Calesita

jueves, 26 de diciembre de 2019

Adivine, ¿quién es el tonto?


1. Pío IX:
Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la Santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo, hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y triunfando plenamente sobre este enemigo, trituró su cabeza con su pie inmaculado. 1
2. León XIII:
En efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la Madre de Dios, y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género humano, goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande, como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles. 2
Porque desde allí, de acuerdo con los designios de Dios, Ella comenzó a velar sobre la Iglesia, a asistirnos y protegernos como una Madre, de modo que después de haber sido cooperadora de la Redención humana, también se convirtió, por el inmenso poder que le fue otorgado, en la dispensadora de la gracia que fluye de esta Redención para siempre. 3
3. San Pío X:
Y por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, es que María “mereció convertirse con toda legitimidad en reparadora del orbe perdido” (De Excellentia Virginis Mariæ, c. IX), y, por tanto, en dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con su muerte y con su sangre. 4
4. Benedicto XV:
Pero los sufrimientos de Jesús no pueden separarse de los dolores de María. Así como el primer Adán tuvo a una mujer como cómplice en su rebelión contra Dios, así el nuevo Adán quiso tener a una mujer que compartiera su obra al reabrir las puertas del cielo para los hombres. Desde la cruz, Él se dirige a su propia Madre Dolorosa como la “mujer,” y la proclama la nueva Eva, la Madre de todos los hombres, por quienes Él moría para que tuvieran vida. 5
5. Pío XI:
Oh Madre de piedad y de misericordia, que acompañabais a vuestro dulce Hijo, mientras llevaba a cabo en el altar de la Cruz la Redención del género humano, como corredentora nuestra y asociada a sus dolores, conservad en nosotros y aumentad cada día, os lo pedimos, los preciosos frutos de la Redención y de vuestra compasión. 6
6. Pío XII:
De hecho, ¿no son Jesús y María los dos amores sublimes del pueblo Cristiano? ¿No son acaso el nuevo Adán y la nueva Eva a quienes el Árbol de la cruz une en el dolor y el amor para redimir el pecado de nuestros primeros padres en el Edén?. 7
7. Pablo VI:
Unida por un vínculo indisoluble al misterio de la encarnación y redención, la Santísima Virgen María, la Inmaculada, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los justos; y Nosotros creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, cooperando para que las almas redimidas nazcan y crezcan en la vida divina. 8
8. San Juan Pablo II:
María, aunque concebida y nacida sin mancha de pecado, participó de una manera maravillosa en los sufrimientos de su divino Hijo, para poder ser la Corredentora de la humanidad. 9
9. Bergoglio:
Cuando nos vengan con historias de que había que declararla esto, o hacer este otro dogma o esto, no nos perdamos en tonteras: María es mujer, es Nuestra Señora, María es Madre de su Hijo y de la Santa Madre Iglesia jerárquica y María es mestiza, mujer de nuestros pueblos, pero que mestizó a Dios. 10
¿Quién de todos estos nueve es el tonto?
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1 Bula Ineffabilis Deus, (1854).
2 Encíclica Supremi apostolatus officio (1883).
3 Encíclica Adjutricem populi (1895).
4 Encíclica Ad diem illum (1904).
5 Homilía de 1920, en ocasión de la canonización de San Gabriel de la Virgen Dolorosa y Santa Margarita María Alacoque
6 Oración del 29 de abril de 1935.
7 Alocución dirigida a los peregrinos de Génova el 22 de abril de 1940.
8 Credo del Pueblo de Dios, en 1968.
9 Audiencia general el 8 de septiembre de 1982.
10 Homilía, pronunciada en la víspera del 50 aniversario de su ordenación sacerdotal.

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