a la Majestad de Dios y la corte celestial; que se preocupa tanto por hacerse comprensible que se ve obligado a no comunicar nada que no sea alguna obviedad trivial; que pone tanto cuidado en no ofender la susceptibilidad de los herejes que se permite callar la Verdad en el preciso instante en que el Señor Dios se hace presente sobre el altar; que tiene tanto temor de pedir a los fieles el más mínimo compromiso que banaliza el canto sagrado y toda expresión artística ligada al culto. El mero hecho de que en la redacción de ese rito hayan participado luteranos, modernistas y masones notorios bastaría para hacernos entender, si no la mala fe y el dolo, al menos la mentalidad horizontal privada sobrenaturalidad que impulsó a los autores de la llamada reforma litúrgica. Los cuales, por lo que hemos podido saber, no se distinguían por la santidad con que refulgían los autores sagrados de los textos del antiguo Misal Romano y de todo el corpus litúrgico.

¿Cuántos de vosotros, sacerdotes –y desde luego muchos laicos–, no os sentís conmovidos hasta las lágrimas al recitar los admirables versículos de la Secuencia de Pentecostés, al comprender que vuestra predilección por la liturgia tradicional no tenía nada que ver con una estéril complacencia estética, sino que se había transformado en una verdadera necesidad espiritual, tan irrenunciable como la respiración? ¿Cómo podéis, cómo podemos, explicar a quienes hoy nos quieren privar de este inestimable bien que aquel rito bendito os ha llevado a descubrir la verdadera naturaleza de vuestro sacerdocio, y que de él y nada más que de él podéis obtener las fuerzas y la nutrición para afrontar las exigencias de vuestro ministerio? ¿Cómo se puede hacer entender que la obligada vuelta al rito montiniano os supone un sacrificio imposible, porque en la batalla cotidiana contra el mundo, la carne y el Diablo ese rito os deja desarmados, postrados y sin fuerzas?

Es evidente que sólo quien no ha celebrado la Misa de San Pío V puede considerarla un molesto oropel de otros tiempos del cual se puede prescindir. También muchos sacerdotes jóvenes, habituados desde la adolescencia al Novus Ordo, han entendido que las dos formas del rito no tienen nada en común, y que una es tan superior a la otra que pone en evidencia los límites y aspectos criticablesº de la otra, hasta el punto que se les hace poco menos que penoso celebrarla. No es cuestión de nostalgia, de culto al pasado; hablamos de la vida del alma, de su crecimiento espiritual, de ascesis y de mística. Conceptos que nadie de los que entienden el sacerdocio como una profesión es capaz de comprender el dolor que experimenta un alma sacerdotal al ver las especies eucarísticas profanadas durante los grotescos ritos de la Comunión en tiempos de la farsa pandémica.

Una visión reductiva de la autorización de la Misa

Por eso, me resulta desagradable en extremo leer en Traditionis custodes que el motivo por el cual Francisco considera que el motu proprio Summorum Pontificum se promulgó hace catorce años fue el deseo de remediar el supuesto cisma de monseñor Lefebvre. Cierto es que algunos cálculos políticos pudieron haber tenido su peso, sobre todo en tiempos de Juan Pablo II, aunque entonces los fieles de la Hermandad San Pío X eran escasos en número; pero la petición de dar carta de ciudadanía a la Misa que durante dos milenios nutrió la santidad de los fieles e infundió la savia vital a la civilización cristiana no puede reducirse a un acto contingente.

Con su motu proprio, Benedicto devolvió a la Iglesia la Misa apostólica romana, declarando que en ningún momento había sido revocada. Indirectamente, admitió que cuando Pablo VI impuso de forma autoritaria su rito cometió un abuso al prohibir despiadamente la celebración de la liturgia tradicional. Y si bien en el mencionado documento pueden encontrarse elementos incongruentes, como por ejemplo la presencia simultánea de ambas formas del mismo rito, podemos considerar que sirvieron para permitir la difusión del extraordinario sin afectar al ordinario. En otros tiempos habría sido inconcebible permitir la celebración de una Misa entreverada de equívocos y omisiones, cuando la autoridad pontificia habría sido suficiente para restablecer el rito de antes. Pero hoy, con la pesada carga del Concilio y la mentalidad secularizada ampliamente difundida, la mera licitud de celebrar la Misa Tridentina se puede considerar un bien innegable; un bien que todos tienen a la vista por los abundantes frutos que produce en las parroquias donde se celebra. Y cuántos más frutos no produciría si Summorum Pontificum se hubiera aplicado en todos sus puntos con espíritu de verdadera comunión eclesial.

El presunto uso instrumental del Misal Romano

Francisco sabe muy bien que la encuesta a los obispos de todo el mundo no obtuvo resultados negativos, aunque las preguntas estaban formuladas de tal forma que estaba claro qué clase de respuestas esperaba. La consulta fue un pretexto para hacer creer a la gente que su decisión sería inevitable y fruto de una respuesta conjunta del episcopado. Todos sabemos que si Bergoglio quiere obtener un resultado determinado no vacila en recurrir a la fuerza, a mentiras y a efectuar golpes de mano: los últimos sínodos lo han demostrado más allá de toda duda razonable, con la exhortación postsinodal ya redactada antes de la primera votación del instrumentum laboris. Por eso, también en este caso el objetivo previsto de antemano era la abolición de la Misa Tridentina, y la profasis, o sea la excusa aparente, tenía que ser «el uso instrumental del Missale Romanum de 1962, que se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II» (ver aquí). Con toda franqueza, de ese uso instrumental se puede en todo caso acusar a la Hermandad San Pío X, que tiene todo el derecho de afirmar lo que cada uno de nosotros sabemos de sobra: que la Misa de San Pío V es incompatible con la doctrina y la eclesiología postconciliar. Pero el motu proprio no afecta a la Hermandad, que siempre celebra con el Misal de 1962 precisamente en virtud de ese derecho inalienable que Benedicto XVI reconoció y no creó de la nada en 2007.

El sacerdote diocesano que celebra la Misa en la iglesia a la que lo ha destinado su obispo, y que cada semana tiene que someterse a un riguroso interrogatorio por las acusaciones de fervientes católicos progresistas sólo porque ha tenido la osadía de rezar el Confíteor antes de dar de comulgar a los feligreses, sabe muy bien que no puede hablar mal del Novus Ordo ni del Concilio, porque desde la primera sílaba se vería obligado a comparecer ante la Curia y lo destinarían a una parroquia perdida de un pueblo allá por donde el diablo perdió el poncho. Ese silencio, con frecuencia doloroso y casi siempre entendido como más elocuente que muchas palabras, es el precio que debe pagar para poder celebrar la Santa Misa de siempre, para no privar a los fieles de las gracias que esa Misa derrama sobre la Iglesia y sobre el mundo. Y lo que es aún más absurdo: que mientras oímos como nos dicen impunemente que hay que abrogar la Misa Tridentina porque es incompatible con la eclesiología del Concilio, en cuanto nosotros decimos lo mismo –que la Misa montiniana es incompatible con la teología católica– somos de inmediato objeto de condena y utilizan nuestra afirmación como prueba ante el tribunal revolucionario de Santa Marta.

Me pregunto de qué enfermedad espiritual estarán aquejados los pastores en estas últimas décadas para que hayan dejado de ser unos padres amorosos y se hayan vuelto despiadados censores de sus sacerdotes, funcionarios que siempre están atentos y listos para abrogar todos los derechos en virtud de un chantaje que ni se molestan en disimular. Este clima de suspicacia no contribuye en modo alguno a la tranquilidad de muchos buenos sacerdotes, porque el bien que hacen está en todo momento bajo la lupa de funcionarios que consideran un peligro a los fieles ligados a la Tradición, como una presencia molesta que hay que tolerar en tanto que no se deje ver mucho. ¿Se puede concebir una Iglesia en la que se ponen sistemáticamente trabas al bien, y quien lo hace es visto con sospecha y sujeto con riendas? Comprendo muy bien el escándalo de tantos católicos, de fieles y de no pocos sacerdotes ante este pastor que «en vez de oler a oveja apalea enojado al rebaño» (ver aquí).

El equívoco de poder gozar de un derecho como si fuese una graciosa concesión lo encontramos también en la política, cuando el Estado autoriza los desplazamientos, las actividades escolares, la actividad económica y el trabajo con tal de que uno se someta a la inoculación de suero génico experimental. Así, del mismo modo que el rito extraordinario se permite a condición de aceptar el Concilio y la Misa reformada, también en el ámbito civil se permite ejercer sus derechos a los ciudadanos a condición de que acepten el discurso de la pandemia, la vacuna y los sistemas de rastreo. No tiene nada de extraño que en muchos casos sean los propios sacerdotes y obispos –y hasta el mismo Bergoglio– los que exijan que hay que estar vacunado para recibir la Comunión; la perfecta sincronización entre lo uno y lo otro es cuando menos inquietante.

Pero vamos a ver, ¿dónde está ese uso instrumental del Misal Romano? Más bien habría que hablar del uso instrumental del Misal de Pablo VI, que ese sí –parafraseando a Bergoglio– se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente, no sólo a la tradición litúrgica preconciliar sino a todos los concilios ecuménicos que precedieron al Vaticano II. Por otra parte, ¿acaso no es Francisco el que considera un peligro para el Concilio el mero hecho de que pueda celebrarse una Misa que repudia y condena todas las desviaciones doctrinales conciliares?

Otras incongruencias

¡Jamás se vio en la historia de la Iglesia que un concilio o una reforma litúrgica supusieran un punto de quiebre entre un antes y después! ¡Jamás en estos dos milenios trazaron los romanos pontífices deliberadamente una frontera ideológica entre la Iglesia que los había precedido y la que ellos gobernaban, borrando contradiciendo el magisterio de sus predecesores! Ese antes y ese después se han convertido en una obsesión, tanto para los que insinuaban con prudencia errores doctrinales mediante expresiones equívocas como para los que con la desfachatez de quien cree haber vencido promocionaban el Concilio como «el 1789 de la Iglesia», como un hecho profético y revolucionario. Antes del 7 de julio de 2007, un destacado ceremoniero pontificio respondió jactancioso: «¡No hay vuelta atrás!» Y sin embargo, ¡por lo visto con Francisco se puede volver atrás, ¡y de qué manera!, si hace falta para mantener el poder e impedir que se propague el bien! Siniestramente, se hace eco del ¡Nada será como antes! de la farsa pandémica.

La admisión por parte de Francisco de una supuesta división entre los fieles vinculados a la liturgia tridentina y los que, en buena parte por costumbre o por resignación, se han adaptado a la nueva liturgia reformada es muy reveladora: no se propone remediar esa división reconociendo plenos derechos a un rito objetivamente mejor en comparación con el montiniano, sino precisamente para impedir que se haga patente la superioridad ontológica de la Misa de San Pío V y ello suscite críticas al rito reformado y a la doctrina que expresa, lo prohíbe, lo tilda de divisorio, lo confina en una reserva india procurando limitar al máximo su difusión para que desaparezca definitivamente, en nombre de la cultura de cancelación de la que fue desgraciado anticipo la revolución conciliar. Al no poder tolerar que el Novus Ordo y el Concilio sean inexorablemente derrotados con el Vetus Ordo y el magisterio católico perenne, la única solución que se puede adoptar es borrar todo rastro de la Tradición, relegarla a la condición de refugio nostálgico de algún octogenario inflexible o un conventículo de excéntricos, o presentarlo a modo de pretexto como el manifiesto ideológico de una minoría fundamentalista. Por otra parte, construir una versión mediática coherente con el sistema, repetir hasta la saciedad para adoctrinar a las masas, son una constante no sólo en el ámbito eclesiástico sino en el político y civil, por lo que parece con desconcertante evidencia que la iglesia profunda y el estado profundo no son otra cosa que dos rieles paralelos que van en una misma dirección y tienen por destino final el Nuevo Orden Mundial, con su religión y su profeta.

Está claro que hay división, pero no por parte de los buenos católicos y los sacerdotes que siguen fieles a la doctrina de siempre, sino de los que han sustutido la ortodoxia por la herejía y el Santo Sacrificio por un banquete fraterno. Esta división no tiene nada de nuevo; se remonta a los años sesenta, cuando el espíritu del Concilio, la apertura al mundo y el diálogo interreligioso hicieron añicos dos mil años de catolicidad y revolucionaron todo el cuerpo de la Iglesia persiguiendo a los refractarios o poniéndoles obstáculos. Y sin embargo aquella división, que efectuaron llevando al interior de la Iglesia la confusión doctrinal y litúrgica, no parecía entonces tan lamentable. En cambio hoy, en plena apostasía, se considera paradójicamente causante de división a quien no pide la condena explícita del Concilio y el Novus Ordo, sino simplemente tolerancia para la Misa según el rito extraordinario en nombre del tan ensalzado pluralismo poliédrico.

Es significativo que también en el mundo civil la tutela de las minorías sólo es válida cuando es útil para demoler la sociedad tradicional y se hace caso omiso de ella a la hora de garantizar los legítimos derechos de los ciudadanos honrados. Se ha hecho patente que so pretexto de la protección de las minorías lo que se quería era debilitar la mayoría de buenos, mientras que ahora que la mayoría está integrada por corruptos, se puede aplastar sin piedad a la minoría de buenos. La historia reciente está llena de instructivos ejemplos de ello.

Naturaleza tiránica de los custodios de la Tradición

A mi juicio resulta desconcertante, no tanto este o aquel punto del motu proprio sino la índole tiránica general, acompañada de una sustancial falsedad de los argumentos aducidos para justificar las decisiones impuestas. Del mismo modo que escandaliza el abuso de poder por parte de una autoridad cuya razón de ser no es impedir o limitar las gracias que la Iglesia distribuye a sus miembros, sino promoverlas; no quitar gloria a la majestad divina con un rito que hace guiños a los protestantes, sino celebrarlo de un modo perfecto; no sembrar errores doctrinales y morales, sino condenarlos y erradicarlos, también en esto, el paralelo con lo que sucede en la esfera civil es evidente: los que nos gobiernan abusan de su autoridad lo mismo que nuestros obispos, imponiendo normas y límites que vulneran los principios más elementales del derecho. Es más, suele suceder en ambos frentes que quien está constituido en autoridad se valga de un simple reconocimiento de facto por parte de la base (ciudadanos y fieles) aun cuando la forma en que ha conquistado el poder infringe, si no la letra, al menos el espíritu de la ley. El caso de Italia, donde un gobierno no elegido legisla sobre la obligación de vacunarse y el pasaporte sanitario, vulnerando con ello la Constitución y los derechos naturales de los italianos, no me parece muy diferente de la situación en que se encuentra la Iglesia, con un pontífice que dimite y es sustituido por Jorge Mario Bergoglio, elegido –o al menos sostenido y apoyado– por la mafia de San Galo y un episcopado ultraprogresista. Salta a la vista que hay una profunda crisis de autoridad, civil y religiosa, en la que quien ejerce el poder lo utiliza contra aquellos a quienes debía proteger, y sobre todo en contra del fin por el que se constituye toda autoridad.

Analogía entre iglesia profunda y estado profundo

Creo que ha quedado claro que la sociedad civil y la Iglesia padecen el mismo cáncer que la primera sufrió con la Revolución Francesa y la segunda con el Concilio. En ambos casos, el pensamiento masónico es la base de la demolición sistemática de la institución y sustitución por un sucedáneo que mantiene la apariencia externa, la estructura jerárquica y la fuerza coercitiva, pero con fines diametralmente opuestos a los que deberían tener.

En este punto, los ciudadanos de un bando y los fieles del otro se encuentran en una situación en que tienen que desobedecer a la autoridad terrenal a fin de obedecer a la divina, que gobierna los estados y la Iglesia. Está claro que los reaccionarios (o sea, los que no aceptan la perversión de la autoridad y quieren ser fieles a la Iglesia de Cristo y a la Patria) constituyen un elemento disidente que no se puede tolerar en modo alguno y es preciso por tanto desacreditar, deslegitimizar, amenazar y privar de sus derechos en nombre de un bien público que ya no es el bien común, sino todo lo contrario. Hay que tildar de conspiracionistas, tradicionalistas, conspiranoicos o integristas a esos pocos supervivientes de un mundo que se quiere hacer desaparecer; son un peligro para el cumplimiento de nuestro plan mundial, precisamente en el momento más crucial de su implementación. Por eso reaccionan las autoridades de un modo casi indisimulado, descarado y violento: hay peligro de que cada vez sean más los que descubran las pruebas del fraude, formen una resistencia organizada y rompan el muro de silencio y de implacable censura impuesto por la corriente mayoritaria.

Podemos, pues, entender la violenta reacción de las autoridades y prepararnos para hacer una oposición firme y determinada, mientras seguimos haciendo uso de los derechos que se nos niegan de forma abusiva e ilícita. Cierto es que podremos encontrarnos con que tengamos que ejercitar esos derechos de forma incompleta si se nos niega la posibilidad de viajar por no tener pasaporte sanitario o si el obispo prohíbe celebrar la Misa de siempre en una iglesia de su diócesis; pero nuestra resistencia a los abusos de la autoridad podrá contar no obstante con las gracias que el Señor no dejará de concedernos, en particular la virtud de la fortaleza, indispensable en tiempos de tiranía.

La normalidad que asusta

Si en un frente podemos ver que la persecución de los disidentes está bien planeada y organizada, en el otro no podemos menos que reconocer la fragmentación del adversario. Bergoglio sabe muy bien que es preciso callar al movimiento de disidencia fomentando ante todo divisiones internas y separando a los sacerdotes de los fieles. Una fructífera colaboración fraternal entre el clero diocesano, religiosos e institutos de Ecclesia Dei es una posilidad que conviene atajar, porque daría a conocer el rito antiguo, además de ser una ayuda valiosísima en el ministerio. Pero significaría que la Misa Tridentina se volvería algo normal en la vida diaria de los fieles, lo cual sería intolerable para Francisco. Por ese motivo, los sacerdotes diocesanos son dejados a la merced de los ordinarios, mientras que los institutos Ecclesia Dei son puestos bajo la autoridad de la Congregación para los Religiosos, como triste preludio de un destino ya dispuesto. No olvidemos lo que les ha pasado a florecientes órdenes religiosas, culpables de contar con la bendición de numerosas vocaciones y que se han propagado gracias a la odiada liturgia tradicional y la fiel observancia de la regla. Por eso ciertas formas de insistencia en el aspecto ceremonial de la celebración corren el riesgo de legitimar la disposición de medidas de supervisión y restricción y le hace el juego a Bergoglio.

También en el mundo civil, precisamente al fomentar ciertos excesos por parte de los disidentes, quienes ostentan el poder los marginan y dan legitimidad a medidas represivas: por ejemplo, con los movimientos antivacunas, así como la facilidad con desacreditan las legítimas protestas de los ciudadanos, para lo cual resaltan la excentricidad y las incongruencias de unos pocos. Es facilísimo condenar a unos pocos exaltados que, exasperados, prenden fuego a un pabellón de vacunación mientras quitan visibilidad a millones de personas honradas que se manifiestan ordenadamente para que no las marquen con el pasaporte sanitario o las despidan del trabajo si no se vacunan.

No podemos estar aislados y desorganizados

Es igualmente importante para todos nosotros dar visibilidad a una propuesta coherente y coordinar sin falta la acción pública. La derogación de Summorum Pontificum nos lleva de vuelta a veinte años atrás. La infausta decisión bergogliana de abrogar el motu proprio del papa Benedicto está destinada a fracasar irremediablemente, porque afecta al alma misma de la Iglesia, de la que el Señor es Pontífice y Sumo Sacerdote. Y no es cierto que la totalidad del Episcopado –como estamos viendo con alivio– esté dispuesto a sufrir pasivamente formas de autoritarismo que no contribuyen nada a apaciguar los ánimos. En determinadas circunstancias, el Código de Derecho Canónico garantiza a los obispos la posibilidad de dispensar a sus fieles de leyes particulares y universales. En segundo lugar, el pueblo de Dios ha entendido bien el carácter subversivo de Traditionis custodes e instintivamente quiere saber qué es lo que causa semejante desaprobación por parte de los progresistas. No nos sorprendamos, pues, si en las iglesias en las que se celebra la Misa Tradicional nos encontramos con fieles procedentes de la vida parroquial ordinaria y hasta a personas que estaban alejadas de la Iglesia. Como ministros de Dios o como simple fieles, tendremos el deber de manifestar firmeza y serena resistencia ante semejantes abusos, padeciendo con actitud sobrenatural nuestro pequeño calvario de cada día mientras los nuevos sumos sacerdotes y los escribas del pueblo nos abofetean y nos acusan de fanáticos. La humildad, el ofrecimiento silencioso de las injusticias y el ejemplo de una vida coherente con el Credo que profesamos ameritarán el triunfo de la Misa católica y la conversión de numerosas almas. No olvidemos que por habérsenos dado mucho, mucho se nos pedirá.

Restitutio ad integrum

«¿Qué padre, entre vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿Si pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? ¿O si pide un huevo, le dará un escorpión?» (Lc.11,11-12) Ahora podemos entender el sentido de estas palabras, observando con dolor y con el corazón desgarrado el cinismo de un padre que nos da las piedras de una liturgia sin alma, las serpientes de una doctrina corrompida y los escorpiones de una moral adulterada. Y llega al punto de dividir la grey del Señor entre los que aceptan el Novus Ordo y los quieren seguir fieles a la Misa de nuestros padres, exactamente como los gobernantes oponen entre sí a vacunados y no vacunados.

Cuando Nuestro Señor, sentado en un pollino entró en Jerusalén mientras la multitud extendía mantos a su paso, los fariseos le preguntaron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero el Señor les respondió: «Os digo, si estas gentes se callan, las piedras se pondrán a gritar» (Lc.19,39-40). Desde hace sesenta años gritan las piedras de nuestras iglesias, en las cuales se ha proscrito dos veces el Santo Sacrificio. Gritan los mármoles de los altares, las columnas de las basílicas y las bóvedas de las catedrales. Porque esas piedras, consagradas al culto del Dios verdadero, hoy están abandonadas y desiertas, o son profanadas en ritos nefandos, o transformadas en estacionamientos y supermercados, como consecuencia de ese Concilio que nos empeñamos en defender. Gritemos también nosotros, que somos piedras vivas del templo de Dios. Gritemos con confianza en el Señor para que devuelva la voz a sus discípulos, que hoy están mudos. Y para que se restituya el intolerable robo del que son culpables los propios administradores de la viña del Señor.

Más para restituir lo robado, es preciso que nos mostremos dignos de los tesoros que se nos han robado. Procuremos hacerlo con santidad de vida, dando ejemplo de virtud, con oración y haciendo vida de sacramentos. No olvidemos tampoco que hay centenares de buenos sacerdotes que todavía saben en qué consiste la sagrada unción con que han sido ordenados ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. El Señor se digna descender sobre nuestros altares incluso cuando éstos se encuentran en sótanos y desvanes. Contrariis quibuslibet minime ostantibus [A pesar de los pesares].



+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

28 de julio de 2021

Ss. Nazarii et Celsi Martyrum,

Victoris I Papae et Martyris ac

Innocentii I Papae et Confessoris

Fuente: https://www.marcotosatti.com/2021/08/01/monsenor-vigano-comenta-el-motu-proprio-traditionis-custodes/