La
antífona para el 22 de diciembre, se inicia invocando al deseado Rey
de las Naciones.
Todo
nace del profeta Jeremías:
¿Quién
no te temerá, oh rey de las naciones? Porque tuya es la gloria;
entre todos los sabios de las naciones, y en todos los reinos no hay
ninguno semejante a ti. (11,7)
Y este
reinado tendrá su confirmación entre las naciones, cuando su señal
se haya manifestado, y los pueblos al verla, se hayan golpeado el
pecho, entonces será realidad este cántico del Apocalipsis:
Grandes
y estupendas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y
verdaderos tus caminos, Rey de las naciones. ¿Quién no te temerá,
Señor, y no glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, y
todas las naciones vendrán y se postrarán delante de ti, pues tus
designios se han hecho manifiestos. (15, 3 y 4)
Junto
a la invocación inicial en la antífona que da a Jesucristo como el
deseado (desiderátus eárum) Rey de las naciones, se adosa
otro título, el de piedra angular (lapisque angularis).
Isaías
dará la imagen de la piedra angular:
Así
dice el Señor Dios: "He aquí que yo pongo por fundamento en
Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien
tuviere fe en ella no vacilará. (28,16)
El
Salmo 117 dará su profecía sobre esta piedra angular:
La
piedra que rechazaron los constructores ha sido puesta por cabecera
(κεφαλην) angular. (22)
San
Pedro dirá a los jefes del pueblo judío, que esta profecía se ha
cumplido:
Él
(Jesucristo) es la piedra rechazada por ustedes los constructores,
que ha venido a ser piedra angular. (Hechos 4,11)
San
Pablo enseñará a los efesios la importancia mística de esta piedra
angular:
Así
pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los
santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los
apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en
quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo
santo en el Señor, en quien también vosotros con ellos estáis
siendo edificados, para ser morada de Dios en el Espíritu. (2,
19-22)
San
Pedro en su Primera Carta, continuará con el tema de la piedra
angular, afirmando que dicha piedra...
...es
piedra de tropiezo y roca de escándalo. (2,8)
Esta
piedra, tan peculiar, es la que une el edificio, por ello dirá la
antífona que de dos hace uno (qui facis utráque unum).
Piedra esencial para cualquier unidad. Esta antífona, nada tiene que
ver con los modernistas, los bergoglianos y otras yerbas que emiten señales masónicas.
Sin Jesucristo no existe unidad: ¿Judíos, musulmanes, rechazan a
Jesucristo? Entonces se ha rechazado la unidad, nada es más claro en
la antífona.
Sobre
esta piedra, se apoyarán otras piedras que son los cristianos, donde
todos forman el edificio de la Iglesia. Es San Pedro que lo enseñará
diciendo en su primera Carta:
Ustedes,
como piedras vivas, son edificados en casa espiritual y sacerdocio
santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por
Jesucristo. (2,5)
En la
Visión Tercera del Pastor de Hermas, escrito en el siglo II, se hace
una larga parábola apocalíptica sobre el tema de las piedras de la
Iglesia. Sobre dicha visión, tomo solamente un breve texto para
indicar la unidad del edificio, en este caso una torre, basado en la
piedra angular, sobre la que se acomodan las otras piedras:
Ella
me dijo:
– Mira,
¿no ves enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las
aguas, de piedras cuadradas relucientes?
Y
la torre era edificada cuadrada por los seis jóvenes que habían
venido con ella. Y muchísimos otros traían piedras, y algunos de
ellos de lo profundo del mar y otros de la tierra, y las iban
entregando a los seis jóvenes. Y éstos las tomaban y edificaban.
Las piedras que eran arrastradas del abismo las colocaban, en cada
caso, tal como eran, en el edificio, porque ya se les había dado
forma; y encajaban en sus junturas con las otras piedras; y se
adherían tan juntas la una a la otra que no se podía ver la
juntura; y el edificio de la torre daba la impresión como si fuera
edificado de una sola piedra. 1
Damos
a continuación el texto original de esta antífona:
O
Rex Géntium, * et desiderátus eárum, lapisque angularis, qui facis
utráque unum: veni, et salva hóminem, quem de limo formásti.
La
invocación final de la antífona, arranca como es costumbre con su
veni, y hoy ¿para qué viene?
Lo
hace para salvar a la humanidad (salva hóminem), humanidad
que como afirma el Génesis (2,7) fue tomada y formada del barro
(quem de limo formásti). Una humanidad que del barro, la
arcilla y el polvo, logra metamorfosearse por Jesucristo, en una
piedra viva.
Dejamos
a continuación nuestra traducción:
Oh
Rey de las naciones, * y deseado por ellas, piedra angular que de dos
haces uno: ven y salva al hombre que formaste del barro.
A
continuación, los monjes del Monasterio de Santa Magdalena en Barroux, quienes siguen el Rito Romano antiquor con toda su belleza,
hoy destruida por los neomodernos, cantarán esta antífona junto al
cántico del Magnificat, mientras las campanas del monasterio se
lanzan al vuelo en la expectación de la última venida del Rey de la
Naciones.
El
texto de la antífona se toma del Antifonale Monasticum de
1934, pág. 211.
____
1
Su texto completo, algo extenso, puede leerse desde este link:
http://escrituras.tripod.com/Textos/Hermas.htm
Para leer el texto original griego:
http://www.ccel.org/l/lake/fathers/shepherd_a.htm
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