1. Pío IX:
Por
lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida
la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era
contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la Santísima
Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo,
hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y
triunfando plenamente sobre este enemigo, trituró su cabeza con su
pie inmaculado. 1
2. León XIII:
En
efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la
Madre de Dios, y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del
género humano, goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande,
como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los
Ángeles. 2
Porque
desde allí, de acuerdo con los designios de Dios, Ella comenzó a
velar sobre la Iglesia, a asistirnos y protegernos como una Madre, de
modo que después de haber sido cooperadora de la Redención humana,
también se convirtió, por el inmenso poder que le fue otorgado, en
la dispensadora de la gracia que fluye de esta Redención para
siempre. 3
3. San Pío X:
Y por
esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, es que
María “mereció convertirse con toda legitimidad en reparadora del
orbe perdido” (De Excellentia Virginis Mariæ, c. IX), y, por
tanto, en dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con
su muerte y con su sangre. 4
4. Benedicto XV:
Pero
los sufrimientos de Jesús no pueden separarse de los dolores de
María. Así como el primer Adán tuvo a una mujer como cómplice en
su rebelión contra Dios, así el nuevo Adán quiso tener a una mujer
que compartiera su obra al reabrir las puertas del cielo para los
hombres. Desde la cruz, Él se dirige a su propia Madre Dolorosa como
la “mujer,” y la proclama la nueva Eva, la Madre de todos los
hombres, por quienes Él moría para que tuvieran vida. 5
5. Pío XI:
Oh
Madre de piedad y de misericordia, que acompañabais a vuestro dulce
Hijo, mientras llevaba a cabo en el altar de la Cruz la Redención
del género humano, como corredentora nuestra y
asociada a sus dolores, conservad en nosotros y aumentad cada día,
os lo pedimos, los preciosos frutos de la Redención y de vuestra
compasión. 6
6. Pío XII:
De
hecho, ¿no son Jesús y María los dos amores sublimes del pueblo
Cristiano? ¿No son acaso el nuevo Adán y la nueva Eva a quienes el
Árbol de la cruz une en el dolor y el amor para redimir el pecado de
nuestros primeros padres en el Edén?. 7
7. Pablo VI:
Unida
por un vínculo indisoluble al misterio de la encarnación y
redención, la Santísima Virgen María, la Inmaculada, cumplido el
curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria
del cielo, en donde participa ya en la gloria de la resurrección de
su Hijo, anticipando la resurrección de todos los justos; y Nosotros
creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la
Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con
respecto a los miembros de Cristo, cooperando para que las almas
redimidas nazcan y crezcan en la vida divina. 8
8. San Juan Pablo II:
María,
aunque concebida y nacida sin mancha de pecado, participó de una
manera maravillosa en los sufrimientos de su divino Hijo, para poder
ser la Corredentora de la humanidad. 9
9. Bergoglio:
Cuando
nos vengan con historias de que había que declararla esto, o hacer
este otro dogma o esto, no nos perdamos en tonteras: María es mujer,
es Nuestra Señora, María es Madre de su Hijo y de la Santa Madre
Iglesia jerárquica y María es mestiza, mujer de nuestros pueblos,
pero que mestizó a Dios. 10
¿Quién
de todos estos nueve es el tonto?
_____________________________________________________
1
Bula Ineffabilis Deus, (1854).
2
Encíclica Supremi apostolatus officio (1883).
3
Encíclica Adjutricem populi (1895).
4
Encíclica Ad diem illum (1904).
5
Homilía de 1920, en ocasión de la canonización de San Gabriel de
la Virgen Dolorosa y Santa Margarita María Alacoque
6
Oración del 29 de abril de 1935.
7
Alocución dirigida a los peregrinos de Génova el 22 de abril de
1940.
8
Credo del Pueblo de Dios, en 1968.
9
Audiencia general el 8 de septiembre de 1982.
10
Homilía, pronunciada en la víspera del 50 aniversario de su
ordenación sacerdotal.
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